lunes, 10 de diciembre de 2012

SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ [8753]





Sergio Briceño González
Sergio Edmundo Briceño González es un poeta mexicano. Nació en Colima en 1970. Fue exdirector editorial del Diario de Colima. Su obra ha sido traducida al francés y ha obtenido en 2001 el Premio Internacional de Poesía Salvador Díaz Mirón y en 2011 el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines.

Poesía

Trance
Corazón de Agua Negra (Instituto Colimense de Cultura, 1995)
Catorce fuerzas (Universidad de Colima, 1995)
Saetas (CONACULTA, 1997)
Ella es Dios (Praxis, 1998)
Náqar (FilodeCaballos editores, 2003)
Insurgencia (2011)

Premios

Premio Internacional de Poesía Salvador Díaz Mirón (2001).
Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (2011).



Convicción

Para poder gritar
hay que saber callar.

Guardar silencio
durante muchos años.

Sedimentar la rabia,
hacer que la impotencia
anide entre las tripas.

Después
subir al campanario

y competir
con el bronce
de un tañido

Lejano

De dos siglos. ~








Invitación

¿Y tú
cuándo subirás
al campanario oriental
para lanzar el grito?

Para quitarte el cepo
el yugo
los grilletes

Para alzarte
en armas
contra ti

Contra toda memoria
de ti mismo
que te obliga y te ata
que te encierra y asfixia
que te atenaza
el cuello

¿Cuándo tocarás
la campana
de tus pasiones y glorias
de tus delirios y abismos?

¿Cuándo vendrá
el tiempo
de armar la artillería
y emboscar
al enemigo?

¿O eres tú mismo
tu adversario? ~







Alucinación

Se llama Dolores
la morena
del pantalón acampanado
que entra al bar

Largo el cabello
rizadas las pestañas

con la boca roja
pinta
el caballito
de tequila

Lo beberá de Hidalgo
y en sus tobillos
sonará la campana
de mezclilla

Para después lanzar un guaco
de ebriedad
o de lujuria

Un grito de contento
al tomarse de golpe
el ruidoso licor

Y allende su cintura
el galopar
de unas bragas
encendidas de blanco
olorosas a crin

Acampanada mulata
que bebe hasta las heces
cada copa de agave

Y a cada Hidalgo
que le piden
sonriendo
los amigos
del bar
suena una campana
silenciosamente dulce
entre sus piernas negras. 






Misiones

No te agradecen las mujeres
si les escribes versos.

No los entienden
pero sienten agrado
al oírlos sonar.

Recuerdan de su infancia
medias blancas
y novios juveniles.

Te dan un beso
nadamás
si les escribes un poema

Lo guardarán. Lo olvidarán

Las mujeres no quieren hombres
ni poesía.

Son sólo mujeres. Demasiado.






Pérdida

No hay forma
de encenderlo.

Ni con chispa
o fogata.

Ni soplando
en la base
para que encarne
el fuego.

Ni rociando butano
o kerosén.

No es posible encender
ni siquiera una vela
en esta cueva oscura
en que se oculta
la bestia
del amor apagado.






Mezzo

A la mitad del amor
sabrás que es necesario descender.

Almas verás
gritando en el suplicio.

Pero nadie vendrá
para decir sus nombres.

No son ángeles
ni pétalos
lo que habitó este reino.

Ahora son espinas
o piedras o pantanos.

Volverás a la luz
con las manos manchadas.

Tendrás sabiduría
a la mitad del amor.





Madre

Llegaba a casa oliendo
a nicotina.

Tomaba un baño largo
y luego cama.

Su respirar
en mis oídos

El alcohol que sus tripas
fermentaban
salía por sus poros
con aroma de asbesto.

Tarde se incorporaba
para desayunar
con derrame en el párpado.

Compartía la habitación
con ella.

Ahora tiendo sábanas
por si llegara tarde.

Mas nunca llegará.






Casa II

Con un cuchillo
mi padre marcaba
en la pared mi crecimiento

Después
de metro y medio
ya no hay nada.




Pubertad

Otro rayo desciende
por su pelvis
para incendiarle el pan.

Una burbuja
se hace fibra
en el ombligo
hasta doblarla.

Otra gota
de infierno
entre las piernas.

Y la inmediata certeza.

La sensación de madurez.





Tiempos

Siguen cayendo
víctimas de celos
o rencor.

Siguen odiando
al prójimo.

Mienten y hacen trampas.

Financian sin fondos
y venden
matan, perjudican.

No son escrupulosos.

Se tratan
con invectivas dulces
y socarrones verbos
de gracia indubitable.

Pero no los atiendas.

Mañana tal vez digan
que de ti descubrieron el talento, el amor.

Se harán pasar por tiernos, por colegas.

Mas al darles la espalda
el puñal o el zarpazo.

Y la sonrisa dócil, desde luego.






Tú 

Funge de pordiosera en Catedral.

Besa al marido
antes del baño.

La vieron en los muros
de un burdel
hinchada de semilla.

Se oprime un seno
para sentir tu encía.

Calza clavos.

El musgo
de su pubis
un trigal.

Mezcla su orín
con el jabón.

Nada para hoy         -dice.

Ni un conjuro. Ni un crótalo en la pelvis.

Al mirarse
al espejo
un rayo la devora.





Díptico

Vago por el mundo
con los ojos secos.

Soy el que anda con bordón.

El que tentalea
y se arrastra.

El que se cubre los ojos
con el brazo.

Ese
al que un grito ha roído
y al que dicen:

Vuelve a arrancarte los ojos.

Y mira.






Adolescencia

Tienen aire de garduñas
en un pobo.

Quitan de los pulmones
la respiración
y del pecho el latido.

O de la sien el eco de la sangre.

Tienen cuarenta pechos
en apenas dos.

En su cintura hay tábanos.
Cigarras o avisperos
en la rendija
que les pinta el calzón.

Son baratas si les pides risa
y costosas si un beso.

Despiden un aroma picante

Adoran a los micos
y me han visto orinar
con calentura.

Miran en mi entrepierna
y se manchan de rojo sus mejillas.







La pulpa de sus frutas
no es alcohol ni vitriolo,
es puro lodo áureo
que desciende a las venas
cargado ya de pólvora
o convertido en ácido.

Con un corcho en el sexo
que botará el gandul.

Las que tienen
mariposa
en vez de himen.

Doncellas de un reino
bajo tierra.

Vírgenes de un palacio
fincado sobre nubes
y rayos.

Vestales.

Purísimas
bacantes.




Marejada

Eran de goma o caucho.

Eran de lodo
los nombres fundadores.

masmugatla
ospanavaztla
mazungatle

Eran de qué
los nombres
bajo el ala del ticús.

Qué fueron esos nombres
unidos a la lengua,
al paladar.

Aire original
que puebla las palmeras
con zancudos y gritos.

Agua
donde hoy bejuco
linces
cocotales.

Pasta nutricia

Brea seminal
adentro de las hembras.









mautlán
cuciyutlan

Pulidos
por girar
girar
girar
como el trompo
que en la banqueta
observa
el niño con malaria.

Pulidos
hasta darles aspecto
de aguja
o cincel.

Cihuatlán

El siglo los talló
como el mar que desgasta
los guijarros profundos
que albergará el ostión

O tu delicia.




Cueva

Pequeño botón diamante.

Caldo en que hierve
la lija del deseo.

Herida.

Betabel
hendido.

En sus hojas
o labios
hay sopores.

Nada que se asemeje
a su frutal espacio
de blandura y firmeza

Pequeña biblioteca
del enfermo.

Forma un cráter oval
si abierta,
o al ser apenas separada
por los dedos.






Cabe allí
-inflamado y redondo-
el poste enano
que guarda en sus bodegas
la miel color vapor.

Raja roja

Raja

-dicen los adeptos.




Coda II

Pensaban los que escriben
que la tinta eran ellos.

Pero un tercer pulmón
los obligó a toser.

Dejaron una mancha
de sangre
aquí en la hoja.




Homérica

Pido limosna
por las calles de mi ciudad materna.

Me ha ido bien.

Mi aspecto sin embargo es repugnante.

Las damas perfumadas
hacen sonar el níquel
en mi cubo de lata.

Tengo un ojo brotado
erisipelas
la carne desastrada
ronchas
                                   epilepsia.

Sentado me mantengo
para ahorrar energía.

Pronto iré a otra ciudad
y luego a otra.

Hasta caer en trozos
con el bolsillo en plata satisfecho
y un puñado de llagas
o poemas

devorándome.






Contraposición

No los puedes matar
con simple raticida.

Sólo dales auténtica Poesía.




Lamento

Versos sordos y mudos:
no tendrán los arrestos
para sobrevivir
y vagarán idiotas por tu sangre.

A señas entablarán
sus relaciones.

Versos tan imperfectos
tan rengos
tan infieles.

La mitad
se quedó en la matriz.

Y aquel que los parió
no pudo ya engendrar
mas que murmullos

sangrientos balbuceos.




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