jueves, 13 de diciembre de 2012

MAURICE BLANCHARD [8808]



Maurice Blanchard  (1890-1960), poeta y aviador francés, escribía desde los 8 años pero cuando descubrió el surrealismo su poesía cambió radicalmente. A partir de ahí produjo algunos de los poemas en prosa más bellos de las letras francesas. Sólo fue surrealista en su lenguaje poético pues nunca militó en el movimiento iniciado por Breton. De carácter solitario, no tuvo ningún afán de notoriedad literaria, de hecho jamás mandó escritos suyos a editoriales o revistas. Tampoco se daba mucha prisa en publicar: cuando su primer libro (Malebolge) vio la luz, Blanchard tenía 44 años. Todo un ejemplo a seguir, antítesis de las actitudes exhibicionistas que pueblan el yerto parnasillo actual.

"La poesía es una propiedad de la materia".
MAURICE BLANCHARD





Antares

Inmenso es el corazón del escorpión. Allí está en su prisión, 
encadenado al dardo y al veneno. Allí está en esa arena inflamada, 
junto a la sed del desierto, en su manto de sílex, para las caídas del abismo. 

Allí está con sus troneras y buhardas, para la vida y para la muerte, 
para la lluvia y el buen tiempo. ¡Qué inmenso era entonces el deseo! 

Pero veamos, ¿dónde me encuentro exactamente? ¿En el deseo o en el desierto? 
¿Estoy en la humareda de una noche de junio? ¿Estoy en una selva en marcha? 
¿Estoy en la caldera del cielo que vierte sus serpientes entrelazadas en el abismo del horizonte? 

El escorpión zozobró en el furor y creo que nadie, aquí, podría ordenar sus cordajes después de semejante tempestad, y además habría que saber si estaba el deseo en mi sangre o era mi sangre la que estaba en mi deseo.






Solsticios

Llega un día en que todo se aclara. Llega un día en que se grita ¡basta! al día que no quiere acabar. Llega una noche, una noche que no quiere acabar, una noche tan larga que el diamante estalla y se borra la lista de los agonizantes. Vuelve una aurora y sus ojos deslumbrados sobre la oleada de jóvenes espigas y corazones que sangran, vacilantes amapolas ebrias de vino y de sueño. Y el pasado vuelve a florecer en los sombreros de las muchachas. 

« ¿Visteis a ese ciego siempre sentado sobre el puente de piedra? Toca el eterno vals del adiós y su acordeón se pliega y se despliega, y los arcos, los gruesos arcos de piedra se aproximan y separan, y siempre, en el mismo momento del año, el sol poniente y el río que reinician su amor, viran en redondo y remontan hacia la fuente. 

¿Visteis a ese ciego?» 






CATORCE DE JULIO

Cuando reconstruyamos la ciudad, elegiremos nuestras piedras. Sabremos elegirlas y encerraremos un ojo azul en cada piedra.

Encerraremos un cielo de junio en nuestras fronteras.

En los atardeceres de viento huracanado la voz de los prisioneros atravesaba la ciudad, los cantos de libertad atravesaban las bocas cerradas, y sobre cada piedra se erguía una serpiente, se erguía un guerrero, centella a merced del esplendor del viento.

Una Europa harapienta danzaba sobre las espadas. Un viento de acero segaba las mieses. En nuestras manos tendidas, espigas sangrantes, en nuestras manos en llamas sangraba el corazón de nuestras princesas.

Sangraba el sol de nuestros deseos, sangraban nuestros hocicos embadurnados, nuestros hocicos hundidos en los racimos palpitantes, sangraban nuestros rostros de hienas, nuestras garras y nuestras esperanzas arrancadas de sus pechos de porcelana.

De Les pelouses fendues d'Apbrodite



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