miércoles, 28 de enero de 2015

CLAUDIA CÁCERES FRANCO [14.590] Poeta de Perú


Claudia Cáceres Franco 

(Lima-Perú, 6 de octubre 1977) es poeta, narradora y comunicadora audiovisual. Antes de su llegada a Montreal en noviembre de 2009, trabajó en Lima como productora para diversos medios (Canal 5), agencias publicitarias (Inca films) y de eventos (Radical producciones), entre otros. En 2013 decide estudiar el certificado en creación literaria en la UQAM, que combina con su trabajo como representante de ventas y servicio al cliente. En 2014, presentó su primer poemario bilingüe (español-francés) 'Retorno hacia el Antiguo Sur' en el festival internacional de poesía de Val-David, QC. Actualmente es colaboradora del magazine de La Cultural.



Poemario: Retorno hacia el antiguo sur.


1.

Empezó a caminar a rumbo desconocido
Pasos suaves se deslizaron
Por el pavimento carcomido en humedad.

Con esquirlas borrosas en sandalias negras
Se fue alejando
Pisando fuerte con el pie derecho.

Luego, giró en dirección opuesta al sol
Y se perdió cuesta abajo.

... Quedó la huella arenosa y visible,
El retorno hacia el antiguo sur...





2.

Vapor a eucalipto invadió su cuerpo ya inerte,
Su sonrisa perpetua yacía grabada junto al fuego
En un atardecer nublado y algo lejano.

Aun impregnado el olor en las tablas,
Fantasmales manos tallaban en el ático e
Interrumpían la ventisca que se colaba por una rendija
Desdibujando la sombra alada en el ventanal.

Aquella tarde,
La humedad y polvo aun sabían a eucalipto,
Y sabiéndose convertido en un recuerdo de madera,
Supo que ayer,
El sol volvió a aparecer por la costa sur.





3.

Retornaron los colores grises
La palidez de la calles, las sonrisas ocultas,
El amarillento color de los parques,
La neblina matinal prologada hasta avanzada la tarde.

El tumulto de gente por jirones y avenidas,
La mezcla de coloridas bocinas y roncos motores,
Pasos perdidos en antiguas alamedas y puentes a medio caer,
El viejo campanario dando las buenas noches desde la catedral.

Sintió que a pesar de su añeja trayectoria por el mundo,
Quedaron sus recuerdos intactos, a penas retocados en brisa y humedad,
Y recorrió balcones, la bajada de piedras, el malecón asfaltado,
Sintió al niño que vuelve a casa, sin embargo el, aún muy lejos del hogar.





4.

Cuando menos se lo esperó surgieron desatinadas notas,
Retumbaron en la noche deteniendo el silencio q lo mantenía cuerdo.
Los acordes hipnóticos, las campanillas agudas calándole el pensamiento,
Los mareos circulares a pesar de la quietud de la habitación.

Su cuerpo adormecido por una sustancia helada en las venas,
El aire le supo a hierba, yodo y alcohol,
Imágenes vagas en sus ojos grises, sombras blancas, sombras tristes,
Un rostro parco balbucea, respira, se acerca a el.

Entre cascadas invencibles y estrepitosas cuerdas,
Logró volver a la luz de una vela naranja, al final del pasillo interior,
Con manos temblorosas pudo cogerla, acariciarla,
Liberarla de la cajita - bailarina - de cristal
Ansiando silencio, su lucidez aun se mantiene atrapada en desatinos incurables.






5.

Que simple es la tarde, compartiendo un café helado
O un té de menta….

Los aromas refrescando el salón
Un libro entreabierto, una página marcada
Y el reloj detenido desde las seis….

En la terraza contigua ya no transcurría la vida,
Viendo pasar albas y crepúsculos en segundos
Sintiendo el tibio vaho de diciembre
Recordando el escurridizo viento de un abril lejano.

Luego de una siesta eterna
La hamaca grande acariciada por la brisa
Le anuncia que es tiempo de volver,
La madera crujiente de techos y parques tibios lo confirman.

Un día menos… memorias frescas vienen y van
Moviéndose sin apuros, coloca sus pies en el suelo
Hace un ademán de levantarse pero la pereza puede más,
La delicia del ocio dominical le dice

Que la vida entera se congeló un domingo,
Con el reloj detenido a las seis,
Agradece la caricia inventada de una mano no olvidada
Y disfruta su muerte, en la finca de sus sueños, aquella tarde.





Vacío menor 

Sentarme, un día más, mirando esa pared, y esta presión en el oído…
…Duele. Tras la ventana, que se desdibuja a mi espalda, hay seres.
Otros.  Los desconozco pues el gris me los impide.
Aquí adentro, oigo voces al unísono: sonido distorsionado, difuso e incoloro.
Significa ya nada… no aves, no agua, monotonía.

Mancha amarilla plasmada en esa pared,
Triangular por azar, ¿de pintura o añejo papel pegado?
Inerte ahí, en la esquina izquierda, aburrida.
No, no lo es. Ella tiene la vista libre hacia la ventana, al mundo externo, al silencio,
La observo fijamente:

Antiguo caballero impermeable y sombrero de papel,
Cabalga a paso simple, sin llegar a mí, ni a la ventana,
Atrevido ignorante, ignorando (me) la vida fuera de aquí.
¡Quieto, quieta! ¿Dónde estuvo todo este tiempo? Fija, aquí.

Si sol ni lluvia otoñal, parada en el mismo rincón desde sabe quién o cuando.
El ancla en mi cabeza, en mí oído pesa… duele, me impide voltear hacia más allá,
Entonces grito. Más voces insignificantes, sin rostros, y me pregunto:
¿Acaso soy real? ¿Es la mancha amarilla un caballero real?




Háblame silencio 

No pronuncie entre los médanos el silencio de la vida nueva,
las espigas lejanas respiran de las sombras en pensamientos alados,
al perderse en un húmedo parpadeo el final de un buen libro.

No hable aún de ella, por respeto a los vaivenes
de surcos encerados en oro líquido volcánico,
pues en la cúspide baldía su presencia indomable está escribiéndose.

No, silencio.
Déjeme respirar la cítrica vigilia enmelada,
sorprender al amanecer cada tecla, cada letra apasionada,
dictada en una mirada, luz menguante y ella.






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