miércoles, 28 de enero de 2015

ANA JIMENA SÁNCHEZ [14.595] Poeta de México


Ana Jimena Sánchez 

(México, D.F., 1990) Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana Puebla. Dirige un despacho de diseño y branding llamado Visor Branding (visorbranding.com.mx). 
Es sus blogs, Intradiegético (www.intradiegetico.blogspot.mx) y Ecuador (www.ecuadorcero.blogspot.mx), publica frecuentemente poemas y otros textos de su autoría.





Cómo encontrar el punto
de equilibrio entre la vida
de todos y una soledad
que irradia y luego quema
y pide a gritos que la miren
Hay noches que quiero ser
mil bocas
desnudarnos tres cuatro
alegrarme de la muchedumbre
estar en medio del sudor y
el asfixie no parar de hablar
rozar cuerpos repartir halagos
como dulces a granel
Pero despierto por la mañana
y repelo las malas compañías
las ideas flojas el piso sucio
las miradas turbias las charlas
intelectuales las constantes
definiciones categorías
interpretaciones
que arroja la gente a diario
sobre el mundo
Y entonces huyo
me retraigo desvanezco la vista
y me imagino sola
absolutamente sola
en medio de la nada
tejiéndome
a salvo.






He dejado ya de perder
el tiempo en dinero
En las urgencias de otros
En salir de casa si no me place
En besos baratos
Eyaculaciones sin cauce
No me juzgo ya
por dejar libros a medias
Ser demasiado franca
En especial si me pregunta
si pienso en él antes de dormirme
Sinceramente no
He dejado ya la manía
de buscarme penas
en platones de fruta
De querer salvar a nadie
de nada
Que mi viaje sea tu viaje
O que tu acotada visión
se me implante
He dejado de buscar respuesta
en los errores de mis padres
No voy ya al psicólogo
Ni dejo que unos guantes de látex
me toquen el cuerpo
Dejé de alimentar distancias
y llevarte mejor conmigo
He dejado de perder el tiempo
en cualquier cosa
que me aleje del vuelo
Me dedico ahora
a amar desmesuradamente
y desmesuradamente
a tener orgasmos.






Cosas breves

Si fuera pequeña
ciudad de mapa
igual querría
que me miraras.





Sin título V

Pongamos que yo hablara
de escribir textos con
tu nombre
-con la idea de ti, pues-
sílabas de tu cuello
-y esto es hipotético-
márgenes con tu ropa
y tu pelo
la contraportada de tu frente
y, en el título, tu espalda
como recuerdo
pongamos
-aún hablando en verbo
que supone-
que le regalemos a la gramática
el olor de tu piel impreso
y recopile tus hojas y te prense
a mi puño que te mantiene
que tú empezaras a temblar
-aún sabiéndote abstracción-
como si mordiera
la palabra al aire
y te saliera tinta entre las piernas
y yo trazara la   a
como por primera vez
que perdiera el rumbo
y empezara a balbucear, a babear
a batir tu tinta
en papeles hipótesis...

Se publicaría. Seguro.






Le escribo a ella

Le escribo a ella
Cuando las cosas van mal
Cuando no hay cosecha de higos
o el país se quema
Le escribo
pero no menciono
que las cosas van mal
Y la amo en cambio
Y le cuento historias pequeñas
Ayer probé el maracuyá
Hoy  terminé los carteles
Y  ella me responde
simple y cotidiana y jubilosa  y entera
A qué te supo el maracuyá
Cómo quedaron los carteles
Como si discretamente y detrás
me dijera
Vendrán los higos
Renacerá tu país.






Sábado


Me dejaré crecer el pelo

seré como esas niñas

que no dicen malas palabras

me pondré vestidos

cruzaré la pierna en las fiestas

no

me pondré mejor

argollas en la oreja

un tatuaje en la nuca

fumaré marihuana y tendré

únicamente amigos

con buen gusto musica
l
o quizá debería

no depilarme ya las cejas

ni las axilas ni las piernas

ser como antes

muy como antes

llenarme de tierra

rasparme las rodillas

tener la cara limpia

no

seré de buen porte

empresaria

iré a cocteles con gente rica

usaré tacones lencería fina

viajaré por el mundo

con un bolso de mano pequeño

tal vez me canse

viviré mejor en el campo

dedicada a las flores
y a hacer mermelada

tendré un porche con hamacas

donde haré el amor

por las tardes

un loft en Nueva York

eso podría ser

músicos artistas exposiciones

edredones de pluma de ganso

dormir en camisón

tener una cafetera buena

usar suéters largos

botines collares

ya no sé

el lunes decido.





Pueden pasar
semanas
meses incluso
sin que me visite
el anhelo los poros
y llegan besos
y yo beso
y sin embargo
nada
ni una ola
ni un atisbo de
despegue
y llegan brazos
y yo suelta
me descanso
me desvisto
pero nada
no avanza
ni duerme
ni canta
Hoy en cambio
estoy segura
mordería
sería insaciable
temblaría
mojaría
ida y vuelta
si llegaran
las piernas
adecuadas.






Ser animales
para ponernos ropa
Agotar los cuerpos
para después irnos
Buscar el sur
para encontrar el norte
Ser obscuro y desierto
para conocer lo que ama
Llevar la nostalgia de
que te arranquen de tu tierra
para echar a andar
Hay que ser siempre una
cosa
para desear ser otra.





Digo Por poner un ejemplo
Que amo mi desnudez cuando
él me toca Y nos untamos cosas
Digo Por poner otro Que me llevo
el placer hasta los pies Tal cual
Que me estremece si me enraizo
Me proyecto en espirales Donde
todo está lleno O vacío No sé
Y me adentro Y voy a infinitizarme
Y dejo de pensar
en cuerpo
o en saliva
o en besos
Pienso en flote Y en deriva Y muerte
Y sé Como pocas cosas
Que si yo escribiera esto
Me quedaría
muy poco para decir.







Cada amor que uno
alimenta
para hacer crecer la luz
desata (con la misma intensidad)
la contraparte:
llámese oculto, sombra
Y hay que tomar
ambas
como un todo
reconocer ambas
y ambas estrecharlas
cercanas al pecho
porque
de lo contrario
cualquier sendero
que uno elija
lo caminará cojeando.






D'oleaje

Hay un lenguaje
detrás de lo más alto
Cuento donde
gota cae y nadamos con
el pecho abierto
Resuello del mar
hasta haber perdido
todo pensamiento
Hay un lenguaje
canoa y amanecer
Debajo de las piedras
un secreto andando
Se te abre la blusa
Graznidos y veletas
Hay un lenguaje
Que no se dice
Que viaja como inmigrado
Que lleva todos los sobres
cual cargamento y cofre
de las cartas donde
te escribo.





La casa de mi abuela

La casa de mi abuela
eran recámaras repletas
de fotografías enmarcadas.
Nadie quitó nunca nada,
todo fue poner, poner,
sobre la misma mugre
de la cocina, las mismas
alfombras, los azulejos del
baño amarillentos, pastillas
y pañuelos regados por
todas partes.
En la casa de mi abuela estaba
también mi abuelo
silencioso, pero atento,
siempre llenando cestos
de frutas (las mejores)
contrarrestando el ir y venir
acelerado de todas las tías,
incluyendo a mi madre,
que hablaban y hablaban
y grillaban y grillaban.
Muchas veces llegué a pensar
que la casa de mi abuela
era como un albergue de locos:
dando comida, ofreciendo cuartos
sin pedir el más mínimo
de cordura a cambio.
Y yo siempre me recordé en esa
casa de distintos tamaños
y miradas; a veces quieta en la
mesa del comedor, otras, siendo
parte del mismo tumulto.
Y cada nueva visita
era un vestigio más del tiempo
que pasa y no pasa; que suma
una fotografía de la última prima
que se casó y conserva, a la vez,
un mismo olor, una rutina,
un tejido tan perseverante
de la vida cotidiana
que ha ido dejando en los años






Zua

Puede que sí, que tengas
esa cualidad irremediable
de venir cuando yo escribo
y hablo y digo en voz alta
cosas, cosas
Y tú, con esa suave boca tuya,
empiezas a besar, a desabrochar
a pasar tu mano por debajo
de las palabras
Hasta que me desvistes de la última prenda
y me dejas en silencio.





Cornisa

He recorrido los años pasados
sin dejar de mirar el reloj de pared

Se te ha hecho claro el pelo

Es evidente también
que fuiste cambiando la prosa
por frases
entre cortadas

Hay un hilo tejido dentro de ti
que se mantiene igual

Dime que me recuerdas
del mismo modo:
como quien está por llegar.






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