Nació en San Gil, Santander, Colombia; y reside en Estados Unidos.
Clara Eugenia Ronderos Torres ganó el Premio Carmen Conde de Poesía de Mujeres, en su vigesimoséptima versión, por su libro Estaciones en el exilio. De ascendencia boyacense, Ronderos proviene de una familia de gran tradición cultural. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes, y tiene un doctorado en Literatura y Lingüística de la Universidad de Massachusetts, en Amherst (E.U.).
Actualmente, trabaja como profesora en la Lesley University de Massachusetts. Sus textos han sido publicados en varias revistas
2010.Estaciones en exilio._Premio Carmen Conde de Poesía 2010. Madrid: Torremozas.
Cuentos
2010."Circulo de fuego" (finalista de la edición XXII del Premio Ana María Matute de narrativa de mujeres); será publicado próximamente en la colección Ellas (Madrid: Torremozas).
2009.“Una mañana de éstas". Letras Femeninas, invierno.
2008.“Julieta en el exilio”. Hofstra Hispanic Review 3.7, pp. 149-50.
1997.“Aparentemente Sí”. Segundo Concurso Uniandino del Cuento (Bogotá: Uniandinos), pp. 63-70.
Poesía
2010.“Esa niña”; bilingüe. Metamorphoses. Northhampton.
2002.16 poemas de Raíz del Silencio. Revista Vértebra 7/8 (Santiago de Chile: La Montaña Blanca, U. de Chile), pp. 114-120,
2001.4 poemas. Torre de Papel 11.2-3 (U. of Iowa), verano-otoño, pp. 136-137.
2000.2 poemas. Vida 3-4 (Mount Holyoke College), primavera.
2000.2 poemas; bilingüe. Mothertongue VII.10-11 (U. of Massachusetts, Amherst), primavera, pp. 24-25.
Prólogos en libros
2006.Ramírez, Alister. Mi vestido verde esmeralda. Edición y prólogo de Clara Eugenia Ronderos y Mary G. Berg. Buenos Aires: Stockcero.
2002.Sor Juan Inés de la Cruz. Antología. Selección y prólogo de Liliana Ramírez y Clara Eugenia Ronderos. Bogotá: Círculo de Lectores.
1996.Bonnet, Piedad. De Círculo y Ceniza. Edición y prólogo de Clara Eugenia Ronderos. Bogotá: Ediciones Unidandes.
Dos pasaportes
El avión,
la maleta, cincuenta libras exactas,
hacia la vida en ese otro lugar.
Una última noche en cama a este lado del mar.
Mañana, en la montaña, donde el mar es un mito
con nombres diversos.
El viaje, planeado meses atrás
ahora enfrente como una pared
que separa el cementerio
de un huerto parecido al paraíso.
Un paraíso cuya única función es expulsar.
Recibe cálido, abraza, retiene un mes
la soleada y verde mirada de su interlocutor
y lo lanza después, por sobre el muro,
en dirección inversa:
allá.
(Aquí) se labora
para ganar lo que se está condenado a gastar,
se sueña con volver, se espera, se desespera
y se compra un nuevo pasaje, tarifa económica
no retornable, no transferible, obligatorio
como luz al final de un túnel
que nunca se acaba,
solo se interrumpe regularmente
con ese simulacro de pertenencia,
con ese salto huyendo de tumbas,
con ese gracioso aterrizaje de mañana,
repetido año tras año, en medio
de la oscuridad.
Sólo sueñas…
Sólo sueñas
lechera, con cerdos y carneros
y rueda leche por piedras.
Se cuela en las hendijas crema lívida.
Mítica tropa que flotó
sobre interminable diluvio
-multiplicada riqueza de Petra-
un nada líquido que corre
blanqueando apenas la calle desierta.
Nunca productiva tu fantasía.
Ríe de ti quien cuenta los billetes
de marrano en feria;
de cantina cuajada en luna blanca.
Lechera, tu mito se reproduce en parejas
en familias enteras de palabras
en fantástico patrimonio
que contradice
mil y mil veces la fábula
que te condena.
El cántaro se ha roto.
De la fuente a la casa
De la casa a la fuente
Se ha topado por fin con la piedra
En el camino, con la rama
Atravesada en zancadilla.
Sobre la leche derramada
Llora la niña.
Intenta juntar pedazos
En círculo vacío.
¡En vano!
Líquido es el dolor regado
Y el rojo que salta en las astillas.
Nada lo puede remendar
Nada pegar en pleno contenido.
Cántaro roto de tánto y tánto que la fuente
lo llamaba.
Ha llegado mayo
hasta este rincón del jardín.
Sólo una rama florecida
triunfa sobre la escarcha,
sólo un pájaro en esa rama obstinada.
Mayo con su brisa y su sol
elude el resto de mi jardín helado;
su voz alegre se pierde en el eco glacial
de rugidos de viento salpicado de blanco.
Ha llegado mayo.
Esperado en días de gris profundo,
en noches que se extendían a sus anchas.
Mayor silencio en ese pájaro sólo, mayor frío
cuando la rama llamea desde el rincón.
Irrumpe su alegría imprudente en el jardín
de egoísmo gigante adonde vivo abandonada
del completo incendio y el bullicio
de primaveras de verdad.
Ya casi llegaba a la línea.
Por un camino extraño a esa meta
Que cientos de tortugas habían alcanzado en carreras aburridísimas.
Despistada. A brincos.
Libre liebre sin librea ni corbatín,
Sin cómoda coraza a cuestas que previniera golpes.
Así de salto en salto, de siesta en siesta se le atravesaba ahora esa raya.
Negra, sólida, distante hasta ahora. Como un palote del que salta de repente la letra.
Así la liebre en descabellado recorrer encuentra una marca
Que le indica fin de algo. Algo nuevo comienza aquí y ya llegaste tarde.
¿Tarde pregunta la liebre? ¿En cuál reloj?
Cientos de tortugas la miran desde el otro lado sin comprender sus preguntas.
Epitafio para la mujer de Lot
Dio vuelta a la cabeza
Para mirar lo que dejaba
y la sal se hizo piedra en su cintura
y el paso detenido de su pie,
suspendida proyección de nitro y de ceniza.
La lluvia sobre la estatua
suda y llora sal
y en la casa vacía
el rescoldo se apaga
esperando su llegada.
Dafne
Así me pasaba yo los días
pensando en lo que debiera pasar
lo que pudiera, lo que siempre se supo que sería
y no fue.
Así las horas contemplando desde una ventana
el mundo que soñaba recorrer.
Cruzadas las piernas, los brazos cruzados,
los ojos atentos al ir y venir de los demás.
Y yo, sentada, mirando, escuchando, pensando tal vez.
Mosca en telaraña,
Cometa sin cola, ni pita,
en la rama.
A todos los veía salir y a todos les decía que adiós,
que ya los alcanzo, que ahora voy, que ya casi...
pero seguía de piernas y brazos en nudo
de boca con trozo de fruto atorado
con manos de pato, de rana, de pez.
Ahora me pongo a pensar
desde cuándo dejé que se fueran
y no dije siquiera un adiós, ni hasta pronto, ni nada.
Desde cuándo raíces se fueron hundiendo
y brazos cargados de hojas viajaron
su propia distancia del tronco.
Desde cuando la curva de sus movimientos se quedó fijada
y los que me ven sólo buscan la sombra o el fuego,
o el fruto que nunca cuajó.
Temor y silencio
La palabra, qué torpe vientre hinchado
Vicente Aleixandre
_
Profundo se agita el mar
ola con ola.
Furia.
Profuso en su cárcel;
salado y verde
contra las murallas.
Se finge calmo
y dormido
al otro lado del muro.
Se finge
murmullo lento,
se finge
acuario.
Pero brama por dentro
y sube de espuma
hasta el límite oscuro
de la pared de piedra.
Cadáveres hinchados
flotan sobre su espuma violenta de blancura
Tierra Firme
En uno atados son los pies, en uno, las voluntades non.
Libro del Buen Amor
Piso el terreno de mis sueños
y dejo hundir el pie
profundo en el viscoso material.
Quiero decirlo todo.
De una vez dejar que salgan
la baba y la luz y la tiniebla.
Pero abajo, tira la gravedad
y aterra su cálida humedad
de muerte reciente,
de vida apenas retoñando,
de vientre convulso,
de estertor.
Y ya no quiero, no quiero, no.
Me agarro fuerte de la cuerda
donde seco cada mañana mis miserias
y jalo, asqueada,
y sacudo y seco y limpio
y corro a la vigilia sólida del miedo.
Marea Baja
Esta mañana ruge el mar con furia sosegada
y viste la arena un ceñido traje
de torero en fiestas.
Música de acordeón
se baña en el vaiven salado
de la brisa
y soy feliz.
En medio del desorden, llena de sal y luz,
de aquello que no soy
y es todo cuando se funde a mí,
esta mañana sonrío
sacudida
por el ir y venir del mar,
vela hinchada
en medio de la quietud
enorme
desde donde se mira
la redondez total del horizonte.
Seducción
Fortaleza que la espuma amenaza
como en juego.
Va y viene,
y regresa con mil caras,
con velos, con brillo.
Despedazando el sol,
se lleva granos diminutos.
Luego cava en el profundo foso, otro foso
que socava la estructura.
La mece.
Adormecida, deja a las fauces blancas
su cuerpo blando, verde
ahora, parte de la sal y de la transparencia.
Hay que saciar al animal
Fuego, comida y pierna suelta
hasta que suba el sol
para que nazca esa otra que se oculta
cuero adentro
ruedan a chorros
sudor y deseo que se juegan
el todo por el todo
y de la nada
sale
palabra articulada, del gemido
sentido, de la furia ciega.
Presa despedazada
secando al sol
para que en mesa pulida
haya manjar
Dejar morir al animal
exhausto, ahíto
y de su carne satisfecha
surja un voz
que cante.
La muerte es una sola
Y eran una sola sombra larga
José A. Silva
La muerte es una sola
sombra larga que se cierne
serpentea campante y se planta
de repente sobre alguno.
De frente lo mira como cangrejo
pero camina en reversa
o por la espalda ataca a bala.
La muerte es una sola y la misma siempre
con su cara de yo no fui. La muerte
rastro de sangre que se cuela por la puerta
de atrás.
En el umbral de la casa, en la penumbra de la cama
juega la muerte al escondite y rie.
Con cada carcajada suya cae un hombre
de espaldas, de bruces, en pedazos, a chorros
para parar al fondo de la caja.
Cuerdas templadas
tocan su música de despedida
en pala, en fuego, en ladrillo y palustre
Sombra que se cierne espesa, omnipresente,
sinuosa seductora sin salir
de cubil o guarida se lleva,
al siguiente de la lista
y no descansa.
No son poetas los que en el río suenan
Cuando el río suena piedras lleva…
No son poetas los que en el río suenan
ni los que lanzan piedras y esconden la mano.
Sólo porque hagan ruido, no son poetas.
Son palabreros que dicen lo ya dicho
diccionarios que olvidaron lo aprendido.
_
Los enterraron a todos los poetas, bardos, vates
en una misma fosa común de biblioteca.
Quedan mapas, tesoros esparcidos,
túmulos de nombres amontonados a destajo.
Basura y galas que desentierran paleontólogos
con morboso interés para encontrar en ellos sus deseos.
Poe, de Greiff, Vallejo adolorido;
signos que señalan caminos.
Darío, estrella solitaria. Signo atado
a constelación que se oculta tras de su brillo y calla.
Paz y Neruda y Guillén (el de Cuba)
regalaron palabras al océano
(carabelas cargadas de espejos de feria).
Darío (cosmopolita) Huidobro (mago)
Sor Juana (libertada en el convento) robáronle palabras
a Góngora, devolvieron a Lorca oro para su banco.
Ídolos y esmeradas esmeraldas para que digan cosas
allá, en España, (mora desposeída de su lujo.)
Para que América tenga nombre y apellido
Latina-hispana-calurosa-violenta
hija de Europa o esposa adúltera que toma los regalos de la boda
y los empeña en una casa de cambios.
España-madre, traicionera también
fundió joyas en barrotes de pesado amarillo
para olvidar la forma, delicada filigrana,
y el mítico poder de miradas de piedra.
Ahora se cubren las dos con una misma manta
palabras que se extienden sin miedo de Colón
y saben rutas que van de borde a borde
desbordando la voz de un hombre solo
que ya no puede llamarse a si mismo poeta o bardo o vate
sino tejido, o piedra funeraria o lengua muerta.
Tengo pensamientos prosaicos
que intento poner en un poema
Un verso quiere contener aquello
que se desborda en renglones
con palabras como "era" y "había"
y "caminábamos despacio".
Pero sé que hay un poema oculto
tras de esos personajes que no logran andar.
Sé que las palabras que cubren la hoja
son como cabellos que ha crecido demasiado
y es necesario entresacar para que agarren forma.
Un árbol metido en la casa del vecino,
que pide a gritos que lo poden.
Dejo a mis personajes solos y
les doy libertad.
Regreso al poema que los captura
ahora en una sola imagen.
Historias que se vuelven historia
No encontradas en el cauce
ya fijado de un río, como afluentes
no en la ye que funde caminos
en destino que conoce su ruta.
Historias que se pegan, como retazos de tela desgastada.
La aguja atraviesa el borde y con pequeños agujeros
hace una trama casi invisible por donde corre tiempo
de lado a lado.
(Así se surce la tuya historia verde a la mia roja, desteñida)
Pedazos que llegan al día del encuentro ya llenos de remiendos viejos
se tiempla fuertemente el hilo, para que no irrumpa la hendidura.
pero al sol y al viento, contra la piedra y bajo la espuma
se rompen hebras y tercamente cada trozo pide ser
lo que antes era.
Roto su borde en hilachas que no conocen solución.
Necesito la rabia
y no las aguas mansas
¡Líbrame Dios!
Fuerza y desbordar el muro de piedra
que se levanta
cuando bajo la cabeza
y miro humilde
el camino que pisas
o mis pies.
Rabia que estira el cuello
en ramas cargadas de frutos
la mano en cóncavo recipiente
donde se apoza el agua
que enerva de savia reciente
hasta la oscura raíz.
Necesito romper sonrisa y velo
que la cubre o duplica impasible
y darle con el pie y con el puño
y entrecejo que frunza al mundo
a todo y a todos, darle duro
(como le dieron a Vallejo).
Recoger los pedazos, trizas tristes,
pegar pacientemente otras palabras que lloren
cuando venga, después de tempestad, la calma.
Buenos Dias.
ResponderEliminarPor Favor, Como Logro Contactar Con Clara Eugenia?
Soy Hijo De Una Buena Amiga De Ella y Mi Mamá Quiere Tener Contacto Con Ella!
Mamá: Ana Elvia Buitrago.
Gracias Si Pudieras Ayudarme.