MILAGROS MARTÍN CARRERAS
Nacida en Salillas (Huesca), desde los 15 años reside en Barcelona.
Ha colaborado en múltiples recitales y actos, siempre relacionados con la poesía y la forma de expresarla y hacerla llegar al público.
Perteneció a la tertulia “Azor” hasta la muerte de su director, José Jurado Morales. Ahí conoció a buenos poetas, conservando la amistad con muchos de ellos.
José Membrive, que también fue miembro de la tertulia “Azor”, fundó en el Reial Cercle Artístic de Barcelona la tertulia “Diálogos literarios”, de la que Milagros Martín formó parte.
Otros libros publicados de esta autora son Hablo con mi amigo el mar (Ediciones Rondas, 1980); Trenzados de viento (Ediciones Rondas, 1983); Silencios de Cristal (Instituto Fernando El Católico, 1992), Dos voces y un deseo (Zaragoza, 2001) y Descubriendo mi tiempo (Ediciones Carena, 2011).
Descubriendo mi tiempo (Ediciones Carena, 2011)
Por Ignacio M. González.
A UNA NIÑA TRISTE
Has perdido el color
y la falda resbala en tu cintura.
Tus ojos verde mar
brillaban con la luz de su mirada.
Hoy se empañan sólo de pensar en él.
A UNA MADRE
No sé qué sentirás
cuando se alejen
y sus rostros de mágica mirada
se vayan enlazados con el viento.
No sé qué sentirás
cuando esos ojos suyos,
transparentes,
se nublen y se empañen,
olviden…, o no olviden,
con el andar del tiempo.
No sé qué sentirás
cuando sus tiernos cuerpos
se estremezcan en la noche
buscando tu mirada
y se duerman llorando amargamente.
¡No sé qué sentirás…!
¡Miento!,
porque este nudo que siento
en la garganta,
tú lo tendrás perenne,
pues son los hijos que pariste
y se te escapan.
MIRAR ARCILA
A Francisca Robledo, mi abuela.
Sentada en el branquil
muy de mañana,
el huso entre los dedos
refilabas.
La mirada lejana,
muy lejana…
perdiéndose en el mar,
siendo romero.
¿Dónde está Arcila?
Tu amor se fue…
tras los amores nuevos.
PARA JOSÉ ANTONIO LABORDETA
La noche iluminada por notas musicales,
reflejos que abrillantan sonidos de tu voz.
Se han colgado corcheas que lucen las estrellas
con rayos que descienden e inundan de canción.
Y llorarán por tí las aguas de los ríos.
Recordarán las cumbres el eco de tu voz.
Los árboles anidan fermentos de tu aliento
y el Pueblo llano y noble solloza con tu adiós.
ALBERTO HERNÁNDEZ (pintor)
Sobriedad en el quehacer.
Firme postura que ha cuajado
en la fuerza de tus huesos.
Tus palabras albergan voz profunda
como las caudalosas aguas de tu Duero.
Mirada audaz, penetrante, profunda…
coloreando el blanco de los lienzos.
El alma queda ahí,
petrificada, quieta,
descubriendo tu pintura.
Espejo y luz de un corazón abierto.
“ODIO”
Odiar a un cuadro
o simplemente a un vaso,
a una estación de metro,
a unos zapatos nuevos…
Está claro que el odio
se ha de incrustar en algo.
A ese semáforo que siempre encuentras rojo,
al guardia de azul que te ha multado,
a ese niño pesado del vecino
que juega a la pelota en el terrado.
A ése familiar insulso y tonto
que en nada se parece
al amigo que buscas.
A ésa dependienta de la panadería
que en vez de despachar, parece que agoniza.
Está claro que el odio
se ha de incrustar en algo.
Lo malo es si el odio
se te hace insoportable.
Yo no sé hasta qué punto “odiar”
es bueno o malo.
Sólo sé que en el fondo
todos odiamos algo.
RABIA
¡Sangra!
para ver si de una vez
se limpia tanta inmundicia.
Sájate el divieso
de cuya materia enfebreces.
Lávate en el río del amor,
manantial yodado,
desinfectante único
de tus cobardías.
SUBURBIO
En la calle donde todo asoma,
donde el asfalto rechina y se enmohece,
donde el viento descubre las ventanas
y se adentra en los recintos
que babean de vino y de cubatas.
Están los suelos flácidos de sueños,
y las gentes enojadas de injusticias
con las sienes canosas de hermetismo.
Calle rota y deshecha,
encadenada calle a mi destino.
Penumbra, ciénaga, erosión del silencio
que bulle, que hierve a borbotones,
que destroza.
ATERIDA
Esas flores se han cubierto de escarcha
Oprimiendo su aliento.
Ateridas se han rendido,
han unido su frío con mi frío.
AYER (Juego poético)
Rabiosa ha estallado la distancia
queriéndose acercar
al fuego destilado,
buscando la techumbre del amor,
rociando de perfumes el asfalto.
Has llegado a tu siglo
bello manto de estrellas desgranado,
manteniendo en el crisol
de aquél recuerdo
el sabor de antaño.
FINITUD
El desequilibrio de la vida,
reto feroz que recoge la muerte.
Se acaba la soberbia,
el orgullo,
la malicia que hiere
como un dardo.
Nadie contó su viaje,
ni si ha pasado frío
en su frágil andamio.
Desintegrada quedó la carne,
deshecho el hueso,
desencajada y yerta la mirada.
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