domingo, 7 de octubre de 2012

7990.- MARÍA RAMIREZ DELGADO




María Ramirez Delgado (Los Teques, Miranda, Venezuela, 1974)

Poeta, narradora y orfebre; se ha desempeñado como gerente cultural, productora e investigadora literaria.

Ha publicado: Navajas sobre la mesa (bid&co, editor, 2009), Quemaduras (Grupo Editorial Eclepsidra, 2004) y En el barro de Lesbos (Ediciones Funsagu, 2002); Éramos malos y otros textos agrios (Ediciones Funsagu, 2002), ha sido publicada en las siguientes antologías: La mujer rota (Letralia Editores, Guadalajara – México, 2008) y Voces nuevas 1995-97 (CELARG, 1998). En 1999 se estrenaron en Caracas sus siguientes textos teatrales Punta de Piedras y El sabor de las uvas verdes, (este último recibió mención especial del Proyecto Expresiones en 2003).

En la actualidad, forma parte de la Comisión del Bicentenario Mujer e independencia en América Latina, 1809-2009. Convocado por el CEMHAL, Perú





II

Asísteme

El moriche escucha las confesiones misericordioso.

Mis abuelas rezongan agrias como la muerte. Mi oficio es recoger sobre las sábanas los trozos que han dejado durante las noches, los envuelvo y los guardo al fondo del tinajero.

Han sabido bordar en sus hijos las torturas, mis abuelas que han guardado en sus corazones violetas de hierro, ya no tienen cuadernos en blanco.

Como inclementes ostras dormidas entre los manglares, espero verlas amanecer.





III

Autorretrato con canto de silla

Para José Balza


Negra la silla
sesgando la silla
laberíntica dormidera durante la noche, interrumpe el canto.
Irrumpe con aullidos en la mañana
Posponer el largo doblar de las hojas.
Posponer
las noches,
las sillas cantando
crujen y cantan
las sillas en el silencio del patio
silencio para berenjenas avinagradas
silencio
Y vuelve la noche
la amargura de la madera silbando en la cabeza
expandirse, contraerse bajo el cuerpo
contraerse, expandirse dentro de la cabeza
Huesos de sillas que cantan inmutables
collar de cuero
cuello de madera
el tatuaje de una boca,
imperecedera cerca del fuego
imperecedera en la intemperie
imperecedera palabra
que sigue cantando
crujiendo
crujiendo





IV

Autorretrato en negro

Imagíname
una ciudad de muchos nombres
calles milagrosos cabellos
cerros como llamas trastornadas.
Dentro
al mediodía del segundo corazón
mi madre es un coagulo atascado
yace simple, raída sobre las aguas.
Un ojo cuelga
ámbar impalpable.
La boca es un trayecto insolente hasta las entrañas,
y la pierna izquierda, un eclipse cojo,
una calle improvisada.

 

Tejiendo la trenza, bordando rincones
de la hija no concebida.





V

Habíamos llorado
hermanas, habíamos llorado.

Con nuestro llanto terminamos por ensuciar toda la ropa,
las cortinas, mojar las camas y las sábanas silenciosas.

Jamás gemimos,
mezcla irónica que nos avergonzaba,
no era necesario odiarnos más.
Te veía escurrida en el piso
repetida en cada baldosa
licuada en mis paredes.

He pasado la noche alucinando ante la arcilla que guarda tus restos.

La maldición de la hediondez de tu aliento
que también es mío
se empeña en regresar.

Esas noches he descubierto lo que quedó
cavilaciones negras
gigantes de miedo
redondas cabezas de piedra caliza
duendes hechizados.

Estamos en un ciclo de vagar sin nombres
a través de mi velo mojado





VI

Naufragio

a Eduardo Ramírez

Con el abandono de una sirena zarpamos en el vientre de cartón

Mi hermano y yo tenemos sobre el timón una cotorrita que nos duele. Gira y canta.

Mi hermano y yo aprendimos a guardar las lágrimas en los bolsillos para sacarlas secretamente y alumbrarnos. Durante las noches atrapábamos a Caribdis en una caja bajo la cama, escondiéndola junto a los juguetes que no eran nuestros. Con la adoración del jueves santo, izábamos la Jolly Roger que resultaba ridícula, inofensiva.

Mi hermano y yo veíamos la isla que nos esperaba, la desolación de un pelícano rompiéndose el pecho.







VII

Tuberculosis


La tristeza caminó hasta nosotros con una sonrisa.

El muchacho es una sombra sentada en el banco, las ruinas de él escapan, sus ojos tosiendo, sobre la enfermera de la sala.

Todavía recoge los dátiles escondidos en el frío, del laberinto de sus pulmones le nacen dos cayenas hasta la boca.

La montaña se traga lo que de la playa y los guaritotos le quedaban dentro, humedad de las paredes que incuba el beso que lo regala a la muerte.

Todas las noches la soledad y el silencio se lo juegan pasándose las cartas por debajo de la mesa.





VIII

Silencio

Las sonrisas de los suicidas se cuelgan de los espejos.

Enganchadas como duraznos, esa última mueca sostiene la negrura de la consternación. La caricia cercenada; rodajas amarillas desaparecen al fondo de un plato.

Espanto afónico de la soledad grita inútil, abatido desde adentro.         ¿Puede pesarse entonces la amargura?

Impecable, el silencio definitivo invade el baño.

shareshareshareshare






Ocho miradas en el vértice | Oito olhares no vértice

Selección y compilación | Seleçáo e compilaçao
Raquel Molina

Traducción | Tradução
Estrella Gomes


I

Condenada

No nací en una isla pero contengo en los labios todas las arenas.
Escucho las piedras obstinadas gritando contra el arrecife. Como ellas soy terca, improbable, negra.
También soy el pájaro manchado transformado en serpiente que se arrastra cantándole a la tierra con las escamas.
¿Quién soñaría ver como la mar se abre y deja ver su vientre?

Sus hijos rasgados y desesperados se lanzan sobre mi boca y escupen dentro sus trozos de vida. Y ya no hay nada más, sólo la oscuridad del agua huyendo inútil del horror, para volver, cumpliendo una condena sobre el arrecife, sobre el pájaro que no he sido nunca, sobre la arena.



Não nasci numa ilha mas contenho nos lábios todas as areias.
Escuto as pedras obstinadas gritando contra o recife. Como elas sou
teimosa, improvável, negra.
Também sou o pássaro manchado transformado em serpente que se
arrasta cantando-lhe à terra com as escamas.
Quem sonharia ver como o mar se abre e deixa ver seu ventre?

Seus filhos rasgados e desesperados lançam-se sobre minha boca e
cuspem dentro seus troços de vida. E já não há nada mais, só a escuridão
da água fugindo inútil do horror, para voltar, cumprindo uma sentença
sobre o recife, sobre o pássaro que não tenho sido nunca, sobre a areia



No hay comentarios:

Publicar un comentario