Edwin Agustín Lozada nació en 1958 en San Fernando (La Unión, Filipinas). Empezó a publicar en español en 2001, en esta lengua ha editado Sueños anónimos – Anonymous Dreams y Bosquejos. A los diez años se trasladó con la familia a San Francisco donde sigue viviendo y trabajando. Estudió idiomas (español, francés y griego moderno) en la Lowell High School de San Francisco y, en la San Francisco State University, se licenció en español, cursó estudios de música y obtuvo también el certificado de aptitud pedagógica. En 1980-81 estudió en la Universidad Complutense de Madrid.
En el verano del 2000, con otros profesores de español, participó en el programa Fulbright-Hayes en Chile, donde compuso el libro de poesía Copihue incluido en Sueños anónimos. Actualmente enseña lengua y literatura española y es el jefe del departamento de lenguas extranjeras en la Woodside High School en California.
Sueños anónimos[5] se publicó gracias a una beca de la San Francisco Arts Commission concedida al autor en marzo 2001: este libro, primera publicación de Lozada en lengua española, recoge poemas escritos entre 1980 y 2000. Se trata de un texto escrito en español y completamente traducido al inglés por el mismo autor. El libro se compone de cinco secciones «Vuelos», «Suite», «Dos canciones», «Revelaciones» y «Copihue», más un apéndice que es la reedición de Mi último adiós, testamento espiritual en versos del poeta nacional filipino José Rizal, cuyo texto es introducido y traducido al inglés por Edwin Agustín Lozada. El libro ha sido presentado en el Instituto Cervantes de Manila el 19 marzo 2002. Variado en los metros, Sueños anónimos ve la prevalencia del verso libre con alguna concesión a la tradición del soneto («El mantón», p.145), a las cuartinas («Versos», p. 61) y a las rimas. Diferentes las influencias, las citaciones, ahora explícitas a Pablo Neruda, a Gabriela Mistral, a los clásicos hispanofilipinos, in primis Rizal; a veces no directas pero igualmente evidentes en las sugestiones lorquianas de nocturnos alumbrados por la luna, en las referencias a Machado, en el sentimiento de amor inspirado por Juan Ramón Jimenez, incluso hasta algún lejano eco becqueriano. Sin embargo, como es típico de esta cultura, genéticamente hispánica, pero de un hispanismo sincrético, de frontera, estos versos son una vez más un ejemplo evidente de cómo el influjo literario español e hispanoamericano es, en los autores filipinos de la segunda mitad del siglo XX, algo aprendido y yuxtapuesto a la poderosa influencia de la civilización anglosajona, que, tras la invasión estadounidense, constituye la base de la educación escolástica, y por lo tanto literaria, del archipiélago desde hace más de un siglo.
Escrito prevalentemente en segunda persona, Sueños anónimos es un canzoniere dell’Amor perduto, que a momentos sería más correcto definir dell’Amor mancato, un amor discreto hecho de delicadas miradas, de caricias no dadas. El Yo del poeta se dirige a un inaferrable Tú imprecisamente caracterizado; un Tú que a trechos se confunde con el Yo poético; un Tú que representa el alter ego de este Yo poético; un Tú destinatario de un monólogo interior, de una autoreflexión sobre la psicología amorosa, sobre los efectos del amor en el alma, sobre el sentido de la vida. El amor cantado por Lozada es un regreso de la memoria a los días felices, días de gozo inconsciente; días cuya plenitud se alcanza sólo a posteriori, con la ausencia de la persona querida, ausencia que revela el valor del bien perdido, «ahora entiendo/ ahora que es tarde/ ahora veo» («Monólogo», p.13). Después de todo, el amor es algo inalcanzable, «eres intocable… eres deseo prohibido» («Fuga», p. 47), el amor se expresa a través de la voluntaria fuga de una deseada felicidad que no tiene consistencia ni siquiera en el sueño, «temo que no sientas lo que sientes por mí en sueños» («Muros», p. 67), porque el amor, así como el objeto de amor, es y sigue siendo «un enigma» cuyo nombre desconocido flota «en la nada de mi sombra» («Equivocación», p. 65). Esta imposibilidad de «saber» limita el conocimiento de sí, «nadie sabe dónde estoy» («Adivinanza», p. 63): no es posible conocerse, no hay remedio a la ignorancia de sí; y onírica, además de melancólica y nostálgica, parece ser toda la experiencia amorosa porque la vida es un «barco» cargado de «sueños anónimos» del cual se ignoran la ruta y ese «Tú», meta suspirada, que nunca se revelará porque «escondido entre las sombras», así todo «se escapa» y el único refugio es el pasado, el recuerdo de la infancia («Visiones», p. 45). El pecado de amor es el excesivo, irrefrenable deseo que desencadena la codicia, la voluntad de posesión del otro; cada uno al contrario, como isla separada del resto del mundo, pertenece sólo a su «destino», a sus «ilusiones», a sus «sueños», y el verdadero amor es el simple don de una sonrisa de la persona amada («Solitario», p. 77). Algunas imágenes recurren con frecuencia en los versos de Lozada: la noche «misteriosa» («El hechizo», p. 53) lugar del sueño, la luna ahora shakespearianamente «traicionera» («Demasiado pronto», p. 131), ahora plácida reina del cielo, testigo ausente de la desilusión de amor y muda vestal de los eventos de las historia, «y de súbito/ vuelve a aparecer la luna/ y con su luz serena/ te sentimos cerca…», luna que personifica también al poeta mártir Rizal, farol y guía de su pueblo «te fuiste/ para ser luna en la noche» («Demasiado pronto», p. 133). En la poesía de Lozada domina a trechos una concisión, un gusto por el fragmento, por la figuración de nocturnos que recuerda las atmósferas de la lírica de Safo y esa descripción de la fisiología de amor a la que, por primera, la poetisa griega ha dado voz: «yo te miré/ y sentí/ una inundación/ de temblores placenteros/ dentro de/ mi corazón sacudido» («Secreto», p. 87).
Un segundo topos es la lluvia, «implacable» en su «arrogancia» monzónica («Preludio», p. 23), o sensual «perla de cálida lluvia tropical» que «cae en tus labios» («A la deriva», p. 93), lluvia que, junto a la vegetación lozana de los trópicos, es símbolo de la Madre Tierra: reina la sensualidad prepotente de la naturaleza que se enlaza con el deseo de amor y la búsqueda del sentido de la vida. Aunque el tema de amor prevalece, otros se alternan, aparecen en estos versos: la personal experiencia cotidiana, la fe religiosa, y la historia nacional filipina cantada en particular en la cuarta sección «Revelaciones» («30 de diciembre de 1896 [a José Rizal]», «Demasiado pronto», «El mantón», p. 117). La histórica figura del poeta nacional José Rizal encarna el amor por el propio país. Rizal, padre de la patria y monumento de la literatura española de las islas, es un modelo literario y civil inolvidable para todos los filipinos, y a él como escritor hace referencia el hispanógrafo Lozada, no tanto para celebrar su figura, sino con la clara intención de consolidar un vínculo con la herencia española que en un pasado no tan lejano ha fundado la identidad del pueblo filipino y que la historia reciente ha tratado vergonzosamente de borrar. Al tema de la historia se liga también el de la fe cristiana que, si por un lado representa una sincera exigencia interior del poeta, por el otro es fundamento de ese «hecho diferencial» que el filipinista Luis Mariñas Otero reconoce como elemento «formador, diferenciador e incorporado a una comunidad como parte consustancial con la misma» (Mariñas Otero, 1973, p. 8) y que ha creado la identidad nacional. Javier Galván, director del Instituto Cervantes de Manila, ha definido este libro de «calidad indiscutible» por «su sensibilidad, y dominio del lenguaje» (Agustín Lozada, 2002).
El segundo libro de Lozada es Bosquejos. Del libro existen dos diferentes ediciones: la primera, publicada sólo en 300 ejemplares, es la versión original en castellano; la segunda es una edición bilingüe español-inglés que lleva el doble título de Bosquejos/Sketches, aparecida en febrero 2003. En estos últimos versos se refleja su amor e interés por el folklore, una manifestación más de la búsqueda de la cultura hispana. En efecto, el deseo de valorizar esta cultura ha sido motivo de empeño en la danza flamenca y filipina, por esta razón colaboró con el grupo Rosa Montoya Bailes Flamencos de San Francisco, y desempeñó el cargo de codirector del Bayanihan Cultural Organization.
Si la primera obra recogía poemas escritos a lo largo de muchos años, Bosquejos presenta una mayor homogeneidad de temas, lenguaje y metro; la colección propone veintisiete líricas repartidas en siete secciones: «Y así nació la poesía», «Búsquedas», «Canciones flamencas», «Paisajes», «Antes y después», «A mi abuela», «Bosquejos»[6]. Este libro puede definirse un himno a la ciencia sagrada de la poesía; poesía que, más que artificio del ingenio humano, es ante todo la Naturaleza misma, Naturaleza que es Divina Revelación de la Belleza. Abre la colección la lírica «Y así nació la poesía», evidente eco del himno de San Juan Evangelista al Logos que introduce el cuarto Evanangelio: «la víspera del primer día/ de la creación del universo/ Dios soñó la poesía» (p.11); Dios, por «gozo incontenible», por «generosidad» dio origen a la palabra poética que es profecía anunciada por aquel profeta que es el poeta «profeta de los corazones» (p.15). De la poesía, como complemento se originan las demás artes: danza, música, pintura, que juntas forman una sola cosa, una sagrada ciencia divina cuyo sacerdote es el Artista. Hay en este libro un ritmo métrico y narrativo que imita los versos sapienciales y gnómicos de la Biblia. Y el tema de la Poesía, construido sobre la identidad arte-poesía-sueño es el hilo conductor de toda la colección. Escribe Anabel Sánchez, directora del Spanish Resource Center del Consulado general de España en Los Angeles: «En esta joya poética, Edwin Agustín Lozada entona un canto a la poesía a la que personifica, da vida, hace penetrar el alma, presenta como omnipresente y escondida en cada rincón de la vida» (Agustín Lozada, 2002).
En lo que sigue a la primera parte «Y así nació la poesía» aparecen los espectáculos enigmáticos de la naturaleza, comprensibles y evidentes sólo para quien desea prestarles atención («Búquedas», p.27); las atmósferas andaluzas y lorquianas animan «Canciones flamencas» (p.43); una paradisíaca «isla olvidada/ virgen y pura» representa a la patria filipina rica de «orquídeas/ gemas exóticas que parpadean sagradas fuentes de sangre/ que dan vida a otro mundo» («La isla», en «Paisajes», p.57); el dolor, provocado por el odio humano, y el gozo que nace de una sonrisa donada al mundo, son protagonistas en «Antes y después»; las visiones alucinadas de «un ejército/ de mil hormigas hambrientas» («Ad insaniam», p.81), el resplandor de un campo que «se despierta» («Por el campo», p.87) a los rayos dorados de los girasoles, los recuerdos de amor que resisten «para siempre» («Para siempre», p.93) pueblan la última sección «Bosquejos». Todo parece bien amalgamado gracias a la penúltima sección «A mi abuela, Margarita Lomboy Sobrepeña»: la abuela cuenta a sus nietos un cuento de juegos de duendes, de sabor exótico, tropical. Margarita concluye su cuento recordando a los niños que: «si miráis con vuestros corazones/ veréis las cosas invisibles» («A mi abuela, Margarita Lomboy Sobrepeña», p.75). Éste es el sentido de la poesía y del arte en una vida que a veces resulta dura: «yo guardaré tus palabras/ al lado de mis ensueños,/ porque a menudo me salvan/ cuando vienen los tormentos» » («A mi abuela, Margarita Lomboy Sobrepeña», p.77).
Este nuevo libro confirma la vocación poética y literaria de Edwin Agustín Lozada y permite al crítico y escritor filipino Guillermo Gómez Rivera decir que en Lozada se revela «una continuidad de la misma tradición literaria al que pertenecen nuestros Rizal y Recto y todo lo que hizo grande a nuestra patria, Filipinas» (Agustín Lozada, E. 2002).
En lo años 70 el embajador español en Manila y filipinista Luis Mariñas Otero citaba los nombres de muchos escritores, ensayistas, periodistas, lingüistas hispanohablantes[7]; sin embargo, ninguno de ellos ha llegado ser un nuevo «Rizal», es decir ninguno ha alcanzado la atención y la capacidad de condensar el sentir de su pueblo en su obra en español.
Sin embargo, la obra de Lozada, como la de otros autores actuales[8] demuestra que hoy en día el español sigue siendo lengua viva y creativa en Filipinas. Estos escritores recuerdan al mundo que Filipinas fue y es también hoy un país hispánico y, en segundo lugar, que hay autores que siguen utilizando el español como forma de comunicación para describir su mundo interior y su realidad autóctona. La falta de un público, nacional o internacional, sólo ha limitado pero no impedido la producción en español que, para una minoría, sigue siendo la «lengua del corazón», lengua materna de los orígenes, de los recuerdos, de un pasado glorioso que es parte de la historia de cada filipino; es esta lengua de las raíces la que permite la relación con todo un pasado psicológicamente borrado por la invasión cultural de los Estados Unidos pero latentemente enraizado en el alma filipina, un patrimonio todavía vivo y rico que no puede ser excluido del futuro de Filipinas ni de la riqueza de la realidad hispánica. A este propósito no hay mejores palabras que las del diplomático Luis Mariñas Otero, el cual en 1973 escribía:
Las letras castellanas, hoy en la lejana y fraterna Filipinas, están en crisis, tal vez irreversible, el entusiasmo de quienes las cultivan en las islas debe estimular en los hispanoparlantes de otras latitudes y otros continentes el apoyo decidido, tantos años ausente, a los que aislados en tierras de Oriente, mantienen encendida la llama de la cultura común.
Visiones
está tronando
la lluvia se escapa
sin saber adónde va
por la calle un niño corre
calado hasta sus temores más íntimos
se estremece
en alta mar va a la deriva
un barco cargado de sueños anónimos
¿hasta dónde llegará?
tú, escondida entre las sombras
de los deseos aún no nacidos
te callas
se me escapa todo
busco refugio
en el ocaso donde a veces yo jugaba
A la deriva
una perla de cálida lluvia tropical
cae en tus labios
calladamente estalla
en arroyos tiernos y melosos
que lentamente se deslizan
acariciando los pétalos de tu boca
(carmesí)
con mi lengua quiero marcar
la ruta infinita
de estos riachuelos de deseo
que seductoramente
te despiertan
(sol)
cierro los ojos
y a tientas
busco tu corazón
y en tu perfume
me abandono
(embriaguez)
(de "Bosquejos")
Impresión
la incertidumbre segura se esconde
en los resquicios de puertas quebradas
de esperanzas tenues, adormecidas
blancas ruinas mudas y abandonadas
ay, gimen y después desaparecen
en una olvidada lancha fantasma
insegura que ha perdido su rumbo
y va vertiendo su congoja amarga
mientras surca, surca mares quiméricas
en una soledad acaso mía
A Federico García Lorca
Siguiriyas
Los ojos de la noche,
afilados, negros,
cortan las venas de la sierra y surge
un río de cuervos.
Un grito mudo y rojo
se hunde aquí en mi pecho
y llena mis sueños de tempestades
que arrasan tus besos.
Una brisa lóbrega,
con un manto oscuro,
gimiendo sigue a la luna morena
que ya está de luto.
Ay, mare de mi alma,
dime,¿dónde estás?
Escóndeme en tus sollozos ocultos,
ahí no me hallarán.
La guitarra en llamas
derramaba angustia
y cantaba una fuerte lluvia fría
con su voz de púas.
Música
Cuando la lenta tristeza
nos invade y turba el alma,
Cuando la insensatez ciega
grita y nos cruza el camino,
Y al sentirnos impotentes
ante nuestro terco sino,
Muy suavemente la música
nos restituye la calma.
Cuando el corazón ansioso
se hincha de alegría y danza,
Porque alguien nos ha devuelto
al cuerpo el fuego perdido,
O si te apresa el vacío,
triunfa y te deja vencido,
Abatidos o felices,
la música nos alcanza.
Música, hermana gemela
de la bella Poesía,
Cuando ellas cantan a dúo,
no hay nadie que las resista
Y su poder vuela y llega
al cielo y al alma mía.
Música, nos acompañas
en nuestras horas de pena,
O cuando el sol ilumina
y obsequia una bella vista.
Música, vivir sin ti:
¡intolerable faena!
(de "La luz de la sampaguita")
Interrogatorio
Ay, lacuachero, lacuachera,*
¿adónde vais con tanta prisa?
¿A casa?
No.
¿A la iglesia?
No.
¿Al palenque?**
Tampoco.
¿A la playa?
Puede que sí.
¿A la escuela?
¡Qué va!
¿A una fiesta?
Quizá.
¿Al trabajo?
¡Ay, pare, no, que no!***
Decidme lacuachera, lacuachero,
¿adónde vais con tanta, tanta prisa?
Vamos a la calle de los recuerdos
donde ya nos acecha
otra vez tu pregunta.
Ay, lacuachero, lacuachera,
¿adónde vais con tanta prisa?
(*) lacuachero(a): Alguien con una inclinación a pasear, callejear y entretenerse fuera de la casa, y así, evitar las responsabilidades.
(**) palenque: mercado.
(***) pare: compadre, amigo.
El bosque
por entre la verde infinidad de generaciones
del grácil bambú
el baile sutil de los tantos cuerpos esbeltos
que se dirigen e intentan alcanzar
el firmamento azul, resplandeciente
te mueve el alma dormida
un sendero: una alfombra espesa y milenaria
de hojas desteñidas, casi blancas
fantasmas inmóviles que una vez eran
frescos brazos de la primavera
saludan con su cuchicheo
y mansas se ajustan al paso de los caminantes
que callados, lenta y ligeramente vuelan
escuchando la serenata discreta
de murmullos y silbidos suaves
reverberando en este mundo
donde el hombre está de paso
y no es nada más que un viajero
dueño de nada
los mensajeros dorados del sol
penetran la verde espesura de las hojas
por unos segundos
se sostienen en el aire felices
exquisitos destellos solares
después caen
y se esconden en los fósiles de las hojas caídas
y los caminantes siguen callados
al asir los secretos
que susurran las hojas al temblar
pero ellos no pueden detenerse tanto
no pueden quedarse
tienen que seguir caminando
o si han aprendido
vuelan
por este bosque antiguo
hasta oír
la canción ondulada de un río lejano
que los llevará
a otros bosques
y luego
a otros ríos
y así siguen los bambúes
con su baile y serenata
en su mundo donde el hombre
no es dueño de nada, nada
Tres poemas de "Sueños anónimos":
leyenda
El fuerte sol de la tarde
marchita la hoja amarillenta.
Lánguida, abandona
su árbol querido
y con suma delicadeza cae,
incierto su destino.
Ya casi al tocar
la vieja tierra,
se convierte
en una paloma.
Dorada y gloriosa,
empieza a subir al cielo.
Serenamente vuela y asciende.
De repente se pone
color de plata.
Súbete, sube
porque ya pronto anochece!
y la paloma plateada
se convierte en la luna.
el hechizo
Seductora es
tu fragancia,
jazmín
de la misteriosa noche.
Con sedosa ternura
acaricias
el aire sumiso
y ansioso.
Dulce es
el recuerdo que evocas.
Dulce es,
más aún,
el ensueño que provocas!
la flor del corazón
es una promesa
una esperanza
obsesión incontrolable
frenesí
un sol intenso
el universo
es perfume
es primavera
una sonrisa interna
un abrazo
un beso
una fantasía
un sueño
un engaño
un derroche de pasión
electricidad
un océano
un imán
unión predestinada
es suicidio
una ofrenda
una entrega incondicional
es un momento
una eternidad
es suspensión de tiempo
es abandono
una fuga
es amnesia
deseo sin fin
un hechizo
una tempestad potente
un ritmo arrollador
es iluminación
sabiduría
tesoro efímero
es tristeza
es felicidad
es locura
es cariño desmesurado
enfermedad divina
es egoísmo
generosidad
sacrificio
comprensión
es humildad
aceptación
obsequio inesperado
es paciencia
es impaciencia
ansiedad
a veces
es soledad insondable
parálisis
una maldición
es dolor
alivio
curación
paraíso escondido
salvación
es poder latente
fuerza sin límites
debilidad
delirio anhelado
es una revelación
enigma
cautiverio
liberación
renacimiento
es una causa antigua
inspiración celeste
es dulzura
armonía
es transformación
metamorfosis
es lluvia fresca
un arco iris
las alas de la vida
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