Glauce Baldovin
(1928 / 1995, Río Cuarto, Provincia de Córdoba, Argentina)
Sufrió y vivió, como tantos otros, los años de dictadura que acosaron a nuestro país. El secuestro de uno de sus hijos la convirtió en sobreviviente. Y permanecer, ser ella la que escarbara, "en el vientre de la tierra", "tratando de encontrar sus huesos,su ultima lágrima, su corazón de acero"
Su poesía , signo del dolor, furiosa llena de vértigo, de pronto parece estallar en nuestras manos, dejando nos una brasa incandescente. Cuando el arte nace del sufrimiento tiende a volverse grito, necesidad de expresar lo que brota desde la hondura del desasociego, romper los limites, librandoce asi de los padecimientos. Glauce Baldovin hundida en su aislamiento nos grita, pero a la vez parece susurrarnos, acerca su boca a nuestros oídos y musita frases ininteligibles casi aparejadas al silencio, porque para ella El silencio es la violencia
En 1972 obtuvo el premio Casa de las americas por su libro La Militancia.
De su voluminosa obra se publicaron hasta el momento:
Poemas (1986) Libro de la soledad (1989) De los poetas (1991) Libro del amor (1993) Con los Gatos el Silencio (1994) Nuestra casa en el tercer mundo (1995) Poemas crueles (1996) Libro de maría- Libro de Isidro (1997) Yo Seclaud (1999) El rostro en la mano (2006) Promesa postergada- Huésped en el Laberinto (2009)
Libro de la Soledad (1989)
Aun no se como llego a pesar de todos los años transcurridos.
Se sentó frente a mi.
yo tejía una bufanda con agujas de metal blanco
o de un gris casi blando
y me pidió que siguiera tejiendo.
Quería ver como movía las manos.
Nunca le pregunte por temor quizá a la respuesta
o porque estando con ella era tanto lo que teníamos que hablar
tan sugestivo el silencio,
que ese detalle el por qué, el como
perdía importancia.
Lo único que recuerdo
y que se repite a diario
entre esfumado
entre nebuloso
es que las anémonas violetas que llenaban la jarra de plata
se marchitaron de pronto
y los pétalos blanquecinos lilas de ceniza
cayeron a la mesa
al suelo.
Se levanto el velo
que le cubría el rostro
y sus ojos azules, negro de tan azules,
se clavaron en mis ojos.
Nunca mas hablamos de ello
pero cuando me dijo
después de haber recorrido toda la casa
de haberse detenido en los rincones, en las colchas, en los espejos
"Yo soy tu soledad"
nos abrazamos entre llorando y riendo
nos acariciamos la cabeza
y fue el momento mas tierno del que tengo memoria.
Libro de la soledad (1989)
Vuelvo temprano
Ella me aguarda leyendo el destino en las hojas de te
bordando paneles con pájaros rosados.
A veces calla
y espera que sea yo quien hable de las ultimas lluvias
de la revolución que avanza.
A veces habla.
Como una bruja que dice que hice en el día
en la noche
y por que lo hice
Aveces callamos las dos
descorremos las cortinas
y miramos en el horizonte no se si el pasado o el futuro.
Libro de la soledad (1989)
Y nosotras
esta pléyade de madres deambulando por las plazas
removiendo los cimientos del orden
hilvanando a golpes de silencio
los barrotes de una cárcel ávida que espera
bordando con palomas la mortaja que el asesino prepara
para cubrir la esperanza.
Nosotras ...prodigiosamente unidas
dando los ojos a las que quedaron ciegas
las piernas a las sin rodillas
el corazón a la abandonada
¿que fuerza pudiera arrasar nuestra fuerza?
¿que dolor que tortura lograra apaciguarnos?
Nada pudieron las amenazas
Nada el criminal silencio.
(Del libro)
De los poetas
No es necesario envenenar el agua
cortarse las venas
ahorcarse
El recuerdo de lo que quisimos ser
el acto heroico
ante el cual retrocedimos
la muralla que no derrumbamos
la fortaleza que no construimos
el fuego que dejamos apagar
son suficientes...
(De poemas crueles 1996 )
La esperanza
Creo en la esperanza de los pueblos.
En la gran naranja jugosa del mañana,
mas no en la esperanza individual
cruel
prostituida
emponzoñada
sabedora de todos los disfraces: tórtola mensajera del amor
gallo de veleta que gira según las brisas arbotantes
un no me olvides brotando en la nuca una mano en espigas y mares
La esperanza es tan solo una araña sabia en las mas oscuras cárcavas
mejor fortificadas
y en el veneno elaborado controlada con tal maestría
que sin matar perpetra la gran agonía:
inventa el milagro de la muerte y la resurrección cada vez con mas dolor
con menos fuerzas
en un delirio que avanza en linea recta y se transforma en espiral
sin dirección.
Enloquecida.
El miedo
Lo conozco.
Escorpión dorado
hongo venenoso
brebaje emponzoñado.
Me lo dieron de beber una tarde de agosto
en taza verde con filigrana de plata.
Dosificado al principio
enmascarado con almendras y jalea de durazno
mezclado con poemas en inglés
"It's many and many years ago in a country
be the sea..."
Lo conozco.
Lentamente me lo hicieron beber porque yo amaba
por entonces
las palabras.
Escorpión dorado.
Nadie sabe que si incendio fuego a mi alrededor
me clavarás la cola justo en el centro del corazón
y moriremos los dos
tan juntos como hemos vivido.
De: Poemas crueles, 1996)
II
El silencio cura mis heridas por ensalmo
y de un devastado corazón
de una carne abierta en llagas
hoy se desprende la fragancia de antiguas
primaveras
y se abre la rosa
no la elegida por el ruiseñor
no la cantada por el poeta.
La rosa que ese paciente jardinero
oh gatos
ha hecho florecer bajo la escarcha.
VI
Sus movimientos me incitan
me vuelven a la vida.
Tiemblo.
Palpito.
Y me urge ser mujer
amar sobre la hierba los paredones el asfalto
los puentes que unen a la muerte con la vida.
XII
¿Qué son las heridas
gatos
sino este rasgarse el corazón por dentro
este sangrar aromas y recuerdos
esta necesidad de olvidar
y tener la memoria como espejo?
XIII
Quiero apostar al tres
rojo
enero
y los naipes saltan pares:
dos cuatro seis
marrones como las lombrices
como un garabato estructurado
anteojos
compás
sillas.
Apuesto al siete
amarillo
y tengo los girasoles de Van Gogh en las rodillas.
XV
Amaneceres grises.
Nuevamente la tragedia.
Esquilo Sófocles Eurípides en mis venas.
Alguien
los asesinos
golpean a mi puerta.
Abran gatos
dejen que ellos se encuentren con mis ojos
y por el espanto de tanto dolor
mueran.
Jamás serán llorados
guitados
aullados
como los que tantas madres tuvimos que aullar.
Con los gatos el silencio, Ediciones Argos, 1994.
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