CARMEN IGLESIA
(Huelva, España) ha colaborado en revistas literarias como El invisible anillo o La hoja azul en blanco. Ha participado en antologías poéticas como Poemas Alaire o Poetas en libertad.
Nacimiento
Fue después de la noche y detrás de la luna,
en un rincón oscuro,
en una arista de la piel,
como ocurren los hechos que no importan,
los que no dejan cicatrices
Y es como si no hubiera sucedido,
como una alfombra de algas deformando el desierto,
como el vientre del mar
o esa pared que se derrumba cuando el aire la roza.
Fue temprano y con prisas,
con la lluvia de abril apoyada en la tierra.
Fiesta
Me habita un cementerio
Ana María Rodas
Es la noche más triste y todos bailan,
ignoran que en mi nombre se ha posado un ciprés,
un gélido abandono.
Nada saben del miedo en las orejas,
nada del cementerio,
ni de la piel que se maquilla a oscuras en un cuarto que es lápida.
Danzan mientras la música estrangula mi cuello.
Soy una despedida,
un sorbo de licor antes del postre,
una mujer sin pies ni manos,
un maniquí que mueve la cintura,
el repertorio de lo absurdo,
el maldito payaso de esta fiesta.
CONSTRUYÉNDOME
Es la primera vez que tengo claro el mundo:
quién es quién,
los lugares que amo,
los sitios que no esperan mi pisada.
Ahora sé en dónde detenerme
y a quién dejar partir.
Ya no me duele el beso que no alumbra.
No hay pérdidas
ni pasados mejores que esta vida.
Existo entre los pájaros como una nube rota
que aprendió de repente a no llover.
Me miro desde arriba
y aunque parezca un párpado de hielo
o una ciudad que inventa la distancia,
nunca supe mejor salvarme de la lumbre
ni encerrar en los ojos cada luna que empieza.
Negación
Todo incita a la noche
y, sin embargo, yo la niego
como otros niegan la verdad más nítida.
No he de quedarme a oscuras
sentada frente a mis vestidos rotos.
No he de quedarme aquí,
mientras afuera exista algún destello,
un solo nombre sin espalda.
He de salir de la mujer dormida,
de esta pausa de carne,
perforar la ventana
-como quien rompe un vicio viejo-
y dejar que se escape este abandono,
esta piel sin herida.
Espejismo
Alguien que se parece a mí
me mira con los ojos de un poema
y en su retina habito como un pájaro,
diferente, más alta,
más próxima a los truenos,
perfecta en el ritual de su equilibrio.
Es él y con su voz construye andamios,
ascensores y grúas,
maneras de crecer hasta alcanzar el vuelo.
Descubre en mí palomas y autopistas,
una mujer que existe a ratos,
incierta como el rumbo de los taxis,
huérfana como un tren que alquila su horizonte.
El otro espejo
Todos tenemos nuestra bestia
María Rosal
Ignoro la estatura de los peces
o de quién es la voz que me despierta.
Nada sé de los perros
ni de los amos de la lumbre.
Lo mío es aprender cuchillos y relojes,
la triste escena del relámpago.
Lo mío es un dolor que no se arropa,
que se propaga a golpes como un grito,
Es la canción del hambre,
la luz que se protege del infierno,
la arruga que gotea en la ventana.
Olvidados
Porque no tienes nombre
piensan que es fácil ignorarte,
enterrar tu presente
o tapiarte la boca con el ruido.
Procedes de un lugar cubierto de cerrojos,
de una historia sin vida.
Si te quedas aquí, verás que existen magos,
aprendices de lunas;
hombres que se bautizan después de cada sueño,
seres a los que el tiempo no envejece:
viajeros de la luz.
Tampoco tienen nombre;
nacieron sin la cuerda en la garganta.
Como tú libres
y, como tú, olvidados.
Cuentos
A Ana, por miles de cositas. Y por quererme. Y quererla. Gracias.
Cuando esperamos somos de mentira,
como los cuentos
de príncipes y ranas.
Nadie besa a los sapos,
nadie se bebe la saliva de otros,
nadie cree en la muerte
sobre todo si ocurre muy despacio.
De puntillas,
armada de dolor, indeclinable,
infinita y rendida.
Inteligente y generosa,
como tú que no tienes ningún nombre
y, sin embargo, vives,
Quién quiere los diamantes.
si sólo existen desde lejos,
si no se quedan en la piel.
Si nadie los recuerda cuando marchan.
Quién quiere la impostura del color.
Qué gran rollo, mi vida,
es este mundo tan tremendo.
Escribo pájaros
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo
(Julio Cortázar)
En nada me parezco a tu dolor,
a tu empeño por ser el que más siente.
Yo sólo escribo pájaros y los veo volar.
No les coso en las alas el nombre de ciudades.
Prefiero que se pierdan,
que intenten sílabas erradas
Que naden en los charcos del descuido.
De su imperfecta voz surgen las autopistas,
y un camino de plástico.
Y la fiera humildad de los cerrojos.
Esta vida
Pero vivir, amor, es mucho más que eso;
es crecer y dormir y envejecer contigo,
reñir y bromear, y no vernos a veces,
o vernos como extraños alguna madrugada.
Josefa Parra
Extrañar que tu brazo enrede el cuerpo
cansado de la noche,
cuando se alarga el vientre hacia tus manos
y responde un vacío
que transforma lo oscuro en una grieta.
Y saber que la vida
no es tenerte encerrado en mis miedos.
Que a veces esta vida es no mirar
como los años ciegan los espejos
y nos hacen tan débiles
que ya no espero nada de tu olvido.
Porque no sé nombrarme sin sentir
vergüenza del pasado,
sin oler en tu boca besos muertos.
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