José Palma
(Filipinas, 1876-1903)
José Palma y Velásquez (Nació el 3 junio 1876 y murió el 12 febrero 1903) fue un poeta filipino y soldado. Estaba conspirando por la Independencia en el momento en que escribió «Filipinas», un poema patriótico en español.
Fue publicado por primera vez en la edición del primer aniversario de la Independencia el 3 de septiembre de 1899. El poema incluye la melodía fundamental Marcha Nacional Filipina por Julian Felipe, y lo ha sido desde la base de todas las traducciones del Himno Nacional de Filipinas.
Filipinas
Tierra adorada,
hija del sol de Oriente,
su fuego ardiente
en ti latiendo está.
Tierra de amores,
del heroísmo cuna,
los invasores
no te hollarán jamás.
En tu azul cielo, en tus auras,
en tus montes y en tu mar
esplende y late el poema
de tu amada libertad.
Tu pabellón que en las lides
la victoria iluminó,
no verá nunca apagados
sus estrellas ni su sol.
Tierra de dichas, de sol y amores
en tu regazo dulce es vivir;
es una gloria para tus hijos,
cuando te ofenden, por ti morir.
MELANCÓLICAS
JOSÉ PALMA
LIBRERÍA MANILA FILATÉLICA
Callo Soler. n.° 829, SANTA CRUZ
l912
Recuerdos de San Juan
I
Agazapada en solitaria loma,
Como nido brillante de paloma
Que espera la» caricias nocturnales,
De la tarde a la lóbrega penumbra
una choza de ñipa se vislumbra
Cobijada por rústicos mángales.
Allí en redor, en fluctuación galana,
Al retozar la brisa muy ufana,
Desengarza sus rimas más sabrosas;
Allí el misterio sin cesar germina
Y vela bajo el chai de su neblina
Parejas de temblantes mariposas.
Aves de iris en lúbrica parranda,
Van y vienen de nidos en demanda,
Siempre en los picos las hosannas bellas,
Y bordan sus enigmas con colores
Sobre la grana las sedosas flores,
Como bordan su alcázar las estrellas.
¡Mitológico edén!- Lánguidamente
Al mirarlo colgaron de la mente
Los festones de luz de una quimera;
Y. sintió él corazón febril deseo
Que cayó en él con vivido goteo,
Cual la lluvia feraz en primavera...
II
Y recordó aquel día inolvidado
Eu que en paraje tal habla estado,
Carcomido mi pecho por la pena,
Cuando escuché, como sutil plegaria,
Las notas melancólicas de un aria
Salmodiada con voces de sirena:
—«Venid, venid, los que en arrobos locos
Labráis vuestros días entro focos
De sueño tentador — ¡doloso encanto!—
Yo verteré la copa de mis perlas
Sobre el que quiera con amor beberlas
Para lazar los hilos de su canto.
» Venid, venid, que inspiración os brindo,
Tiernos amantes del sonoro Pindo
Y del Parnaso y la Castalia fuente:
Una mina os daré de poesía
Más sabrosa que néctar y ambrosía...
Yo soy la musa del gentil Oriente. »
Dijo, y la busqué... Nadie: solo estaba,
Pero ardía mi mente como lava
De un volcán en ardiente paroxismo.
Y sentí rebullir los pensamientos
Y trazar en sus varios movimientos
Páginas de ideal romanticismo.
Por eso tornaré,.. Cuando sombría
La inspiración en mi cerebro un día
Agonice entre escarchas do dolores.
En tus mangales buscaré sonrisas,
Arpegios de oro en tus gimientes brisas
Y perfumes etéreos en tus flores.
Ilusiones marchitas
I
Fijé en mi corazón tu imagen bella;
Mi amor intenso la cubrió de lágrimas.
Y en breve florecieron en mi pecho
Placeres y esperanzas.
II
Embriagado de amor yo me forjaba
Un porvenir poblado de delicias;
Y tú, amante, pagabas mis ensueños
Con besos y caricias.
III
Ya tan dulces venturas han pasado;
Tu inconstancia mató nuestros amores,
Y mustias, deshojadas van volando
Mis pobres ilusiones.
IV
Cual bajel por las olas combatido,
Hoy tremendas desdichas me quebrantan.
¡Ilusiones del alma deliciosas,
volvedme mi esperanza!
En la última página
del NOLI ME TANGERE
Eres el grito del derecho herido,
La encarnación de las candentes lágrimas
Que en la noche sin luz de su pasado
De mi país los ojos escaldaban.
Yo te leí cien veces. Noble amigo,
Hallé siejnpre, notando en cada pàgina,
Un paño para, el llanto del esclavo,
Para el tirano vengadora tralla.
¡Cómo sentía, al recorrer tus hojas,
Lástima por mi patria esclavizada!
¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios,
Y ansiaba, como tú, la luz del alba¡
Mas un día... sonaron los fusiles,
Ahogó los suspiros la metralla,
Y, fulminando muertes, al derecho
Pronto abriéronle paso las espadas.
Y tembló la opresión. Himno de muerto
Parecía el rugido de sus armas,
Y en su mismo estertor... ¡ay! frente a ella
Irguióse su conciencia: ¡cuan manchada!
Entonces, al clangor estrepitoso
Que producían, al herir, las balas,
Veía al pueblo defender sin miedo
La idea que tus párrafos inflama.
Veíalo surgir grande, potente,
Dispuesto a perecer en la demanda,
A recabar con sangre de sus venas
Su libertad y su honra conculcadas.
Y fué obra tuya, tuya solamente:
Que, sin ti, aun no viera nuestra patria
Roto el dogal quo la estrujaba el cuello
Y en sus cielos brillando la alborada.
¡Ah!... mucho hiciste. Verbo del opreso,
Anatoma al poder, tus hojas santas,
Al irradiar en los cerebros muertos,
De la opresión libraron una raza.
Te cierro ya. En la noche de su sueño,
¡Paz al patriota que escribió tus páginas!
Dile que sus hermanos no lo olvidan,
Que en cada pecho se le erige un ara.
El dolor que ríe...
(Al garrotillo.)
Tú, has matado a mi hijo... Mas no creas
que me rompes asi fibras del alma.
Yo sé qué es el dolor... ¡si tiempo hace
que no tengo en mis ojos ni una lágrima!
¿Ves?... Me río, me río... Es risa, loca;
risa que me enseñaron noches largas,
cuando, en las sombras negras de su cuarto,
al verle agonizar, agonizaba.
Mi espíritu está seco... Le secaste.
Ya destrozar no puedes mis entrañas.
Tengo más hijos, más hijos... te reto
a que llorar y padecer me hagas.
Sé que es inmenso aún el cementerio...
se perderán sus tumbas ignoradas...
Es mi pecho su solo cenotafio:
¡yo no puedo comprarles ni una lápida!
Maltrátame, maltrátame... Eres fuerte,
débil yo... ¿qué te importa mi desgracia?
Me mira indiferente el mismo pueblo
que a mi lado se ríe a carcajadas.
Como yo, el eterno Rigoletto
que sirve el buen humor como una máscara,
algunas de esas almas dentro lloran;
hay de ellos corazones que desangran
Y no llaman a Dios... ¿Le llamo acaso?
La nueva sociedad «civilizada»
prescinde de ese Ser, porque no quieren
las conciencias sin luz ningún fantasma.
¡A reir y a gozar!... Esta comedia
no pide más... Si ahora resquebrajas
un trozo de mi ser... ¡lo negro, dentro!
Déjame que me ría a carcajadas.
También se ríe el sol, el sol que tiene
huracanes de fuego en sus entrañas;
y enemigos, cual tú, no le laceran,
y enemigos, cual tú, no lo apuñalan.
La Ciencia es nada, pues no te ha vencido.
¡Mito, mito!... Mas ¿qué?, ¿ruedan mis lágrimas?
¡Sí!, la pena... Cobarde, eres cobarde:
¿Yo, débil, y tú, fuerte, y me maltratas?
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