lunes, 14 de julio de 2014

WILFREDO PEÑA [12.304]




Wilfredo Peña 

Nació en Aguilares, departamento de San Salvador, el 28 de octubre de 1965. Doctorado en medicina por la Universidad de EL Salvador en 1992, es poeta y escribe narrativa.

Su obra ha sido galardonada con honores en diversos certámenes literarios, destacándose el Primer lugar en cuento en el Certamen Wang Generación 88; Primer lugar en poesía en los Juegos Florales de Usulután en 1992 y en el Certamen Interuniversitario de Literartura Francisco Gavidia, en 1995.

Su poesía aparece en el libro Piedras en el Huracán, el cual pretende antologar a la generación de poetas surgidos en los años 80. De esta época es que data la participación de Wilfredo Peña en el Taller Literario Xibalbá.

Tiene inéditos los libros de poesía infantil Universo de Flores y Feria de Ilusiones y el poemario Un libro salvado del mar. Su labor poética también incluye los libros Tragaluz (1995), Un  minuto de silencio y Yo Pecador Confieso que Te Amo (1999). En narrativa ha compilado una colección de cuentos bajo el título de El Endemoniado y los Cerdos.





El despertar de la palabra

Necesito volar junto a las aves del norte
Hacia los nidos del pensamiento.
Desatar las cadenas de la ignorancia
Porque el corazón del viento aún palpita.
Pulsan las arterias acuáticas del bosque
Y los libros se multiplican
Despertando a la palabra que aún duerme.

De: Tragaluz, Ediciones Mazatli.




Sobre el pan y la poesía

En el mundo clandestino donde existo
Soy pan y soy poesía.
El manto de plata de la noche
Oculta mis vestigios
Y mis ojos fugitivos se deleitan
Cuando sumergido en la celda
De tu bosque de eucaliptos
Contemplo tus semidesnudos muslos
Que pétreos como el roble
Me protegen de los pájaros de acero.

De: Tragaluz, Ediciones Mazatli





Diálogo

Hoy he conversado con tus manos
He dialogado con el fuego de la hoguera
Con la palabra abstracta
Y creo sentir un rumor de plumas en la piel:
Es el rocío nocturno que me baña
Y embriaga de gritos y censuras.
Escucho voces sibilantes que susurran entre sí
Y me acusan
De empollar espinas en las rosas
De pronunciar en mi delirio palabras ignotas
De ser un dios celeste
Adorado por mariposas y quetzales
De amar tus mitológicas caderas de estatua Renacentista.

La hoguera cae.

Un trueno quiebra la atmósfera
Y desata una lluvia de cristales blancos.
Las voces sibilantes se ahogan en el viento
Se retractan de las acusaciones
Y en la calle
La madrugada extiende su traje de luz
La hoguera fenece.

Yo vuelvo
A cantarle versos
A tu misterioso cuerpo de cobre
A los duendes vendedores de periódicos
Y a los hombres
Que doblegan los metales
Y destruyen las cadenas.

De: Tragaluz, Ediciones Mazatli




Huracán

Ese día el orbe se vistió de luto
Y soltó sus huracanas.
Lágrimas de hielo se esparcieron
En los techos de las casas.
Los pinos, más verdes que nunca
Aullaban con dolor de siglos.
Los tallos de las zarzas
Se doblaron en señal de respeto
Ante el poder del cielo.
Y tú, mi niño, mi árbol celeste
Aferraste tus raíces endebles
A mi barro inmemorial
En busca de mi corteza añeja
Y su calor fraterno.
Presuroso te vertí mi clorofila
Con bondad de cisne
Y te di mi savia matutina
Con pasión de amante clandestino.
Hoy te digo, mi niño, mi árbol celeste
Siempre que necesites la miel de mi cosecha
La encontrarás en mi bosque alado.
Aquí estaré erguido, para ti,
Con mi voz de amapola
Mientras el fuego forestal de la guerra
No me alcance.

De: Tragaluz, Ediciones Mazatli





Guazapa

Región de acantilados azarosos
Y tormentas eternas:
Tierra poblada de huesos.
Dormís sobre una alfombra de jaraguá
A la orilla de un cerro de piedra
Y algunas veces, una mina es tu almohada.

En lo profundo del bosque nace el viento
En los arroyos crecen peces luminosos
Y macilentas anguilas.
De el subsuelo brotan hongos gigantes
En forma de puños.

La noche vigila tu sueño con su ojo amarillo
Y despertás a las cinco de la madrugada
Rodeado de plenilunios.
Comés con disciplina tu ración
De frijoles y arroz,
Compartís la sal y la ternura,
El tabaco y el café.

A veces, la soledad se posa en tu hombro
Y tu única compañera es un arma
Tantas veces aceitada con delicadeza de pétalo
Y la abrazas en la penumbra
Deslizando tus manos por su piel de acero.
Así transcurre el tiempo
Entre relámpagos fugaces
Y distancias que duelen
Y ganás la locura
Entonces, y sólo entonces
Podés encaminar tu nube a otro territorio
Derramar ahí tus manantiales
Y hacer germinar otras rocas
Y hacer florecer otros corazones.

De: Tragaluz, Ediciones Mazatli





Apología de la guerra

En la paz canté a la paz, pero ahora
El tambor de la guerra es mío…
Guerra, roja guerra es mi canto…

Walt Whitman


La guerra es un peregrinaje de angustias
La solución de la ecuación de la pobreza,
Es la renuncia temporal a la alegría.
La guerra es la imperfecta constelación de la locura
Y la esperanza del descalzo.
La guerra es un aciago trajinar
Por un reino de congojas,
Es caminar sobre rescoldos insepultos.
La guerra son setenta mil heridas envenenadas
Eternamente abiertas,
Un testamento injustamente heredado,
Es la epopeya de una cólera.
La guerra es necesaria, como el pan;
Es un temblor de estrella vespertina,
La actualidad de una lágrima
Y el preludio de una sonrisa.
La guerra es la culminación de una elegía.

De: Tragaluz, Ediciones Mazatli



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