Emilio Mendoza de la Fuente
Nació en México el 27 de octubre de 1963. Estudió Ingeniería Civil en la Universidad La Salle y tiene estudios de maestría en Dirección de Empresas en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE). Es colaborador del diario digital Avenida Digital 3.0 y de la revista Replicante; ha impartido conferencias de su experiencia como escritor en diversas universidades de México. Es dueño y autor de blogs en Internet donde publica diversos artículos de opinión, relatos y poemas.
Libros
Distraer al destino y otros relatos
DEMONIOS
Homicidio en silencio, mentiras que desgarran,
sinceridad perdida que se quiebra y fallece,
sepultada en un mundo bajo lápidas que hieren
y queda ahí, dormida, mentiras son mortaja.
Las rotas esperanzas de mi vuelo sin suerte,
abatido por frases de palabras torcidas
caen inexorables en la tierra maldita;
ahí se abre el infierno, mentiras en mi mente.
Los demonios dibujan, es viento, frío, dudas,
las líneas oscuras de un amanecer roto,
locuras que se pierden, hipocresía en trozos,
las escucho, me arrullan, mentiras en mi tumba.
Octubre
Es larga mañana de frío viento
se esconde la calidez y se aleja
la tristeza del tiempo;
días de locura, rotos esquemas
el viento los ordena, nos devuelve
la bella sencillez de la rutina
quedamos en esa extraña neblina;
que la mañana juegue
con nuestra mente en la gélida brisa
vuelan, se alejan los días confusos;
sobre barrancos de oscuros minutos
en la bruma mis ideas perdidas
cruzan un frío puente.
Podía soñar
Soñé, podía soñar,
podía dormir, saber
que no existen contratos
firmas moribundas,
no existen plazos
para entregar latidos,
que doy sin recibos
y recibo sin deuda.
Soñé, podía soñar
tiempo para soñar
sin entregar por ello
estúpidas fianzas,
pagarés, avales,
garantía del recelo,
soñar sin demandas,
soñar que sueño.
Soñé, podía soñar,
dormir sin rezar,
tiempo de juegos,
tiempo de pausas,
que podía danzar
sin ritmo de tormentas,
caminar sin correr,
sin mojar mi conciencia.
Soñé, podía soñar
podía dormir, descansar
en reloj sin manecillas
sin cobija, sin miedo,
lecho de infancia
escondido en mi árbol,
trompo en mi uña,
sonrisa en mi mano.
Quise soñar, desperté,
rompí la utopía,
quedó mi pétrea vida
y el sol de invierno
que quema la piel
esa, mi pálida piel,
desgastada por días
sin sombra, sin noches
sin sueños…
Amigos
Crecen tristes palmeras, camellón solitario,
enmudece la acera, peatones ausentes;
sin sonidos, sin huellas, en el aire la noche,
en el piso hojas rotas, en la calle sus rastros.
En la tierra caminan, silenciosos, pequeños,
alegres habitantes, no conocen sus culpas,
juegan, acechan, cazan sin penas ni torturas;
las palmeras los cuidan, vigilan sus esfuerzos.
Gatos urbanos, magos, amigos sin rasguños,
señores de la noche, son dueños de mi abismo;
a la caza de sombras, se comen mi vacío,
felinos en su hechizo, felices en mi mundo.
ESPERA
Mis letras no tienen alas, no vuelan
pequeñas piezas de tinta volcada,
fue mi pluma, mi coraje; son piedras
viven estáticas, están sentadas
sin moverse, sin agitar la tierra
se miran, no tienen alas; cadenas
forjan mis versos sin piernas, sin ruedas
viven estáticos, están parados,
aceras de extrañas calles abiertas
frío concreto, negro pavimento,
de pie mis versos murmuran, aguardan
ellos esperan, esperan, esperan.
Veloces autos, no paran, no los ven
los ignoran, raudas sombras se alejan
sin atropellarlos, sin levantarlos,
en la acera, mis inmóviles versos
ellos esperan, esperan, esperan.
Solitario de mirada perdida
triste camina, sin letras, sin versos
él los desea, los mira, se acerca,
mis versos aguardan en la acera;
en su cuarto una lámpara se apaga
vence el cansancio con certero golpe
su mente se cierra, su sueño gana;
otra noche, como todas las noches,
ellos esperan, esperan, esperan.
Hojas
Las palabras son hojas muertas
la brisa llega, las levanta
las lleva lejos, ausentes
sin tronco son la nada
sin árbol desaparecen.
El tronco es fuerte
no por su corteza o savia
sino por la tierra
esa tierra pesada, fría
que sepulta la confianza.
Polvo
Polvo en el camino, nube de polvo,
pasos sin sentido en la densa niebla;
polvo funesto destroza mis ojos,
sin ver el vacío caigo en mi grieta.
Se derrumba mi mente, se despeña;
paciencia, agonizo en gélida espera,
me arrastro lisiado, ciego, sin manos,
muere mi pluma, su tinta se seca.
Las heridas aprisionan mis sueños,
entre barrotes mis letras despiertan,
vuelan, huyen, se alejan de mis dedos.
Estoy prisionero, una verdad queda:
siempre en mis letras vivirán los versos,
a ellos el sucio polvo nunca entierra.
Lienzo
Sin orden, sin sentido, sin odio, sin rencores;
mezclé mis nuevas sombras en la vieja paleta,
negros y blancos, grises, quedan en la madera,
se revuelven, se agitan, sin golpes, en silencio.
El blanco lienzo espera sus furtivos colores,
imagina, desea, cálidas pinceladas;
su realidad habla de tristezas que calan,
mirar en claroscuro, sentir grises acordes.
Sombras llegan al lienzo, viajan en suaves cerdas,
sus infinitos grises despiertan la nostalgia;
recuerdos que iluminan, la colorida magia,
es lluvia de colores, es sonrisa en la tela.
Hilos del tiempo
Maldito reloj, castiga sin golpes,
días que bordan con hilos de tiempo
los falsos paisajes, tormentas de hielo
que marcan sus vidas, seres sin nombre;
compromisos, negocios, fechas, plazos,
horas, minutos, entregas que ahogan,
duros grilletes, dureza que cobra
y en aceras corren, hombres marcados.
Tiempo eterno, cruel eterna tortura,
es reloj que camina sin saber
qué cuerpo lo porta, ¡vano interés!
es prisa, angustia, es quietud corrupta;
delgada manecilla, segundero
rápida lanza sin piedad perfora,
asesina la calma que retorna,
que llega, muere, sepelio en el viento.
Son días eternos, noches ausentes,
candiles y faros, soles dispersos,
se roban el placer del suave aliento,
las noches son días, desvelos que hieren.
Y en la pared, las pinturas no corren,
estáticas miran pasar el tiempo,
puntos de fuga, marcan el destierro
de los malditos, tiranos relojes.
Un ciego
Un ciego abrió sus ojos y lloró,
arrojó su fiel bastón sin comprender
que las lágrimas eran de hiel;
su dolor no importó, nadie lo vio,
sus ojos sabían lo que verían,
era ciego, no sordo, escuchaba;
llanto de calles, tristezas esclavas;
solo escuchaba, sentía, lloraba,
no es tan malo, las aceras gritaban,
una niña abrazaba su limosna,
un niño rompía su gris aurora;
camellón sin pasto, frío, vacío,
árbol seco, en el piso sus hojas,
y allá, lejos, las ratas del baldío
comen el atardecer, lo destrozan.
El ciego abrió sus ojos, miraba,
no comprendía, lloraba, sentía,
el coraje de la hambrienta madre,
la dureza del negro pavimento;
la cruel angustia del hijo sin padre,
un amanecer sin cálido viento;
ancianos resignados, olvidados;
perros abandonados, solitarios
buscan en la basura su alimento
y la fe, la fe perdida en la ciudad,
solitarios crucifijos tirados;
él solo los veía, sollozaba,
en sus avenidas, hombres callados
y nadie miraba, nadie lloraba.
Entonces el ciego no quiso ver
esas lágrimas corrían, calaban,
esa aguda mirada le pesaba,
cerró sus ojos, quedó la hiel.
Falsos poetas
Esos poetas de escuela,
se preocupan por la rima,
les angustia la métrica,
ocupados, se olvidan
de profundos sentimientos
de la fuerza de su vida.
Poetas del grupo de poetas,
que cuidan las formas sin esencia
con sus hermosas y frías letras,
son como un whisky con hielo,
son trágicas máquinas perfectas
con su placer y gozo diluido.
Poetas de texto y reglas,
escriben con bellas letras,
cantan sonriendo sin llorar
tristezas que otros tiraron
porque no pueden escuchar
las que un día murmuraron.
Poetas de dura metáfora,
no saben que los viejos relojes
segundos y medidas exactas,
caminan sin detener las horas,
aquellas donde un niño sufre
que inocente solloza, implora.
Esos son falsos poetas, máquinas,
duros intelectuales sin delirio
sin la esencia en sus sucias palabras,
sin la angustia de su raro destino.
¡Cuídate! No son poetas, estafan,
son ladrones en tu eterno camino.
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