SOLEDAD MARAMBIO
María Soledad Marambio Castro (Santiago de Chile, 1976)
Estudió periodismo y durante años fue redactora en los diarios El Mercurio, Las últimas noticias y El metropolitano. Vive en Nueva York desde 2007, donde cursó la maestría de escritura creativa en New York University. Varios de sus poemas se han publicado en la revista I'manhattan y en la antología Temporales. Además de poesía, escribe crónica y sus textos y sus fotografías se han publicado en revistas como Etiqueta negra o CAV.
Es autora del poemario En la noche los pájaros (Libros La Calabaza del Diablo, 2013). También es editora contribuyente de la revista de traducción literaria Asymptote y parte del equipo editorial de Brutas Editoras. Su traducción de "The Glass Essay" de Anne Carson, fue publicada en Chile por Cuadro de Tiza Ediciones en septiembre de 2015.
DE “EN LA NOCHE LOS PÁJAROS”
el miedo de los pájaros
I
antes apuntaban telescopios a la luna
para así contar los pájaros migratorios
que eclipsaban trocitos de la superficie blanca
que alguna vez pisó Armstrong
pero la luna insistía en bailar dentro
y fuera de la lente
los números eran frágiles
y algunos científicos cerraban los ojos
para intuir con asombro
la multitud alada
que se movía en las sombras
II
después llegó el radar
que llenó de preguntas
ojos extáticos y militares
poco antes de Hiroshima
batallones enteros puestos en alerta
y aviones de guerra convocados
para la cacería de las incógnitas
que pulsaban en la pantalla
vayan por los ángeles, alguien
debe haber ordenado
y ellos partieron obedientes
y cargando municiones
tras los gansos salvajes
que hasta entonces
sólo huían del invierno
III
después Gauthreaux pensó
en juntar radares y luna para saber
cuántos pájaros cruzaban el Golfo de México
en su intento por llegar a lugares tibios
años mirando cielos y pantallas
sintiendo sobre su cabeza
el paso de los viajeros
supo que volaban a favor del viento
que … Read More »
En la noche los pájaros
Soledad Marambio
La Calabaza del Diablo
Santiago, 2013
POÉTICA DE LAS MIGRACIONES
“En la noche los pájaros” es el primer libro de la escritora Soledad Marambio (Santiago, 1976). Karla Rodríguez nos entrega una reseña de este libro: poesía migratoria, un libro que retrata el vuelo de los pájaros, el traslado geográfico, una reflexión acerca de la identidad, el origen y los hilos que nos unen a casa.Al partir hacia algún lugar, ¿Cuándo se comienza a sentir que se está lejos? ¿Cuánta distancia hay que recorrer? ¿Dónde empieza el límite imaginario que separa el acá del allá? ¿Dónde está es la frontera?
[Por Karla Rodríguez]
¿Qué falta para sí? ¿Qué se extraña y qué se lleva consigo?
¿Cuánto tiempo es preciso que transcurra para que la nueva casa sea ésta y no ésa?
Estas son las preguntas que comienzan a tejerse en el lector a medida que se avanza con los poemas de En la noche los pájaros de Soledad Marambio. Y es también el telón de fondo de los propios adentramientos del hablante a su nuevo paisaje.
Lejos de ser nocturna como sugiere el título, En la noche de los pájaros de Soledad Marambio muestra una poética matutina, al despunte del alba. Una voz de madrugada que aguarda en vigilia hasta que se cumplan las horas de salidas de los vuelos, en las salas de embarque de los aeropuertos, retratando como en cápsulas, las imágenes de lo que está por desaparecer.
Con un lenguaje cuidado pero sencillo y en apariencia sin pretensiones, convida al lector a sumergirse en la captura de lo efímero, lo que está de paso, pero principalmente en el momento del propio tránsito del hablante, su cruce personal y el concepto que ella teje a partir de esa experiencia. Espontáneamente, interpela de forma universal, ya que no sólo remonta al ethos del migrante, sino que funciona como una reflexión sobre la identidad, el origen y los hilos –delgados o gruesos– que nos unen a casa. Capturar aquello que defina lejanía, distancia y silencio.
E incluso va más lejos, recordando al lector, a través de imágenes austeras, casi insignificantes pero de conmovible belleza, lo que en palabras de Enrique Lihn fuera: toda lengua es extranjera.
Ya que en realidad no tenemos más que el lenguaje, la escritura o la oralidad. Y nunca podemos acceder más que a las imágenes de las cosas a través de él; y cuando estamos lejos, esa precaria relación con las cosas se quiebra, no solamente porque al irse lejos, a otro lugar en el mundo, hay objetos distintos sino porque toda nuestra oralidad se desmorona.
La autora nos anticipa desde el título que está en medio de un cruce mediante una doble indicación. Por un lado, la referencia velada a Emily Dickinson a través de la sustitución de último verso del poema 135, “de la nieve, los pájaros” por “En la noche, los pájaros”. Este guiño a la tradición poética femenina norteamericana instaurada por Dickinson es también advertencia sobre la migración y el trasplante al que la propia autora asiste.
La segunda indicación, la presentación de la imagen de las aves como la icónica del acto migratorio en sí. La migración es aludida en el pájaro que se pone en movimiento por un desequilibrio fundamental: ocurre un momento en que lo que nos parece natural se rompe, y comienza un frío o un calor inmensos y se vuelve necesario partir hasta parajes más cálidos o más templados. Obliga a ponernos en movimiento:
hubo un tiempo en que las aves dormían bajo tierra
(…) en que las golondrinas
dormían bajo el agua
pero el agua también tuvo su noche
y quedaron el aire y los pájaros insomnes
entonces
cuando el frío
las aves decidieron
que no habría descanso posible
bajo el hielo
así
comenzó el viaje
En ese momento, errar, se vuelve nuestra condición. Nos parece que está es nuestro orígenes. De la misma manera, los pájaros, nos relata Marambio, se acostumbraron un día a no tener hogar, o bien a tener dos hogares: el de allá y el de acá y transitar entre dos mundos, como Perséfone.
En ese momento la causa primera por la cual partimos se vuelve invisible. En ese punto somos esa dualidad; ese ir y venir cargados con objetos, en los aeropuertos o en las paradas de buses.
ella busca el pasaje que cueste menos (…)
decide que dos maletas serán suficientes (…)
la ropa de invierno mejor la compra allá.
El exilio es vital para escribir, dice Soledad Marambio en una entrevista en youtube. Dejándonos claro que en el acto migratorio hay una aspiración emancipatoria. O tal vez mucho más radical: de fundación. En su poemario En la noche los pájaros, tal ilusión se rompe. Porque una vez allá, lejos, comienzan nuevas carencias, y en el vaivén de ir y volver, lo mismo da estar acá. O allá.
voy a casa
luego vuelvo a casa
a esta
la nueva
donde smoking can kill you
Como en un círculo hermenéutico, no se sabe dónde comenzó la partida ni en qué lado de la frontera está el hablante, tanto que casi se siente desaparecer.
Ana,
No, Sole me dice…
yo soy la Sole, le digo
sí, sí sé, me contesta
y aparece el alivio de
saberme a este lado de la línea.
En otro poema contado a modo de relato –y que funciona como una metatexto dentro del poemario, como un coro, o un observador de segundo orden– Marambio nos explica que verdaderamente no hay melancolía intrínseca –como también ocurre con la ingenuidad– si no es requerida la presencia de un observador que la atribuya.
El científico experto en aves –Gauthreaux– no se explica cómo los pájaros inician la migración y por qué ocurre a través del océano si ahí no hay ramas, ni parajes. Eso, para él, es el miedo de los pájaros. Pero no para los pájaros. Quienes cruzan el océano y se detienen en la mitad de las plataformas petroleras, descansando en las torres más altas, las que más se parecen a los árboles que conocen. Ese miedo es sólo para Gauthreaux que los estudia y los observa. No es más que una atribución. Una casa en el invierno, una casa en el verano. Migrar y asentarse para volver a migrar. Sólo en ese movimiento ocurre lo natural.
Lejos de un hogar que ella misma decide abandonar, la extranjería es un tema constante para Soledad Marambio: “Dormir en camas que no son de una” son versos que lee la autora en el mismo video, y que aunque son parte de otro libro –que ojalá nos llegue pronto– se hermanan con los de éste: un hablante que decide su exilio y desde la lontananza añora los pájaros que no existen en el país nuevo.
cuando se está lejos (…)
y los pájaros se llaman sterlings
Blue jays y warblers
y se sabe que los cantos
no son los mismos
aunque se piense
a veces
que este cielo suena
así como el otro.
Como se ve, los versos que urden esta visión de trasplante son cuidados y llenos de musicalidad, pero a la vez sencillos, casi objetivos. Una poética de camuflaje que muestra y esconde una asimilación de los códigos locales –los de allá– pero que continúa mirando hacia el sur.
La intromisión de lo foráneo –lo de allá– se traduce en un estilo, una poesía sin voz. Lo objetivista, minimalista –imagenista, el idioma norteamericano– como decía William Carlos Williams asoma en el nombre de los lugares, los accidentes geográficos de allá, sus pájaros y sus árboles distintos: Cape Cod, City hall, June Berry, Red Winged, black birds, Marsh Wren, Sterlings, Blue Jays, Warblers. Los aviones son luego los pájaros magnéticos, para un hablante que siempre mira al cielo.
La alegría que sienten las palabras al coincidir con su lengua es la principal añoranza. La semilla de melancolía es la tristeza de no poseer ese idioma. Alojada en una lengua extranjera, la hablante describe cómo las palabras no llegan en el momento oportuno en ese lenguaje tan exacto.
En síntesis, nos encontraremos con una poesía casi lárica, con profunda conciencia de las imágenes y destreza en la sintaxis. Que capta los ciclos de las aves, sus itinerarios biológicos, haciéndolas coincidir con las disquisiciones existenciales que aquejan al hablante en un registro conciso y alusivo, brindando al lector una deliciosa sensación del mundo físico que ella observa y las palabras con las que juega.
Esta poesía migratoria es por último una sensibilidad ante lo efímero, en un registro sin estridencias. Como en las canciones donde canta el guitarrista, y lo que importa más que la voz, es toda la música.
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