Alfia Arredondo Orozco
Nació en 1976.
Poeta nacida en la Provincia de San Juan, Argentina. Vive en San Juan. Es Profesora de Literatura. Ha coordinado Talleres Literarios y participado en diversos Encuentros de Escritores. Integró con otros jóvenes los grupos literarios Pa’pyro y Proezías y actualmente La Guanaca, en San Juan. Algunos de sus poemas figuran en plaquetas, revistas y antologías nacionales e internacionales. Ha publicado los libros de poemas Rituales de agua (2007) y La lógica del jazmín (2013).
He profanado este templo
demasiadas veces,
dejé entrar a extraños
y olvidé nombres divinos,
se apagaron las velas,
las risas fueron oscuras
formas del desamor.
Fui Agamenón
con su ira y su sordera,
fui Casandra
con su candidez y sus visiones.
Mi templo quedó en ruinas,
después
fue difícil volver a creer
que las velas podían encenderse.
Las ruinas quedan para recordarnos,
el amanecer se repite
para acabar con la noche.
Un insecto diminuto
posó su fragilidad aparente
sus alas a punto de quebrarse,
en el vidrio frío.
Agitó el aire
como un Dios que no pide permisos,
su fortaleza me fue incomprensible.
Podría aplastarlo en un segundo
pero sentí la torpeza de pie
la soberbia de un cuerpo gigante
absurdo raciocinio
ante semejante misterio.
Él agitaba su vuelo
sin temor a la lluvia,
el vidrio crepitaba
en sus patas invisibles,
yo ajena a tanto…
escuché su libertad
como un susurro sagrado.
Soy otra,
no soy la misma de hace un segundo,
cada vez que parpadeo
ella muere
y ella nace,
algo quedó atrás;
llevo una eterna despedida.
El tiempo es un cristal extraño,
es el canto de un pájaro
que me nombra para que vuelva.
Se están cayendo los pedazos
y tiemblo en el desgarro.
El vacío da lugar
a que algo pueda completarse
y renacer
como la otra
como la desconocida que me espera
en cada bienvenida.
Sentados entre bolsas plateadas,
habiendo recorrido simulación de felicidad
en vidrieras secas;
sentados ahora
vemos de reojo
pies descalzos escabulléndose con sigilo
tomando deshechos
de seres humanos
olvidados en las mesas.
De reojo preferimos,
mejor los mosaicos del piso,
mejor huir al propio espejo
que retumba como campanario,
mejor la migaja de moneda
o sonrisa
o este poema
donde lavar
nuestras manos.
Poemas del libro La Lógica del Jazmín. Ediciones La jarilla, San Juan, Argentina. Septiembre 2012
Ahora que amanece más temprano
puedo ver un sol
que siempre aguarda
paciente como un templo.
Pero ver la luz
es un esfuerzo
y como todo
requiere nuestras manos
amasando la noche
como antiguas viejas
para hornear un pan
sin más preguntas.
Había unos tréboles
que no he vuelto a ver,
con flores blancas y dulces,
todavía tengo el olor.
Había tréboles por todas partes
nos sentamos sobre ellos
y mientras nos reíamos
de un fuego que no pudimos encender
pasó un tiempo
en el que aún camino.
El era mi padre
y esa tarde nos encontramos
en el sur de las lengas
sobre flores dulces.
Fue un momento simple
y callado,
donde ya no hacía falta
decirnos el ayer.
Creo que los dos supimos
que estábamos rozando lo eterno.
BROCATO
Hay tanta fuerza acá
como vos viéndome
sin tocar,
ojos recién nacidos,
toda, risa de verano
y vos
pura furia
sin tocarme.
Hay tanta fuerza acá
como páginas tuyas
tinta jugándose sangre,
como decir
lo innombrable,
como escurrirte
entre cabellos negros
poblarlos en deseo.
Tanta fuerza acá
como todo el 76
fundado de utopías.
Fuerza acá
como tu silencio
hasta la muerte.
Acá sin poder
nombrarte
todavía.
Rostro de Ayer
Vuelvo a esta calle
a recuperar
coneja sin galera,
mirada encontrando
límite del sol,
tierra que moldeó mis rodillas.
Vuelvo a esta calle
con humedad de piedras
a recuperar
el sueño de un caballo
paz de tortuga,
una acequia como mar...
que hoy el tiempo
casi ha desdibujado.
Vuelvo...
esencia me susurran álamos,
ventana de madera, abriéndose de rostros,
un patio que gatea en risa inocente.
Tanto pasado me abraza herida
calma espasmos
y acurruca un presente
olvido de niñez.
Uno se acostumbra
al límite del papel,
dónde empezar y dónde termina,
hasta que un día...
después del papel
siguió escribiendo
sobre el mantel donde desayunó,
en la pata de la mesa,
en el piso de todos los días
lleno de huellas,
y un poquito se fue
para el propio dedo gordo,
salió a la calle
y pudo dejar palabras cerca del sol
atrapar otras y pegarlas en un árbol,
siguió escribiendo...
en una mejilla que pasaba en bicicleta
en los ojos profundos de un perro
en un par de alas, cargadas de silencio
y así...
entendió la poesía.
Memoria
No sé por qué este empeño
necedad
de pararse en viejas esquinas
mismas esquinas...
y suicidarse
con sentimiento de fantasma.
Ellos, llevan palabras
como adornos de sus pasos
pero no son pasos
ni huella profunda en el barro
ni dolor que traspasa la tierra.
Ellos, llevan palabras
como la vida
pero no es vida
que se rompe, se deshace
en cada venta.
Ellos, llevan palabras
como credos
de señoras escupiendo rosarios
de vidas ajenas
y pedazos de diablo.
Ellos, llevan palabras
como verdad
pero es ficción de tinta
nmuerta de venas secas,
es mano que nunca salió de esa hoja,
silencio acomodándose en el juego.
Ellos, llevan palabras
pero no son "palabras"
es un payaso triste
que cambió su poesía
por el mejor sombrero.
Prefiero
a veces
el paisaje de mi memoria,
calles sin sombra
un aire urbano de olas revueltas
una sola plaza
y casi una sola
mi escuela,
un lugar sin rostros desconocidos
hay en mi memoria.
Prefiero
a veces
dejarlo así
no vaya a ser que vuelva y
las nieves sean agua sucia
mi aire pura humareda,
me encuentre con calles impostoras
y con caras pasando de largo ;
no vaya a ser
que el mar ya no me regale caracoles,
los de entonces olviden abrazos
la risa se haya formalizado
y hasta las esquinas cambien de nombre.
Prefiero
a veces
el paisaje de mi memoria,
no vaya a ser que vuelva y
muera en un cementerio desconocido.
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