Edgardo Pígoli
(Buenos Aires, Argentina 1966)
Carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Trabaja como profesor de literatura, cine (F.U.C.) y comunicación. Publicó los poemarios Último habitante (1993), La Chineza (1998), Branquia (2006) y De la precariedad (Airediseño ediciones. Buenos Aires, 2014).
Del Libro "Branquia" Tantalia/Crawl, Buenos Aires, 2006.
La batalla era la guerra
V
en la carta decía
esa batalla era la guerra, siempre es así
aunque las mujeres usen corsé de plomo
y se inventen una repetición que las salve,
siempre es así.
sueño de paradojas
no están. se pierde la escritura en los fantasmas
nada que hacer.
perdí mi joystick
todo el mundo se mueve y no hay nada que hacer
VII
es un arco de fuego
que no
volverá nunca
él
mira cómo va
cómo camina
mientras pasa la mano
por la penumbra del círculo de fuego
un torbellino para que
alguien le diga que lo quiere, que es bueno
el mejor de los buenos
pero parece que no hay
(no se explica)
que torrentes de amor
resuenan en una moda extraña y
dejan ver la sombra
Casi una vidala
“qué entendió.
qué escuchó ella para poner esa música.
qué sabía de su paisaje.
cómo hablará su boca.
en qué se detuvo.
por qué la letra de llena de sonidos vulgares
así de rápido.”
Entrelazados
en otros corazones
vamos dejando
huellas de amor
vamos camino,
vamos camino,
vamos camino,
al reencuentro.
“En la carta decía.
ella no supo. el tiempo se había desacomodado.
el punto definió el encuentro.
todo vino a cerrarse en el mismo lugar
pero ya no quería, las guerras eran otras.
las dos mujeres eran de mi paisaje.
el paisaje era opaco.”
Al descubrirnos
en otros corazones
vamos buscando
huellas de amor
en el camino,
en el camino,
en el camino,
al reencuentro.
“En la carta decía
aquello comenzaba a ser
un monstruo que nunca terminaba
de explorarse
intentaba reunir dos mujeres
lejanas en el tiempo.
el control lo dejaba
afuera de las dos.”
Al encendernos
en otros corazones
iluminamos
huellas de amor
en el camino,
en el camino,
en el camino,
al reencuentro.
“En las carta decía
Hoy la arena se vació
y el mar es un enigma
como esas dos mujeres.
hoy no habrá estrellas
y la que menos habla
podrá insistir con la luna.
el tiempo no saldrá de su cueva,
los movimientos serán agotadores,
todo seguirá igual.
“De la precariedad” es el cuarto libro de Edgardo Pigoli en el que el poema es la contraseña, la última carta.
POR ANA LONGONI
Ñ. Revista de Cultura
En De la precariedad, cuarto y esperado poemario de Edgardo Pígoli, conviven dos voces ensimismadas que rara vez se prestan atención mutua, y que ya habían aparecido en Branquia (2006). El paisaje es la selva. La isla de La Chineza (1998) quedó atrás. Los poemas aparecen como trazas, senderos en medio de una exuberancia aletargada y hostil. Huellas en el río que duran apenas un instante y devienen luego en perplejos ejercicios de rememoración. ¿Fue así? ¿Fue?.
Al borde del camino, un animal extraño agoniza. “¿Qué voy a hacer ahora con su cuerpo y el mío?”, canta Gabo Ferro. En eco, este libro parece responder(le). El tiempo se revela irremediable e injusto. A la vez se espirala, vuelve, recomienza, insiste. Ante ello, la escritura se rebela imperceptible en su filigrana: las mínimas variaciones, el acento que falta, un sistema de notación arbitrario.
Si en la primera parte del libro el verbo es mirar, en la segunda es escuchar. Ni ver ni oír: estamos ante acciones voluntarias y nada gratuitas del sujeto que se abisma al amor o al desamor, al transcurrir y mutar, a la muerte inexplicable, al otro o –mejor– a las otras, las varias mujeres dedicadas a lo largo de estas páginas. Se abisma al dolor, el dolor punzante en ese lugar donde no hay herida visible pero sangra. El lenguaje no resulta cárcel sino contraseña, conjuro. Componer el poema como última carta en medio de/desde esta completa precariedad.
Menciones: Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia, Sebastián Carassai, Siglo XXI; Berni entre el Surrealismo y Siqueiros, Guillermo Fantoni, Beatriz Viterbo.
De la precariedad, Airediseño Ediciones, Buenos Aires, 2014
Como un hombre que dispone de tiempo
como el mar.
despacio. como un hombre
que dispone de tiempo. voy puliendo.
paso la mano por esa superficie
lisa. brillante.
ya lo escribieron todo. llegué tarde.
en esfuerzo. ahora abandono.
como el mar. voy puliendo.
haciendo la piedra pequeña.
una mirada. casi un ojo infinito
que espera. no entiende.
lleno de preguntas. tenue.
va y viene. puliendo.
como el mar. sin querer.
solo. enorme en el pequeño trabajo
escaso. húmedo. pulo.
sin saber. recuperar la playa.
perderla. otra vez. cálida.
fría. puliendo. el trabajo de todos.
secreto. silencioso.
como el mar. con el sol en su lomo.
Se ríen
se ríen
eso justifica su tranquilidad
no hay idea.
este silencio es un objeto extraño
qué explorar
cómo se vive
cuál es el universo
meridiano.
preguntas de una selva ajena
un dolor extranjero
algo se desprendió pero
el sistema exige. alienación. nada
intensidades.
una ignorancia inédita
una soledad extrema
el escenario:
"una comunidad difícil" "no puedo"
"me duele"
escuchar o no escuchar
esa es la cuestión
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