Leonidas Rubio
Nació en Curicó (Chile) en 1970. Siguió estudios de Música, Pedagogía en Castellano y Periodismo. Es Técnico Jurídico de profesión pero ha optado por no ejercer esta carrera.
En 1990 fue miembro del Taller de Poesía de la Universidad de Concepción.
En 1991 fue becario de la Fundación P. Neruda y miembro del Taller de Poesía de esa institución.
Ha obtenido la Beca de creación literaria del Fondo del Libro y la Lectura de Chile los años 2000, 2003 y 2009.
Recibió el Premio Nacional de Poesía Eduardo Anguita 2012.
En 2013 fue beneficiado por el Fondo para Obras Artísticas de la I. Municipalidad de Curicó. El año 2014 fue distinguido como "Artista destacado del año. Categoría Literatura" por esta misma institución en representación de su ciudad natal.
En 2015 se adjudica un Proyecto de Creación del Fondo del Libro y la Lectura de Chile por su obra en desarrollo "Ego Sum Michelángelo".
Ha publicado los siguientes libros de Poesía:
-Cuadernos de Emergencia (Ed. Mosquito, 1994, Santiago, Chile)
-Murmullo frente a sillas vacías (Autoedición, 2001)
-Responso (Autoedición, 2002)
-Imbunche (Autoedición, 2009)
-Piedra Negra (Ed. Mosquito, 2009, Santiago, Chile)
-Leyendas del deseo (2010, Colección Concurso Stella Corvalán, I. Municipalidad de Talca, Chile)
-Malas Costumbres (Ed. Mosquito, 2013, Santiago, Chile)
-Actas de (mala) fe (Ed. Mosquito; 2014, Santiago, Chile)
WEB DEL AUTOR: http://malafepiedranegra.blogspot.com.es/
CUADERNOS DE EMERGENCIA (Ed. Mosquito, 1994, Santiago, Chile)
HECHOS OBJETIVOS
1
Ha pasado más tiempo
del que cabía en los minutos
y tener soles de razas distintas
es posible sin perder el esqueleto
Furia que en reposo ya era ruina
Sombras sin cuerpo a quien poner la ropa
Un oscuro monte me refleja
y como no podemos derrotarnos
nos dormimos uno sobre el otro
2
Nunca amé el álgebra ni el fútbol
Mi historia era un alimento negro
en el fondo de un plato inmaculado
Cerca mío se mataban de amor
hasta dejarse vírgenes del todo
Mil dioses me trajeron mil demonios:
la gota de hoy sobre la vieja gota
Una esperanza puede ser de piedra
-me decían-
lo importante es que sea imposible
3
Cumplíamos entre todos
la edad necesaria
para tener edad
y antes que la piel fuera un abismo
separamos sus poros en un sueño
hacia la orilla
Entonces nos dieron la noticia:
el último vivo de nosotros
llevaba varios siglos enterrado
4
Nos hablaban de huir sin los cuerpos
dejar todo
y nuestras vidas fueron más vidas que nunca
cuando vimos la casa en que nacimos
convertida en un puro deseo
5
Nuestras palabras no llegan todavía
hay que jalar con cada día del pasado
pedir auxilio en el jardín dar anticipo
por los planetas incipientes de la esquina
Tengo un pájaro en el puño
y estoy dispuesto a matarlo con tal
de no perder ni una de sus plumas
y para no matarlo lo libero y lo esclavizo
y para no perderlo lo esclavizo
y lo libero
6
No es necesario ir al sitio del suceso
ni buscar la máscara de entonces
ni volver a reunir los utensilios
Cada vez que volvemos de un viaje
con el equipaje incompleto
hemos reconstruido la escena
en MURMULLO FRENTE A SILLAS VACÍAS (2001)
en PIEDRA NEGRA (2009)
REINOS DE LA LLUVIA
Tal y tanto adentro, tal y tanto afuera.
Dormía yo en espera de convenio
y vino a removerme la estentórea lluvia
de megalitos y lunas caedizas.
Me dio el don de la Imagen
con la numeración de cuerpos,
edades en racimo aconteciendo
en el aire, el toque a muerto del barro.
I
Sol, viejo ídolo que mueres en mis manos,
¿qué vienes a perder en estos laberintos?
Padre exánime, caes
entre tus propias alas, quebrándolas.
No te debo ni me debes,
no es por ti ni por mí que estamos reunidos
en torno a estas hojas que acaso también caen
por el peso de cada palabra.
La urna se partió por el embate
de entrantes y salientes bajo tierra,
con el rumor de dioses siniestros
a la diestra de célebres demonios.
En el centro de su noche se abre la carroña
y en el muro una pátina se ensancha
opacando al espejo.
Nuestros gestos son el círculo
que ata frutos inalcanzables
como años colgándose a las ramas más altas.
La penumbra a bruces llovida
transluce el rastro de una romería que avanza
con toda la memoria de otra que regresa,
se intercambian los deudos, los rostros
son arrastrados por el agua.
II
El agua baja en el vaso,
irrumpe en los ojos hasta inundar la campiña.
La flor macho de calabaza
busca a la flor hembra
para hincharla con su primera sed del día
pero agosto es su vejez
y todo llamado es inútil en invierno.
Una bandada en busca de refugio
deja caer huevos de piedra
en los cántaros sin fondo de la noche.
Y el hongo gira
en una sola sílaba que lo repite todo,
en una gota de llanto, suficiente
para ahogar en un ojo estas regiones.
III
La baraja enmudece.
La santa retira utensilios
donde ha puesto todas sus edades.
Se brinda por el muerto,
por el hijo,
se brinda por buen sexo,
por pan y poesía
pero no se sabe quién
perderá la cabeza
antes del amanecer,
o si alguno
conoce que aquí
se ha dictado una sentencia.
IV
La sal no debe ir al suelo, ni a la ropa,
sino al fuego cuando pasa un ave mala.
El diapasón de gotas
da la señal al puño que apaga la candela
para no dejarse ver matando
en el reencuentro con los rostros
rezagados de otro invierno
y los nimbos dejan en la cima
un jirón de su cansancio
convirtiendo en victoria su eléctrico destello
mientras en los galpones los huesos maduran
tal que ídolos agrupados
en torno a su tristeza.
V
Regresan turbios hombres río abajo
y el discurso del gallo es su último contacto
con la luz en retirada. Nos levantamos
con nombres arrebatados al delirio,
nombres apenas murmurados
de aquellos que no son o están silentes
y van con su identidad a cuestas
surcando espejismos, sorteando el velo
de las aguas, con la memoria hecha un fardo
humedecido de ojo en ojo,
recuperando el aliento después de una plegaria
o desprendiéndose de a poco
antes de abandonarse a un vuelo
que otros atestiguarán
despavoridos.
VI
La noche se extiende
hermanando a los objetos.
Vendaval sobre el rostro en el umbrío
donde ninguno es libre
sino instrumento de libertades ciegas,
ninguno es móvil
sino presa vidente del movimiento
y el cielo vuelve a verterse sobre fosas tremedales
mientras el niño finge dormir
oyendo en una sala contigua el tintineo de copas.
Alguien llegará más puntual
que la caída de un reino a los pies de su árbol
y se sabrá que la ventana
abarcó una lluvia ajena al mundo
antes de ser velada por un presentimiento negro.
Un manto de nubes me otorga la lengua madre
que se debate sólo para hundirse
con el poder y el ceño de aquél que ya no siente
y en vísperas de tormenta ensilla su caballo.
VII
¿Seguirá lloviendo
ayer?
Tan largo, niña, largo
ha sido
el día
que has vuelto a nacer
de la misma tierra, sin ella.
El tiempo se nos pega a la piel.
Es el barro dejado por la crecida de una calle
El alquimista; Remedios Varo
que arrastra en su cauce a la criatura
destinada a arrojarle sal al fuego.
Temo no atrapar
lo que depende únicamente de mis ojos
para poder definirse en la espesura.
Viviré en lo blanco de la muerte
pero a la hora del canto veré a otros
llovidos por la misma resina.
Te guardo, niña, en una palma abierta
y tras luna nos iguala el aguacero
por bosques deshojados,
villorrios de hojalata,
libertad de ortigales,
hija,
lamidos
por el pabilo que cubre los campos,
hilados por una soledad
anterior a la piedra.
Viene el viento
y el descenso de las hojas
nos atraviesa el dedo índice en los labios.
POSTAL DE VERANO
Ayer no lo sabía
pero ayer es otro. Ni el río ni el cuerpo
podrían resistir -Heráclito solloza- el enjambre de moscas
que, como yo, suplican masacre;
las canciones de ruta que suplantan cualquier idea propia,
los nombres tarjados que libera la siesta
como un rumor de sexo cruel sobre piedras ardientes.
No hay cansancio: fue consumido todo
por los soles del mundo, no hay sueño,
fue envuelto en telarañas y polvo
del que a veces escapa una mano viciosa
para acariciar una copa vacía,
para palpar a tientas una foto salvada de las llamas,
una carta, un cuchillo fuera de peligro.
No hay rabia: fue agotada por cabellos de seca caída
sobre heridas sin piel donde instalarse.
Uno abre un cajón y encuentra un órgano,
descorre la sábana y encuentra un órgano,
libera una camisa del arcón gentilicio
y descubre un órgano cortado y sin raíz de tiempo
porque debe advertirse que la llamada realidad
es apenas un modo de ejercitar el tono
sin hablar de la locura, la vergüenza, dos maneras
de mantenerse despierto, sin apuro.
No hay amigos. Elegí los mejores:
siempre están lejos.
Afuera los incendios envuelven la ciudad,
signo de lo que puede hacer la tierra
en su afán de exterminio. Tras el humo
un sol rojizo se debate entre el sueño y la vigilia.
El ulular de las sirenas
mantiene al rebaño compacto, taladra en la sien
como un cincel a una estatua demasiado rebelde.
Adentro el ruido es un paño sobre la frente,
una función de pelos y señales
para ciegos, una mortaja
de la que a veces escapa una mandíbula,
un falo vengativo, una utopía lisiada
intentando inspirar lástima.
Es época de apareamiento de la especie humana.
Así los cachorros que nunca nacerán
podrán celebrar su no cumpleaños en septiembre.
Un día de verano como este fui concebido entonces
confirmando en el sopor la ley de la manada.
No hay palabras. Algunas líneas se escriben
con la muerte de las imágenes,
carroña del pensamiento.
Ayer no hacía falta. Hoy lo sé:
las ideas son reses camino al matadero
de las que sólo persiste el mugido de agonía.
TEOREMA RASGUÑADO EN UNA LÁPIDA
Juro que una saeta puede transformar la historia.
Por probarlo, pongamos el caso de que alguien llamado Federico
está al piano cuando vienen a buscarlo
para un fusilamiento que talvez desea: el suyo.
Después, alguien llamado Ramiro está en una plegaria
cuando llegan a buscarlo para su fusilamiento: otro.
Ambos son más viejos a diario en sus retratos
y sin embargo podrían probar que el amado de los Dioses muere joven.
Ambos tienen libertad: el piano, la plegaria.
Ambos escogen no tenerla: la plegaria, el piano.
Ese día irán del peine a la aceituna
en menesteres de esquelas que no serán enviadas,
habrán de respirar en la zozobras de siestas y quimera,
saldrá uno con Joaquim, con Rafael el otro,
la misma amistad en dos escenas: única charla.
Luego habrá un obituario en Granada y otro en Aravaca.
Uno tendrá la memoria bulliciosa
de un cascabel trasnochado en bulerías
o un ragtime vicioso. El otro
tendrá un silencio empedernido: otra memoria.
Habrá dos lápidas con un mismo año,
dos apellidos en una moneda: Maeztu, García.
Comodidad vesánica a contrapelo de las tareas diurnas,
un epitafio sólo es posible en el imperio de negarse: un deseo imperioso.
Un mensaje a la muerte es asfixia, brocal sin pozo, página que se lee por debajo
como el odio de dos enemigos que no se conocieron.
La muerte se lee en el espejo empavonado por un hálito al azar: el último;
recibe atributos eligiendo sus contrarios: injusta, cruel, insidiosa, absurda.
Y la moneda sigue girando en el aire
antes de caer con un veredicto que hermanará a dos muertos,
dos extraños atados por el odio.
Algo erótico ronda en los epitafios: afirmación retenida en el clímax,
instinto sometido por rabia o por placer
como el amante que se niega al abandono.
Yo por mi parte
a ratos inauguro mi propia secta de vivos y de muertos
rindiendo honor a los fundadores-de-cualquier-cosa
mientras no presuman de buena conciencia: la más sucia.
Sencillo e imposible: con banderas no se juega.
Un poeta, el más explotado de todos,
sólo puede aspirar al fuego cruzado de las consagraciones.
A mí me habrían fusilado gustosos los dos bandos
en 1936
y ni siquiera podría pedir mi engañifa predilecta
como inscripción para un sepulcro de dos caras.
de MALAS COSTUMBRES, Mosquito Ediciones, 2013
INTRAMUROS DEL DESEOSO
Deseoso es el que huye de su madre.
J. Lezama Lima
Después que me hube masturbado
por tercera vez aquella tarde
viendo que aún permanecía insatisfecho
decidí recorrer los Cotos del Deseo
con paso de león recién desenjaulado
Y supe que el Deseo es un lugar
con las vías de escape siempre abstrusas
donde todos se conocen entre sí como a sí mismos
y se aman y se odian como a tales
El que viene de paso se queda para siempre
y el que viene a quedarse termina expulsado
Todo es convencional en los Cotos del Deseo
nada crimen nada exceso
se derrocha vida porque sobra
y consumida que esté aún alcanza para repartirla
y el amor alcanza para hacerlo trizas
siempre al borde del colapso y siempre más potente
tal un equilibrista que cruza más exacto por la cuerda
cuanto más tensa es aquélla y más rápido aquél
o un suicida arrepentido que repite el simulacro
En los Cotos del Deseo nadie tiene nombre
ni memoria
sino mecánica e instinto
El contrato natural
concierne a todos y a ninguno
No se está ni a favor ni contra nada
La naturaleza es todo lo consentido
Es acción la contemplación y viceversa
En los Cotos del Deseo sólo caben
los místicos en estado salvaje
El placer sólo sirve para inspirar más placer
El Deseo sólo sirve para inspirar más deseos
La poesía sólo sirve para inspirar más poesía
Pero el poder ah ese extraño maleficio
es la medida de la única libertad posible:
elegir cuándo y cómo someterse
CANCIONES PARA PAGAR DEUDAS
1
El ciervo huía del odio,
de las balas, de las flechas,
de su propio reflejo en la orilla del lago,
temeroso de volver sobre su espalda,
aterido de ser otro y conocerse;
el ciervo, el animal más bello del bosque.
2
El faisán corría de noche, buscaba refugio
espantado de sus colores, rompía la cáscara
de alas duras del escarabajo vengativo
y en la sombra era otro ruido, otro espejismo tarjado,
otro nervio cruel de las hojas, los ojos
adentro de su lágrima; el faisán,
el ave más bella del paraíso.
3
El lagarto rompe su cristal, su tornasol de lluvia,
odia el arco-iris que lo eyecta, el lagarto
de alas hechas ceniza, de dientes anteriores al huevo,
de uñas retráctiles a todo que no sea corazones,
busca raíces diferentes a los cuentos del pasado,
pierde granos de boca en boca sin idioma de vuelo
con los besos sin sosiego de los hermafroditas; el lagarto,
la criatura más bella del monte.
4
El dorado nada hacia corales que no recuerden sueños,
late como sexo, se hincha
de semilla muerta por culpa de la luna;
huye de todo pero ama ser un deseo que huye,
una lámpara apagada que reúne a los ciegos,
un canal prohibido que irriga corrientes electrizadas
que van contra sí mismas en el ballet de los depredadores;
el dorado, el pez más bello del estanque.
5
El muchacho comía en otras horas,
D. Fitzgerald, 1964
a salvo del rumor pero no de su quicio, se sabe aquél
que los otros le recuerdan pero no pierde ser ese
que los demás confunden.
Es raro verlo sin la humedad
de sus varias vidas drenadas sobre el brillo
de pieles que en su piel van dejando un nombre,
es imposible no adorar su forma de negarse,
su consejo de risa, su fuerza genital que reúne
la crueldad de todas las infancias, pero él se esconde
porque los dioses imitan su desnudo;
el muchacho más bello de la aldea.
6
Hay un olor de nada que nunca es ajeno.
Hay un dolor de nadie que todos reclaman.
Hoy amaneciste hecho una sombra blanca
recortada contra un abismo de rosas corrosivas
que no han querido ser tus venas
después de esta canción que debió salvarnos.
Ni muertos ni locos.
¡Qué solos se quedan los bellos!
Actas de (mala) fe
(Ed. Mosquito; 2014, Santiago, Chile)
ZONA CERO
...veía su territorio según debe mirarse siempre: como nuestro primer cuerpo, que el segundo no puede enajenar sin perderse en totalidad.
(G. Mistral)
Una vez en la isla Orrego, en la desembocadura del río Maule, dos niños jugaron a que el agua los hechizaba y los hacía volver de otra edad -pude ser uno de ellos o ambos-; jugaron a un abrazo que empezaba al día siguiente y terminaba hoy, entonces siempre era más largo. Otro día en esa isla vi un atardecer con buitres sobre un tronco seco, semi podrido, contra una luna llena que disputaba su lugar al sol sin distinguirse demasiado ambas esferas, accidentes ocres al final de la mirada. Las aves reinaban algo imposible de definir, como un tiempo superpuesto en un doblez de trapo. Del tronco asomaban criaturas parecidas a lombrices y roedores de
insomnio, seres ínfimos y desquiciados, únicamente perceptibles para seres semejantes. Me veo después dibujando esas imágenes para poder entenderlas. Veo también a esos niños buscándose, cumpliendo promesas que no formularon en palabras.
Ahora vuelvo a la isla Orrego y han muerto personas allí. También en otros sitios, pero éstas me hablan de otro modo. Porque en recuerdos de muy atrás ya las presiento. Son muertos anteriores a sus vidas: niños y ancianos nuevos anticipados por deseos antiguos. No pretendo explicarlo razonablemente. La palabra maremoto tampoco estaba en mis costumbres. Sólo quise dibujarlos de nuevo, espigarlos de esas imágenes de resaca, definirlos entre lo que advierto de mí mismo en otros cuerpos que han muerto en mí como yo en ellos.
L. R.
Memorial Víctimas 27-F,
Isla Orrego, Río Maule, Constitución de Chile
ACHURADO EN MIL
Chile aparece como un inmenso caballo muerto
tendido en las laderas de los Andes
bajo un gran revuelo de cuervos.
(V. Huidobro)
1
Me hablaste de leones en los cerros
casas sobre pinos
hipocampos en los techos
barracudas en las tumbas
un bote sobre un riel
un caballo echado sobre un catre
Pensé si sería un cadáver exquisito
–no se hacen bromas así–
Pensé si sería un ready made
–no son los tiempos–
o un nuevo truco vanguardista
pero lo vi
y tuve pudor de la fantasía
Por las ánimas en risa
rezongué devolviendo la pregunta
y temimos el humor negro
las malas artes del ready made
del costado terrestre mal cosido en el mapa
y de ese mar que tranquilo lo baña
turbio de ene–enes
de sordos ultramares intranquilos
y no sé de qué
teníamos ese sucio placer
esa belleza maligna
de los ojos rebotando contra las achuras
del horizonte.
2
Las sábanas que iban a ser blancas
después eran pabellones embarrados
estrellas trapeadas
manteles rotos
bolsas negras para muertos
Las sábanas que iban a ser blancas
amanecieron de telón
para una puesta en escena de crueldad
y Artaud es un siniestrado
que busca fetos entre los peces
Las sábanas que iban a ser blancas
eran después una película
velada porque se coló una luz enferma
al cuarto oscuro
donde se entra a tener sexo
sin pedir la edad ni el nombre
y al salir todos somos personajes de un cuadro de
Il Bosco
más fácil de vivir que de tener en la mente
Y viendo que no nos sentíamos culpables
representábamos la pena de los otros
y era parecida a nuestro miedo más antiguo
Era parecida a nuestra víctima más hermosa
3
No por orden de Ubu Rey
No por la buena fe de un turno de exterminadores
No por castigar deseos
o reimplantar ese artefacto dúctil llamado conciencia
No por venganza
o por ideación de Sade, el Marqués liberado en La Bastilla
No por coreografía sexual
o espacio mal distribuido
que es otro modo de reescribir un mal libreto
para –con suerte– salvar un peor argumento
No por atrapamiento en una tela del Viejo Brueghel
o del Dr. Kevorkian
No por episodios de híper lucidez acústica
o desprendimiento de retina
o dilatación de ano o de pupila
No una retreta para divertir a Cayo Calígula
No por masividad de sativas o cactáceas
No por vitrificación de las visiones
semejantes a la etapa MOR del sueño
No adrenalina crítica a la salida de un colegio
soporífero de pubescencia en los parques
o delirium tremens por inducción de sociabilidad forzada
No por terapia reparativa
o por desarreglo sistemático de los sentidos
o por una Temporada en las UMAP de la cuarta dimensión
o por aferrarse demasiado a esas líneas
que cuelgan en el borde inferior de la hoja
No fue ninguno de los parches de figuras
que entran y salen
del deja vu que irrumpe cuando se las mira
No fue la pataphysique del Gran Arquitecto
Fueron las luces de un barco enjoyado sobre el agua
esa noche de carnaval no permitido
Fue el asombro de ese niño que no querrá volver
adentro nuestro afuera suyo
a esa frescura eviscerada
sobre orillas de la isla
Fue matemática exacta dado preciso
seducción tectónica vicio de escombros
Una hélice girando significados
SUSURROS EN LA ISLA
a Tomás Villalobos
1
Menos que azul los huesos
menos que lengua la voz
sin espacio entre episodios de piedra
sin espacio entre silencios de poros
figuras musicales de agua
No hay lugar pero por algún lado lloramos
estas costas costillas
esa edad que el mar devuelve más pesada
ese niño que el mar conserva para golpear con su belleza
esa canción que el mar retiene más oscura
ese beso que el mar hincha
en su abismo de boca
2
Y perdonaba a la arena pero no a sus manos
odiándola y mordiéndola en rojo
en sabor de mala luna
en color de madre las arenas
Y vino al agua y le gritó maldita
y escupió a la noche
pero la perdonaba porque ambas son de carne
perdonaba a las olas perdonaba a su perdón
pero no a sus manos
y la fiera vencida de las aguas
agradecía el sonido de las piedras que la despertaron
Fue volviendo a la sordera de las aguas
con vestuario de noviazgo y duelo
dibujos de mesas rotas
heridas de calle en el mantel y la ropa
Y vino envuelta en esa sábana de sal
y perdonó a las aguas perdonó ese dolor sin orillas
pero no a sus brazos
por haberse dejado arrebatar al ángel
por haber vuelto vacíos
3
Dejaron al niño aferrado al árbol
No mirarás hacia atrás
no mirarás hacia abajo le dijeron
aferrado al amanecer
envuelto en el nudo blanco del miedo
amarrado a sus dos esperanzas
de cuerpo y de madera
hasta que vuelva el día y los hombres lloren
aferrado a sus palabras
apretando desde adentro:
flor
beso
miedo
hicieron otro árbol de él
asido por las uñas
por los dientes
Y le dijeron no te sueltes
mientras cantaban su edad mal barajada
le dijeron no te sueltes del árbol
por donde quiera que vayas no te sueltes
nunca
4
No el fango sobre las veredas
no el faldeo mojado de la noche
no el vuelo de cuervos de tijera pegajosa
no los graznidos de buitres clavándose
no las costras de sal en los jardines
no los maderos de vientre desguazado
no el luto envejeciendo en los tendales
no el olor a dispersión de carroña
no el llanterío sobre el calendario
no la antigüedad de los naufragios
Lo peor es ver el reposo del agua
la porfía de pájaros nuevos
los renovales quebrando la hojarasca
el brillo del mismo sol impune
las flores reinventadas
sin ti
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