miércoles, 16 de julio de 2014

ALFREDO BAQUERIZO MORENO [12.345]


Alfredo Baquerizo Moreno

Alfredo Baquerizo Moreno (nacido en Guayaquil el 28 de septiembre de 1859) fue un político ecuatoriano. Murió en Nueva York el 20 de marzo de 1951. Fue Presidente Constitucional de la República del Ecuador desde el 1 de septiembre de 1916 hasta el 31 de agosto de 1920.

Desde joven pulsó la lira y estudió música en el Conservatorio Nacional. Sus poemas escritos el sabor becqueriano, con ribets de ironía y apreciable buen gusto. Publicó una serie de novelas cortas con título extravagantes, expresión de sus locuras e índice de su pensamiento político. Fue un escritor castizo. Académico Correspondiente de la Lengua Española. Jurisconsulto de talento, se distinguió en el Foro. También desempeñó los altos cargos de Vicepresidente de la República y Presidente del Senado en varias ocasiones.

El Dr. Baquerizo gozó de fama de buen orador, su gobierno fue de paz y sosiego. Un hombre de acción "un puente más es un abismo menos".

También desempeñó las funciones de Alcalde de Guayaquil, Profesor del Colegio Vicente Rocafuerte de la Universidad de Guayaquil; Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro Diplomático en Cuba y Colombia, Embajador en el Perú.

Estuvo además en 1.920 encargado del poder por 20 días, el Congreso elegido juntamente con el presidente, tuvo mayoría placista. Instalado el Parlamento resultó elegido Presidente del Senado y automáticamente Presidente del Congreso el Dr. Alfredo Baquerizo Moreno, que al dejar el poder el Dr. Francisco Andrade Marín, se encargó del mismo por el espacio de veinte días, mientras el legislativo escrutara los votos, calificara a Leonidas Plaza y le diera posesión.

Presidencia

Baquerizo Moreno triunfó en las elecciones presidenciales de 1916.

Presidente Constitucional: Desde el 1 de septiembre de 1916 hasta el 31 de agosto de 1920.

Lo bueno de este primer cuidando, fue el no ser sectario porque ocupó a los conservadores en cargos diplomáticos y de la administración, pese a sus creencias liberales, decía: "Los conservadores también son ecuatorianos y pagan impuestos por consiguiente tienen pleno derecho a ocupar empleos de todo orden en los regímenes liberales".

Abolió al concertaje y la prisión por deudas. El sabio Japonés Dr. Hideyo Noguchi, fue contratado para la erradicación de la fiebre amarilla que hacía su agosto en la Costa.

En lo internacional en su administración, tuvo lugar la firma del Tratado de límites definitivos entre Colombia y Ecuador llamado Tratado Muñoz Vernaza-Suárez. Por este convenio el Ecuador cedió a Colombia una apreciable superficie de territorio en el Caquetá y Río Putumayo.

Para estrechar más la amistad entre los dos pueblos hermanos los Presidentes Marco Fidel Suárez de Colombia y Alfredo Baquerizo Moreno del Ecuador, se dieron un cordial abrazo en Rumichaca; estas tierras fueron cedidas a nuestros enemigo el Perú, lo cual disgustó a Ecuador.

En la administración de Baquerizo Moreno se ejecutaron las siguientes obras: Carretera Milagro-Naranjito, el Hospital de Cayambe, luz eléctrica de Vinces, Cuartel de Caballería y Cárcel de Babahoyo, Hospital en Milagro, nueva Planta Telefónica en Quito, teléfono inalámbrico en Santa Elena, Monumento a los próceres de 1820 en Guayaquil, Palacio Municipal en Latacunga, Hospital Militar en Quito, teléfonos en Riobamba, telégrafo inalámbrico entre Quito y Guayaquil; Estación del Ferrocarril en Chimbacalle (Quito), Agua Potable en Loja, luz Eléctrica en Aloag, Tambillo, Uyumbicho y Jipijapa, Hospital en Zaruma; se inauguraron muchos puentes. En lo económico, solicitó al Congreso que se haga circular billetes y mondas de níquel para que el oro y la plata no emigren, Subió la producción del cacao en nuestro país, llegando a 800.000 quintales.

El presupuesto para la educación subió a un millón de sucres, y para construcciones escolares otro medio millón de sucres.

El número de escuelas primarias en 1920 era de 1.664 con a105.377 alumnos.

El Patriarca

La longevidad del patriarca de las Letras, la Música y la Vida Pública Nacional Alfredo Baquerizo Moreno -muerto a los 91 años de edad-, puede atribuirse probablemente a su temperamento ecuánime y a un hogar armonioso poblado de 12 hijos. De él, dice el historiador Carlos Manuel Larrea: "Inolvidables las gratas conversaciones íntimas cuando después de fatigantes jornadas de trabajo, me invitaba cariñoso a pasear en automóvil por los pintorescos caminos de los alrededores de Quito, y olvidando momentáneamente los graves problemas políticos, me hablaba de libros y escritores, de novelistas y poetas, de música y de toda manifestación artística... ".

Pertenecía a la oligarquía de Guayaquil, donde nació el 28 de septiembre de 1859. Se educó en los colegios San Vicente de su ciudad y el San Gabriel de los jesuitas de Quito, en el Conservatorio de Música y la Universidad Central, en la que se graduó de abogado a los 24 años de edad. Poeta de la línea postromántica del español Gustavo Adolfo Bécquer, y novelista, (que) " si alguna vez ha calado en el espíritu de sus personajes, ha sido cuando ha presentado a alguno de los de la clase media... ", según acota Angel Felicísimo Rojas en su ensayo sobre La novela ecuatoriana. Compositor de obras musicales, brillante pianista, políglota, orador parlamentario de alada y armoniosa palabra, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, presidente de la Corte Superior de Justicia y profesor de la Universidad de Guayaquil.

Se inició en la política nacional como ministro de Relaciones Exteriores a comienzos de la primera administración de Leonidas Plaza y entre 1903 y 1906 ocupó la vicepresidencia de la República. En 1912 presidió la cámara del Senado y el Congreso y fue reelecto senador por el Guayas para los períodos de 1913 a 1915. Se desempeñó como canciller de la República en 1916. Plaza lo ungió de candidato heredero. Triunfó al estilo liberal sobre un contendiente predestinado a no triunfar, el conservador cuencano Rafael María Arízaga. Terminada su presidencia, Baquerizo Moreno continuó en la vida pública hasta 1931 ya como embajador especial y senador, ya como encargado del mando.

Fallecimiento

Murió en Nueva York en 1951.

Continuismo Ilustrado

Baquerizo Moreno gobernó con mano plutocrática y guante de caballero humanista, concedió amnistía a los conchistas con lo que devolvió la paz interna a Ecuador, y respaldó políticas sociales de importancia al promulgar la jornada de ocho horas diarias de trabajo y al abolir la prisión por deudas ("apremio personal"), cuya consecuencia fue la progresiva desaparición del concertaje, que en realidad solamente cesó, y no del todo, con la Reforma Agraria de 1964. El concertaje existió principalmente en la Sierra.

El concertaje era un convenio, de ordinario, vitalicio entre el hacendado y el trabajador campesino carente de tierras (el concierto). Éste y su familia se comprometían a trabajar para un hacendado todo el año o la mayor parte de él por un pago en anticipos de dinero, grano o animales, un pedazo de tierra prestado (huasipungo) para el sustento de su familia, una cuota mensual o trimestral en granos, una muda de ropa para el año, el agua de la hacienda, la leña del monte y un sitio para el pastoreo de sus animales. Aunque estaba convenido el pago de un jornal, se le descontaban de él los daños en las sementeras, rebaños y hatos, con lo que el concierto vivía constantemente endeudado. La deuda se trasladaba a la viuda y a los hijos.

En este avance social influyeron el pensamiento de Eloy Alfaro, Abelardo Moncayo (1912), Belisario Quevedo (1915), Agustín Cueva Guerrero (1915), Víctor Manuel Peñaherrera (1918) y el del propio presidente Baquerizo Moreno. Las condiciones que lo propiciaron fueron la necesidad de los grupos dominantes para evitarse tensiones y levantamientos, las propuestas de la Iglesia ablandada por la doctrina social de los últimos papas, y la modernización ético-tecnológica de algunos latifundistas serranos.

El Tratado Muñoz Vernaza-Suárez de julio de 1916 había fijado los límites con Colombia. Baquerizo ejecutó lo acordado. Colombia obtuvo el amplio sector comprendido entre los ríos Caquetá y Putumayo, perteneciente a la Audiencia de Quito. Ecuador se satisfizo con un acceso al Putumayo y recuperó pequeñas porciones de territorio que habían sido cedidas en 1908 y 1910. No se pudo lograr más porque Ecuador había firmado otros tratados - algunos de ellos no ratificados- en 1904, 1908 y 1910. Seis años después, Colombia cedió al Perú una parte de los territorios obtenidos de Ecuador en 1916. Entonces se criticó al plenipotenciario cuencano Alberto Muñoz Vernaza. En su Alegato de Defensa, Muñoz replicó a los críticos: "El Tratado de 1916 fue bueno: lo único que ha faltado es... la lealtad del Gobierno de Colombia".

Baquerizo impulsó la vialidad, el telégrafo y el alumbrado eléctrico, cuidó con talento de la educación pública y popular, pagó las cuotas correspondientes a la deuda externa, prolongó la vigencia de la Ley Moratoria, respetó la libertad de prensa y empleó un lenguaje más moderno al discurrir sobre la relación entre el capital y el trabajo. Fue el primer presidente que visitó las Islas Galápagos y fundó Puerto Chico, hoy Puerto Baquerizo Moreno, en la Isla de San Cristóbal. Gracias al clima de paz fomentado en su administración, los partidos políticos empezaron a remozarse. En septiembre de 1918 llegó a Guayaquil la Misión Rockefeller para erradicar la fiebre amarilla. Entre los miembros de la Misión estaba el célebre investigador japonés Hideyo Noguchi. La crisis económica sacudió a la sociedad y al Estado ecuatorianos: en 1916 apareció la plaga de la monilla que mermó la producción del cacao. En 1920 su precio cayó en el mercado de Nueva York de 26.76 dólares el quintal a 12 y aparecieron nuevos competidores extranjeros. Esta crisis golpeó con más fuerza durante la administración del presidente José Luis Tamayo.



El último adiós

En mi locura quise maldecirte,
me lo perdone Dios,
en esa negra noche, al dirigirte
mi postrimer adiós;

Pero te vi llorar; tu despedida
calmó mi corazón,
y a Dios bendije, porque unió en la vida
lágrimas y perdón.

  




Rimas


I

Era la encarnación de mi deseo
      clavando en mí sus ojos;
forma ignorada que flotado había
entre los mil fantasmas del insomnio.

Al mirarla, sentí que revolaba
       algo negro en mi torno;
después, que mis pupilas se extinguían
de unos labios fatídicos al soplo;

y atónito, y confuso y delirante,
      creíme ciego o loco,  
y desde entonces sobre mí se ciernen
como voraces cuervos... ¡esos ojos!


II

¡Ah! déjame partir. En su ancho seno
      luchas ofrece el mar;
me atrae lo insondable, lo infinito
      de aquella inmensidad.

¡Ah! déjame partir. Allá las olas 5
      gimiendo me dirán,
cuál de los dos abismos es más hondo:
      el corazón o el mar.



IV

Duermen las auras en el follaje,
sus hojas pliega la flor gentil,
tímidamente la luna brilla
       desde el cenit.

La fuente calla, como escuchando  
de extrañas linfas el blando son;
el ave al nido que cubre su ala
      presta calor.

De los altivos, frondosos árboles
se ve el pausado, suave vaivén, 10
y entre sus copas brillante insecto
      desparecer.

¡Oh, qué armonías en el silencio
de aquel paisaje primaveral!
¡Fiesta en los aires, y acá en el suelo
      sueños de paz!

Venid, vosotros, los trovadores,
cantad ensueños, cantad amor,
noches azules de mis montañas,
      noches de Dios.


VI

Fue el vértigo del mar nuestro delirio,
arrullaron las olas mi pasión,
y al llegar de tu patria a las riberas
quise gritar: ¡Reposa, corazón!

Mas ¡ay! que no lo osé, porque es la lumbre
de una esperanza el pronunciado adiós,
y el alma del poeta tiene un cielo
en el límite inmenso del dolor.

Lira que tiembla entre convulsas manos,
canto que vibra en ritmo desigual,
revelan, corazón, que ya en violentas
sacudidas, persigue lo ideal.

Enmudeció mi boca en la partida,
con la mirada dije: ¡Eternidad!
Porque tuvo tu amor, dulce bien mío,
como el mar, como el cielo, inmensidad.


VII

¿Qué miro? me preguntas. En mi anhelo
miro siempre, a merced de mis antojos,
mucho azul en la bóveda del cielo,
y mucho azul de cielo en esos ojos.

¿En qué pienso? me dices. Tristemente
medito, a solas, presa de un engaño,
que aquel azul de los espacios miente,
y son tus ojos cielo, por mi daño.





Poesías

Del transparente lago los vapores
se disipan, formando una espiral;
la fontana se junta con el río
       que al piélago se va.

Ayes de amor de tiernos corazones
en el espacio; al fin, se encontrarán;
las olas de un beso de agonía
       se pierden en el mar.

El aroma confunde de las flores
de la mañana el céfiro fugaz,
y en una vibración notas distintas
      más dulces sonarán.

Nada aislado en el mundo se divisa
por instinto, por ley universal:
¿Tu corazón y el mío en uno solo  
      jamás palpitarán?




En horas de amargura

ArribaAbajo ¡Señor, Dios de mis padres!
A ti levanto el alma,
en horas de amargura,
si triste, resignada.
De Ti tan sólo espero,
con íntima confianza,
que de mi mente arranques
la duda que me abrasa.

Postrado de rodillas
al pie de los altares,  
a iluminarme venga
la luz de tus verdades.
Si el cáliz de agonía
¡oh Cristo! tú apuraste,
la hiel quedó en el fondo
que beben los mortales.

Aún oigo enternecido
la voz de tus campanas,
y a su pausado acento
medita y ora el alma.
Aún tiene el incensario
perfumes que la embriagan,
la cruz de tus altares
consuelos y esperanzas.

Las tiernas oraciones  
que, niño, repetía,
olvido poco a poco
al avanzar la vida.
¡Herencia de la madre
que llora en mis fatigas!  
¡Consuelos dad al pecho
que busca fe perdida!

¡Oh dicha engañadora
de los primeros años!
¡Oh místicas visiones
de un cielo que soñamos!
¿Por qué dejáis, huyendo,
tan negro desencanto
en alma ya sin guía,
sin luz y sin amparo?  

La paz de la inocencia,
que vela en nuestra cuna,
cuando la lucha estalla
¡ah! nunca torna, nunca.
Mil negros pensamientos  
la humana mente cruzan,
cual rayos que abrasaran
la nube en que se ocultan.

Y vamos entre sombras
que velan débil vista,  
a tientas removiendo
recuerdos y cenizas.
El peregrino busca
asilo en las ruïnas,
si en árido desierto  
la soledad divisa.

A veces imagino,
en horas de tormenta,
que el cielo se reviste
de pompa y de grandeza,
para insultar, Dios mío,
dolores de la tierra.
¿Acaso el ¡ay! humano
jamás allá resuena?

Perdona, sí, perdona
mi culpa o mi delirio;
en su turbión me arrastra
el crimen de mi siglo.
A ciegas se desborda
como acrecido río;
pon diques al torrente,
o alumbra su camino.

Las teas del incendio
apaga con tu soplo,
extingue en nuestros pechos
los implacables odios.
O fe y amor cristianos
cual débil freno, rotos,
¡ay! quedarán de tu obra
tan solamente escombros.  

¿O quieres en tu santa
indignación, que se hunda
la sociedad rebelde
que a solas piensa y duda?
¡No! Si mi Edad sucumbe
en la gigante lucha,
que vele, por lo menos,
tu cruz, su inmensa tumba.

(«Poesías» (Rumores del Guayas), Quito, 1881, pp. 49-52).
  




Vanidad y plenitud

Aquellas blancas flores que regaban
      para cubrir su cuerpo,
cuán frescas, cuán olientes esparcían
su aroma de jazmines sobre el muerto.

Y en su prisión dorada, cuál soltaba
       bullicioso el jilguero
el raudal armonioso de su canto
por despertar tal vez al pobre muerto.

A poco, por la abierta celosía
       llegó vivo y travieso,
amplio rayo de luz, en ansia loca
de calentar los párpados del muerto.

Brillan luego los astros, a su lumbre,
      un tenor callejero,
cuenta su amor en notas que revuelan  
como una nueva vida sobre el muerto.

Y pude ver que es vanidad el hombre
y plenitud de vida el universo,
océano que cubre con sus aguas
aquella pompa efímera de un muerto.

(G. Orellana.- «Patria Intelectual», 1915).
     



En la tumba de su esposa, la señora doña Piedad Roca Marcos de Baquerizo

    Quien te conoció te amó,
quien te amó, no te olvidó,
y fue tu vivir de suerte,
que el morir, en ti, no es muerte.




En un álbum

    Sin conocerte aún te estoy cantando,
y te llamo ángel por nacida ayer,
qué no te llamarán en el mañana,
cuando te digan ángel, por mujer.

  



Credo

Creo en la Libertad Todopoderosa, creadora de la Democracia y de la República; y en la Justicia, la más noble, severa y hermosa de sus hijas.
Creo en el Trabajo, que padeció bajo el poder de la Esclavitud, que descendió a los infiernos del hambre y de la miseria, y resucitó después de muchos días y muchos años y muchos siglos, cubierto de polvo y sangre, de entre las ruinas y los escombros de la Tiranía. Creo que la mentira y la calumnia llegaron hasta la cruz con Cristo, hasta la cicuta con Sócrates, hasta la pedrea o el azote con Pablo; pero creo también que la verdad resplandece luego y se llama Cristo, Sócrates o Pablo.
Creo en el Orden, por instinto de conservación y de progreso; y creo en el Progreso desde el infusorio al hombre, y desde el hombre a lo Desconocido e Infinito, y creo que cada uno debe hacer por decir de sí: creo en mí, sí, creo en mí, porque soy voluntad y fe, honor y conciencia; y creo en los demás, porque lo demás es sociedad, amor y humanidad.
Creo en la Patria y en ella fío, como el hijo en el cariño y el amparo de una madre. Creo en el sudor que riega y fertiliza el suelo de la Patria y creo en el sacrificio y en la muerte que la engrandecen y la defienden. Creo en la Paz. Nuestra fuerza es la Paz, la Paz nuestra riqueza.
Creo, sobre todo, en el cumplimiento del deber; en la virtud de la Perseverancia; en la resurrección de la Justicia social y en lo fecundo o glorioso de una vida de bondad, sencillez y abnegación, ahora y en los siglos que son y que serán.


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