John Cornford
Rupert John Cornford (Cambridge, 27 de diciembre de 1915 - Lopera, Jaén, España, 28 de diciembre de 1936) fue un escritor y prominente comunista británico, además de brigadista internacional en la Guerra Civil Española.
Hijo de Francis Macdonald Cornford, respetado catedrático de cultura clásica en la Universidad de Cambridge y de Frances Cornford (nacida Darwin), era tataranieto de Charles Darwin.
Se educó en Stowe School y el Trinity College así como en la London School of Economics. Antes de graduarse se unió al Partido Comunista de Gran Bretaña donde se encontró con otros destacados miembros del Trinity en dicha formación como Guy Burgess, Donald Maclean, Kim Philby y James Klugmann, así como a la historiadora Margot Heinemann, de quien fue amante y a quien dedicó varios poemas. Para 1933 ya era un activo miembro del Partido Comunista de Gran Bretaña.
Durante la Guerra Civil Española fue reclutado en la Universidad para formar parte de las Brigadas Internacionales. No obstante, se integró primero en las unidades del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en el Frente de Aragón en agosto de 1936, para regresar a Inglaterra y volver de nuevo a España en diciembre del mismo año, ahora sí como miembro de la XIV Brigada Internacional. Murió durante una acción en la batalla de Lopera, donde ya había fallecido el día anterior Ralph Fox, en el llamado Frente de Andalucía.
Reconocimientos
En 1999 se inauguró en Lopera un monumento homenaje a Ralph Fox, Cornford y el resto de brigadistas en el centro del llamado Jardín de los poetas ingleses.
Obra literaria
Considerado un representante del modernismo poético y el Modernismo anglosajón, sus trabajos más conocidos son The Last Mile to Huesca (1936) y Poems from Spain (1936).
Understand the Weapon, Understand the Wound: Selected Writings of John Cornford (1976) editado por Jonathan Galassi
Peter Stansky, William Abrahams, Journey to the Frontier; Two roads to the Spanish Civil War.
HOMENAJE A John Cornford
Conviene detenerse al menos un instante en la poesía extranjera de la Guerra Civil española. Es sabido que la Guerra Civil fue seguida con gran interés en todo el mundo occidental y tuvo una enorme resonancia literaria. Los soldados extranjeros que participaron en la guerra crearon también un corpus literario extensísimo, influidos quizá por la difusión de la poesía que percibían en los distintos frentes. Así puede asegurarse si juzgamos la cantidad y calidad no sólo de escritores como Auden, Cecil Day Lewis, Spender que trataron el tema de la guerra española; o de otros escritores de menor relieve pero muy prometedores como George Barker, John Cornford, Charles Donnelly o Jack Lindsay; sino también por los versos de un elevado número de combatientes que a buen seguro no hubiesen escrito una sola línea si no hubieran participado en la guerra, como Dennis Birch, John Lepper o Edwin Rolfe (Álvarez Rodríguez y López Ortega 1986: 3). Como en la poesía de los españoles, la mayoría de la escrita por extranjeros luce un estilo épico para adornar los conceptos de heroísmo y libertad. Paradójicamente, es sobre todo en los poetas que lucharon en España donde hallamos las notas más íntimas y un lenguaje con menor dosis de propaganda política (Álvarez Rodríguez y López Ortega 1986: 6). Su poesía, de bruces con la realidad, se reviste entonces de un tono trágico, desmitificador. Los antólogos de Poesía anglo-norteamericana de la Guerra Civil española, Román Álvarez Rodríguez y Ramón López Ortega, destacan un poema de John Cornford que resulta tan seco y eficaz como desolador. Este brigadista inglés, para más señas biznieto de Darwin por parte de madre, formado en los mejores colegios de Inglaterra, interrumpió sus vacaciones en Francia para venir a España a luchar al lado de los republicanos pues creía que ésta era una de las primeras batallas que se iban a librar por la libertad en el mundo. No erró mucho, como se pudo comprobar después. Por desgracia, una ráfaga de ametralladora acabó con su vida el 28 de diciembre de 1936 en el frente de Andalucía, concretamente en la Batalla de Lopera (Jaén). El día anterior había cumplido 21 años. Unos meses antes, en el frente del Ebro, escribió este poema (la traducción es del poeta Aníbal Núñez):
Es éste un sector tranquilo en un frente tranquilo.
Dimos tierra a Ruiz en un ataúd de pino
pero la mortaja era tan pequeña que los recién lavados pies sobresalían.
El hedor del cuerpo atravesaba los tablones de pino cepillado
y algunos, para llevarlo, cubrieron sus caras con pañuelos.
Fue una muerte vulgar.
Excavamos una fosa cualquiera en aquel suelo inhóspito
y maquinalmente disparamos una salva
sobre su tumba.
Por nuestra indolencia era evidente que nadie lo echaría de menos.
Es éste un sector tranquilo en un frente tranquilo.
No hay gas letal ni potentes explosivos.
Pero cuando bombardearon la otra parte del pueblo
y las calles se llenaron de un polvo asfixiante
las mujeres salieron chillando de las casas derruidas
aferradas las nalgas desnudas de sus hijos bajo el brazo.
Yo pensé: qué feo es el miedo.
Es éste un sector tranquilo en un frente tranquilo.
No estamos nerviosos; dormimos a pierna suelta.
En el limpio lecho del hospital mis ojos pesaban tanto
que el sueño borró sin resistencia una imagen horrible:
un miliciano herido gemía en su camilla
fuera ya de peligro, suplicando agua;
firme ante la muerte, ante un dolor así, indefenso.
Esto es un frente tranquilo.
Pero cuando estreché la mano de un obrero anarquista al marcharme
dijo: “Di a los trabajadores de Inglaterra
que no hicimos nosotros esta guerra,
que no la buscamos.
Pero si los fascistas han de gobernar de nuevo en Barcelona
será sobre ruinas:
nosotros, los obreros, yaceremos debajo”.
Mostramos la versión original:
“This is a quiet sector of a quiet front.
We buried Ruiz in a new pine coffin,
but the shround was too small and his washed feet stuck out.
The stink of his corpse came through the clean pine boards
and some of the bearers wrapped handkerchiefs round their faces.
Death was not dignified.
We hacked a ragged grave in the unfriendly earth
and fired a ragged volley over the grave.
You could tell from our listlessness, no one much missed him.
This is a quiet sector of a quiet front.
There is no poison gas and no H. E.
But when they shelled the other end of the village
and the streets were choked with dust
women came screaming out of the crumbling houses
clutched under one arm the naked rump of an infant.
I thought: how ugly fear is.
This is a quiet sector of a quiet front.
Our nerves are steady: we all sleep soundly.
In the clean hospital bed my eyes were so heavy
sleep easily blotted out one ugly picture,
a wounded militiaman moaning on a stretcher,
now out of danger, but still crying for water,
strong against death, but unprepared for such pain.
This on a quiet front.
But when I shook hands to leave, an Anarchist worker
said: “Tell the workers of England
this was a war not of our own making.
We did not seek it.
But if ever the Fascist again rule Barcelona
it will be as heap of ruins with us workers beneath it”.
A Margot Heinemann
Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.
Al atardecer se alza el viento
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.
Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado.
Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.
John Cornford (Traducción de José Agustín Goytisolo)
[To Margot Heinemann]
Heart of the heartless world,
Dear heart, the thought of you
Is the pain at my side,
The shadow that chills my view.
The wind rises in the evening,
Reminds that autumn's near.
I am afraid to lose you,
I am afraid of my fear.
On the last mile to Huesca,
The last fence for our pride,
Think so kindly, dear, that I
Sense you at my side.
And if bad luck should lay my strength
Into the shallow grave,
Remember all the good you can;
Don't forget my love.
Full Moon At Tierz: Before The Storming of Huesca
The past, a glacier, gripped the mountain wall,
And time was inches, dark was all.
But here it scales the end of the range,
The dialectic's point of change,
Crashes in light and minutes to its fall.
Time present is a cataract whose force
Breaks down the banks even at its source
And history forming in our hands
Not plasticine but roaring sands,
Yet we must swing it to its final course.
The intersecting lines that cross both ways,
Time future, has no image in space,
Crooked as the road that we must tread,
Straight as our bullets fly ahead.
We are the future. The last fight let us face.
Sergei Mironovitch Kirov
Nothing is ever certain, nothing is ever safe,
To-day is overturning yesterday's settled good.
Everything dying keeps a hungry grip on life.
Nothing is ever born without screaming and blood.
Understand the weapon, understand the wound:
What shapeless past was hammered to action by his deeds,
Only in constant action was his constant certainty found.
He will throw a longer shadow as time recedes.
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