Mariano García Izquierdo (La Plata, ARGENTINA 1935 – City Bell, 2006).
ÍNDIGO AZUL
Yo lo creía Harlem o el Bronx
cuando una trompeta en la garúa
le daba azul reflejo a la llovizna.
Siempre me hice esa película.
Ni Chaplin
ni Laurel
ni Búster Keaton podían
con la pesada tristeza y ese blue
(Very sad too)
en el Cotton Club.
Nueva York era una calle
con un happy end látigo en mano
de Nitti y Al Capone
acribillando al ganado.
Sobre el pedrerío de la luna
mojada en los adoquines
giraban los toneles como ataúdes.
Y la humedad subía carcomía
mi mirada estropeaba
su fatigado brillo.
Verde y azul
Todavía ando de asombrado niño
a veces
y me encuentro de pronto pisoteando con bronca
un cielo de rayuelas en un país que tiene
un aire de sirenas
un fatigado silencio y una humedad
que gasta el alma y las paredes.
Hago girar entonces en una calesita
todo lo que al paisaje le duele en los inviernos,
lo alivio del olvido
del barro y la pobreza
del cansancio que nubla
de los muertos llegados al fin solo a la muerte.
Me guardo en el bolsillo un potrero infinito
verde y azul en forma de bolita.
Me acuesto sobre un sueño
y sueño que te sueño en mi país
por donde ando de asombrado niño
a veces.
Tren de vida
Impronunciable.
lo demás tiene nombre:
mucha tristeza.
Urgente escribo
sobre el hierro mordido por las ruedas.
En la daga del aire y su brillo, escribo.
Sobre la fiebre de mi mano escribo.
Urgente a través de las cosas
que la brisa enciende y desparrama
sin espacio y sin hora
ni sábanas abiertas o el furtivo hueco
donde el amor se escuda, escribo.
Al latido de los rieles
y al golpeteo de mi corazón urgente
manifiesto contra el olvido.
La vida o la vida
A Sergio Rigazio
Yo allá o vos acá.
No sé.
Lo que más jode de la muerte
es no poder contarla.
Y debe ser una novela fabulosa.
Una no novela
en un no lugar
en un no tiempo.
Road movie sin destino.
Y uno, solo, ahí
como un boludo;
todo el espacio
y toda la eternidad para mí solo:
Pero todos los muertos están así.
Solos.
Únicos.
No debería quejarme.
Internado
A Iván Wielikosielek
Tres noches sin dormir
sin poder leer ni escribir;
oyendo
obligado
los dislates de la radio nocturna.
Ni la angustia
ni la nostalgia
ni la tristeza creadora.
Nada.
El vacío absoluto.
Me veía sólo
caído en la oscura desesperación
de una noche sin fondo
con los ojos como ofídicas luces.
(Si fue por lo que hice este castigo
más duele pensar
que fue por omitido).
Tragaleguas
Hace tanto el sol
que es inútil la muerte.
Desde lo alto del viaducto
pasa, torso libre
un joven que toma mate
en su jardín suburbano
de amoroso cuidado.
La eternidad es esa postal,
su fuga hacia atrás. Estática.
Premio consuelo
Todos los amores son
este solo amor.
Va y viene el amor.
Cambia de rostro
de caderas, de ritmo.
Somos uno solo
y cuando uno desaparece
para uno
desaparecen todos
Donde el río se queda
Homero Esposito
La despedida está en la luz de los rieles.
Por esa acidez metálica y el río, lejos
la noche sobre tu piel quema mis labios
y las manos se enfrían bajo los besos
de desesperada partida.
Estamos en la orilla de las palabras
sin coraje para soltarlas.
Herida
La palabra está seca. Nada.
Las palabras apergaminadas
y su silencio adentro.
Alguien tensó el arco.
Alguien apuntó sin rumbo.
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