lunes, 3 de marzo de 2014

ARCADIO LÓPEZ CASANOVA [11.131]



Arcadio López Casanova

Arcadio López Casanova (Lugo, 1942), poeta y crítico literario. Profesor de Literatura. En su obra aparece lo telúrico, la desposesión, la atracción y el rechazo, el ir y venir, los caminos. Pertenece por generación al grupo poético de los Novísimos o del 68.

Arcadio López Casanova estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago de Compostela. Recibió numerosos premios en las Festas Minervais y otros certámenes literarios convocados en Galicia en los años 60. Profesor de Literatura y crítico literario, cultivó también el teatro (Orestes, 1963) y la literatura infantil (O bosque de Ouriol, 1973). Dio clase en el Colegio Fingoy, fundado por el empresario y filántropo galleguista Antonio Fernández López. En 1968 se trasladó a Valencia para ocupar una cátedra de lengua y literatura españolas en el Instituto Mariano Benlliure. Desde 1986 es profesor titular del Departamento de Filología Española de la Facultad de Filología de la Universidad de Valencia, donde imparte materias relacionadas con la poesía y la novela españolas del siglo XX, así como el análisis y la composición de textos poéticos.

Obra literaria

En 1965 publica Sonetos da esperanza presentida y en 1967 Palabra de honor. El libro Mesteres, finalista en 1976 del Premio Nacional de la Crítica, supone una renovación de su poesía. A continuación publicó Liturxia do corpo. En 1978 obtiene el Premio Adonais por La oscura potestad. En 2003 recogió su obra poética completa en castellano con el título En oscuro desvelo.
Los primeros libros de López-Casanova reflejan una preocupación obsesiva por recuperar la infancia, la inocencia perdida, mezclada con dramatismo que expone una visión desesperada del mundo y de las cosas, en la línea intimista y angustiada de la poesía de la tebra (poesía de la tiniebla). En Mesteres muestra una mayor preocupación formal, empleando versos de larga andadura, entroncados en las formas rapsódicas de la lírica tradicional. Liturxia do corpo contiene meditaciones íntimas sobre la muerte.




LA OSCURA POTESTAD

“La puerta de la Casa está ya abierta
y alguien vela tus pasos más allá de la Noche”

Miras y sabes. Ya no sabes nada.
Y no miras: tus ojos están ciegos.
Oscura sombra mineral de juegos
de muerte. Oscura sombra sobre nada.

Existes tú, no existes. Nada es nada.
El mar desde la mar —¡Oh monasterio
funeral!— tañe acordes de salterio
tuyo, y tú ya no ves. ¿La vista? Nada

existe. Y tú no sabes. Y tú miras
el mar, la mar oscura, oscuras liras
de soledad, de soledad… Ya es tarde

para vivir, para vivir. No tienes
nada, no tienes nada. ¿Luz sostienes…?
En silo de templanza arde la tarde.






cuando, de repente, rompe el silencio una llamada en la
puerta,
un leve golpe,
y el timbre suena luego muy débilmente, casi imperceptible,
un timbrazo,
después otro más fuerte, y otro ya casi con estrépito,
y otro continuado, sin parar,
(¡pero quién puede ser a estas horas!),
y golpes, y golpes, y golpes violentos en la puerta,
y alguien que atisba por el jardín, desde el amplio
ventanal,
y que golpea también en los cristales,
y el timbre que, horrible, no deja de sonar,
no, no para,
alguien que en la alta noche está llamando, está con
violencia golpeando en tu puerta,
qué busca...







Todo lo habéis dado al fuego
devorador.
Viejos pergaminos, códices añejos como vino secreto del corazón,
hiedras en el alto amanecer de las balaustradas, pérgolas de luz incinerada,
ramas
de ceniza,
muro de todas las lamentaciones del consumido vivir,
de vida, acaso, consumada.
En cuanto a los versos cortos, abundan los de una sola palabra:
indigno amor, y has amado, y ya nunca, nunca, nunca más amarás,
nunca
más
amarás,
diosa mía, diosa mía, niña...





Cuenta el peso de las horas,
cae
el tiempo en el pozo de la noche
como bronce de campanas,
días
que sabe de bondad (¡Oh, niña
floral, dorada risa de agua!),
años
de destierro cruel, de insulto
cruel hacia su canto.







Quietas las lentas aguas azules,
quieto el espeso verdor, los cantiles de sombra,
las horas de esta tarde infinita, de esta luz de oro y malva que no muere,
quieta tú, amor mío, en el éxtasis de juventud,
eres como te recuerdo y sé para mi ventura,
en aquellos días de tan dorado temblor, de luminosos pétalos abrasados,
junto a aquel mar de acantilados, junto a este mar de peñascales de sombra,

antes y ahora...






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