martes, 9 de febrero de 2016

REMIGIO GONZÁLEZ MARTÍN -ADARES- [18.107]

Adares (foto de A. P. Alencart, 1997)


Adares

Remigio González Martín, alias "Adares" (Anaya de Alba, Salamanca, 1923 - Salamanca, 2001), fue un poeta español. "Adares" (A=Adelante, D=Dolor de la madre al dar a luz, A=Amor, R=Remigio, E=España, S=Salamanca).

Su infancia transcurrió en el ambiente rural de Anaya de Alba y sus inmediaciones. La Guerra Civil española de 1936 le sorprendió con trece años en terreno nacional, de donde emigró en 1962, buscando mejores expectativas para su familia a Francia, donde su pasión por la poesía rompió y le cautivó definitivamente. La experiencia de la muerte y la miseria marcaría su obra dándole un tono "surrealista de hogaza", como lo definió una vez el poeta Aníbal Núñez en su prólogo a La Barrila.

En los años 70 regresó a España, donde publicó su primer poemario Sangre Talada (Málaga, 1977). Más tarde, asentado ya en la ciudad de Salamanca, empezó a editar y vender sus libros en la Plaza del Corrillo, lugar de paso entre la Plaza Mayor y la Calle de la Rúa, que lleva a las Catedrales, lo cual fue para él lo esencial y a lo que dedicó con todo empeño y tesón el resto de su vida hasta el mismo día de su muerte, suscitando en él la mayor energía y pasión, motor de sus días (La poesía). Desde los peldaños de los soportales de El Corrillo erigió "Adares" lo que él denominaba su "Cátedra de Poesía" como un desafío de genialidad al encasillamiento de los académicos que ignoraban su obra. Pero más importante que este desafío era para "Adares" el atrevimiento de llevar su palabra hasta la calle en un acto de compromiso con su esencia poética.

A edad avanzada empezó Adares a padecer de Parkinson. Esta enfermedad no le impidió, sin embargo, asistir a su cita con la poesía. Ayudado por su esposa y por estudiantes que conoció desde su "Cátedra" pudo seguir publicando sus poemarios. El único inconveniente de su enfermedad es que a veces sus textos originales sufrían inexplicables modificaciones a la hora de su transmisión, errores de copista debidos en gran parte a la ignorancia ante el amplio elenco de neologismos y expresiones de carácter rural que utiliza en su obra.

Después de haber publicado más de treinta poemarios en solitario se interesaron varias editoriales por sus textos, entre los que destaca la antología poética Me atrevo a ser palabra (1977-1996) Salamanca: Amarú, 1997. 109 p.) y varios libros sacados a la luz por la editorial J.M.Bernal (Col.Alba) de Madrid.

"Adares" murió repentinamente en Salamanca a la edad de 77 años. Sus restos descansan en Anaya de Alba. Dejó numerosos poemas inéditos.

Su obra

Sangre talada. Salamanca: R. González, 1977
Mesa reñida. Salamanca: R. González, 1978
Disparates de mi lado izquierdo. Salamanca: R. González, 1978
Cinco pesetas de bosque. Salamanca: Imp. Varona, 1979
Las coplas del crimen de Tardáguila. Salamanca: R. González, 1980
Las coplas del cura de Galisancho. Salamanca: R. González, 1980
Cinco días sin mí. Salamanca: Kadmos, 1982
La barrila: dedicado al Lazarillo de Tormes. Salamanca: R. González, 1982
Quiero pensar lo que ha muerto. Salamanca: R. González, 1987
La novela de Juan Márquez. Salamanca: R. González, 1988
La Tierra esfuerza cal. Salamanca: R. González, 1988
Vuelo de papel. 3ª ed. Salamanca: R. González, 1990
Los romances tropezados por la luna. Salamanca: Kadmos, 1990
Patíbulo. Salamanca: R. González, 1991
No me preguntéis de dónde soy llegado. Salamanca: R. González, 1991
El amor que no estuvo. Salamanca: Kadmos, 1991
"Salamanca, respetar tu belleza es amarnos". En: Cuadernos de Roldán, nº 11. Sevilla: Cuadernos de Roldán, 1992
La última palabra de los árboles. Salamanca: R. González, 1992
Escrito a lápiz sin soltar el asa: practica con tu idioma la palabra. Salamanca: Kadmos, 1993
Me enamoré sin permiso. Salamanca: R. González, 1995
Me atrevo a ser palabra: antología poética, 1977-1996. Salamanca: Amarú, 1997
Huellas que no disimulan. Salamanca: Kadmos, 1997
La vida puja. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Taxis azules. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Sin riesgos para el futuro. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Rumbo acumulado. 2ª ed. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Puro pueblo mío. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Por qué tiene frío la madre. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Mi barca ya está hecha. Salamanca: Centro de Estudios Ibéricos y Americano de Salamanca, 1999
Mariposa de oír. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Esperanza. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Los dueños de Caín. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Doce cartas a París. Salamanca: La Iguana Ebria, 1999
Después de amanecer. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
La curva que no mira. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
Al poeta de Castilla y dame. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999
A Quevedo y tierno amor de lilo. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 1999. Col. Alba; 67.
La voz de la tristeza. Torrejón de Ardoz (Madrid): J. M. Bernal, 2000


En Salamanca

Catedrales que estáis ocupando la luz de tantos cielos,
los tramos y los muertos,
que en cada calle se quedaron ellos;
los hombres del ayer que hacia arriba
hicieron tus tableros tus esquinas
cornisas y grandezas.
Entre ellos.
Flotáis como palomas, plumas, resquicios
de la última chaqueta, el bocadillo
último, sin saber en qué piedra,
en que encaje,
en que párpados tajuelas que no han
vuelto cenizas polvo héroes.
En Salamanca
Catedrales que estáis ocupando
respetad lo que en vuestro interior
se está haciendo polvo.



MI POESÍA NUNCA ENGAÑA…

Mi poesía nunca engaña 
porque nunca la engañé 
silvestre malva o de alma
La subo porque la amé.
Yo sé por lo que resiste
porque jamás está unida 
ni a la pena ni a lo 
triste

(Inédito)



FESTEJAR CON UNOS OJOS…

Festejar con unos ojos 
a una mujer de 
Bolivia.
Por la luz de encender sus dos pañuelos pintos.

Yo la rodeo por las arboledas 
de su Bolivia niña 
De su Bolivia llave de los vinos. 
La vi cerca del sol y por sus fondos caminos deliciosos.

Mujer de tez tostada y blanca, de invasiones 
y de música.
Se debe merecer y por su Bolivia yo la mido
los brazos de piedrecita verde.
Yo la encuentro repartida por su sonrisa
de anillo y de libro.
Libre para las flores la embellezco,
la reparto, la respiro y la sueño paloma
de bailar.
Todo ocurrió una tarde metida en otra tarde 
cuando todo se llenaba de pájaros chillones. 
De rosas y de frascos su primavera entrando 
lo infinito y distinto que será
Bolivia…
Elevándola es a Yaki.

(Inédito)



Poema inédito dedicado a Jacqueline Alencar 

PLAZA DEL CORRILLO

Estoy metido dentro y la plaza me toma como suyo
porque en ella comparto mi pecho y mi cabeza, 
mi sombra y la montaña que ocasione mi palabra.
Todos los días le ato las columnas y entre las yendas
mi cuerda va sembrando acacias de otro dios. 
Llego como del cuerpo y cuando escapo esa grava 
mi vida son sus piedras. 
Aquí me dejo ver y me conocen las palomas 
que escribo para el viaje y la suerte 
del que me visita.
Estoy sólo del mundo las columnas son mías, 
la Plaza de los siglos donde eduque mis piernas. 
Aquí me acribillaron las ideas. 
Nunca llegué tan pronto.
La luz que aquí ahora dejo fue el sabor ardiente 
de Salamanca y madre.
Todos somos los mismos y antes de mis huellas
voy dejando mi ayuda.
La Plaza del Corrillo es poderosa.
Cada día que me puede recibir la hago un retrato
para aquí terminar mi loco empleo.
Hasta que me respete la memoria.

(De ‘Patíbulo’)



SALAMANCA Y YO. MI POESÍA ES DE AQUÍ

Salamanca te amo porque tú amas al sol. 
Porque tú te dedicas a quedarte. 
Salamanca te amo en las cajas 
y entre el ramillete del vaho 
del amor.
Te amo en las goteras de la Peña Celestina 
y en todo el Tentenecio de aguardar 
la monja.
Sólo te pido amor que te asegures y tantees, 
Salamanca, antes de que te digan. 
Yo no me iré jamás de tu palabra.

(De ‘No me preguntéis de dónde soy llegado’)


Adares en el Café Corrillo (Foto de Alfredo Pérez Alencart, 1988)



TORREÓN DE MONTERREY

El Torreón dejó de soñar
a las golondrinas
que volvieron 
hacia Torres Villarroel.

(Nota: Este poema que pedí a Adares, salió publicado un par de semanas antes de su muerte, en el libro de fotografías de Luis Monzón, ‘Salamanca, azul y oro’ (Caja Duero, 2001), aparecido bajo mi coordinación).


TEXTO Y POEMA DE ALFREDO PÉREZ ALENCART


TIEMPO DE ADARES

En la plaza del Corrillo existe una resonante danza de palabras que vibran con la agilidad de la luz y cuyo latido es un redondo mordisco tatuado con el beso de la mirada. Es, ciertamente, un extraño alfabeto creado por un marino estepario que, por las noches, destapa sus espejos ciegos y deja vagar los fluidos allí contenidos para que al amanecer retornen con la miel de la memoria más fresca.

El hombre que inunda los corrillos de sueños movedi¬zos y del fuego de la verdad no es otro que el poeta Ada¬res, nacido en Anaya de Alba, sobreviviente invicto de las mutaciones y sacudidas que, cíclicamente, asfixian el roquerío salmantino con el humo de su gastado abolengo. La bruma también se instala y excursiona por calles y soportales, por mentes que no consiguen reordenar el desastre ni la prosapia. Pero ahí está la poesía que mana de ese arroyo ardiente del vigía de sintaxis vallejiana, de ese vate que borda sus palabras con la peligrosa tinta de la ver¬dad. Él anota todos los agravios contra su ciudad y contra sus canas; y lo hace sin tomar en cuenta ni los académicos desdenes, ni la mirada esquiva de los paseantes, ni las impertinencias de fatuos tontorrones que dicen «perder» su creación etérea.

Adares se limita a crear bellos artilugios que luego le hacen sombra y le sirven de antídoto contra los prebos¬tes, contra la nadería que se agolpa a cada paso, en poco peso, en muchos pisos, en amplios sesos. Pero nada le impide declarar su amor a la ciudad donde ha instalado su antigua estampa que nunca sale en retirada: “Sala¬manca te amo porque tú amas al sol. / Porque tú te dedi¬cas a quedarte.”

Eso lo decía en 1991, en uno de los 54 poemas del poemario ‘No me preguntéis de dónde soy llegado’, uno de los libros que más fuerza de amante succiona las preferencias del poeta, porque ahí destila su desnudez y no esconde sus querencias; porque ahí empuja su inquietud para ser feliz y contiene la atmósfera de ese sol que siempre regresa hacia él con el color de la agonía, el mismo que revienta en las piedras de pórticos y zócalos, para luego trepar alrede¬dor de las altas torres y, desde allí, ofrecer nuevos chispa¬zos, según convenga el instante que decreta y libera la intensidad para cada momento del día. Nadie pregunte, entonces, de dónde llegó Adares, porque al verlo sabrán que ya se encuentran en Salamanca. Porque él es Sala¬manca. Así de simple y profundo es el imperio de la pala¬bra que revela y transforma.

En días pasados volví a sentarme para conversar con el poeta en el preclaro señorío de su solar que le corresponde como Vizconde del Corrillo: dos metros por uno de la vía pública. Allí estábamos en plática amena cuando una pare¬ja se acercó para observar los poemarios expuestos. Les sugerí el libro ‘Me enamoré sin permiso’ (1995), propicio para iluminar su dicha. Mientras plasmaba su temblorosa firma, Adares recitaba algunos versos: “Me llamaste venir y vine / como vengo / lleno de anochecidos mundos irradiables. / Este poema es verso / y a la vez un beso hacia abajo / y derecho / a tus cabelleras. / Tu manzana de amor es mi ban¬dera.” Los muchachos escuchaban atentos, mientras se fundían en un tierno abrazo. Luego se marcharon, con la felicidad incrementada. También la poesía ocupa un espa¬cio para la oración y el deseo. Por ello felicito a Adares, por prestar su brújula a fin de que nadie se marchite en la sequedad de Castilla; también por cultivar alaridos de belleza para que nadie se resigne a los colores tristes, a las palabras frías, a las cenizas venideras.

El que disponga de un libro de Adares tendrá un espa¬cio encantado de amor y la mejor fábula para comprender el misterio y volver a la raíz para cabalgar al viento en libertad. El bardo, mientras tanto, agradece reconoci¬mientos como el homenaje que ahora le tributa nuestra Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos «Alfonso Ortega Carmona». También el reconocimiento surgido desde los vecinos del barrio Antiguo, o el que en su pue¬blo hayan puesto su nombre al colegio y a la plaza.

Llegarán tiempos, siempre tardíos, que conserven su memoria, que se den cuenta de la falta de un alma podero¬sa entre las piedras y, entonces, por las rendijas, crecerá el silencio mientras se engrandece su mensaje duradero. Desde donde esté resonará su voz para dar la clara adver¬tencia: “¡Buscadme por aquí, sepultureros!”.

(Texto de A. P. Alencart aparecido en el programa del homenaje que la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca ‘Alfonso Ortega Carmona’ (Selih) tributó a Adares en la Casa de las Conchas, el 30 de marzo de 1999. Intervinieron, además del poeta, Alfonso Ortega, Raúl Vacas, José Luis Jiménez Lago y este escriba).



ADARES

Eh, tú, no desvaríes
esculpiendo versos en la calle,
coloreándolos con el rojo 
de tu sangre,

cubriéndolos con el sudario
de tus fabulosos sueños.

Salamanca a la deriva
y tú, firme en tu trono de piedra,
codeándote con voces 
extranjeras,

repartiendo esa vida
que el tiempo no ahoga.

Tu carne se hizo sombra;
tus versos, talismanes 
donde no naufraga tu cabeza.

Estremecimiento 
o desvarío, o reencuentro
en cada eco,

en cada pisada.

Horizonte impar
la Plaza del Corrillo y tú.

(Inédito)

(Poema escrito para un proyecto de homenaje emprendido por el periodista Francisco Gómez, adariano de pro)



http://www.crearensalamanca.com/en-memoria-de-adares-poemas-y-fotos-textos-publicados-e-ineditos-de-adares-y-alfredo-perez-alencart/





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