domingo, 9 de diciembre de 2012

RAQUEL BARRAGÁN AROCHE [8743]





Raquel Barragán Aroche. México 1984. Poeta y ensayista. Autora del poemario Juegos primigenios (Generación espontánea, 2007). Ha publicado poemas en revistas como Punto de partida y Tinta seca. Fue incluida en la memoria Los mejores poemas mexicanos del 2008 (FCE), compilada por Pura López Colomé. Actualmente estudia el doctorado en Literatura Hispánica en el Colegio de México.





Los poemas después del salto

Callo soles, días y plantas viejas
que sonríen extinciones inminentes
No te muevas del lindero antiguo
de ahí vendrá la respuesta






El agua desgajada que nunca será vapor
Nunca lluvia
Ni gotera
ni trago
ni saliva
ni lágrima
Ni nunca nada
dará a luz esterilidad





Decir mucho, mucho
que las palabras se vacíen
Que llevemos, sin callar, la lengua al silencio
Desgastemos la palabra
el silencio en aquel día nos pedirá cuentas
Porque no me podrás nombrar
Y tu nombre flotará podrido





Una existencia de piedra

Y volverán los minerales al polvo
y su aliento de vida a la piedra

Mi boca rozará sus nombres con
la punta de la lengua

Otra edad de piedra
La edad de piedra
Más piedra que la piedra

Y seremos otra vez coágulos
De roca
De cristal
En tierra







Juegos primigenios

Mi papá era un geólogo anónimo, 
se postraba en las piedras con nombres,
y vislumbraba el descanso eterno
Construía el sacerdocio de los minerales

—¿Cómo llamabas las piedras en el tiempo
y sus años fósiles de ojos negros?
—estibinita, cinabrio o rutilo
Nombres de antiguos juegos infantiles.

Mi hermana era un mineral
que evolucionó en las letras
de su nombre: G a l e n a.

En aquellas fotos aprendí el oficio del geólogo
Partí y medí las piedras del patio
algún día tuve la certeza:
                 la vida y la muerte empiezan ahí.







Sucede que se cansa de ser hombre

Antes de que el hilo se rompa o el cántaro se quiebre
El gallo ya no querrá cantar tres veces
pero ahí estará Pedro convertido en payaso,
repitiendo el mismo acto eternamente.







Montevideo I

Si uno camina por las calles de Montevideo,
la semántica de las miradas cambia
Uno está tan lejos de los ojos que siempre ha visto,
del código que conoce.

Tal vez aquí hay que parpadear más
o mantener más tiempo la mirada
o arrancarse una pestaña mientras mira.

Miradas que reconocen rincones adustos
y recuerdos de violencia,
yo sólo alcanzo a ver la vidriera
de un banco con letras rojas.







Rocacero

Las piedras caen del cielo:
¿Quién llama desde la eternidad?
¿Quién habla con la voz más vieja del mundo?





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