Ishion Hutchinson
Nació en Port Antonio, Jamaica. Su poemario Far District: Poems (2010) recibió el premio PEN/Joyce Osterweil. Ha recibido honores como el premio Whiting de escritura y el premio Larry Levis de la Academy of American Poets. Es Assistant Professor en el departamento de inglés de Cornell University y editor de la revista literaria Tongue: A Journal of Writing & Art. http://ishionhutchinson.com
UNA CHICA EN NAVIDAD
El coro interminable.
Pescado con hinojos. Nieve. Árbol
de navidad, clavo y granada.
Todo esto la reconforta: leche
que es amor soñando en una
mano; gajos de mandarina manchan
la otra. Son interminables,
estos adornos tribales, alegrías
de coral, la cerámica azotada, carozos
de durazno. Semillas de ají rojo.
Después ella brama su coro salvaje,
y baila hasta volverse un festival.
VERS DE SOCIÉTÉ
Se habla un poco de Larkin
entre quiche y paté, olivas
el proclamado granuja
desmenuzado como si se nos fuera la vida;
circunspecta, la anfitriona neutral
palideció ante pastillas y diafragma,
sacudió su cabeza peinada de escarcha,
insistió en que por favor deje
a ese bruto frío, y pase a donde la vida
es modesta, las islas, quizás,
no esta falange social;
pero él respondió, impasible:
ésas son las tonteras de una perra;
un golfo se cavó en su cara;
el champagne se volvió pis;
respiración cardíaca, nadie se quiebra,
esperando la sangre sobre el hielo,
una extremidad, una voz rompiendo
en otra voz; en un runrún, tierna y cortés
de un sablazo, como un pez frito
ensartado en el ojo, ella dijo:
toda soledad es egoísta,
y afectiva sólo en la muerte.
Sé egoísta. Nadie te va a extrañar.
LEYENDO LIGHT YEARS
Una luz suave, el descanso divino
entibia la piel del lago.
Cuestionable, perturbadora
luz en la mente de las hojas.
Qué es lo terrorífico de la felicidad?
Felicidad. El agua no se mueve.
El descanso divino está en todos lados.
En la bahía de octubre y noviembre
las hojas duermen lejos
del matrimonio de cadáveres,
unidos por un amor puro e inexplicable.
CANCIÓN DE LA ISLA
Camino la medianoche su voz
paso iracundo de la isla a la casa,
las alacenas y vestidores,
revoleando libros;
Trepo la luna llena de canas
de sus lágrimas con furias
yendo y viniendo por las plantas colgantes.
En el andamio de cada grito me freno,
viejo soldado, lleno de sueños
a dormir, me arrodillo
frente a la cerradura, su oscuridad dentada
en la trenza matinal de su amor
dolor; ahí predico entre todo
lo que rompemos y reconstruimos.
A furnace in my father’s voice;
I prayed for the coal stove’s
I prayed for the coal stove’s
A furnace in my father’s voice; I prayed for the coal stove’s
roses, a cruise ship lit like a castle
on fire in the harbor we never walked,
father and son, father drifting down
the ferned hell his shanty shone, where,
inside, in my head, the lamp was the lamp.
The market, the park, the library not a soul
but grandmother’s morning wash lifting toward heaven,
the barrister sun punished my sister, I stared at my hand
in a book, the horizon declined in my mouth.
My little earthshaker, visored in placenta,
wonder of wonders, tremulous in amniotic
shield, ensouled already, father in the veritable
night, without house or harbor,
soon sea in a voice will harrow
a scorpion’s blaze in me, to the marrow.
Source: Poetry (April 2014).
At nights birds hammered my unborn
At nights birds hammered my unborn
child’s heart to strength, each strike bringing
bones and spine to glow, her lungs pestled
loud as the sea I was raised a sea anemone
among women who cursed their hearts
out, soured themselves, never-brides,
into veranda shades, talcum and tea moistened
their quivering jaws, prophetic without prophecy.
Anvil-black, gleaming garlic nubs, the pageant arrived with sails unfurled
from Colchis and I rejoiced like a broken
asylum to see burning sand grains, skittering ice;
shekels clapped in my chest, I smashed my head against a lightbulb
and light sprinkled my hair; I rejoiced, a poui
tree hit by the sun in the room, a man, a man.
Source: Poetry (April 2014).
A March
Lesson of the day: Syria and Styria.
For Syria, read: His conquering banner shook from Syria.
And for Styria: Look at this harp of blood, mapping.
Now I am tuned. I am going to go above
my voice for the sake of the forest shaken
on the bitumen. You can see stars in the skulls,
winking, synapses, intermittent, on edge
of shriek — perhaps a cluster of fir, birches? —
Anyways. Don’t get too hung up
on the terms; they have entropy
in common, bad for the public weal,
those obtuse centurions in the flare
of the bougainvillea, their patent-seeking
gift kindled. Divers speech. Cruelty.
Justice. Never mind, but do
pay attention to the skirmish — the white
panther that flitters up the pole —
its shade grows large on the ground.
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