Gabino-Alejandro Carriedo
Gabino-Alejandro Carriedo nació el 12 de diciembre de 1923, de madre santanderina y padre segoviano, en Palencia, en el seno de una familia numerosa y falleció el 6 de septiembre de 1981.
Se afilió a Falange Española de las SEU en su organización juvenil, Los Balillas, de corte fascista italiano. Al estallar la Guerra Civil, a pesar de su corta edad, fue nombrado Jefe de Prensa y Propaganda del SEU. En esa época surgió su curiosidad por la literatura que no abandonó nunca. Sus primeros escarceos literarios fueron discursos de carácter político. En 1941 ganó un premio convocado por el Ayuntamiento de Palencia con un romance dedicado al Regimiento de Villarrobledo. Ese mismo año se enroló en la Marina, de la que se licenció por enfermedad, concretamente una úlcera de duodeno, en 1944.
El ingreso en el Instituto Nacional de Previsión en 1945 abrió para Gabino-Alejandro una nueva etapa marcada por la pasión literaria. Comenzó a frecuentar tertulias -como la inaugurada en el Bar La Reja en Palencia y que Gabino y un grupo de amigos, José María Fernández Nieto, Mariano del Mazo, Luis Martín Santos Andérica, Ricardo Cesteros, Félix Buisán Cítores y otros, bautizaron Peña Nubis.
En 1946, nació el primer número de la revista Nubis, de corta vida. Ese mismo año, publicó su primer libro de poesía, Poema de la condenación de Castilla. Se relacionó con los poetas de Espadaña (León) y Halcón (Valladolid). Entró en contacto con Santiago Amón, amistad que mantuvo con intensidad cuando se trasladó a Madrid en 1947. Comenzó la segunda fase del postismo, movimiento que se manifestó en el resto de su obra. Vinculados a este movimiento, escribió el libro La Piña Sespera, en 1948, y, un año después, La flor del Humo, que se mantuvieron inéditos hasta 1980.
En 1950 fundó, junto con Federico Muelas y Ángel Crespo, la revista literaria El pájaro de paja, donde publican, además de sus creaciones, otras muchas de sus contemporáneos. Editó cuatro libros de una colección con el mismo nombre. En esta época, Carriedo y los otros dos fundadores se acercaron a una nueva corriente vanguardista, el realismo mágico.
En 1951 se matriculó en la Escuela Oficial de Periodismo. Ese mismo año falleció su madre en Palencia por lo cual le dedicó unos versos. Un año después, publicó su segundo libro, en la colección de El Pájaro de Paja, Del mal, el menos, sumo paradigma del realismo mágico. En 1953 dirigió el periódico Hispanidad, suplemento de El Español, que sirvió de prácticas a los alumnos de periodismo. Ese año murió su padre. Se graduó al siguiente, y abandonó su puesto en el Instituto Nacional de Previsión. Por esas fechas entró a trabajar con José Sánchez Castillo en La Gaceta de la Construcción y en otra revista, Tucán, de índole similar.
El 6 de enero de 1955 contrajo matrimonio con Julia Aznar Serrano, unión que duró apenas unos meses. Fue incluido en la antología 12 Poetas de Hoy de la Editorial El Griffon. Apareció por vez primera en una de las antologías anuales de poesía española de Aguilar. Federico-Carlos Sainz de Robles lo incluyó en su Historia y antología de la poesía española en lengua castellana del siglo XII al XX. Un año después, la revista Bandarra de Oporto lo nombra su director en España. En 1957 se casó con Andrea Saiz. De esta unión nacieron los tres hijos de Carriedo.
En el 1959 publicó Las Alas Cortadas. Conoció a Joao Cabral de Melo Neto, máximo exponente de la generación brasileña de 1945, con quien mantuvo una imperecedera amistad, y a quien traduciría.
En 1960 se publicó el primer número de Poesía de España, revista que fundó con Ángel Crespo y que incluyó un suplemento, Poesía del Mundo, donde se publicaron importantes traducciones. La vida de esta revista duró hasta 1963. Un año después publicó su libro El corazón en un puño. Colaboró también en revistas extranjeras, como la francesa Promesse o la portuguesa Vértice.
En 1963 publicó en la colección Poesía de España, que él mismo funda, su libro Política agraria. Un par de años después funda la revista El Inmueble.
En 1966, debido a su gusto por la arquitectura y el arte, fundó la revista Forma nueva. Publicó en la revista Primer acto, Vida e Morte Severina de Cabral de Melo. Esta obra obtuvo el Premio del Festival de Nancy, y la adaptación española se representó en el Teatro Beatriz, de Madrid, y en algunas provincias.
En 1973 publicó Los lados del cubo, donde indagó en las posibilidades literarias de las artes plásticas. Siguió escribiendo en revistas y reeditando algunas de sus obras hasta el final de sus días.
El 6 de septiembre de 1981, falleció, sin compañía, de un infarto de miocardio en su casa de San Sebastián de los Reyes. Fue incinerado en el Cementerio de la Almudena de Madrid, y sus cenizas se depositaron en el Cementerio de Nuestra Señora de los Ángeles de Palencia.
Ite misa est
Becerro herido
la sangre del Agnus Dei
qui tollis pecata mundi.
Sus blandos ojos musitan
plegarias
miserere nobis.
Sus manos blancos se asemejan
al ruido de las lianas
miserere nobis.
su linda boca tierna informe
recuerda el parto
miserere nobis.
Su alegre piel peluda
se parece al almendro floreciente
Ome nobis pacem.
Noble becerro herido
vientre desventrado
tonto cordero defenestrado.
Oh, el Agunus Dei pecata
qui tollis mundi,
plegaria o ruido de lianas
El Agnus pecata Dei
mundi en el parto
tuerce tu boca informe.
El mundi qui tollis Agnus
como piel de almendro
miserere pacem.
Y ahora nobis afonía
del malherido animal
que algún día lloraremos...
Premonición
Ayer me fui y hoy continúa
su inverosímil ritmo la ciudad
querida, la encantadora
ciudad que nos desvive.
Por sus aceras, muchedumbres
yendo y viniendo, cual si estuviera
presente yo dentro de la ciudad,
como si yo no estuviera de cuerpo presente.
Ayer me fui del todo, soy hoy pasado,
no existo ni nadie me recuerda,
y la ciudad late en su hábito,
como antaño alentaba, latirá.
Es la ciudad, la infatigable
simiente, la colmena exultante
donde parece que uno no era tan necesario
(todo va bien -o mal-, lo de costumbre ).
Nada ha ocurrido cuando yo falté
a la lista. Nombrose el nombre
una vez sola (funeral), y me metían
como aun zapato viejo en una zanja.
La ciudad vive la experiencia
ininterrumpida de su continuidad.
Las gentes corriendo siguen
igual, lo mismo que antes de que yo.
De El libro de las premoniciones,
Ediciones El Toro de Barro ,
Tarancón de Cuenca, 1999.
Hombre bueno yo soy
Hombre bueno yo soy para el sombrío
mirar las cosas del revés y alego
que nada quiero creer y nada niego
cuando se trata del contorno mío.
Exactamente como el mar bravío
que se muere de sed estoy y llego
donde nadie llegar pensaba y luego
me quedo así en un yerto escalofrío.
Así convierto en ocio mis pesares
y el eco de mi barba en aguanieve
y el pálpito purísimo en certeza.
Que estoy como las aguas de los mares :
blancas para el pudor de amar si llueve
lluvia de amor el dios de la tristeza.
De su libro
La flor del humo (1946)
A VECES, CUANDO LLUEVE
A veces llueve en el rincón del patio
y entonces pienso que el gentío se moja.
Se siente frío, es la verdad, no todos
comprenden que estar solo no es alegre.
A veces llueve, es cierto, en la alameda
donde los chicos juegan en verano
con sus fusiles que recuerdan cosas
que nunca quiero recordar ni debo.
A veces es abril; otras, otoño.
A veces cuando escribo a la familia
o bien sentado sueño en la ventana,
contemplo cómo pastan las ovejas.
Y a veces me despeno cuando llueve;
entonces me imagino en la colina
con la paz en los ojos divisando
la tranquila ciudad que abraza el Duero.
Pero estoy en la cama simplemente
y escuchando llover tras los cristales
con una soledad no compartida
que nunca puedo digerir del todo.
Dibujo —entonces, seres no nacidos
que buscan a su padre en mi despensa,
figuras de latón junto a la estufa,
madres que hacen carbón con los cartones.
A veces, cuando llueve, no distingo
la luz pintada y, entre tanto, nada
me impide ver el mundo y su amargura,
la vida y su desnuda realidad.
Pero a veces, también, contemplo el mundo,
cuando llueve, con ojos comedidos,
y leyendo los diarios de la tarde
las horas paso haciendo crucigramas.
Cuando llueve es mejor poner la Radio
Nacional y escuchar al locutor:
un pato que se ha ahogado en el estanque
y un discurso del Papa alas monjitas;
una revista en el Martín, pantanos
que se inauguran cada dos por tres,
una venta de restos post-balance,
Gibraltar, muebles López y un refresco.
Pero a veces, también, y cuando llueve
contemplo que no hay cómodas ni mesas
en la casa, ni nadie que te mire
con ternura y te vele por la noche;
ni leche que tomar por la mañana
cuando. despiertas, como en un susurro,
ni quien —novia— te dé los buenos días
ni nada cuando llueve en el alféizar.
Por eso lloro amargamente entonces...
ABIERTA ESTÁ MI PUERTA
Abierta está la puerta a esta mi suerte
taimadamente corta y recubierta
de una parte de vida medio muerta
confabulada para nunca verte.
Abierto mi dolor a este amor fuerte
y esta emoción a tu ilusión abierta.
Mujer o enigma de la abierta puerta,
mira mi vaso que a tu vena vierte.
Desierta nave por mi canto riza
concierto extraño pronunciado lejos
y espigas lloro cada vez que escucho.
La puerta abierta hacia tu ser desliza
la rota gota en luz de los espejos
con que desesperadamente lucho.
Gabino-Alejandro Carriedo, un poeta versátil
Por Amador Palacios
La mejor manera de conmemorar en el año 2006 el 25 aniversario de la muerte de Gabino-Alejandro Carriedo (Palencia, 1923-San Sebastián de los Reyes, Madrid, 1981) ha sido editar su poesía completa, proyecto llevado a cabo por la Fundación Jorge Guillén, de Valladolid, estamento que con debido rigor custodia gran parte del legado del poeta [1]. El volumen, con algo más de mil páginas, es un primor: elegantes y sobrias pastas duras, papel biblia, cinta separadora, adecuada tipografía, precisa caja, exquisito contraste de tintas que ornan los vistosos títulos capitales... En cuanto al contenido, la sucesión de sus libros publicados e inéditos es profusa, ocupando los últimos un considerable porcentaje que equilibra la entrega y dona novedad sustanciosa a este anhelado lanzamiento. Con grandes grupos de inéditos se han hecho acertadas reconstrucciones recopilatorias, cerrándose la edición con unas oportunas, concisas y precisas notas de los editores explicando los pormenores de todos los apartados del volumen, a lo que se añade un nutrido índice de primeros versos y, naturalmente, el completo índice general.
Recorrer la lectura de este corpus poético es cerciorarse de los varios y contundentes registros de Carriedo; registros que no sólo aparecen y fluyen pautadamente, como una partitura, a lo largo de toda su trayectoria literaria, sino que a veces son simultáneos y se alternan dentro de una vivencia concreta. No es extraño que Gabino escribiera a la vez poesía social y “postista”, o realizara experimentos al tiempo de plasmar el perfecto tempo narrativo de un neorrealismo neorromántico. Su primer libro, Poema de la condenación de Castilla, editado en Palencia en 1946 -que aparece en segundo lugar en la poesía completa, después de los «Primeros sonetos», de 1945-, está inmerso en el “aullido” unamuniano propio de la primera promoción de posguerra, a la que Carriedo perteneció durante un tiempo; fue reeditado en 1964 en Madrid, con tanta cantidad de variantes significativas que hacen de esta reedición un libro que ya no sumerge sus fundamentos en esa estética unamuniana, híspida, tremendista, sino que se impregna intencionadamente de la pretendida serenidad y lucidez de la estética social-realista que subyugaba la poética de esa década en la que se republicó el libro, casi dos décadas -¡de las de entonces!- después de la primera edición. De forma que Poema de la condenación de Castilla (1946) y Poema de la condenación de Castilla (1964) resultan ser libros diferentes.
La reciente edición de la poesía completa carriediana en verdad es cabal, ajustando adecuadamente los textos en una idónea fijación. Sin embargo, los editores cometen el grueso error de confundir las dos versiones tan distintas de Poema de la condenación de Castilla, tomándolo como un solo poemario en el que la segunda versión, que es la que sólo se publica, es la únicamente válida, “porque incluye aquellas variantes y adiciones que conforman una edición definitiva” [2]. Yo sinceramente creo que es ése el único fallo de este muy encomiable trabajo recopilatorio. Y quede claro que este reparo no es arbitrariedad mía; para expresarlo acudo a la autoridad de Víctor García de la Concha, quien afirma que la segunda edición del libro publicada en 1964 “introduce variantes que afectan en bastantes puntos al significado último del poema, flexibilizándolo hacia la vertiente de un compromiso social que aquélla [la primera edición] no presenta.” [3] César Augusto Ayuso, el mejor estudioso, a mi juicio, de toda la trayectoria poético-vital de Gabino-Alejandro Carriedo, comenta también esta condición dual de Poema de la condenación de Castilla, resaltando la intención de Carriedo al reeditar esta entrega lejana “de readaptar aquel libro primerizo a las nuevas circunstancias” [4]. Para Ayuso, el resultado no es satisfactorio, quedándose en una operación de maquillaje “nada convincente”, como él opina. Este crítico anota con minucia los pasos a que las variantes de la reedición conducen, como el cambio de la metafísica contenida en la publicación del 46 al componente de matiz político de la del 64, o la desaparición de un yo romántico dando lugar a una proyección colectiva desde esos renovados versos; o la ostensible mitigación del léxico tremendista tan visible en la impresión inaugural. Efectivamente, factores tan acusados que marcaban la primera edición del Poema, ya desde los primeros versos (“Igual que una cigüeña enamorada / del austero paisaje castellano”) se tornan en : “Igual que una cigüeña enamorada / de la tierra y el sol al mediodía”, queriendo escamotear esas fuertes influencias de la poética de Unamuno y el pensamiento regeneracionista de Julio Senador, de hondo enfoque castellanista, que la primera edición mostraba sin prejuicios; o -versos qe también subraya César Augusto Ayuso- el cambio del énfasis verbal hacia un pretendido encaje ideológico que se produce en la transformación de una Castilla “fustigada / por aquel viento obsceno que mordía” en “por aquel viento explotador que hendía”. De modo que Poema de la condenación de Castilla, en su primera edición, es una obra que pertenece plenamente a la primera promoción de posguerra, mientras que la edición de 1964 pertenece a la segunda.
Con este libro que hemos sucintamente comentado, Carriedo entra a formar parte de la primera promoción poética de posguerra, como acabamos de señalar. Esta primera promoción continúa la labor de ese conjunto ecléctico y fluctuante denominado Generación del 36, un amplio grupo de poetas entre dos aguas escindido por la guerra civil y el exilio, que apuesta por una “necesaria” rehumanización “como reacción -y así lo diagnostica Francisco Ruiz Soriano- al neogongorismo del 27, al purismo de Juan Ramón Jiménez o Guillén e, incluso, contra el elitismo esteticista de algunas vanguardias de corte orteguiano y creacionista” [5]. Esta rehumanización ya asomaba en la última época de actividad del 27, y desde luego en plena guerra por parte de sus componentes. Y si en la Generación del 36 la rehumanización se subjetiviza partiendo del dolor o la nostalgia del bienestar perdido, esa primera promoción poética de posguerra, bajo los mismos o muy parecidos presupuestos, ya presenta en sus contenidos y en su caracterización verbal la conciencia colectiva, la expresión desgarrada, como signo absolutamente neorromántico y existencialista que se separe de una estética neoclásica, oficialista, propendiendo asimismo a un afán de solución social. El poeta influyente, desde el pasado, fue Unamuno (y el eco de la proclama del 98, en que dolía la situación sociológica reinante), y desde el presente, Dámaso Alonso con su crucial libro Hijos de la ira, que aparece en 1944 consolidando el carácter de esa primera promoción de la poesía española de posguerra. En las revistas Garcilaso y Espadaña se cursaban estas propensiones tanto sentimentales como estéticas dotadas de un verbo afligido (muchas veces escatológico) y resonante en la reflexión habida.
Hubo dos importantes excepciones a ese carácter abarcador y pujante: la poesía del Grupo Cántico, de Córdoba, con su revista, que realmente quería “pasar” del momento y seguir asido a ese humanismo esteticista de una poética intemporal, y sensual, como la de Cernuda. Y el Postismo, que, paradójicamente, exhibiéndose como una vanguardia, agotada como toda vanguardia entonces, tal como ellos reconocían, fue con su aparente candor otra reacción notable al estado de cosas, y por lo tanto de cariz romántico, como protesta original -y también humanizadora- ante la mierda y mezquindad del régimen. Y Gabino-Alejandro Carriedo es uno de los únicos genuinos seis postistas, con Chicharro, Ory, Sernesi, Casanova de Ayala y Crespo.
En 1948, por ejemplo, Carriedo escribe con el tono blasdeoteriano que muestra este cuarteto de soneto:
Sepas, Señor, así, por tu amor sabio,
que la sal está aquí, sepas el nombre;
sepas, también, la voz, sepas el hombre,
hombre que fuiste tú, que fuiste labio. [6]
Del mismo año son estos versos, que revelan la extrema y radical versatilidad de nuestro poeta:
Trajo fríjoles el hijo,
rijas trajo, trajo tojos,
trajo, trajo, trajo, trajo,
un trajín como un repollo.
¡Ay, qué hijo más canijo,
ay, qué pijo más rijoso!
¡Ay, qué sombras cruzan albas
por encima y por debojo [sic]! [7]
En los años 50 surge una nueva promoción poética, una segunda promoción de posguerra, abocada no sólo al mensaje social, denunciando lo cansino que ya va siendo el ambiente de la dictadura, sino plasmando el intimismo del hombre en sociedad. La influencia se escora desde Unamuno hasta Machado, arrumbando la mística alegórica del paisaje que representa el primero por el acomodamiento urbano-temporal que vive en la poética machadiana. En los años 60 esta segunda promoción alcanza su apogeo, mas también inicia el declive hacia posturas que desean hacer jirones la rehumanización, de una vez por todas, y se adscriben a una teoría poética que defiende la autonomía del poema (el conocimiento estrictamente poético) contra una concepción que valora exclusivamente, o excesivamente, la experiencia o el tema causantes del poema. De una época muy temprana de esta segunda promoción son estos versos de Carriedo que tienen la virtud de caracterizarla:
Pero a veces, también, y cuando llueve
contemplo que no hay cómodas ni mesas
en la casa, ni nadie que te mire,
con ternura y te vele por la noche;
ni leche que tomar por la mañana,
cuando despiertas, como en un susurro,
ni quien -novia- te dé los buenos días,
ni nada cuando llueve en el alféizar.
Por eso lloro amargamente entonces... [8]
Carriedo, junto con otros (Crespo, Federico Muelas, Fernández Molina, Fernández Arroyo, Carlos de la Rica y un largo etcétera), ayudó a forjar la personalidad de esta segunda promoción con la aportación del movimiento que estos poetas recién mentados fundaron y que llamaron realismo mágico. El realismo mágico no se resistió a la “necesidad” realista, mas se empeñó en que la acometida estética, artística, de calidad, no se resintiese debido a las punzantes presiones ideológicas. Abanderaban, como en el Postismo, el poder de la imaginación; lo que todos ellos asimilaron de la teoría y la praxis postista la querían como aval para que no se cayese en la burda consigna gregaria. Sirvió de freno, con el ejemplo de un verbo que siempre ha de resolverse en arte, a los excesos (simplificadores) de la abrumante poesía social; y aunque el realismo mágico no quiso dejar de serla, impuso a los temas la fuerza del lenguaje estético:
Y en el mar, finalmente, la Marina
de gloria se cubrió cuando en las redes
la plata viva suma toneladas
de sardina y bocarte,
hundiendo, al paso, en aguas de Mallorca
dos yates de recreo
con orquesta y con zánganas. [9]
Avanzado el decenio de los años 60, se produce en la poesía española una seria quiebra en la tendencia dominante desde la Generación del 36: la rehumanización adoptada a partir de ésta y la franca humanización de las dos promociones posteriores. Al finalizar la década, José María Castellet, el mayor dictador literario del período, propone un exclusivo postulado (contenido en la antología de los novísimos) contradiciendo radicalmente el abrasivo y anterior dictamen: realismo o nada, que él mismo había establecido exponiéndolo en su famosa antología 20 años de poesía española, de 1960, ampliada un lustro más tarde en Un cuarto de siglo de poesía española. Machado, entonces, deja de tener absoluta preponderancia, colocándose en su lugar la influencia de la cultura de masas, influencia dominada ahora por el texto extranjero, no sólo sacado de la literatura sino también del mundo de la publicidad. El Postismo, y otros movimientos marginales en esa abrumadora humanización, empiezan a beneficiarse de una seria consideración. Sobre todo, el ambiente quiso desdeñar la intención mesiánica del poema como un arma para solucionar el problema social, y en su lugar conferir en el texto poético un estatuto concebido como artefacto autónomo dentro de un marco cognoscitivo que renunciase a la eficacia de la poesía basada únicamente en su factor comunicativo.
No me extenderé sobre esta cuestión. Sólo diré, para ir finalizando esta reseña sobre la publicación de su poesía completa, que Carriedo, una vez agotados, o agotándose mejor dicho, los presupuestos de las dos promociones de posguerra, de las que su poética había sido paradigmática, se suma al empuje de las nuevas tendencias elaborando unos nuevos poemas que se caracterizan, bien por una ceñida forma sujeta a un hilo temático conductor obsesivo; bien por un experimentalismo verbal, que ya no es fruto del impulso vanguardista del Postismo (concatenado como un producto artístico perfectamente temporal) sino un intento de configuración del poema como una pieza espacial, constructivista; o bien por la potente y resonante expresión minimalista de su última fase. De ello dan fe, respectivamente, estos fragmentos:
Cuando la línea nace
apenas es un punto
que a ese mundo viniera
con vocación de mundo.
Con vocación de mundo,
quiero decir: de vida.
Gestándose en sí mismo,
el punto se hace línea.
El punto se hace línea
y no acervo de puntos.
Por no ser masa informe,
la línea es masa-surco. [10]
Mar de arcilla amarilla
Castilla
casta astilla
Honda y dura andadura
llanura
llana y dura
Amor de arcilla Castilla
si hembra
siembra
Si siega dura asegura
cosecha
cosa hecha [11]
El mejor
poema
es aquél
que está
escrito
sobre una página
en blanco
y no se lee
de un golpe
pero queda
eternamente
en la memoria
para siempre afligida
y esperanzada
del corazón
del poeta. [12]
Nótese que en el segundo ejemplo Carriedo logra que el decir (la parole en sentido saussureano), y a través de sus contundentes aliteraciones, se transforme asemejándose a la monocromía de un lienzo pictórico, por ejemplo de su paisano Juan Manuel Díaz Caneja. De todos modos, Carriedo fue siempre un creador libre e, insistimos, versátil, siendo capaz en este tiempo de componer poemas con estilos muy diferentes a estos tres ya enunciados, retrotayéndose en ocasiones a una praxis de antaño:
No había, no, sino soledad en tu corazón.
No había agua donde la sed.
No pan dorado donde el hambre.
No paño amable donde el sudor. [13]
Lo cierto es que la poesía de Carriedo contiene hondura, profusión rítmica, elección de una sintaxis bien rotunda y de un léxico muy resonante; unos significantes dominados por un claro significado temático que es asumido cómodamente por el lector. De esta magna recopilación de toda su voz poética, es muy recomendable la lectura del libro Las ubres de Amaltea, excelente reconstrucción que reúne los poemas que Gabino no incluyó en libro y que destinó, mayormente, a las revistas en que fue asiduamente colaborando; reconstrucción que acota todo el tiempo de su escritura, desde 1943 a 1981. Tal recopilación nos ayudará mucho a discernir los diversos ciclos (pues la disposición es cronológica) por los que transcurrió la bien forjada poética de Gabino-Alejandro Carriedo. Para concluir, no me puedo resistir a copiar, íntegro, uno de los poemas de Las ubres de Amaltea, perteneciente a la poética del realismo mágico, quizá donde Carriedo se muestre más Carriedo:
A UN HOMBRE COMEDIDAMENTE SABIO
Para la buena marcha de las cosas
es preciso estudiar, matricularse,
ser profesor en ciencias cotidianas,
no proferir palabra inconveniente.
Para hacer buen papel hay que instruirse,
aprender a decir que sí, que bueno,
que vaya sensación la de un discurso,
que cuánto sabe el hombre de las gafas.
Conversar con estilo es necesario,
saber más de la cuenta y sonreírse,
ser calvo si procede, ser pudiente,
que de herencia le venga la cultura.
No ignorar la raíz de los vocablos,
visitar con frecuencia el Paraninfo,
citar a Schlegel y a Descartes y acaso
preparar un discurso en la Academia.
Rodearse de jóvenes discípulos,
explicar la lección con cierta calma,
no cometer errores
al calcular el año en que nació Espronceda,
decir dahír con hache intercalada
y poner punto y coma muchas veces.
Todo, si bien se mira, es necesario
para dar cierto lustre al apellido.
Ahí está el hombre confortablemente
bien saturado de bibliotecas,
de antiguos textos y lecciones diarias
que a la fama le llevan bien derecho.
Ahí está el hombre en su sillón trepando,
subiéndose a la muerte que le aguarda,
quieras que no, te llevo con tus libros
y con tu seriedad de hombre de mundo.
Ahí está la muerte que lo allana todo
con su guadaña que te afeita en seco
cuando estás terminando alguna charla
sobre los versos de Petrarca, etcétera.
Vacío, no concluso, herido siempre,
bien en definitiva el hombre existe
con su problema no empezado todo
jugándose la vida a un ditirambo.
Dios le conserve a su derecha luego
y le perdone todo lo aprendido. [14]
Notas:
[1] Gabino-Alejandro Carriedo, Poesía, edición y notas de Concha Carriedo y Antonio Piedra, prólogo de Fanny Rubio, Valladolid, Fundación Joge Guillén, 2006.
[2] Ibid., p. 973.
[3] Víctor García de la Concha, La poesía española de 1935 a 1975. II. De la poesía existencial a la poesía social 1944-1950, Madrid, Cátedra, 1987, p. 683.
[4] César Augusto Ayuso, «Gabino-Alejandro Carriedo y la poesía comprometida. La revista “Poesía de España”», en VV.AA., nº 64 de Publicaciones de la Institución “Tello Téllez de Meneses”, Palencia, Diputación Provincial, 1993, p. 590.
[5] Francisco Ruiz Soriano, «Introducción», en La Generación de 1936. Antología poética, edición de Francisco Ruiz Soriano, Madrid, Cátedra, 2006, p. 21.
[6] Primer cuarteto del «Soneto-prólogo» de La sal de Dios, en G.A.C., Poesía, cit., p. 131.
[7] Primeros versos de «Parábola del niño pródigo» de La piña sespera, en G.A.C., Poesía, cit., p. 228.
[8] Últimos versos de «A veces, cuando llueve» de Del mal, el menos (1952), en G.A.C., Poesía, cit., p. 352.
[9] Antepenúltima estrofa de «Parte de guerra para la paz» de Política agraria (1962-1963), en G.A.C., Poesía, cit., p.444.
[10] Comienzo del poema «Unidad de la línea» de Los lados del cubo (1968-1972), en G.A.C., Poesía, cit., p. 511.
[11] Segundo trecho del poema «Castilla» de Tabla de valores (1970-1979), en G.A.C., Poesía, cit., p. 538.
[12] Reproduzco íntegro el poema «En blanco» de Lembranças e deslembranças (1975-1980) en G.A.C., Poesía, cit., p. 601. Este poema es mi traducción del original carriediano «Em branco» del libro citado, cuya primera edición fue publicada en 1988 en traducción y edición mías.
[13] Del poema «Historia de F» de El libro de las premoniciones (1972-1981), en G.A.C., Poesía, cit., p. 664. Este poema es uno de los últimos que escribió Carriedo, a un mes de su fallecimiento. Se publicó por primera vez en la sección «12 poemas inéditos» de mi libro biográfico Gabino-Alejandro Carriedo, su continente y su contenido en 1984.
[14] Este poema se publicó en el número 5 de la revista Aljaba, Jaén, mayo 1952.
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