jueves, 17 de julio de 2014

MARÍA DOLORES CABRERA Y HEREDIA [12.356] Poeta de Aragón



María Dolores Cabrera y Heredia de Miranda

(1826-?).
Poetisa y narradora española, nacida en Tamarite de Litera (Huesca) el 15 de septiembre de 1826, y fallecida en fecha y lugar desconocidos.

Nacida en el seno de una familia influyente y acomodada (era hija de don Lorenzo Cabrera Purroy, que ocupó altos cargos en la administración política del país, y de doña Gregoria Heredia Godino), recibió desde niña una esmerada educación que le permitió desarrollar muy pronto su innata capacidad creativa. Su primera instrucción le fue impartida en el Monasterio de Religiosas Salesas de Calatayud (Zaragoza), pero pronto se vio obligada, a causa de los diferentes destinos a los que era enviado su progenitor, a cambiar de domicilio y -en consecuencia- de centro de estudios. Así, de Calatayud pasó a Pamplona, en donde residió hasta 1846; durante el lustro siguiente (1846-1851), la familia Cabrera-Heredia vivió en Madrid; en 1851, don Lorenzo Cabrera fue nombrado Gobernador militar de la zona norte del país, por lo que se instaló con los suyos en Jaca (Huesca).

En 1856, con treinta años de edad, María Dolores Cabrera y Heredia regresó a la capital del Reino, en donde contrajo nupcias con don Joaquín María Miranda. El hecho de que los Reyes de España fueran padrinos de este enlace constituye una buena prueba de la elevada posición social que, a la sazón, ocupaban ambos contrayentes. Por aquellos años, la escritora aragonesa ya se había dado a conocer como poetisa, tanto en algunos medios de comunicación como por medio de su primer poemario impreso, titulado Las Violetas (Madrid: Imprenta de la Reforma, 1850). Este volumen, que contiene numerosos poemas dedicados a los propios familiares de la autora (sobre todo, a su madre y a su hermana), está prologado por el escritor y periodista madrileño Gregorio Romero Larrañaga; su aparición fue recibida con benevolencia por parte de críticos y lectores, e incluso mereció una reseña elogiosa en la revista La Esperanza (28 de junio de 1850). Aquel mismo año de 1850 vio la luz otra obra poética de María Dolores Cabrera y Heredia, la titulada Poesía. A S.M. el Rey (D. Francisco de Asís) en la muerte de su hijo (D. Luis) el Príncipe de Asturias. Madrid, 12 de julio de 1850.

Además de estos dos títulos individuales, la autora oscence publicó también algunas composiciones en varias de esas obras colectivas que tanto auge y difusión alcanzaron durante la segunda mitad del siglo XIX. Así, en Corona poética a Ysabel II... en conmemoración del fausto natalicio... (Madrid, 1851), dejó impreso el poema "A S.M. la Reina ("¡Reina, sois muy feliz! Tenéis ahora..."); y en Escritoras españolas contemporáneas (Madrid: Perlado, Páez y C.ª, 1909), publicó una oda "A Nuestra Señora de Atocha" ("Junto a la hermosa Corte de Castilla"). Asimismo, colaboró en La Esperanza, La Reforma, Las Hijas de Eva, El Trono y La Nobleza, Álbum de Señoritas, Libro de la Caridad, Álbum de la Avellaneda (1860), Brisas de Cuba, etc.

Como era habitual en su época, la mayor parte de la producción lírica de María Dolores Cabrera y Heredia vio la luz en diferentes periódicos y revistas de su tiempo. Así, en Las Hijas de Eva (de Alicante-Madrid) publicó los poemas titulados "Al amanecer" ("Levántate de tu lecho...", octubre de 1849) y "Al Tajo en Toledo" ("¿A dónde vas, oh río, que bañas dulcemente...", 1 de diciembre de 1849); en Ellas (de Madrid), dejó estampadas las siguientes composiciones: "La voz de las campanas" ("Cuando silban, el aire rompiendo...", 8 de enero de 1852), "El pañuelo bordado" (8 de marzo de 1852), "Las ilusiones" ("Junto a la hermosa fuente, hermana mía...", 8 de junio de 1852), "El valor del tiempo" (15 de julio de 1852) y "La amistad y el amor" ("¡Santa amistad, mi corazón te implora...", 30 de julio de 1852); en Álbum de señoritas (Madrid), la poetisa oscense publicó, entre otros escritos, "Para un álbum" (30 de abril de 1852), "Los campos de mi país" ("¡Oh!, soledad augusta, acógeme en tu seno", 23 de junio de 1852), "Las tardes de otoño" ("El otoño se acerca; ya escucho su brisa...", 8 de octubre de 1852), "El cementerio" ("Cristina, ven al campo de reposo...", 8 de noviembre de 1852) y "Las auras de octubre" ("Con su soplo de otoño...", 30 de noviembre de 1852); en Educación Pintoresca (Madrid), publicó "El amor fraternal" (1857), "La buena Cristel" (1857), "Las hachas" (1859) y varios villancicos; y en El Correo de la Moda, dejó impresos los poemas "¿Por qué vivo" ("Tengo aquí seres que mi pecho adora", 2 de enero de 1875) y "A la Serenísima infanta doña María de las Mercedes de Orleans y Borbón" ("Por la postrera vez suena mi acento...", 2 de febrero de 1878).

Tras esta fecunda etapa de dedicación a la creación literaria (en la que no hubo sólo poemas, ya que ha llegado noticia hasta nuestro días de dos novelas de María Dolores Cabrera y Heredia: Quien ama nunca olvida y Una perla y una lágrima), la escritora aragonesa dejó de escribir, a causa de una afección visual que la condenó a la ceguera total durante sus últimos años de existencia.

Bibliografía.

SIMÓN PALMER, Carmen. Escritoras españolas del siglo XIX. Manual biobibliográfico (Madrid: Castalia, 1991).




Poema Las Violetas publicado en la revista madrileña dedicada al bello sexo: <El Correo de la Moda> el 28 de enero de 1854.


LAS PRIMERAS VIOLETAS

De suávisimos colores,
Que la diosa de las flores
Con su sonrisa hizo abrir.
Y desde entonces sois siempre
De todas, la flor primera
Que logra en su cabellera,
Su grato aroma esparcir,
Os presta por ella, sombra
El bosque, frescura el rio,
Diamantes os dá el roció,
Y la aurora su arrebol,
Y vuestras hojas se estienden
Sobre vosotras frondosas
Para ocultaros celosas
A las miradas del sol.
Cuando naceis, mas brillante
Se ostenta el azul del cielo
Reverdece el yerto suelo
Renace la creación,
Cálmense los aquilones,
Las nieblas huyen ligeras,
Porque sois las mensajeras
De la mas bella estación!
Há poco, de negras nubes
La esfera estaba cubierta,
Y á aquella luz triste, incierta
La campiña al contemplar,
Bajo un sudario de nieve,
Una Vírgen parecía
Que sus ojos cierra al día
Para nunca despertar.
Y como el cielo sombrío,
Como la campiña muerta,
Tenia yo el alma yerta,
Enlutado el corazón,
Porque todos mis sueños
Desvaneció la fortuna
Robándome, una por una,
Hasta mi última ilusion.
Mi consuelo eran las lágrimas,
Un gemido fue mi canto,
Y sufrí despues ya tanto
Que ni podía cantar,
Y no sé cómo, tan honda
Y prolongada tristeza,
No hizo estallar mi cabeza,
Y mi razón apagar!
Mas Dios, que á los sufrimientos
Reserva eterna corona,
Dios, que jamás abandona
Al que implora su poder,
Que en pos del invierno al campo,
Y al alma de mis dolores,
Al primero presta flores,
A la segunda el placer,
Al fin disipó las penas
Que torturaban la mia,
Cuando yo no comprendia
Esta celeste afición,
A cuyo influjo benéfico
É ignoradas emociones
Renacen mis ilusiones,
Y la fé, y la inspiración.
Porque sé violetas tímidas
Que en nuestras frescas praderas
En este año las primeras
Hizo brotar el calor
Y una mano idolatrada
Solo para mi ha cogido
De la que os he recibido
Como una prueba de amor
Que á la manera que ahora
Encerradas en mi estancia,
Llegáis con vuestra fragancia
El ambiente á embalsamar,
La esperanza que despierta
Vuestra memoria querida
Bastará toda mi vida
También, para perfumar.


Dolores Cabrera de Heredia
Ciudadela de Jaca – 28 de enero de 1854

http://seguicollar.wordpress.com/







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