viernes, 11 de julio de 2014

JOSÉ PALMA [12.267]


José Palma 

(Filipinas, 1876-1903)
José Palma y Velásquez (Nació el 3 junio 1876 y murió el 12 febrero 1903) fue un poeta filipino y soldado. Estaba conspirando por la Independencia en el momento en que escribió «Filipinas», un poema patriótico en español. 

Fue publicado por primera vez en la edición del primer aniversario de la Independencia el 3 de septiembre de 1899. El poema incluye la melodía fundamental Marcha Nacional Filipina por Julian Felipe, y lo ha sido desde la base de todas las traducciones del Himno Nacional de Filipinas.


Filipinas

Tierra adorada, 
hija del sol de Oriente, 
su fuego ardiente 
en ti latiendo está. 

Tierra de amores, 
del heroísmo cuna, 
los invasores 
no te hollarán jamás. 

En tu azul cielo, en tus auras, 
en tus montes y en tu mar 
esplende y late el poema 
de tu amada libertad. 

Tu pabellón que en las lides 
la victoria iluminó, 
no verá nunca apagados 
sus estrellas ni su sol. 

Tierra de dichas, de sol y amores 
en tu regazo dulce es vivir; 
es una gloria para tus hijos, 
cuando te ofenden, por ti morir.





MELANCÓLICAS

JOSÉ PALMA
LIBRERÍA MANILA FILATÉLICA 
Callo Soler. n.° 829, SANTA CRUZ 
l912 

Recuerdos de San Juan 

I

Agazapada en solitaria loma, 
Como nido brillante de paloma 
Que espera la» caricias nocturnales, 
De la tarde a la lóbrega penumbra 
una choza de ñipa se vislumbra 
Cobijada por rústicos mángales. 
Allí en redor, en fluctuación galana, 
Al retozar la brisa muy ufana, 
Desengarza sus rimas más sabrosas; 
Allí el misterio sin cesar germina 
Y vela bajo el chai de su neblina 
Parejas de temblantes mariposas. 
Aves de iris en lúbrica parranda, 
Van y vienen de nidos en demanda, 
Siempre en los picos las hosannas bellas, 
Y bordan sus enigmas con colores 
Sobre la grana las sedosas flores, 
Como bordan su alcázar las estrellas. 
¡Mitológico edén!- Lánguidamente 
Al mirarlo colgaron de la mente 
Los festones de luz de una quimera; 
Y. sintió él corazón febril deseo 
Que cayó en él con vivido goteo, 
Cual la lluvia feraz en primavera... 



II

Y recordó aquel día inolvidado 
Eu que en paraje tal habla estado, 
Carcomido mi pecho por la pena, 
Cuando escuché, como sutil plegaria, 
Las notas melancólicas de un aria 
Salmodiada con voces de sirena: 
—«Venid, venid, los que en arrobos locos 
Labráis vuestros días entro focos 
De sueño tentador — ¡doloso encanto!— 
Yo verteré la copa de mis perlas 
Sobre el que quiera con amor beberlas 
Para lazar los hilos de su canto. 
» Venid, venid, que inspiración os brindo, 
Tiernos amantes del sonoro Pindo 
Y del Parnaso y la Castalia fuente: 
Una mina os daré de poesía 
Más sabrosa que néctar y ambrosía... 
Yo soy la musa del gentil Oriente. » 
Dijo, y la busqué... Nadie: solo estaba, 
Pero ardía mi mente como lava 
De un volcán en ardiente paroxismo. 
Y sentí rebullir los pensamientos 
Y trazar en sus varios movimientos 
Páginas de ideal romanticismo. 
Por eso tornaré,.. Cuando sombría 
La inspiración en mi cerebro un día 
Agonice entre escarchas do dolores. 
En tus mangales buscaré sonrisas, 
Arpegios de oro en tus gimientes brisas 
Y perfumes etéreos en tus flores.





Ilusiones marchitas 


I

Fijé en mi corazón tu imagen bella; 
Mi amor intenso la cubrió de lágrimas. 
Y en breve florecieron en mi pecho 
Placeres y esperanzas. 


II 

Embriagado de amor yo me forjaba 
Un porvenir poblado de delicias; 
Y tú, amante, pagabas mis ensueños 
Con besos y caricias. 


III 

Ya tan dulces venturas han pasado; 
Tu inconstancia mató nuestros amores, 
Y mustias, deshojadas van volando 
Mis pobres ilusiones. 


IV 

Cual bajel por las olas combatido, 
Hoy tremendas desdichas me quebrantan. 
¡Ilusiones del alma deliciosas, 
volvedme mi esperanza!






En la última página 


del NOLI ME TANGERE 


Eres el grito del derecho herido, 
La encarnación de las candentes lágrimas 
Que en la noche sin luz de su pasado 
De mi país los ojos escaldaban. 

Yo te leí cien veces. Noble amigo, 
Hallé siejnpre, notando en cada pàgina, 
Un paño para, el llanto del esclavo, 
Para el tirano vengadora tralla. 

¡Cómo sentía, al recorrer tus hojas, 
Lástima por mi patria esclavizada! 
¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios, 
Y ansiaba, como tú, la luz del alba¡

Mas un día... sonaron los fusiles, 
Ahogó los suspiros la metralla, 
Y, fulminando muertes, al derecho 
Pronto abriéronle paso las espadas. 

Y tembló la opresión. Himno de muerto 
Parecía el rugido de sus armas, 
Y en su mismo estertor... ¡ay! frente a ella 
Irguióse su conciencia: ¡cuan manchada! 

Entonces, al clangor estrepitoso 
Que producían, al herir, las balas, 
Veía al pueblo defender sin miedo 
La idea que tus párrafos inflama. 

Veíalo surgir grande, potente, 
Dispuesto a perecer en la demanda, 
A recabar con sangre de sus venas 
Su libertad y su honra conculcadas. 

Y fué obra tuya, tuya solamente: 
Que, sin ti, aun no viera nuestra patria 
Roto el dogal quo la estrujaba el cuello 
Y en sus cielos brillando la alborada. 

¡Ah!... mucho hiciste. Verbo del opreso, 
Anatoma al poder, tus hojas santas, 
Al irradiar en los cerebros muertos, 
De la opresión libraron una raza. 

Te cierro ya. En la noche de su sueño, 
¡Paz al patriota que escribió tus páginas! 
Dile que sus hermanos no lo olvidan, 
Que en cada pecho se le erige un ara.




El dolor que ríe...


(Al garrotillo.) 

Tú, has matado a mi hijo... Mas no creas 
que me rompes asi fibras del alma. 
Yo sé qué es el dolor... ¡si tiempo hace 
que no tengo en mis ojos ni una lágrima! 

¿Ves?... Me río, me río... Es risa, loca; 
risa que me enseñaron noches largas, 
cuando, en las sombras negras de su cuarto, 
al verle agonizar, agonizaba. 

Mi espíritu está seco... Le secaste. 
Ya destrozar no puedes mis entrañas. 
Tengo más hijos, más hijos... te reto 
a que llorar y padecer me hagas. 

Sé que es inmenso aún el cementerio... 
se perderán sus tumbas ignoradas...
Es mi pecho su solo cenotafio: 
¡yo no puedo comprarles ni una lápida! 

Maltrátame, maltrátame... Eres fuerte, 
débil yo... ¿qué te importa mi desgracia? 
Me mira indiferente el mismo pueblo 
que a mi lado se ríe a carcajadas. 

Como yo, el eterno Rigoletto 
que sirve el buen humor como una máscara, 
algunas de esas almas dentro lloran; 
hay de ellos corazones que desangran

Y no llaman a Dios... ¿Le llamo acaso? 
La nueva sociedad «civilizada» 
prescinde de ese Ser, porque no quieren 
las conciencias sin luz ningún fantasma. 

¡A reir y a gozar!... Esta comedia 
no pide más... Si ahora resquebrajas 
un trozo de mi ser... ¡lo negro, dentro! 
Déjame que me ría a carcajadas. 

También se ríe el sol, el sol que tiene 
huracanes de fuego en sus entrañas; 
y enemigos, cual tú, no le laceran, 
y enemigos, cual tú, no lo apuñalan. 

La Ciencia es nada, pues no te ha vencido. 
¡Mito, mito!... Mas ¿qué?, ¿ruedan mis lágrimas? 
¡Sí!, la pena... Cobarde, eres cobarde: 
¿Yo, débil, y tú, fuerte, y me maltratas? 







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