viernes, 11 de julio de 2014

RAFAEL MARÍA BARALT [12.276]


Rafael María Baralt

Rafael María Baralt y Pérez (nacido en Maracaibo, C.G. de Venezuela, 3 de julio de 1810 - Madrid, España, 4 de enero de 1860), fue un escritor, abogado, ingeniero (el primero egresado de la Academia Militar de Matemáticas en 1832), historiador, filólogo, poeta, crítico literario, filósofo, diplomático y político venezolano. Es el autor del primer diccionario de galicismos del español, y fue el primer hispanoamericano en ocupar un sillón de Número en la Real Academia Española.

Se graduó de Agrimensor Público (Ingeniería) en la Academa Militar de Matemáticas en 1832, fundada por el Ministro de Guerra y Marina General Santiago Mariño. Ejercería luego como profesor de matemáticas de ésta institución durante los años siguientes. Tal formación le haría desarrollar su etapa dentro de la escuadra militar de la nación en el Cuerpo de Artillería de la Secretaría de Guerra y Marina.

Sin embargo, su mayor contribución y dedicación se extendería dentro del mundo de las letras desarrollando innumerables obras en varias ramas del género como la poesía, periodismo, historia y las ciencias filológicas.

Rafael María Baralt nació en la ciudad de Maracaibo, capital del estado Zulia (Venezuela), el día 3 de julio de 1810. Su nacimiento ocurrió en medio del movimiento de independencia de Venezuela, colonia de la corona española por más de tres siglos. Era hijo del Coronel venezolano Don Miguel Antonio Baralt y de doña Ana Francisca Pérez, oriunda de la República Dominicana, y no tuvo hijos. Debido a las vicisitudes políticas de aquel tiempo de guerras, la familia Baralt Pérez se trasladó a Santo Domingo, donde transcurrió la mayor parte de la infancia de Rafael María Baralt.

La familia regresó a la ciudad de Maracaibo en 1821, donde Baralt vivió durante cinco años. En 1827 su tío paterno, Luis Baralt, lo llevó a la ciudad de Bogotá, Colombia, para comenzar sus estudios superiores.

Estudios y vida pública

Fue estudiante de la célebre Universidad de Bogotá, donde cursó los estudios de latín y de filosofía y obtuvo el título de bachillerato en 1830. Desde entonces formó parte de la política y la milicia venezolana contra los reformistas en 1835, llegando al rango de capitán de artillería, para luego ocupar un cargo en el Ministerio de Guerra.

En 1840 viajó a París para editar su Resumen de la Historia de Venezuela y Diccionario de Galicismos.

El 13 de septiembre de 1841 se va definitivamente de Venezuela. Primero viaja a Londres y luego se radica en Sevilla y en Madrid. Allí realizó la mayor parte de su abundante obra literaria. Entre sus obras ocupa un lugar importante su oda 'Adiós a la Patria', considerada de una impresionante riqueza poética. También ocupó importantes cargos en el Reino de España, como Director de la Gaceta de la Corona, Administrador de la Imprenta Nacional, etc.

Fue el primer hispanoamericano en ser elegido individuo de Número de la RAE.

Muere el 4 de enero de 1860 en Madrid, España, sin haber cumplido los 50 años de edad. Moralmente abatido tras un juicio que se le siguió en Madrid, -pese a que se le reivindicó públicamente - no resistió más de tres años hasta su muerte.

Fue también redactor, en febrero de 1829, del periódico zuliano 'El Patriota del Zulia'. No fue sino hasta 1842 (tenía 32 años de edad), cuando inicia su obra poética, que lo convierte en uno de los zulianos más destacados. 'Adiós a la Patria', su poema más importante y extenso, contiene estrofas que irá agregando hasta los días cercanos a su muerte:

Tierra del sol amada
Donde inundado de tu luz fecunda
En hora malhadada
Y con la faz airada
Me vio el lago nacer que te circunda.


Las últimas estrofas del poema son las siguientes:


No te duela mi suerte,
No maldigas mi nombre, no me olvides
Que, aún vecino a la muerte,
Pediré con voz fuerte
Victoria a Dios para tus justas lides
Dichoso yo si un día
A ti me vuelve compasivo el cielo,
I me da, patria mía
Digno sepulcro en tu sagrado suelo


Después de su muerte, sus restos se extraviaron y transcurrieron 122 años para su regreso a Venezuela. Aunque el Senado venezolano le había concedido el derecho a ser sepultado en el Panteón Nacional desde 1943, es el 24 de noviembre de 1982, cuando sus restos finalmente regresan a Venezuela e ingresan al Panteón Nacional, después de haber pasado una noche en la alcaldía de su querida Maracaibo.

En 1982 fue creada en la ciudad de Cabimas, en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, una universidad que actualmente lleva su nombre: Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt (UNERMB).

Bicentenario de su nacimiento

El día 04 de julio de 2010, en las instalaciones del Teatro Baralt en Maracaibo, se realizó un acto con motivo del bicentenario del prócer zuliano, el discurso de orden estuvo a cargo del Dr. Julio Portillo presidente de la academia de la historia del Zulia, destaco las actividades en las cuales se involucró Baralt.

Resaltando la jurisprudencia sobre el secreto de la correspondencia diplomática, originada a raíz del éxito en la corte de Baralt contra la causa interpuesta en su contra, así mismo se destacó el hecho que recibió como homenaje ser proclamado hijo de la República Dominicana.

Destacó también su rol como político cuya obra ya se orientaba hacia lo que posteriormente seria enunciado como el bien común y su disyuntiva hacia lo que seria conocido como el materialismo histórico, su trabajo se orientaba hacia la descentralización política y administrativa de las regiones, junto con el General Urdaneta fue responsable del reconocimiento de la independencia del Zulia y Venezuela, acción autorizada por medio de pasaportes Zulianos, pues para la época Venezuela no era reconocida como nación soberana aún.

Se puede considerar un error histórico y una negación del rol la negativa del gobierno central en proclamar su bicentenario y conducir los actos, durante el cierre de la actividad se hizo un llamado a los intelectuales del Zulia para que en 11 años se elaborara la agenda del Zulia por venir y de esta forma iniciar la celebración del bicentenario de la independencia del Zulia.

Obras

Odas

Adiós a la Patria. Sevilla, 1843.

Poesías

A Alberto Lista (¡Bien haya la piedad que augusta ofrenda)
A Cristóbal Colón (¿Quién La fiereza insulta de mis olas?)
A Dios (Perlas son de tu manto las estrellas)
A Dios (Cielos, orbes y abismos reverentes)
A la batalla de Ayacucho (¡Mudo EL cañón, del campo fratricida)
A la memoria de don Alberto Lista y Aragón (¡Levanta de tu tumba, oh de la hispana)
A la muerte de Judas (De su traición el peso infame a tierra)
A la Santa Cruz (1) (Fuiste suplicio en que a morir de horrenda)
A la Santa Cruz (2) (Suplicio fuiste en que a morir de horrenda)
A la Santa Cruz (3) (Alto Portento del amor divino)
A la señorita venezolana Teresa G. (Si del Guaire gentil en la ribera)
A S. M. la reina doña Isabel II (Vierte tu sangre con furor insano)
A Sevilla (Deja los juegos ya; deja de amores)
A Simón Bolívar (1) (Él fue quien fulminando el hierro insano)
A Simón Bolívar (2) (Fiero en la lid y en la victoria humano)
A un ingenio de estos tiempos (Soy incapaz, Ernesto, de engañarte:)
A un plagiario (Tranquilízate, amigo, tus escritos)
A una señorita con motivo de haber entrado en religión (En la cándida frente el sacro velo)
A una tonta (Nadie lo niega, Elisa, y yo el primero,)
Adán en la redención (Cuando al morir Jesús, en su cimiento)
Al nacimiento de la Princesa de Asturias (¡La Reina es madre! Venturoso día)
Al señor Conde de San Luis (Sublima al cielo la sagrada frente)
Al sol (1-Baralt) (Mares de luz, ¡oh sol!, en la alta esfera)
Al sol (variante del anterior) (Mares de luz por la sonante esfera,)
Contestando a una invitación (No niego la costumbre: menos niego)
El mar (Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena)
El viajero (Ave de paso que vagando gira)
Imprecación al sol (¡Rey de los astros, eternal lumbrera,)
La bombardeo de Barcelona en 1843 (De un eco en otro sordo retumbado)
Luzbel en la redención (Muere Jesús y al punto estremecida)
La redención (Cuando del pecho en la garganta helada)
Ensayos[editar]
Resumen de la Historia de Venezuela (1887, escrito junto a Ramón Díaz)
Poesías
Diccionario matriz de la lengua castellana (1850)
Diccionario de Galicismos (1855)







Adiós a la Patria

Tierra del Sol amada, 
Donde inundado de su luz fecunda, 
En hora malhadada 
Y con la faz airada 
Me vio el lago nacer que te circunda.

Campo alegre y ameno, 
De mi primer amor fácil testigo, 
Cuando virgen, sereno, 
De traiciones ajeno, 
Era mi amor de la esperanza amigo,

Adiós, adiós te queda. 
Ya tu mar no veré cuando amorosa 
Mansa te ciñe y leda, 
Como joyante seda 
Talle opulento de mujer hermosa.

Ni tu cielo esplendente 
De purísimo azul y oro vestido, 
Do sospecha la mente 
Si en mar de luz candente 
La gran mole de sol se ha convertido.

Ni tus campos herbosos, 
Do en perfumado ambiente me embriagaba, 
Y en juegos amorosos, 
De nardos olorosos 
La frente de mi madre coronaba 
Ni la altiva palmera, 
Cuando en tus apartados horizontes 
Con majestad severa 
Sacude su cimera, 
Gigante de la selva y los montes.

Ni tus montes erguidos 
Que en impío reto hasta los cielos subes, 
En vano combatidos 
Del rayo, y circuidos 
De canas nieves y sulfúreas nubes.

Adiós. El dulce acento 
De tus hijas hermosas: la armonía 
Y suave concento 
De la mar y el viento, 
Que el eco de tus bosques repetía;

De la fuente el ruido, 
Del hilo de agua el plácido murmullo, 
Muy más grato a mi oído 
Que en su cuna mecido 
Es grato al niño el maternal arrullo;

Y el mugido horroroso 
Del huracán, cuando a los pies postrado 
Del ande poderoso, 
Se detiene sañoso 
Y a la mar de Colón revuelve airado;

Y del cóndor el vuelo, 
Cuando desde las nubes señorea 
Tu frutecido suelo, 
Y en el campo del cielo 
Con los rayos de sol se colorea;

Y de mi dulce hermano, 
Y de mi tierra hermana las caricias, 
Y las que vuestra mano 
En el albor temprano 
De mi vida sembró, gratas delicias,

¡O h madre, oh padre mío! 
Y aquella en que pedisteis, mansión santa, 
Con alborozo pío 
El celestial roció 
Para mi débil niño, frágil planta

Y tantos, aymé, tanto, Marcan a mis quebrantos 
Breve tregua tal vez con mi memoria;

Presentes a la mía 
En el vasto palacio o la cabaña, 
Hasta el postrero día 
Será mi compañía, 
Consuelo y solo amor en tierra extraña.

Puedas grande y dichosa 
Subir, ¡oh patria!, del saber al templo, 
Y en carrera gloriosa 
Al orbe, majestosa, 
Dar de valor y de virtud ejemplo

Yo a los cielos en tanto 
Mi oración llevaré por ti devota, 
Como eleva su llanto 
El esclavo, y su canto, 
Por la patria perdida, en triste nota

Duélete de mi suerte; 
No maldigas mi nombre, no me olvides; 
Que aun cercano a la muerte 
Pediré con voz fuerte 
Victoria a Dios en tus fatales lides.

¡Dichoso yo si un día 
A ti me vuelve compasivo el cielo; 
Dulce muerte me envía, 
Y me da, patria mía, 
Digno sepulcro en tu sagrado suelo.




Poesía

...Nunca visteis la belleza 
tan de cerca, tan desnuda; 
ni la lengua, siempre muda, 
ocultó vuestra tristeza. 
nunca visteis la mujer 
dominando el albedrío 
y la sangre haciendo arder. 
Ni en lascivas posiciones 
muchas juntas retozar, 
ensayando las maneras 
de a sus dueños agradar...





El mar

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena 
besas rendida al pie de tu muralla, 
o si bramas furioso cuando estalla 
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena! 
¡Cuán terrible si agitas en batalla, 
pugnando por romper la eterna valla, 
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades; 
de mundos escogidos, prodigiosa 
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades, 
como imagen de Dios, la más grandiosa; 
como hechura de Dios, la más sublime.





A una tonta

Nadie lo niega, Elisa, y yo el primero, 
si alguno lo negara, lo diría: 
todo en tu cara hermosa es simetría; 
cada cual de tus ojos un lucero.

Y nada excede en garbo al hechicero 
talle gentil, ni en noble bizarría 
la cadera, que al sesgo se desvía 
y columpia amoroso el pie ligero.

Nadie lo niega, hermosa, y quien delira 
por tu albo seno que al placer provoca: 
quien, tu cuello al mirar, tiembla y suspira,

pero hay dos gracia sen tu linda boca 
que el mundo sabio, sobre todo admira: 
tu charla eterna, y tu reír de loca.






Lejos de mi lar

La historia brillo en su  pluma 
Fraguada  debajo   del lago 
Su tierra preñada en  halagos 
Le dio la luz a la bruma 
  
Un sol  para el  universo 
Y una luna que lo circunda 
En su cálida tierra fecunda 
La belleza de sus versos 
  
  Arraigada en la costumbre 
De un pueblo verdadero 
Con palmeras y luceros 
Que  abrazan las bellas cumbres 
  
Ser  escritor no fue  suficiente 
Ni ingeniero extraordinario 
Plasmo en el diccionario 
La luz del sueño naciente 
  
Tu nombre  no está en el olvido 
Ni en un epitafio en la hiedra 
En las aguas sobre las piedras 
Donde  un águila cuida su nido 
  
Está en el corazón de la gente 
En el pueblo venezolano 
En el gentilicio zuliano 
Cuando llego y cruzo  mi  puente 
  
 Tu presencia sigue en la región 
En tu teatro, en el  liceo 
En la cordillera, en  Timoteo 
Y en la plaza frente al malecón.

El último  adiós a la patria 
 Y En las entrañas de la poesía 
Con tu clara sabiduría 
Iluminaste la tierra mía 
  
A ti no te hemos olvidado 
Rafael María Baralt 
Cuando estoy  lejos de mi lar 
Tú siempre estas  a mi lado





Al sol

Mares de luz, ¡oh sol!, en la alta esfera 
derrama triunfador tu carro de oro 
y la vencida luna con desdoro 
su antorcha apaga ante su inmensa hoguera.

Y el águila de rayos altanera 
hasta el cielo a buscar va su tesoro; 
y esparce al viento su cantar sonoro 
del umbroso pensil ave parlera.

Y la tierra y el mar y el claro cielo 
penetrados por ti hierven de amores 
cual de su esposo al fecundante anhelo.

¿Quién la lumbre te da? ¿Quién los ardores? 
El ser a quien tu luz, que nos asombra, 
es fuego sin calor, es mancha, es sombra.





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