Mercedes de Velilla
Nació en Sevilla el año 1852 y murió en 1918.
Hija de Dº José de Velilla un conocido autor dramático, Mercedes creció en un ambiente de cultura literaria donde la mayoría de sus miembros estaban vinculados a las letras.
Empezó a escribir joven, y su obra fue pronto conocida, ayudada un poco quizá por las circunstancias que la rodearon en una casa, donde gustaban recibir a escritores conocidos cómo Rafael Álvarez Sánchez, Luis Montoso, Rodríguez Marín etc, para tener reuniones literarias, además de la unión que siempre tuvo con su hermano José por las letras; sin embargo, a esta poeta de alma sensible le tocó vivir una serie de desgracias, como la muerte de su padre y su Hermano o la ruina de la familia, que la sumió en una profunda tristeza refugiándose aún más en los versos, que se caracterizaban por su perfil sentimental y religioso.
En 1872 ganó el premio de honor en la exposición “Bético Extremeña”, en 1873 publicó su primer poemario,“Ráfagas” y en 1976 ganó el primer premio en el concurso organizado por la Real Academia de Buenas Letras. Asimismo escribió una obra teatral “El vencedor de si mismo” que fue muy aplaudida por el público.
Siempre mantuvo una estrecha amistad con la poeta Concepción Estevarena hasta el punto de que a la muerte de esta, la familia de Mercedes prepara la edición de sus poemas.
Nos deja en 1918 a la edad de 66 años; y ese mismo año, le ponen nombre en Sevilla a una de sus calles y se encarga de editar sus poemas un gran amigo de la familia llamado Luis Montoso
Dejamos aquí este soneto que dedica a su hermano, en el 1918
A la memoria de mi hermano
Como la amante yedra al mundo asida,
como dos aves juntas en su vuelo,
como lago tranquilo copia el cielo,
mi vida fue reflejo de tu vida.
¿Y has podido partir, alma querida,
dejando sola en infecundo suelo,
la pobre yedra, que en su amargo duelo,
no será por tus brazos sostenida?
¡Ya el muro de mi hogar se ha derrumbado;
ya consiguió la muerte su victoria:
pero es más grande lo que tú has logrado:
que de la muerte triunfa tu memoria,
y es algo de tu ser, que me has dejado,
el destello bendito de tu gloria!
Y este, donde recuerda con gran tristeza, a su amiga.
A Concepción Estevarena
Inmenso afán tu corazón sentía
y el mismo afán mi pecho alimentaba;
la misma juventud nos sonreía
y un sentimiento igual nos acercaba.
Me mirabas no más, y eran tus ojos
abierto libro, donde yo leía
tus luchas, tus enojos;
y tú, a través de mi aparente calma,
descifrabas también, con noble aliento,
los eternos combates de mi alma,
las dudas de un rebelde pensamiento.
La vida
Primero la niñez dulce y serena,
sin inquietud ni pena,
resbalando entre juegos y sonrisas:
¡Puro y naciente albor, fresco capullo,
indescifrable arrullo
de hojas y ramas, pájaros y brisas!
Feliz después la juventud despierta,
como la flor abierta,
y perfuma el amor los corazones:
¡Ardiente claridad, fijo deseo;
misterioso aleteo de sueños,
de esperanzas, de ilusiones!
Luego, la ancianidad, triste y sombría,
como nublado día,
entre recuerdos al sepulcro marcha:
sombra crepuscular, seco ramaje,
tristísimo pasaje
de olvido y muerte, lobreguez y escarcha.
(Lira infeliz)
Lira infeliz en que en pasados tiempos
mi esperanza y mi afán canté dichosa,
y halagüeña a mis sienes ofreciste
tal vez del genio la inmortal corona,
adiós, adiós; a mi existencia unida,
sufre también la suerte que me toca.
Adiós por siempre, juventud que huyes,
noble ambición, imágenes hermosas,
que acaso vi, mi frente coronando
con un laurel de inmarcesibles hojas;
esperanzas de un bien, dichas inmensas,
¡ay! Tan inmensas como fuisteis cortas,
quedad todas adiós... ¿Y habéis podido,
sin que muriera yo, morir vosotras?
Pensamiento
Como labra el artista inteligente,
del tosco barro, caprichosas flores,
ánfora o busto, que el salón luciente
adornarán después con sus primores;
así labra también la inteligencia
la ilustración, cuando su luz reparte,
y forma al sabio para honrar la Ciencia
y forma al genio para honrar el arte.
Es mi afán tan intenso por mirarte
que el alma entera por mirarte diera;
mas si doy por mirarte el alma entera,
me quedaré sin alma para amarte.
Quisiera aborrecerte y olvidarte;
no conocerte, por mi bien quisiera;
pues he perdido mi ilusión primera,
y de dolor mi corazón se parte.
Era tu amor el sol que me alumbraba,
y ese sol ocultó nube sombría
que horrorosa tormenta presagiaba.
Por ti no encuentro calma ni alegría,
por ti suspiro si la noche acaba,
y por ti lloro si se aleja el día.
Es mi afán tan inmenso
Es mi afán tan inmenso por mirarte
que el alma entera por mirarte diera;
mas si doy por mirarte el alma entera,
me quedaré sin alma para amarte.
Quisiera aborrecerte y olvidarte;
no conocerte, por mi bien quisiera;
pues he perdido mi ilusión primera,
y de dolor mi corazón se parte.
Era tu amor el sol que me alumbraba,
y ese sol ocultó nube sombría
que horrorosa tormenta presagiaba.
Por ti no encuentro calma ni alegría,
por ti suspiro si la noche acaba,
y por ti lloro si se aleja el día.
Fuentes de consulta:
“Cuatro poetas sevillanas del siglo XIX” de Manuel Jurado López y de M.ª Jesús Soler Arteaga en Escritoras y Pensadoras Europeas, así como los apuntes y propio conocimiento de su autora
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