LUCAS MARGARIT
(Buenos Aires, Argentina 1966) es docente, investigador, traductor y poeta. Es licenciado y doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires, tiene a su cargo la cátedra de Literatura Inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Ha realizado actividades de investigación y docencia en la Universidad de Reading, Viena y São Paulo. Actualmente, dirige en la Universidad de Buenos Aires un proyecto de investigación acerca de la producción de utopías inglesas entre los siglos XVI y XVII y trabaja para su postdoctorado en la idea de traducción y autotraducción en la obra de Samuel Beckett. Durante los años 2009 y 2011 se ha desempeñado como vicepresidente de la Asociación Argentina de Teatro Comparado (ATEACOMP), institución que lo ha designado presidente para el bienio 2011-2013. También ha participado como dramaturgista y traductor para distintas puestas en escena de la obra de Samuel Beckett. Ha publicado Samuel Beckett. Las huellas en el vacío(2003), tres libros de poesía Círculos y piedras (1992), Lazlo y Alvis (2001) y El libro de los elementos (2007), así como numerosos artículos científicos en revistas argentinas y extranjeras. Entre sus traducciones cabe destacar Enrique VIII de William Shakespeare (Buenos Aires: Losada, 2009), Defensa de la poesía de Philip Sidney (Buenos Aires: Winograd, en prensa), entre otras.
GANYMEDES
he visto las alas de la belleza
acariciando mi muerte
soy un niño ciego
que se apresura a morir en el centro
inicial de la hora más temprana
soy un niño que recoge
moras venenosas en un árbol sombrío
y canta mientras agoniza
soy un niño de huesos oscuros
que se mutila el cuerpo
cuando calla
he sido el niño confundido
que sabía el nombre de mi pasado
y el nombre de las montañas
soy quien huye con la espalda cargada de arena
y como el risco debo soportar el viento y el cielo
y he sido el mismo que abrió las manos para encontrar
las monedas vacías de la edad temprana
soy un niño
perdido en el bosque blanco
un niño hermoso
que busca un dios
en la periferia del agua
Si las biografías suelen ser ficciones narrativas: ¿qué puede decirse de la biografía de un poeta escrita por otro poeta en clave poética?
Es lo que magistralmente ha hecho en este libro Lucas Margarit.
El poeta y notario Bernat Metge nació en Barcelona, alrededor del año 1340. Fue autor de “El sueño”, una obra escrita en prisión, atravesada de personajes como Tiresias y Orfeo. Sin embargo, al leer la obra de Margarit todo esto resulta anecdótico: la poesía se impone sobre cualquier otra consideración.
En Kafka y sus precursores, Borges arriesga la idea -propuesta ya por T.S.Eliot-, de que nuestras lecturas presentes modifican de algún modo nuestra mirada y comprensión de los autores del pasado. Al recorrer el presente libro de Margarit re leemos a Metge, y la lectura del catalán nos reenviará a partir de hoy a Margarit.
Un poeta escarbando en la vida y en la estética de otro poeta del cual lo separan siglos y océanos, un poeta nuestro, contemporáneo, que hurga con manos de lluvia en el espíritu de otro es, pienso, una fiesta y un acontecimiento al que la Poesía, últimamente, nos tenía desacostumbrados.
Podemos estar agradecidos: la fuerza y la belleza del arte de Lucas Margarit han venido oportunamente a consolarnos de este olvido.
〈Contratapa para Bernat Metge, de Lucas Margarit〉
Diego Muzzio
CINCO CANTATAS SIN MÚSICA
Medea
(Descripción de la escena por Bernat Metge en su cuaderno de tapas de cuero podemos leer: “Medea subida a una tarima, con un megáfono se dirige a Jasón que se encuentra exactamente del otro lado del mar. Medea sabe que entró en el mundo de los mortales”)
más allá
todavía más lejos
detrás del bosque
podrás sepultarme
en el mar un barco de fuego
se desliza con otro cuerpo y
en otro funeral
ahora abjuro
para tirar al agua mis libros
sin plata, ni oro y sin palacios
soy hermosa como un muerto
en tu historia
desnúdame jasón
ya no estamos en la otra grecia,
la que cree en la noche y en el hombre
escuchen el último lamento
quietos los árboles
saben que la corteza
ofrece su muerte
que repite la traición
fuera de aquí:
represento aquello que un dios redujo
a cenizas en mi cuerpo
-
Ariadna
(Descripción de la escena por Bernat Metge en su cuaderno de tapas de cuero blanco: “Ariadna está rodeada de un círculo de piedras. Con una tiza escribe alrededor de cada piedra una palabra irreproducible. Mira hacia delante. Mira el mar”)
–
¿qué les importa a estas olas el nombre de mi nombre?
Quizá las voces del mar:
en el inicio en el inicio
en el inicio en el inicio
en el inicio en el inicio
–
Ariadna
la ola y la figura
de la piedra
que me sostiene,
el mar
y el mismo precipicio
hambre y hastío
ahora imagino el lugar y el espacio
sólo
intento repetir
el sonido opaco
de la noche
que se precipita
entre mis piernas
–
Ifigenia
Suaves brisas y céfiros ligeros
que un día, oculta en una etérea nube,
llevasteis a Ifigenia, tras ser arrancada
de los altares de la virgen cruel…
Séneca
¿por qué debo estar sola
en este sacrificio?
¿no hay acaso cuatro vientos atados a mi espalda?
todo se reduce al llamado
de una diosa sin espesor y sin ocaso
artémis,
todo se presenta como el fuego que consumió
la carne de un mar que se quiebra
aquí estoy, desnuda
para el sacrificio inicial
de lo que se olvida
–
Dido
Farewell? Is this the ‘mends for Dido’s love?
Do Trojans use to quit their lovers thus?
Fare well may Dido, so Aeneas stay;
I die if my Aeneas say farewell.
C. Marlowe
hablo porque soy
el lodo de tus pasos
dicté una ley
sobre tu palabra
y grité agonizando
el nombre de las cosas
hablé a mi ejército
que se derrumba
y dije a los hombres
el nombre cerrado de la carne
miré a eneas
que desnudo juntaba piedras
frente a la cueva
miré cartago
con la espalda quebrada
sobre una pared de huesos
–
Eurídice
(Descripción de la escena por Bernat Metge en manuscrito: “Euridice es en realidad un hombre cubierto con un velo oscuro. Sabe que debe desconocer el Hades. El cuerpo de Euridice parece hundirse, pero es sólo una ilusión óptica. Por lo general confunde las márgenes del río”)
–
abandonada
para que permanezcas y
cantes
retuerces
el tronco
el cuello
la cabeza
los ojos
la última imagen de mi cuerpo
orfeo inmóvil
flota
como la isla
del destierro de ariadna.
BERNAT METGE
el ángel es el peor de los dragones
J. E. Cirlot
pasé mi vejez reuniendo
formas ácidas y plantas acuáticas
observando, cada tanto, en cada ocaso
la forma cubierta del mar
la vejez de los hombres hermosos como el cáctus
cada vez que los golpes acariciaban los quiebres de la orilla
pasé mi vida buscando entre las biblias oscuras
la vida disimulada de Bernart
a la sombra de la vela de resina oscura vi las primeras ciencias
cinceladas con imperturbabilidad por una mano que todavía
no temblaba
leí las primeras lecturas del mito y de los objetos
vi los primeros dibujos que contenían
el límite entre esto y aquello
el límite que formaban las fibras del pergamino mohoso
II
aquí estamos Bernat
incluye el mar
en tu mano y recompone
la canción
de la creación
la canción que fue el origen
de tu muerte
IV
Bernat mira los cipreses caídos
y se aleja de la capilla blanca
junto al cementerio de la última noche
antes de partir
VI
el cielo está invertido
o debajo de la nieve
las manos se sostienen
en el cuerpo vacío de los pájaros
XV
Pater:
deja las hierbas
y ayúdame a distinguir
la costa del mar
el ritmo del acento
cuando vuelvas
con la bendición de un rey
busca en el camino
las palmas de mis manos
ahora hambrientas
Madre Agnes:
¿qué haces sola frente al fuego?
ayúdame a distinguir
la vida y su muerte
que a estas horas tengo la vista cansada
por la luz ocre de las velas
XXVI
detrás de los desiertos
está el desierto blanco
como una sábana de grillos
que comen las hojas iluminadas
del cielo
XXVII
Soneto 36 (del cuaderno oscuro de Bernat)
No sea Orfeo quien guíe mi camino
Así como de Dante fue guía aquel Virgilio
Ni se cambie el mal por bien nuestro designio
O se acomode a los moldes poéticos ya idos
Es Tiresias que clama y quien discute
Las pausas, los acentos y los versos
De toda la tradición caída del soneto
Disuelta en el mar por otros muertos
Soy Bernart, ya muerto y atrapado
Por las palabras que dijo un dios en el pasado
Y ahora sueño sin guía y sin quebranto
A través del cuerpo, de un cielo y del espanto.
No fue Orfeo conduciendo las pisadas
A las piedras, a las muertes y a la nada
XXVIII
Soneto 47 (del cuaderno oscuro de Bernat)
No hay reconstrucción si antes no hubo un cuerpo
Donde la sal, la piedra y el fermento
Hayan causado el esperado nacimiento
De sapos, culebras y de muertos
No soy yo quien se pudre sino el cuerpo
De la noche caída en un agujero
Lleno de barro, de oro y de amuletos
Que los vivos colocaron sobre el muerto
Sin embargo, son las manos que toman las monedas
Con palabras, oraciones, tinta negra
Y la piel es hoy un pergamino
Que sugiere apenas un camino
Es la nada que rodea nuestra espalda,
Es un dios helado y sin palabras
XXIX
ahora necesitas la sed
para preguntar
quién caza desnudo detrás del bosque blanco
en tus manos
caben perfectamente
los huesos de un pájaro vivo
necesitas la sed para demostrar que tu cuerpo ha cambiado
XXX
despierto y triste
desconsolado e inmóvil
en mi celda espero la nueva llegada
DEO GRATIAS
EL LIBRO DE LOS ELEMENTOS
Lucas Margarit
Editorial Tsé-Tsé, Bs. As. 2008
Por Mariano Massone
Se abre el círculo. Un murmullo, el de Lucas Margarit, invoca a los elementos, fluye la palabra como un talismán. Ya no se invoca una divinidad celeste (tampoco terrestre) sino un espacio que descorre nuevamente ese territorio, lugar inasible.
El aire empieza a oxigenar los pulmones, revive Lázaro. Vuelan esos pájaros que, como una comunidad imposible, se entremezclan y empiezan a rodar en círculos. Se abre la veta por la cual sumergirse al horizonte ilimitado de las líneas de las palabras:
“el espacio
se genera similar a sí mismo
no se repite la tierra
ni el agua
o la misma muralla
que separa los árboles de los árboles
otros
se tendieron sobre el conocimiento
y encontraron la espalda perdida de dios
no encontramos
la orilla ni el mar
sólo
inventamos
su forma para delimitar
nuestro cuerpo partido”
El piso empieza a sentir su fulgor. Es la tierra desierta la que nos asombra con su consistencia. Las manos, que podrían ser de alfarero, escriben papelitos, pequeños fragmentos de poesía. Se quiebra el poema (fragmentos de alguna antigua arcilla griega):
“quién, desgraciada muerta
podrá decir el número de piedras y cristales?
la luz te ofreció
las manos de quien llama al dios no culpable”
El agua empieza a latir entre las manos hechas vasija. Es el sutil amor de Narciso por su imagen, él se olvida de su piel y empieza a disolverse en el agua, a sumergirse, a caer. Narciso implora, creador de su propio teatro:
“no hay peces que se asimilen a mi vejez”
El fuego se enciende, último elemento, como se enciende el ardor de Narciso hacía sí mismo. Se desperdiga este elemento en la cocción de un pan inasimilable a cualquier símil (¿Cómo escribir de este libro sin caer en la significación? ¿Cómo intentar hablar de un pan que no es ninguno de los panes a los que esa palabra puede remitir? Vacío inhóspito del sonido puro sin referencia). La intemperie, entonces, cobija y desierta. El fuego es momento de exhalación y de incandescencia. Poesía mínima, que se produce en una sola palabra y que teje su propia tumba para luego renacer, como la oruga. En una cita al pie de la palabra oruga se expone, casi académicamente: “origen del mundo”. Los cuatro elementos vibran con una vitalidad sutil, en este libro que se puede leer una y otra y otra vez sin cansancio.
El libro está dividido en cuatro partes, cada una dedicada a uno de los elementos. Estas partes tienen su estructuración particular:
En la primera, dedicada al aire, es donde se desenvuelve, mediante poemas tradicionales, el despliegue de los pájaros.
En la segunda, dedicada a la tierra, aparecen esos fragmentos de poemas que nos hacen pensar en los fragmentos de los poemas de Safo.
En la tercera, dedicada al agua, se cuenta la historia de Narciso y Ofelia como una breve obra teatral donde, al final de la misma, los actores intercambian sus personajes (produciendo así un mujer-hombre, hombre-mujer).
En la cuarta y última parte, dedicada al fuego, una sola palabra ocupa toda la hoja (como la palabra PAN u ORUGA) y, en una nota al pie, se explica su significación (vaciada de todo significado o salida de su misma significación como tangente, espiral de sentidos).
Así se abre el círculo de Lucas Margarit, apertura diáfana, sencilla, que nos deja el sabor de que lo que se dice siempre está más allá, afuera de cualquier hábitat del lenguaje.
Piedad*
* Señal emitida por los pájaros en el momento más frío de la noche. Ya no hay devoción hacia las cosas santas. Representación fuera del limite de un cementerio sin paredes. Reconstrucción elevada de un astro que oscila o desaparece. Otras oscilaciones. Intemperie y maleza. Intemperie y desierto. Canto de alabanza. Cf. la inmovilidad de las zonas frías del cuerpo.
Oruga*
* Origen del mundo. Poét. recurso literario utilizado durante los siglos XIV y XV para señalar el origen de un texto de tradición oral. Muchas veces, sobre todo a fines del siglo XV, denomina una composición poética de estrofas extensas que giran alrededor de una idea incomprendida. En Oriente dícese del atardecer.
en El libro de los elementos, tsé-tsé, 2007
Presentamos una interesante selección de poemas del ensayista y poeta argentino Lucas Margarit (Buenos aires, 1966). Es Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado, entre otros, los libros, El libro de los elmentos (2007) y Lazlo y Alvis (2001). Actualmente dirige un proyecto de investigación UBACyT acerca de los textos utópicos ingleses en el siglo XVIII.
De Lazlo y Álvis (Buenos Aires, Siesta, 2001)
(fragmentos)
Lazlo y Álvis
"La noche al siguiente pájaro"
Lazlo distingue la
creación
separa sus huesos rotos
de los curvos.
intuye que nadie lo desconoce
*
al borde del árbol
Alvis
la materialidad de los objetos
*
Alvis reconoció
envejecer
entre las pieles de pelo duro
*
Alvis lucha.
todos los guerreros
caídos cambian de nombre
*
la piedra que abre
su cuerpo.
la destrucción de los objetos.
el inicio de la demostración.
*
Lazlo desconoce las palabras.
dice vaciar
al sentir en su cuerpo
el fuego.
*
la necesidad y la vejez.
la virtud que Lazlo
sospechó desde su infancia
*
requiem
para nombrar
uso la piedra
sobre la marca de la siguiente
piedra
nómade
y fría.
*
Alvis contruye
su cuerpo
con la carne reseca
de Lazlo
*
Ezra
ezra
delante de
un río
*
entre los árboles de la selva
un pájaro seco se detiene a
envejecer
*
ezra
toma un ábaco
que reduce a la
situación de morir
por un ahogado
*
quien traduce
el poblado amarillo
por teatro blanco
sostiene
posiblemente
su necesidad
quien traduce
ave
como muerta
permanece
entre lo inalterable
El libro de los elementos (Buenos Aires, tsé-tsé, 2007)
(fragmentos)
o los pájaros
I.
el primer vuelo de los pájaros
comenzó el día quinto
mientras buscaban lugar para
construir sus nidos
y guardar el primer alimento del mundo
reconocieron una imagen sobre el blanco
espejo del agua
y tomaron el barro y las ramas
para saber que nada cubriría la futura
esfera del cielo
fue en el quinto día
cuando los pájaros
se refugiaron entre los árboles
o en el sexto cuando vieron
otros pájaros acercarse temerosos
a la orilla de un río
¿qué escucharon los pájaros en el quinto día?
la palabra que extendió sus alas sobre el
ruido del mar
y la misma palabra que
moldeó las escamas de los peces
y la piel fría de los reptiles
al sexto día volaron hacia el otro lado
del mar
y escucharon sus propias voces
como un murmullo que tomaba la forma de las águilas
y regresaron a sus árboles aún sin grietas
respirando otra vez el aire débil de la tierra
las semillas del árbol
cubiertas de pulpa
que se diluye en la tierra del bosque
donde los nidos una vez más se cierran luego de un
vuelo de reconocimiento
así eran los pájaros
el primer día
que era el quinto del cielo
y el tercero del mar
miraron al mundo
y volaron
extendieron las alas por segunda vez
detrás de los aromos
otro bosque no encontraron
ese día
sí el río de agua dulce
vaciado y vuelto a llenar
con el hielo de la montaña
llovió por primera vez
y otra vez
anocheció
y los pájaros
comenzaron a reconocer las
estrellas
para guiar su vuelo
otra vez anocheció
y vieron cómo la palabra
del barro
hizo un cuerpo
y cómo de ese cuerpo
la palabra hizo a la mujer
así fueron los primeros pájaros
así fueron las primeras pisadas
y sus nombres fueron las primeras
palabras de un hombre
VIII.
Dürer
un ala
sobre la mesa
de madera
se precipita
como la mano
abierta de un santo.
ahora está
quieta y
es dejada de lado
(nadie
pudo establecer
el origen del pájaro
muerto de Dürer)
*
levántate lázaro
y como un suspiro
verás la muerte de los otros
de los que abren la puerta de un sepulcro
de los que hieren jabalíes en la montaña
de aquellos que juntan frutos de los olivos antes de la pascua
de los mercaderes echados de tu templo
de un cristo y de los leprosos que aquel cristo sanó
de las meretrices blancas y negras de una ciudad arrasada
aún de los pájaros que supieron atravesar el fuego santo de esa ciudad
quita las vendas de tu cuerpo
y verás morir a los gusanos que nacían de tu cuerpo
.
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