María Esperanza Reyes de Arteaga
(1919 - ?) fue una escritora y poetisa chilena que cultivó los géneros de la novela, cuento y poesía, galardonada con el Premio Gabriela Mistral. Su primer trabajo literario que se publicó fue Cántaro de América, un poemario editado por la Editorial Alonso de Ovalle en 1954, y que tuvo críticas mixtas, aunque tenía inéditas las novelas Las inadaptadas y Cadenas Humanas, y los cuentos Estampas criollas, que publicaría posteriormente.
Obras
Cántaro de América (poesía, Editorial Alonso de Ovalle, 1954).
Las inadaptadas (novela, 1955).
Estampas criollas: (de mi tierra y de mi pueblo) (cuadros, 1957).
Místicas y profanas: (Poemas) (poesía, Ed. Pacífico, S.A., 1961).
En un barrio llamado Yungay (novela, Asociación Chilena de Escritores, 1966).
Luz en la tierra: poemas franciscanos (Eds. Unicornio, 1993).
Zapallar (Unicornio, 1996).
Cántaro de América por María Esperanza Reyes
CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 21-11-1954. AUTOR: MARIO ESPINOSA
Es el primer libro de la autora. Hija de Arturo Reyes Ovalle, esposa de Claudio Arteaga Infante. Tiene inéditos varios libros “Las inadaptadas” (novela), “Cadenas Humanas” (ídem), “Estampas criollas” (cuentos). Por el título podría creerse que la obra está dedicada a exaltar líricamente el mundo americano. Sin embargo, corresponde solo al primer poema: “Canto a Nuestra América”, que es, en cierto modo, una emotiva declaración de principios.
“Afuera la metralla, la batalla, la rutina.
No queremos en nuestro fértil campo
alambres ni barreras, el dolor y la sangre, salgan fuera,
lejos de nuestro suelo, más allá nuestro límite
más allá, más allá nuestra frontera.
Solo queremos niños con los ojos
puros y limpios contemplando el cielo.
Mujeres que conciban por amor
hombres que puedan trabajar el suelo”.
Pese a deficiencias formales –una adjetivación no dominada- interesa la expresión clara de sentimientos claros. Si la autora emplea una modalidad a veces retórica, ella proviene de un contenido que la emana de modo natural. Es agradable encontrar un poeta que no abuse con la paciencia de sus lectores. Lo mismo podría decirse del patriótico poema titulado “Chile”: “Cierro los ojos y te sueño lejos / voy en un barco hacia un país de sol”. Esta es una tónica donde la autora domina mejor sus recursos, sus entusiasmos, sus sencillos conceptos. Después, en “Dios y sus cuatro reinos”, entra en un mundo que aún no domina, y los poemas tienen cierta dureza romántica, innecesaria. No está maduro su material poético. Hay que elogiar en la autora su afición por la práctica de los rigores formales. Así, por ejemplo, el soneto titulado “Soneto”, que revela la clara intención escolástica de esa forma, en endecasílabos. Pese a no tener gran valor poético, no deja de poseer gracia, especialmente por tratarse de una poetisa que ensaya su primer libro, [...].
Capacidad de interés local
Pero María Esperanza Reyes tiene un interés que señala de modo particular su propio mundo: es el mundo de las cosas y los sentimientos patrióticos y americanos, con cierto sentido de color local.
Amor y Vendimia
Cuando un lector se enfrenta con una poetisa, busca, naturalmente, lo primero, poemas de amor. Aquí hay algunos. La sabrosa naturalidad de un romance de la autora, “Vendimia”, su robusta intención erótica, nos hace ver que rinde más en un plano objetivo que en otro lírico, íntimo. Hay algo lorquiano, quizás, en estos versos:
“Son las cuatro de la tarde,
el sol quema en los viñedos.
María Rosa, la bella,
cortando está los racimos
que en el canasto cayendo
semejan gotas de luz
… Los cabellos renegridos
ocultos bajo un pañuelo
y los senos palpitantes
sobre el alto talle esbelto,
al comenzar la mañana
llega cantando al pueblo
con el canasto al hombro
y los labios entreabiertos
¡Viva por la niña hermosa
que tiene al hombre despierto!
Pedro el gañán de las casas
está por su amor suspenso
y la espera tras la valla
y la estrecha sobre el pecho
… se dan la mano y caminan
muy juntos hacia los cerros,
envueltos en esa hora
de luz, de sombra y misterio.
Y su amor en esa tarde…”, etc.
Una sana exaltación erótica.
El Eros y el sexo de nuestra literatura
Destacamos este poema, por cuanto expresa una visión muy chilena del sexo y de lo erótico. Es una tradición occidental considerar el interés sensual y sexual por el cuerpo femenino y sus atractivos, el describir las formas de la mujer e interesarse por sus actitudes. El cuerpo del hombre ha sido –también- largamente pintado y contado, pero en movimiento, en actitudes francamente viriles, según la concepción europea de la virilidad. (Hay otras). La expresión del Eros –ese poder relacionador- es, pues, natural, en ese ángulo. Fuera del amor romántico (el amor como ahora lo pensamos), quizá la única novedad auténtica en el arte occidental es la aparición de la homosexualidad en letras de molde, o, también, cierta brutalidad y franqueza ante lo sexual. De homosexualidad femenina nos ha hablado largamente la autora de “El pozo de la soledad” (Radcliffe Hall); de la masculina, Gide (Corydon y otras obras). Sartre, Henri de Portal, Peyreffitte (el autor de “Les amitiés particuliéres”) y, sobre todo, Genet, Jean Genet, el brutal autor de “Notre Dame de Fleurs” y otras obras donde se exhibe una homosexualidad y un interés morboso por el sexo del varón. En Chile, fuera de algunas insinuaciones de este tipo, no ha aparecido aún obra alguna referente a la visión homosexual. Se necesitaría, tal vez, la mano de una Colette para este tipo de descripciones. En todo caso, no pasaría de ser un vulgarísimo plagio de una modalidad no nuestra; plagio, sin ninguna originalidad de los mencionados, quienes han dicho –especialmente el último- las más fuertes palabras sobre el tema. Puede ocurrir, con el tiempo, algún cambio; pero, por ahora, no lo vemos viable.
La naturaleza erótica del chileno
En el romance presentado, vemos nuestra verdadera actitud sexual. El uranismo no tiene significación en nuestro medio cultural, donde el Eros vive una etapa infantil, inmadura, justamente opuesta a ese tipo de sexo antigenésico. Quizá haya sido esta “ingenuidad” sexual la que haya conducido a ciertas leyes de estados “anti-sexuales”. Porque, por cierto y por suerte, estamos aún en esta etapa donde se considera el cuerpo de la mujer con mayor interés y curiosidad. Es posiblemente esa la razón por la cual el impresionante “nudismo” debe ser dado en los espectáculos de modo progresivo a los desorbitados ojos de los espectadores. Por mi parte, pienso a diferencia de algunos “fantasmines sonoros” que no tengo ningún interés en contradecir al Ejecutivo y al Parlamento. La obra de María Esperanza Reyes me parece una muy buena expresión de nuestra modalidad erótica.
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1955-03-20. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
Se agrega a nuestra poesía femenina el nombre de María Esperanza Reyes con un libro que no está embebido en las nuevas formas poéticas y ofrece un canto mesurado, sentido, de exquisito acento. Canta a la tierra libre y promisora de América, se eleva a Dios, busca su inspiración en la naturaleza, ofrece poemas de afecto filial, se goza en el colorido de “La Vendimia” y como era lógico, escribe poemas de amor. Nos ha deleitado su delicado poema “Añoranza”, que se inicia con estos versos sencillos, emotivos:
“Verde racimo de uvas
que dejas en mis labios
dulce sabor de mieles
y fragancias perdidas.
Parece que al comerte
vuelvo a vivir los años
de mi infancia tranquila”.
La poesía de María Esperanza Reyes, como su segundo nombre, es una esperanza. La poetisa que ha publicado su primer libro tiene, ciertamente, condiciones halagüeñas para alcanzar una más alta poesía, ya desligada de ciertos elementos que la desvirtúan. Este libro un poco disparejo, pero siempre emotivo, será para ella un punto de referencias en futuras superaciones.
Místicas y profanas
Autor: María Esperanza Reyes
Santiago de Chile: Del Pacífico, 1961
CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 19-11-1961. AUTOR: ALONE
“Sus dones son tiernos y puros como el más blanco vellón de la infancia y hasta la quemadura de Dios y de la muerte no logra borrar su sonrisa dulce y nostálgica que le proviene de muy adentro y arrebaña de paz los seres y las cosas de su cercanía”, dice de este breve volumen Fernando González Urízar, poeta que, en otro son y en distintas cuerdas, ha cantado también el amor a la madre; María Esperanza Reyes que consagra este libro a la suya, “ser luminoso y puro cuya benéfica influencia me envuelve todavía”.
Profundamente religiosa, entregada a los grandes sentimientos, la autora encuentra sus mejores voces al evocar la imagen que preside sus días y la orienta desde el más allá:
“Quizás desde qué zonas de la infancia
tu presencia hasta mí retorna leve;
te veo erguida sobre campos de oro,
la mano alzada como llama al cielo
señalando el camino de los astros”.
Madre, como esparcistes tus versos , a tal punto que eres recordada dentro del Ateneo, de las poetisas que dejaron huella.
ResponderEliminarFuistes un cántaro de agua cristalina, fuente de vida y pasión viva de sentimientos de familia.
Distes más de lo que recibistes, estrujastes tu corazón dadivoso, enseñastes caminos del Señor a tus feligreses.
Jamás se te olvidará por esa tremenda obra que dejastes sembrada.