miércoles, 12 de marzo de 2014

M. VASALIS [11.206]


M. Vasalis

M. Vasalis (La Haya, Holanda 13 de Febrero 1909 - Roden 16 de octubre 1998) fue una  poeta y psiquiatra holandesa. M. Vasalis es el seudónimo de Margaretha Droogleever Fortuyn-Leenmans. Vasalis es su apellido de soltera latinizado.
Vasalis estudió medicina y antropología en la Universidad de Leiden y en 1939 se estableció como psiquiatra en Amsterdam. Más tarde trabajó en Assen.
Vasalis hizo su debut en 1940 con la colección 'Parken en woestijnen' ('Parques y Desiertos'). Sus otros libros de poesía son 'De vogel Phoenix' ('El Ave Fénix') a partir de 1947 y 'Vergezichten en gezichten' ('Puntos de vista y Faces') a partir de 1954. Vasalis escribió algunos ensayos y una historia corta . 
La obra de Vasalis ha sido galardonada varias veces.
Escribió tradicionales poemas que a menudo se caracterizan por el uso de la personificación y el antropomorfismo. Sus poemas a menudo, después de una serie de impresiones de la naturaleza, terminan en una auto-reflexión.

Obras 

1940 - Onweer, in Drie Novellen, met J. Campert en E. Eewijck 
1940 - Parken en woestijnen 
1945 - Fragmenten uit een journaal, in Criterium 
1947 - De vogel Phoenix 
1952 - Naar aanleiding van Atonaal, in Libertinage 
1954 - Vergezichten en gezichten, een bloemlezing van verzen 
1958 - Kunstenaar en verzet 
1960 - De dichter en de zee, bloemlezing 
1964 - (S)teken aan de wand, in Raam, toespraak 
1977 - Dankwoord bij de uitreiking van de C. Huygensprijs 1974, in Literama 
1982 - Het ezeltje, facsimile 
1983 - Pijn, waarvoor geen naam bestaat, juryrapport over enkele gedichten van de Nederlandse auteur Bunnik 
1984 - Dankwoord bij de aanvaarding van de PC Hooftprijs 1982 
2002 - De oude kustlijn, nagelaten gedichten, op haar verzoek uitgegeven door haar kinderen op basis van haar eigen commentaar





El niño

Despedía su rostro un calorcillo
como la tierra cuando el sol se va.
Y más tenue que el aire en los visillos
circulaba en los labios su alentar.

Era vida, casi visible su área inmensa,
y sólo vida, que sin verterse colma,
sin una mancha ni una sombra inmersa
que suba o baje en la tan frágil copa.

¡Qué ancho el paso aún hacia la vida!
¡Qué fáciles y francas sus mareas!...

¡Y cuan leve y hermoso en compañía
de la muerte ahora está solo en la arena!

M. Vasalis, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).






El idiota en el baño

Cargadito de espaldas, con los ojos estrábicos,
medio trotando y tropezando con la estera,
feo y torpón, del brazo va de la enfermera
todas las semanas, el idiota, al baño.

El vapor que del agua caliente se levanta
le va tranquilizando: un vapor blanco...
Y a cada prenda de ropa que le sacan
más y más se reduce a un ensueño remoto y confiado.

La enfermera lo deja resbalando en el agua,
cruza él sus flacos brazos sobre el pecho
y suspira: en su boca alborea un gran contento
como si su sed primera se apagara.

Su precario semblante se vuelve hermoso y franco;
sus pies están plantados como flores sin luz,
sus largas piernas blancas también de un mismo blanco
se refractan en verde como oblicuos tronquitos de abedul.

En esta agua verdosa es aún un no nacido,
desconoce que hay frutos que no maduran nunca,
mas conserva alba y pura una sabiduría:
la del cuerpo, y prescinde de aquella del espíritu.

Y así, cada vez que lo sacan del agua
y lo frotan fuerte con una toalla
y lo embuten dentro de una tiesa túnica,
se resiste y llora a lágrima viva.

Y cada semana nace nuevamente,
y el cordón del agua-vida se le corta,
y vuelve a tocarle una vez más en suerte
seguir siendo un pobre y asustado idiota.

M. Vasalis, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).







El pollino

Fui a dar un corto paseo
a la hora azul de la tarde.
Seco y rojo estaba el suelo,
sutil y muy alto el aire.
Duros cardos azulados
crujían con rabia, indómitos.
Y, de repente, vi al lado
de un peñasco gris, inhóspito,
a un pollino de altas patas
tranquilamente paciendo.
Sus orejas clareaban
y había orgullo en su ceño.
Brillaban como agua limpia
sus grandes ojos de ámbar.
Y era grave, reflexiva,
y hasta imparcial, su mirada.
Yo no sé si fue el respeto
que me infundiera este hermoso
y aún intacto bruto, pero
un recuerdo muy penoso
sé que me vino invadiendo
y me hizo incluso emitir
un grito breve y tremendo:
¡Yo era antes también así!
Su integridad y dulzura,
fina gravedad y ensueño,
¡ay, cómo recobraría
para comenzar de nuevo!

M. Vasalis, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).





Llora...

Llora; de los ojos petrificados, porque sueña,
le brotan lágrimas como agua de la peña
que tapizan de seda las pestañas
e irradian luz a las mejillas blancas.

Y aunque llora, parece que no mueva
su carita marmórea y soberbia.

Está solo, a pesar de tenerlo yo en mis brazos;
solo, y en su pequeño sueño queda preso
de su menudo reino. No puedo calentarlo,
no puedo consolarlo, mientras llora su cuerpo...

Hasta que se despierta y me oye canturrear,
me ve y me reconoce de repente,
sonríe, y las lágrimas pendientes brillan más,
y con toda su alma se da a mí abiertamente.

M. Vasalis, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).




Seven Poems by M. Vasalis




Sometimes, silent, gazing through the open pane,
your beauty overwhelms me like despair,
despair no consolation can extinguish,
not by word, not by a kiss,
despair as big as me, as old, as vain.

That I can see you but cannot be you,
cut off from you, by my own eyes, my sight,
that you can sit there, created so separate,
it hurts as giving birth will do.

When you sit silent, gazing through the pane,
sometimes the wind will rise and stir your hair,
the fringe along your forehead, where it lies
like reed along the edges of a tarn.
At times a cloud comes sailing through the air,
I see the shadows move across your eyes.

And then it is as though you'll always be
but I may only live beside you for a while,
exiled by my temporality.
And then you turn your head, I see your smile.

From Vistas and Visages (Vergezichten en gezichten, 1954)
Translated by James Brockway in consultation with the poet.





illustratie
A portrait of M. Vasalis by Paul Citroen (1960) (Collection Letterkundig Museum, The Hague).


Time

I dreamed that I was living slowly,
slower than the oldest stone.
It was fearful, around me everything
I had known as still, shot up and shook.
I saw the urge with which the trees,
singing with hoarse and halting sound,
were writhing upward, out of the ground;
the seasons flying, changing hue
and fading fast as rainbows do...
I saw the tremor of the sea,
its welling up, its quick retreat,
like the swallowing of a giant throat.
And night and day, of brief duration,
flare and die, a flickering conflagration.
- The eloquence, the despairing will
in the gestures of the very things
that used to look so rigid, still,
their breathless, their bitter fight...
How could I not have known, not seen
it all before in earlier days?
How am I ever to forget?

From Parkland and Deserts (Parken en woestijnen, 1940)
Translated by James Brockway in consultation with the poet.






If there is music for it, I want to hear it:
I want music for the old, their strength reprieved,
who are ploughed with furrows deep and sheer,
and who don't believe. Who still know lust and pain.
Who loved, possessed, and lost again.
And if there is wisdom that is not fatigue,
clarity that is not death, decline,
that I want to see, that I want to hear.
If not, let foolishness and clouded thought be mine.

From Vistas and Visages (Vergezichten en gezichten, 1954)
Translated by James Brockway in consultation with the poet.
[p. 227]







The Sea Dike

The bus rides like a room across the night.
The road is straight, the dike is without end.
At left the sea, tamed but recalcitrant.
A little moon distils a delicate light.

In front of me the young, close-shaven necks
Of a couple of sailor boys. They do their best
To stifle yawns, they stretch their arms and legs,
And on each other's shoulders drop to rest.

Then dreamily there drifts into my ken
The ghost of this bus, transparent glass
Riveted to ours, now clear, and then again
Half drowned in the misty sea. The grass
Cuts straight through the sailors. Then I see pass
Myself as well. Only my face
Is drifting on top of the surface swell
And moves its mouth as if it would tell
A story and could not, a mermaid distressed.
There is to this journey, I feel somehow,
Neither start nor finish, only at best
This strangely split unending Now.


From Parkland and Deserts (Parken en woestijnen, 1940)
Translated by A.J. Barnouw.







Sotto Voce

So many varieties of pain -
I'll name them not.
Just one: the letting go, the parting;
and not the severing but the state
of being severed chills the heart.

Lovely still, the skeleton of a leaf,
light as a feather on the soil,
its only virtue now itself.
But between the arteries of grief
no joy left now to grant relief:
the meshes of your absence, framed
and held together now by pain,
grow ever wider still with time.

So poor, and for being poor, ashamed.

From Vistas and Visages (Vergezichten en gezichten, 1954)
Translated by James Brockway in consultation with the poet.








Phoenix II

This evening, when on a quiet visit,
where words, like bees, had formed a glistening swarm,
nostalgia, - a bird out of a grassy thicket,
that had concealed him, kept him safe from harm -

shot up, perpendicular, to the sky
with a cry I thought that everyone must hear.
And then I recognised who had flown out of me,
who, for his lofty nest, had sought my fire.

Oh little phoenix, who possessed me for too shor 
a time, I see the fires that are his eyes,
I feel the pressure on this hand where he has sat,
I hear the music of his wings as up he flies...

Take your time, do not scream with pain, oh hand.
Write on till every finger is consumed.

From The Phoenix (De vogel Phoenix, 1947)
Translated by James Brockway in consultation with the poet.







October

Tender, young, as though it were the eve
of spring, but lighter still now the fruit has gone,
with thinnest mist between the yellow leaves,
quietly autumn settles in.

I simply feel that, like a child,
I love. Something young, something old?
End or beginning? Something so dear,
so distant from all strife -
not as if the end of life,
but the spring of death were drawing near.

Naked the trunks, the crowns blown bare,
and this beset by silence, mist.

From The Phoenix (De vogel Phoenix, 1947)
Translated by James Brockway in consultation with the poet.



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