miércoles, 9 de julio de 2014

ADRIAN POPESCU [12.223]


ADRIAN POPESCU

Rumanía.

Poeta, narrador, ensayista. 
Autor de más de 20 volúmenes de versos, entre los que recordamos: Umbría (Umbría) 1971; O milá sálbaticá (Misericordia salvaje) 1983; Curtea medicilor (El patio de los médicos) 1979; Pisicile din Torcello (Las gatas de Torcello) 1997; Umbría, antologie (Umbría antología) (2000, 2007). 

Prosa de inspiración religiosa: Tánárul Francisc (El joven Francisco) tres ediciones (1992, 2000, 2008), Cortegiul magilor (El cortejo de los magos) (1996). 

Traducciones de Luigi Giussani, 1997, Renzo Lavatori, 2006, Giorgio Caproni, 2005, Attilio Bertolucci, 2007, Alessandro Baricco, 2003, 2004, E. Farrugia, 2006. 

Premio de poesía de la Academia Rumana, 1989; premio de la Unión de Escritores de 
Rumania, 1979,1997. 

Traducido al alemán, francés, macedonio, húngaro.



UN ÁRBOL DE SONIDOS 
Poesía rumana contemporánea 

Traducción de Catalina Iliescu Gheorghiu 






Las gatas de Torcello


Desde el amanecer de mi edad partí hacia islotes y desde joven viajé 
en trenes nocturnos, recorriendo Dolomitas 
llegando feliz 
a Véneto, donde costumbre y gustos ásperos 
de los lugareños 
me recuerdan a mi Ardeal. 
A bordo de ferris y en 
camarotes de barco 
hacia el crepúsculo me dirijo, de una vida que se apaga 
en el oro bizantino. 
Hombre de las lagunas, dormitando en el banco del vaporetto que, 
muy temprano, 
sale en su primera travesía de Fondamenta Nuova, 
hacia las islas, busco mi edad 
siempre más hondo, bajo capas de cemento y piedras ennegrecidas, 
sobre las cuales brincan 
la garza y la garceta, según pasas de largo el cementerio marino 
San Michele 
con verja de ladrillo, cubierta en la seda verde 
del tiempo, la garceta, la garza. 


2

Partí en busca de las misteriosas gatas de ocultos poderes, 
como la diosa Bastet, 
tan adorada en Egipto y cortando a filo de su espada, 
o cuchillo, la cabeza 
de la serpiente Apophis, Dragón Oscuro de la Muerte, 
que llega con los años y la enfermedad
con el cáncer de labios, devotos al vicio de la nicotina 
y el paro del corazón sin 
advertencia, como una huelga de controladores aéreos: 
"ya está, mañana ya no vuelas, 
o sea, ya no vives..." Partí en la expedición de Noe hacia el 
Ararat, 
oculto entre cachorros de gato y de león y compartiendo 
con ellos el mejor bocado, 
navego hacia Torcello, una mañana y antes de 
morir del todo, pidiendo 
otro aplazamiento, un verano más para pasarlo en las calles 
de Murano, en 
puentes de colores o cerca de canales enredados 
como mi sino. 


3. 

Aquí, quisiera detenerme, parar el giro de hélice 
del corazón cansado; 
donde Murano mira hacia San Marcos y las dos cúpulas, 
Santa María della 
Salute y San Giorgio que has de mirar desde la parte sur, aquí 
donde el San Francisco del 
Desierto, tierra arenosa, te hace una señal que bajes, 
y Burano inclina 
su torre campanario, prima de la de Pisa, mientras que ya asoma 
la fachada porticada 
de Santa María y Donato, 
de la mejana de vidrieros 
pero, no queda tiempo para entrar en Fucina degü angeli, talleres 
de ángeles que retuercen el fluido hirviente de nuestras hazañas, 
rocadas hiladas entre nuestros dedos, unidos en la trinidad de la 
unidad, o ávidas del fruto del placer, 
no pongas ni siquiera a prueba
el clig-cling del cristal, por calcular el torpe plomo 
de tu vida, 
no hay tiempo ni para tocar las lámparas pesadas, 
constelación de hielo, 
ecos siguiéndote las huellas, 
bailando en las estancias. 


4. 

Llegas, por fin, a maduras horas de la vida, y desembarcas en Torcello, 
huyendo de calamidades, 
como antaño, aterrados los de Altino, ante los bárbaros, 
tú también un fugitivo de la maldad del tiempo, del eón, 
descubres asombrado el canal, claro como un arroyo de montaña 
desde tu tierra, con forma de imán, 
laU. 
Te contoneas por los huertos de olivo y limonero, 
inspiras el olor a vid a punto de dar fruto, 
con racimos enormes, 
como en mosaicos de Rávena, que con la Sangre del Cordero 
prometen beatitud. 
Apareciste justo ante las columnas del pequeño templo 
arcaico de Santa Fosca, 
y desde aquí al "trono de Atila", sillón de piedra corroído 
por el vómito de la tormenta, 
en el que el Infinito está impasible y ya ni cabalga, 
ni bebe vino tinto, ni 
incendia, ni descuartiza a nadie, ni ahuyenta 
a las gatas soleadas. 


5.

Gatas en la pequeña plaza que da hacia Santa María Assunta, 
para nosotros Santa María la Grande,
mientras escribo son sus días, y su dulce pena, 
verano ya pasado, cuya ternura me 
ahoga, 
gatas hechas ovillo en el umbral y el alféizar, 
sobre las "bancarellas" donde venden 
collares de dientes de ángel, amuletos 
de hueso y peces de cristal, 
gatas sobre los puentes del islote y bajo las mesas del bar, 
con un pensil de leandros, 
gatas bajo el arbusto extraño llamado "pitosforo", gatas 
en escalones desgastados, 
gatas que acechan la salida de serpientes en cráneos de condenados 
del Juicio Final 
donde el azul del manto del Justo Juez tiene la hondura 
de Su loco amor, 
gatas que arañan la mano de la extraña que los acaricia 
curiosa y melancólica 
gatas que miran fijamente a los visitantes con el desprecio de princesas 
de su calma usurpadas. 


6. 

Gatas que me reciben en el atrio de la casa 
donde se toma un pelín de agua 
y se prueban las dulces tortas amasadas bajo la higuera 
como en los tiempos del Antiguo Testamento 
la tientas, para compartir el don, ella que ronronea, 
te mira divertida, 
toma unas migajas, 
con lengua de hoja tropical, un canalón rosa-blancuzco. 
Gatas de Angora y africanas, gatas marrones o amarillas 
mullidas, de Etiopía 
o de Sicilia, asentadas en Torcello, tal vez llegadas 
con los primeros pobladores 
en sus barcazas aprisa calafateadas, por miedo al invasor, 
gatas que rondan 
las ruinas y las bolsas negras que una vez cada tres días 
viene a llevarse la incineradora, 
la barca basurero, 
gatas que perezosas y mimosas van frotándose 
entre las piernas de la japonesa que, 
entra la primera, bailando en la plazoleta de la iglesia 
y se queda inmóvil... 


7. 

Parpadea extática, está fuera del Tiempo, 
en Assunta y el grupo en balde 
la está llamando, sus párpados cual mariposa exótica aletean 
en su fachada, 
gatas con granulos de la Laguna en su pelo electrizado 
de yodo y sal, 
gatas de Torcello, emparentadas con aquellas que la 
memoria acaricia 
del anfiteatro de Taormina, en los peldaños, y en Efes, 
en puertos y cabanas. 
Mi edad se acerca a la de Ezra Pound, 
oculto entre visillos en la Venecia de antifaces 
y asustando 
a transeúntes, un viejo loco hablando inhumano en lenguajes de felinos. 
Demonios Orientales, 
espíritus inferiores, 
decidme qué veis, con vuestros estrechos ojos, 
como el filo de un estilete de romano, 
¿en el abismo? Con apariencia de esqueletos de paseo, sorprendidos 
en la noche por los faros del coche 
ahuyentando góndolas dementes sobre el asfalto en vaho de la noche 
de Valpurgis,
espíritus que espantan y torturan viajeros 
ahuyentáis con sólo una mirada 
espectros sin un cuerpo, viviendo en un tiempo falto de tiempo 
¿sois en verdad 
la carne que se vuelve vaho, lenta, irreversiblemente, 
y se desploma todo y de pronto desvanece, 
o vuelve a renacer 
en el fecundo Caos? 
Vosotras en el Nilo dormitando en su ribera fértil, 
la antesala de la muerte, 
Vosotras, enigmáticas ambiguas deidades que 
no me podéis socorrer en absoluto, 
yo nunca ansié las siete vidas vuestras: 
una me sobra, 
nunca os amé con desmesura, 
y en la hora final tampoco puedo amaros desmesuradamente. 
¿Dónde enterrasteis la llave del último aposento de la edad 
y qué son esos tintineos? 
Desde el amanecer de mi edad partí, en un navio de cristal, 
hacia el mar del Fuego. 


8. 

El cielo se estremece de relámpagos de este a oeste, 
pájaros aterrados caen o levantan vuelo desde la arboleda, 
la muchedumbre en las plazas o en las azoteas 
se junta aterrorizada: el fin no está lejos 
sólo la Virgen 
detiene la ira de la mano del Hijo, 
soy como el vidrio candente 
del Vidriero, 
retorcido con maestría para darle forma inmortal e irrepetible: 
un hombre viajando a través del Fuego, siempre, desde la infancia 
hasta la honda ancianidad,
creyendo que en los ojos de las gatas de mejanas encontrará la 
combinación 
secreta. Pero la combinación secreta es la mismísima eterna 
chispa en el alma, 

Yo: carne, líquido, sal y fosforescencia marina, 
hombre - es decir Llama






Pisicile din Torcello 



Pornit din zorii várstei spre ostroave de tánár cálátorind 
cu trenuri de noapte, strábátánd Dolomifii 
si ajungánd fericit 
ín Véneto, unde obiceiurile si gusturile mai aspre 
ale localnicilor 
imi amintesc Ardealul. 
Imbarcat pe feriboturi si ín 
cabinele vapoarelor 
má-ndrept spre amurgul unei vieti care se stinge 
ín aurul bizantin. 
Om al lagunelor, atipit pe bancheta vaporettoului care, 
foarte devreme, 
pleacá ín prima cursa de la Fondamenta Nuova, 
spre insule, vársta mi-o caut 
tot mai adánc, sub straturi de ciment si pietre ínnegrite, 
pe care {opáie 
bátlanul si egreta, cum treci pe langa cimitirul marin 
San Michele 
cu gardul de caramida, acoperit de mátasea verde 
a vremii, egreta, bátlanul. 



Pornit in cáutarea pisicilor enigmatice cu puteri ascunse, 
ca zeita Bastet, 
cea adoratá ín Egipt si retezánd cu o lama de spadá, 
sau de pumnal, capul 
sarpelui Apophis, Intunecatul Dragón al Mor{ii, 
ce vine cu anii si boala, 
cu cancerul buzelor, dedate la viciul nicotinei 
si stopul inimii fará vreun 
avertisment, ca o grevá a controlorilor de zbor: 
„gata, de máine nu mai zbori, 
deci, nu mai tráiesti..." Pornit in expeditia lui Noe spre 
Ararat, 
ascuns printre puii de leu si puii de pisicá, impártind 
bucátile mai bune cu ei, 
navighez spre Torcello, intr-o dimineajá, inainte de a 
muri de tot, ceránd 
o alta amanare, o vara inca, de petrecut pe strázile 
din Murano, pe 
podurile colórate, sau in preajma canalelor intortocheate 
ca destinul meu. 



Aici, as vrea sá opresc, sá mi se opreascá rotirea elicei 
inimii ostenite; 
unde Murano se uitá spre San Marco si cele douá cupole, 
Santa María della 
Salute si San Giorgio le privesti din sud, aici, 
unde Sfántul Francisc al 
Desertului, pámánt nisipos, semn iji face sá cobori, 
iar Burano-si inclina 
turnul clopotnrfei, vár al celui pisan, in timp ce apare 
deja fajada cu 
portice de la Santa María si Donato, 
din ostrovul sticlarilor 
dar, ragaz nu mai ai sá intri in fucina degli angelí, atelierele 
ingerilor care rásucesc fluidul fiebinte al faptelor noastre, 
fiíioare, toarse de degetele noastre, unite in treimea unimii, 
sau lacome de fructele plácerii, 
si nici sá incerci
clin-clinul cristalului, sá-fi socotesti plumbul greoi 
din viafá, 
vreme nu ai nici sá atingi candelabrele grele, 
constelafii de gheatá, 
ecouri pe urmele tale, 
dansánd prin incáperi. 



Ajuns, ín fíne, ín ora matura a vietii, debarci la Torcello, 
fugind de urgie, 
ca demult, de groazá, cei din Altino, de barbari, 
fugar si tu de ráutatea vremii, eonului, 
descoperind uimit canalul limpede, ca un ráu de munte 
de acasá, ín forma de magnet, 
un U. 
Serpuiesti pe langa livezi de máslini si lámái, 
aspiránd mirosul de vifá-de-vie, gata sá dea rod, 
cu ciorchini uriasi, 
ca ín mozaicurile Ravennei, promifánd beatitudinea 
prin Sángele Mielului. 
Ai iesit de-a dreptul ínaintea coloanelor micului templu 
arhaic al Sfíntei Fosca, 
si de-aici la „tronul lui Atila", jilj de piatrá máncat 
de vársatul furtunii, 
ín care stá nepásátor Neantul si nici nu mai cáláreste, 
nici nu mai bea vin rosu, nici nu mai 
incendiazá, nici nu mai ciopárfeste pe nimeni, nici nu alungá 
pisicile ce-se-nsoresc. 



Pisici ín mica piafa ce dá spre Santa María Assunta, 
Sfanta Marie cea Mare,
acum cánd scriu sunt zilele-i si dulcea lor tristete, 
vara de pe urmá, ce cu dulceafa 
sa má sufoca, 
pisici incolácite pe praguri si pe pervazuri, 
pe „bancarelle", unde se 
vánd pestisori de cristal, amúlete de os, siraguri 
de dinti de ínger, 
pisici pe podurile ostrovului si sub mésele barului 
cu gradina de oleandri, 
pisici sub straniul arbust numit „pitosforo", pisici pe 
treptele tocite, 
pisici pándind serpii ce ies din craniile damnajilor 
in Marea Judecata 
unde albastrul mantiei Dreptului Judecátor are adáncimea 
iubirii Sale nebune, 
pisici zgáriind mana strainei care le mángáie 
curioasá si melancólica 
pisici fixánd vizitatorii cu disprejul unor prinfese 
uzurpate din tihná. 



Pisici intámpinándu-te la intrarea in atriumul casei 
unde bei pujiná apa 
si gusti pesmetii dulci, frámántaíi sub smochin 
ca in vremurile Vechiului Testament 
o ímbii si pe ea, dar din dar, pe ea care toarce, 
te priveste amuzatá, 
ia cáteva fírimituri, 
cu limba ca o frunza de la Tropice, un jghiab roz-alb. 
Pisici de Angora si pisici africane, maronii sau galben 
pufoase, de Etiopia 
sau de Sicilia, pripásite in Torcello, venind poate 
cu primii colonisti in
barcazurile lor cáláfátuite ín graba, de frica náválitorilor, 
pisici dand 
tárcoale mereu ruinelor si sacilor negri de plástic, 
pe care vine, o data 
la trei zile, barca salubrita^ii si-i duce, 
la incinerat, 
pisici frecándu-se, somnoroase si alintate, 
de picioarele japonezei care, 
intrá, prima, dansánd, ín piafeta din faja bisericii 
siíncremeneste... 



Bate extatic din pleoape, e ín afara Timpului, 
la Assunta, §i grupul degeaba 
o strigá, pleoapele-i par un fluture exotic tremuránd 
pe fatadá, 
pisici cu granúlele Lagunei ín blana electrizatá, 
sare §i iod, 
pisici din Torcello, ínrudite cu cele pe care le rásfajá 
memoria ín 
amfiteatrul din Taormina, pe scári si ín Efes, 
ín porturi si cabane. 
Vársta mea se apropie de cea a lui Ezra Pound, 
ascuns dupa o perdea ín Venejia tuturor mástilor, 
si speriind 
trecátorii, bátrán nebun vorbind neomeneste ín graiul felinelor. 
Demoni Orientali, 
spírite inferioare, 
spuneji-mi ce vedeji, cu ochii vostri íngustafi, 
ca tái§ul de stilet román, 
ín abis? Schelete-mi páreti la plimbare noaptea surprinse 
de farurile ma§inii 
gonind gondole demente pe asfaltul aburit al noptii valpurgice,
iasme ce dau cazne si spaime cálátorului, 
gonind, numai ochi 
fárá trup, spectre, tráind intr-un timp fárá timp, 
voi sunteti chiar 
carnea ce abur devine, lent, ireversibil, 
totul se náruie si deodatá dispare, 
orí renaste 
ín Haosul fecund? 
Voi, picotind pe malul fértil al Nilului, 
ca-ntr-o anticamerá a morfii, 
Voi, enigmatice zeitáti ambigui, care nu 
má puteti ajuta deloc, 
eu cele sapte viefi ale voastre niciodatá nu le-am jinduit: 
una mi-e prea de-ajuns, 
eu nu v-am iubit niciodatá peste másurá, 
si nici in ultimul ceas nu va pot 
iubi peste másurá. 
Unde a{i íngropat cheia de la ultima camera a várstei 
si ce clinchete-s acolo? 
Din zorii várstei am pornit, intr-un vapor de sticlá, 
spre márile de Foc. 



Cerul se cutremurá de fulgere de la Rásárit spre Apus, 
cad pásári inspáimántate sau isi iau zborul din arbori, 
mulfimea in piefele orasului sau pe terasele blocurilor 
se aduna ínfricosatá: sfársitul nu e prea departe, 
numai Fecioara 
opreste mánia máinii Fiului, 
sunt ca sticla infierbántatá 
de Sticlar, 
rásucitá cu pricepere ca sá-i dea o forma nepieritoare si unicá: 
un om cálátorind inspre Foc, mereu, din copilárie 
páná la adáncá bátraneje, 
crezand cá gáseste ín ochii pisicilor din ostroave cifrul 
ascuns. Dar cifrul e chiar scanteia eterna a sufletului, 

Eu: carne, lichid, sare si fosforescenfá marina, 
om - adicá Flacárá.



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