viernes, 11 de diciembre de 2015

JOSÉ DURO [17.740] Poeta de Portugal


José Duro

José António Duro, más conocido como José Duro, “el olvidado de los olvidados”, −como le definiera el periodista Mayer Garção en su libro Os esquecidos−, nació en la coqueta ciudad de Portalegre, Alto Alentejo, Portugal, el 22 de octubre de 1875, y murió en Lisboa una gélida mañana de enero de 1899, cuando contaba apenas 23 años.

José Duro, el decadentista olvidado por Miguel Ángel Manzanas

Su breve vida estuvo totalmente marcada por los estragos de la tuberculosis, dolencia que contrajo a edad temprana y que dejó igual huella tanto en su carácter solitario y sombrío como en su obra poética, impregnada de referencias a su enfermedad, a los oscuros mundos del esoterismo, la prostitución, el tedio, la desesperación por su estado de salud y la consciencia de una muerte inminente; ya en 1895, en su poema más precoz, un soneto con claras influencias de Antero de Quental titulado Morte, José Duro no duda en presentarse al mundo literario con todo su dolor y toda su decadencia, constantes que marcarán, salvo escasas excepciones, el resto de su brevísima obra.

No todo es sufrimiento y queja en la obra de José Duro; en su primer libro, Flores, una plaquette publicada en Portalegre en 1896, Duro da aún algunas muestras de frescura y de amor por la sencilla vida de campo que tan bien conocía; sin embargo, tras su marcha a Lisboa, donde ingresará en la Escola Politécnica, comenzará a frecuentar tertulias literarias y a interesarse por la poesía de Charles Baudelaire −sin duda su mayor influencia extranjera−, así como por la obra de poetas portugueses decadentistas como Antero de Quental, António Nobre o Cesário Verde, influenciados a su vez por la larguísima sombra del vate francés. Todo ello, unido al progresivo avance de su enfermedad, irá a desembocar en su segundo y último libro, radicalmente titulado Fel (“Hiel”), inédito hasta la fecha en lengua castellana y del que presentamos varios poemas traducidos a continuación. Fel, publicado apenas tres semanas antes de su muerte, y cerrado con un largo y magnífico poema titulado Doente, es una suerte de trágico testamento, un patético diario de sus últimos días, un lúcido testimonio que aún es considerado, a pesar de su escasa difusión en la actualidad, como la concretización más pesimista de las corrientes decadentistas de su tiempo en lengua portuguesa. No en vano el propio Fernando Pessoa llegó, en su juventud, a definirse como su deudor: aunque sólo sea por ello, démosle una penúltima oportunidad al triste destino de José Duro, a quien las Parcas no dudaron ni un segundo en llevarse muchísimo antes de tiempo. De su tiempo.


MUERTE

Oh muerte, ve a buscar la rabia consagrada
con que matas al mal y creas nuevos seres…
Oh muerte, ve deprisa y tráeme los poderes,
me canso de vivir, quiero estar en la nada…

Escurre de mi boca esta voz que aún murmura,
y arráncame del pecho el corazón exangüe,
que yo he darte a cambio los restos de mi sangre
para el negro festín de tus hambres oscuras…

Oh Santa que yo adoro, Virgen de mirar triste,
bendita seas tú, oh muerte inexorable,
llorando por el mundo desde que el mundo existe…

Dame de tu licor, quiero beber sin tino…
¡que vivo abandonado y soy un miserable
errando por la Vida, en busca de mí mismo!



DOLOR SUPREMO

Donde quiera que ponga mis ojos malheridos,
−me he acostumbrado a ver el mal en todas partes−
no me topo con nada que no vaya a dañarte,
oh mi pobre alma ciega, hermana de tullidos.

Pasión de un Viernes Santo repleto de cuidados,
el Libro de Ezequiel… Voluntad de llorarte…
¡Y no tener siquiera llanto para lavarte
estas manchas de Hiel, hijas de mil pecados!

¡Ay de aquel que no llora por haber olvidado
cómo se ha de invocar la lágrima en el ojo
en la penosa hora que precisamos de ella!

Pero es mucho más triste aquel que mira al Cielo
esperando que Dios le libre del abrojo
y sólo ve la luz de pálidas estrellas…



TEDIO

Ando a veces estúpido y me siento incapaz
de encontrar una rima o producir un verso;
y me hago de mí mismo la idea de un perverso
capaz de apuñalar hasta a la luz del gas.

Me incomoda el Color, la sangre del Poniente,
−un rojo Waterloo del que es sol Bonaparte−;
y no entiendo, Mujer, cómo puedo aún amarte
si tengo rabia, mucha, contra toda la gente.

Donde alcanza la vista alargo mi mirar,
y me creo que existe alguna mancha oscura
que lágrimas de Llanto jamás van a lavar…

¡Extraña concepción! Abarco el mundo todo,
y en cada estrella veo la misma lama impura,
¡y en cada boca roja el mismo impuro lodo!



EN BUSCA

Los ojos pongo en mí, igual que ante un extraño,
y lloro al notarme tan otro, tan cambiado…
Sin desvelar la causa, el íntimo cuidado
que sufro de mi mal −el mal del que provengo.

Ya no soy aquel Yo de aquel tiempo pasado,
Pastor de ilusiones, olvidé mi rebaño,
nada sé de mi amor, la salud se ha perdido,
y vivir sin salud es sufrir duplicado.

Mi alma me la rasgó el trágico Disgusto
en silvas de abandono, en un atardecer,
cuando el azul comienza a diluirse en astros…

Y al borde del camino, a lo lejos, muy lejos,
como un mendigo solo, como un sombrío monje
marcha mi corazón en busca de sus rastros…



ENFERMO (estrofas finales)

Pero en vano medito, y es en vano que sueño:
mi corazón murió, mi alma está casi muerta…
Se marchita en el cráneo la linda flor del Sueño,
y oigo llegar la Muerte, siniestra, hasta mi puerta…

Ya sufrí demasiado, me cansa el sufrimiento,
y por mayor desgracia, y por mayor tormento,
¡llego a pensar que tengo −estúpido recuerdo−
un alma de poeta y un poco de talento!

¡El dolor que me mata es moral, y aun es físico!
¿De qué me sirve ahora albergar esperanzas,
si no puedo besar a los trémulos niños,
pues afluye a mis labios este tóxico tísico?

¡Y me muero tan joven! Hace apenas un mes
Le pregunté al Doctor: −¿Y bien? −Yo he de curarle…
Pero ya no me importa, quiero morir, dejadme…
Que morir es dormir… Dormir… Soñar tal vez…

Por eso iré a soñar debajo de un ciprés,
ajeno a la quimera de ideales perversos…
¡El poeta no muere, aunque parezca agreste
su propia inspiración, y sean tristes sus versos!

Escrito en Sólo Digital Turia por Miguel Ángel Manzanas



Em Busca

Ponho os olhos em mim, como se olhasse um estranho, 
E choro de me ver tão outro, tão mudado... 
Sem desvendar a causa, o íntimo cuidado 
Que sofro do meu mal — o mal de que provenho. 

Já não sou aquele Eu do tempo que é passado, 
Pastor das ilusões perdi o meu rebanho, 
Não sei do meu amor, saúde não na tenho, 
E a vida sem saúde é um sofrer dobrado. 

A minh’alma rasgou-ma o trágico Desgosto 
Nas silvas do abandono, à hora do sol-posto, 
Quando o azul começa a diluir-se em astros… 

E à beira do caminho, até lá muito longe, 
Como um mendigo só, como um sombrio monge, 
Anda o meu coração em busca dos seus rastros... 

José Duro, in 'Antologia Poética' 



Doente

Que negro mal o meu! estou cada vez mais rouco! 
Fogem de mim com asco as virgens d'olhar cálido... 
E os velhos, quando passo, vendo-me tão pálido, 
Comentam entre si: - coitado, está por pouco!... 

Por isso tenho ódio a quem tiver saúde, 
Por isso tenho raiva a quem viver ditoso, 
E, odiando toda a gente, eu amo o tuberculoso. 
E só estou contente ouvindo um alaúde. 

Cada vez que me estudo encontro-me diferente, 
Quando olham para mim é certo que estremeço; 
E vai, pensando bem, sou, como toda a gente, 
O contrário talvez daquilo que pareço... 

Espírito irrequieto, fantasia ardente, 
Adoro como Poe as doidas criações, 
E se não bebo absinto é porque estou doente, 
Que eu tenho como ele horror às multidões. 

E amando doudamente as formas incompletas 
Que às vezes não consigo, enfim, realizar, 
Eu sinto-me banal ao pé dos mais poetas, 
E, achando-me incapaz, deixo de trabalhar... 

São filhos do meu tédio e duma dor qualquer 
Meus sonhos de neurose horrivelmente histéricos 
Como as larvas ruins dos corpos cadavéricos, 
Ou como a aspiração de Charles Baudelaire. 

Apraz-me o simbolismo ingénito das coisas... 
E aos lábios da Mulher, a desfazer-se em beijos, 
Prefiro os lábios maus das negregadas loisas, 
Abrindo num ancelar de mórbidos desejos. 

E é vão que medito e é em vão que sonho: 
Meu coração morreu, minha alma é quase morta... 
Já sinto emurchecer no crânio a flor do Sonho, 
E oiço a Morte bater, sinistra, à minha porta... 

Estou farto de sofrer, o sofrimento cansa, 
E, por maior desgraça e por maior tormento, 
Chego a julgar que tenho - estúpida lembrança - 
Uma alma de poeta e um pouco de talento! 

A doença que me mata é moral e física! 
De que me serve a mim agora ter esperanças, 
Se eu não posso beijar as trémulas crianças, 
Porque ao meu lábio aflui o tóxico da tísica? 

E morro assim tão novo! Ainda não há um mês, 
Perguntei ao Doutor: - Então?...- Hei-de curá-lo... 
Porém já não me importo, é bom morrer, deixá-lo! 
Que morrer - é dormir... dormir... sonhar talvez... 

Por isso irei sonhar debaixo dum cipreste 
Alheio à sedução dos ideais perversos... 
O poeta nunca morre embora seja agreste 
A sua aspiração e tristes os seus versos! 

José Duro, in 'Fel' 



Ó Rosas Desmaiadas

Ó rosas desmaiadas, 
Rosas de Maio, rosas de toucar, 
Ó rosas do rei negro, aveludadas, 
Abrindo à flava luz das madrugadas 
As corolas em gérmen, corações a arfar… 
No tremular de cores da asa vaporosa, 
Borboleta que passa, vem beijar a rosa, 
E aos murmúrios da brisa que corre anelante, 
A subtil feiticeira deixa a sua amante 
A chorar, a chorar, suavíssimos perfumes 
- Pensamentos d’amor a traduzir ciúmes… 
Borboleta que passa diz adeus à rosa, 
No tremular de cores da asa vaporosa… 
E aos murmúrios da brisa que desliza meiga, 
Lá vai adormecer nas frescuras da veiga… 
Deixando a rosa a soluçar, a soluçar, 
Com pena de não ter asas para voar… voar! 
Diversas flores, de diversas cores 
Qual é de vós, dizei, os meus amores! 

José Duro, in 'Antologia Poética' 


ALVÍSSIMA

(Oração)

Como a Noite, Senhor,é linda
Com seus cabelos de luar…
Não chores mais, Lua bem-vinda
Que me fazes também chorar…

Sorrisos do luar d’uma Caveira oca,
Sorrisos do luar enfeitiçando os brejos
Sorrisos do luar a angelizar a boca,
Sorrisos do luar onde escondi meus beijos…

Orações do luar dos lábios de nós ambos,
Orações do luar que os astros não rezaram,
Orações do luar a consagrar os tambos,
Orações do luar, das almas que noivaram.

Cabelos do luar, aveludados, frios,
Cabelos do luar em tranças latescentes;
Cabelos do luar — alvíssimas serpentes,
Cabelos do luar banhando-se nos rios…

Aromas do luar em revoadas francas,
Aromas do luar, a perfumar o céu…
Aromas do luar, sonâmbulos ao léu,
Aromas do luar, por noites todas brancas…

Brancuras do luar dispersas pelos montes…
Brancuras do luar — finos lençóis de gelo…
Brancuras do luar, olhai o sete estrelo,
Brancuras do luar, a namorar as fontes…

Veludos do luar tecidos pela lua,
Veludos do luar, de lírios e de rosas…
Veludos do luar, ó vestes preciosas
Veludos do luar vestindo a noite nua…

Trêmulos de luar — litanias peregrinas,
Trêmulos de luar — ó harmonias cérulas,
Trêmulos de luar, nas bocas aspérulas
Trêmulos de luar, e lábios das boninas…

Tristezas do luar caindo-nos no peito,
Tristezas do luar, como um dobrar profundo…
Tristezas do luar anestesiando o Mundo,
Tristezas do luar, em lágrimas desfeito…

Lágrimas do luar da Lua aventureira,
Lágrimas do luar, da débil flor dos linhos…
Lágrimas do luar da mágoa derradeira,
Lágrimas do luar, de moços e velhinhos…

Saudades do luar, na rama dos ciprestes,
Saudades do luar, há mochos a cantar…
Saudades do luar, são almas a chorar…
Saudades do luar, as podridões agrestes…

Velhinhos corações a verter sangue e mágoas,
Velhinhos corações de mocidade negras,
Velhinhos corações — doridas toutinegras,
Velhinhos corações aos tombos pelas fráguas.

Vamos todos pedir à Lua sacrossanta
Na aspiração do Amor, na comunhão do Bem
Que o seu bendito olhar, o seu olhar de Santa,
Nos abençoe agora e para sempre amém!



PRECE

Ó Morte, vai buscar a raiva abençoada
Com que matas o Mal e geras novos seres...
ó Morte vai depressa, e traz-ma, se puderes,
Que eu canso de viver, quero voltar ao Nada.

Escorre-me da boca a voz que inda murmura,
Arranca-me do peito o coração exangue,
Que eu hei de dar-te, em troca, os restos do meu sangue,
Para o negro festim da tua fome escura...

Ó santa que eu adoro, ó virgem d'olhar triste,
Bendita sejas tu, ó morte inexorável,
Pelo mundo a chorar desde que o Mundo existe...

Dá-me do teu licor, quero beber a esmo...
Que eu vivo no Abandono, e sou um miserável
Aos tombos pela Vida em busca de mim mesmo!



TÉDIO

Ando às vezes boçal e sinto-me incapaz
De encontrar uma rima ou produzir um verso;
Fazendo de mim mesmo a ideia de um perverso
Capaz de apunhalar à luz do gás.

Incomoda-me a Cor, o sangue do Poente
- Waterloo rubro de que o sol é Bonaparte -;
Não compreendo, Mulher, como inda posso amar-te
Se tenho raiva, muita raiva a toda a gente.

‘Té onde a vista alcança alargo o meu olhar,
E creio quanto existe uma nódoa escura
Que as lágrimas do Choro hão de jamais lavar...

Estranha concepção! Abranjo o mundo todo
E em cada estrela vejo a mesma lama impura,

E em cada boca rubra o mesmo impuro lodo!







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