YORYIS PAVLÓPULOS
(1924-2008)
Yoryis Pavlópulos nació en Pirgos de Ilías, Grecia en 1924, donde vivió ininterrumpidamente desde 1951 hasta su muerte. Como poeta hizo su aparición en la revista Odiseas de Pirgos en 1943, con los poemas “El muerto G. P.” e “Isla deshabitada”. Fue miembro fundador de la Asociación Piryóticos Parnasós (1941), que en los años de la Ocupación alemana desempeñó un importante papel en la vida cultural del país hasta su liberación, y secretario de redacción de la revista Odiseas que editaba esta Asociación.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: El Sótano (To Katoyi) (Atenas, Ediciones Ermís, 1971), El Saco (To Sakí) (Atenas, Ediciones Kedros, 1980), Las Llaves Maestras (Ta Antikleidia) (Atenas, Ediciones Stigmí, 1988, reimpr. 1994), Treinta y Tres Haiku (Triandatría Haikou) (Atenas, Ediciones Stigmí, 1990), Un poco de arena (Ligos Ammos), (Atenas, Ediciones Nefeli, 1997), y Poemas 1943-1997 (Piímata 1943-1997), (Atenas, Ediciones Nefeli, 2001). Al igual que le ocurre a Cavafis o a Seferis, Pavlópulos es, como vemos, un escritor de escasa producción, y su poesía, como la de aquéllos, es técnicamente muy elaborada. Pues, como afirma el propio autor, «el número de los poemas que ha de escribir un poeta es algo irreversible, y no se expresa ni con lo “poco” ni con lo “mucho”. Es un número mágico... Este número es, incluso, tan ficticio como real, puesto que lo fijará para siempre, lo queramos o no, el tiempo en la conciencia del mundo.»
Como discípulo y amigo personal de Seferis, colaboró en el volumen Sobre Seferis (Atenas, Ediciones Ermís, 1961), obra en homenaje a Seferis por los treinta años de Strofí, con su estudio “De una primera emoción”. Asimismo, se encargó de la edición de la novela de N.G. Pentsikis La Novela de la Señora Ersi (1966) y de la obra en prosa de Nicos Cajtitsis La aventura de un libro (1965). De gran interés son las numerosas cartas, bastante extensas en algunos casos, que se conservan de su correspondencia con Nicos Cajtitsis (1951-1967), las cuales completan, por otra parte, la obra literaria de Cajtitsis desaparecido prematuramente para la literatura (1926-1970). Con su amigo el poeta Takis Sinópulos, nacido también en Pirgos, compuso poemas experimentales comunes, los cuales han sido recogidos en la obra de Sinópulos (Colección I, 1951-1964, Atenas 1976, pp.38, 62 y 229).
Tradujo al griego poemas de Ezra Pound y Edith Sitwel. A su vez, sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán, español, polaco y ruso. Su obra ha sido objeto de ediciones especiales en algunas revistas literarias. Así, en Elítrojos 2, Abril-Junio 1994, en Neo Epípedo 20-21, Marzo 1995, y en Aktí, Elinomusíon 7, 1991. Conviene señalar además que ha sido incluido por el Ministerio de Educación de su país entre los poetas griegos que deben ser estudiados en la Literatura Neohelénica del Tercer Curso del Liceo. Mencionemos, por ejemplo, el buen manual de Yorgos Dimitracópulos, Neoelinikí Logotejnía, 3º Likíu, Ceoritikís Catéfcinsis, Ediciones Savvalas (Atenas 1999), pp.118-122. Por otra parte, señalemos que el interés suscitado por la poesía de Plavlópulos ha hecho que poemas suyos hayan sido recogidos en numerosas antologías de poesía neohelénica dentro y fuera de Grecia.
Verso en el sueño
Soñé que una vez escribí poemas
pero no recordaba nada
excepto un verso tan sólo:
Soñé que una vez escribí poemas.
El amor
Existe el amor siempre en los poemas.
Y sólo en el amor
oyes tu voz en la voz del otro
oyes la voz del otro en tu voz.
Por ello en los poemas no eres tú.
Tú eres el otro y el otro eres tú.
Y una sola voz.
Estás tú y el otro en una sola voz
que se oirá siempre en los poemas.
Los que has escrito y aquellos
que no escribirás nunca y que quedarán para ti
una posibilidad de amor
en el horror y la pena
y en la futilidad del mundo.
(Nefouria 5, 1 de enero 2001, p.1)
Pavlópulos, que pasó su juventud en Pirgos durante la ocupación alemana, acepta con resignación el posesivo recuerdo de los horrores del tiempo de guerra, como se señala en un poema de su libro El Sótano:
Y cuando me despierte
caeré de nuevo
en el mismo miedo
sentiré de nuevo la misma tristeza
la tristeza de los árboles
donde me subí de niño
viendo desde lo alto
a mis amigos sonreírme
(«Un niño en tiempos de guerra», vv. 15-22)
El primer poema de este libro, Memoria, se caracteriza por un tono elegíaco y consta de diez partes. Aquí la guerra se desmitifica y la muerte sin motivo tiene más peso que la hazaña. En estas partes se presentan diez imágenes en las que la guerra se contempla desde perspectivas diferentes. Señalemos algunas de estas partes:
III
Abajo a lo lejos el piélago hecho pedazos
hojas doradas que se ensombrecen al declinar el viento.
Atrás la carretera, violácea, que se estrechaba.
«Miles han pasado por aquí. Pasaremos, dijo,
A alguna parte debe llevar esta carretera»—
una carretera ceñida en torno a la garganta de la tierra.
Y con todo nadie sabía— a muchos preguntamos
ni siquiera el viejo que allá arriba encontramos
purpúreo indefinido subiendo la ladera
con un remo sobre el hombro.
IV
Entre los cipreses el mar susurrando nombres familiares
y el mismo sonido en la hierba cuando amainaba el viento.
Y su pelo zarzas enredadas en aulaga
y sus grandes ojos incapaces de ahogarse
donde el mundo se ennegrecía en un silencio perpetuo.
X
Enterrados ahora bajo esta sombra que atormenta las montañas
observamos el piélago lleno de lanzas de una armada invisible
y el sol se pone y nuestras voces cortadas por el viento
se desvanecen continuamente y aumentan.
En este libro los poemas se pueden, no obstante, clasificar en tres unidades temáticas. En primer lugar podemos agrupar los poemas que tratan sobre la muerte.
La muerte aquí no es la que encontramos en el campo de batalla sino el común destino que se cierne como una pesadilla sobre todos los mortales. Cabe indicar, entre otros, el poema titulado El Traslado:
Una mano
se inclinó temblorosa ante nuestros pies,
cogió un poco de tierra y la echó
sobre el montón que había caído.
Un rostro
se volvió llorando y se ocultó
tras la gente.
Trabajaban todavía en las marmolerías
ahora que el calor del sol decrecía.
Sobre el puente
alguien miraba absorto
en las fétidas aguas estancadas y su perro
escarbaba abajo donde era verde-oscuro.
Me acordé entonces del Muerto
un Domingo a la luz del día
cogiéndose a los pilares
mientras de continuo se sumergían
y corrían junto a los pimenteros
miles de coches.
Después grité
y rápidamente se lo llevaron.
En una segunda unidad temática se pueden agrupar los poemas dedicados al amor. Erótico puede considerarse, por ejemplo, el poema Circe. Este poema es un poema simbólico de carácter sensual, en el que sus símbolos proceden del mundo homérico:
Me tendía en la oscuridad y la esperaba
oyéndola subir las escaleras
en el frescor de la casa
como un murmullo de besos y alientos.
Intentaba entonces escaparme
pero su belleza me penetraba en los huesos
en noches que estudiaba el vacío
yendo del placer al infierno.
Y sus costados resplandecían en mi sueño
pestañas y labios que abría mi deseo
y sólo en sueños mi regreso
un poco de humo a lo lejos
flores y un cántaro fresco.
Y mi barco en su huerto
amarrado y vigilante
como un gran perro negro
me recordaba a veces los compañeros que se perdieron
o los extraños motivos del amor.
Una tercera unidad temática de esta colección poética incluye los poemas que presentan una dimensión existencial, como Un vaso de agua:
Temí que podría
morir ahora
sólo ahora, en este preciso instante.
Después grité
me aferré a mi voz
gritando agua
un vaso de agua.
Por primera vez pensé
pensé que tal vez mi vida
se me estaba realmente acabando
como el agua del vaso
que rompieron
y se hizo pedazos.
Y cuando me lo trajo
sosteniéndolo a la luz
aquella mano algo temblorosa
como el alma que tiembla
bajo el peso del amor;
cuando lo tomé y
me refresqué bebiendo,
el agua, la luz,
y la sombra de aquella mano
descendieron a la vez
a mi cuerpo vacío
y de repente se convirtieron
en una paloma que luchaba por salvarse
revoloteando dentro de un pozo
negro y profundo.
Y oí la voz de nuevo
inclinarse. Y siempre
el mismo extraño murmullo
¿Tienes sed? me decía
Dime ¿tienes aún sed?
LA PIEDRA
Noche hambre ocupación
y en las brasas para pan
asamos una piedra.
Estalló en cuatro
se ennegreció y se rajó
pero no se hizo pan.
Y la partí en pedazos
la repartí en los platos
pero nadie la tocó.
Entonces de rodillas
pidió perdón
gritó la Madre.
DOMINGOS
Ni fuego ni hierro
ni el anhelo por el regreso.
Los que perecieron perecieron por nosotros.
Ahora polvo los Domingos
el país arrodillado
el navajazo permanente en el costado.
Automóviles polvo y gritos
imágenes baratas incomprensibles
burbujas que estallan
en millones de televisiones.
TARDE OLVIDADA
Golondrinas. La silla en el balcón
claveles y la sombra
fresca en la casa.
Una mujer en el espejo
se arregla el pelo
y la gota de agua
en la oscuridad del jardín.
Alguien sube las escaleras.
Quién es, gritan.
Nadie.
De nuevo con más fuerza: ¿Quién es?
Nadie.
Sólo los pasos
que suben continuamente
y desaparecen.
Desaparecen, reflexiona.
Mis pasos, los tuyos
los pasos de los muertos
que nunca oímos.
La silla en el balcón. Sombras.
La mujer ha desaparecido del espejo.
En el poema titulado En ninguna parte se encontró se refleja cierta decepción que no llega ciertamente a la desesperación. Así,
Movimos cielo y tierra buscando
en humildes cabañas y palacios
en el helecho en primavera
entre arenas y nieves
y a los pozos bajamos
e incluso a las tumbas
pero en ninguna parte se encontró.
Y dondequiera que preguntamos nadie respondió
y dondequiera que llamamos nadie abrió
los valientes se rieron
y los cobardes se asustaron
cuantos oyeron el nombre de ella.
Movimos cielo y tierra buscando
y transcurrían los años
y desaparecían los hombres
pero en ninguna parte se encontró.
En el libro Las Llaves Maestras (Ta Antikleidia) aún siguen presentes en algunos poemas los temas de la ocupación y la guerra civil que dominan en la poesía de Pavlópulos y que marcaron sus años juveniles. Así, en el poema titulado El hueso:
Cuando mataron el águila
un niño cogió el hueso
de la pata del ave
y lo hizo flauta.
Se sentaba tocaba en un lugar solitario.
Salían entonces de detrás de las montañas
tres hombres armados y escuchaban.
Escuchaban en silencio y de vez en cuando
cargaban sus armas y lanzaban un disparo
al cielo vacío.
En este poema el águila simboliza el rebelde que mataron. La música de la flauta sería la canción popular. Los disparos que lanzaban al cielo vacío los hombres armados que salían de detrás de las montañas son los disparos que siempre oye el poeta en su imaginación cuando mira a las montañas y que simbolizan el recuerdo de los que murieron en la guerra.
El epígrafe que figura al frente de Las Llaves Maestras sugiere la inanidad de los sueños, «Y al igual que en un sueño no es posible dar alcance a quien va huyendo, / y ni el uno puede escapar, ni el otro puede darle alcance» (Homero, Ilíada 22, vv.199-200). Cuando avanzamos en la lectura de los poemas de esta colección se observa que el sueño es —como se indica en un poema— la llave maestra para la expresión poética:
Pero quizás, dije —y deja los sentimentalismos— quizás tal insomnio indique algo de las posibilidades perdidas de un hombre dedicado al arte, que sólo en el sueño encuentra tiempo y coraje para trabajar en sus obras inexistentes.
(«Nota de un sueño»)
Sólo en el sueño una ninfa esculpida puede bajar del frontón de un templo:
Cuando cerraba el museo
a media noche Deidamía
bajaba del frontón del templo.
Cansada de los turistas
tomaba su baño caliente y luego
mucho tiempo ante el espejo
peinaba sus dorados cabellos.
Su belleza era para siempre
detenida en el tiempo.
(«La estatua y el artista»)
y puede unirse entonces sexualmente con su creador, transformado a su vez
en un centauro:
Entonces lo veía allí de nuevo
acechándola en un rincón oscuro.
Llegaba tras ella en silencio
le cogía la cintura y el pecho
y sujetándole los costados
con uno de sus pies
le metía su talón potente
junto a su muslo bello.
En modo alguno le sorprendía
cada vez que se le echaba encima.
Más bien lo esperaba se había acostumbrado ya.
En apariencia se resistía empujando
con el codo su voluptuoso rostro
y al tiempo que se perdía por entero
en la presa de su cuerpo
lo sentía transformarse
lentamente en centauro.
Ahora su casco de caballo
le hacía daño por alguna parte
dulcemente en el hueso
y soñaba perdida
entre su lascivia y su propio miedo
cómo todavía la esculpía.
De especial interés es el poema que da título al libro y que narra un intento por forzar la puerta de la poesía. El poema es el siguiente:
LAS LLAVES MAESTRAS
La poesía es una puerta abierta.
Muchos miran dentro sin ver
nada y pasan de largo. Mas algunos
algo ven, sus ojos algo captan
y fascinados se encaminan a entrar.
La puerta entonces cierra. Llaman pero nadie
les abre. Buscan la llave.
Nadie sabe quién la tiene. Incluso
a veces su vida arruinan en vano
buscando el secreto para abrirla.
Hacen llaves maestras. Lo intentan.
Mas la puerta no abre ya. No abrió nunca
para los que pudieron ver en el fondo.
Tal vez los poemas que se escribieron
desde que existe el mundo
son un inmenso manojo de llaves maestras
para abrir la puerta de la Poesía.
Mas la Poesía es una puerta abierta.
En el v. 2 «muchos miran dentro sin ver nada», se debe entender que el «interior» que se oculta tras la «Puerta» de la poesía es el fondo del mundo y de la vida. Por lo demás, para llegar a este fondo debemos en primer lugar penetrar con nuestra visión espiritual la superficialidad de las cosas, pues la mera percepción física a menudo nos engaña. Esta visión espiritual presupone en nosotros la existencia de «otra dimensión», la cual falta en aquellos que tan sólo confían en su visión biológica de las cosas y que se encuentran continuamente en confusión, como se señala en Esquilo en un pasaje del Prometeo Encadenado que probablemente influye en Pavlópulos: «Al principio, miraban sin ver nada y escuchaban sin oír nada, y semejantes a los fantasmas de los sueños en su larga vida todo confusamente lo mezclaban» (vv. 447-450).
En este libro conviene destacar además el poema titulado El poeta y la luna,
cuyo texto dice así:
Duerme y la luna lo posee.
Es el camino en la luna
un saco de huesos y el caballo.
Es el tul de su amor
la carne de ella la arena y la soledad.
Es el lodoso rostro de Ártemis
y el Alfeo descendiendo entre los ruiseñores.
Es el terrible precipicio que nadie pasó.
Es la brizna del Tiempo que cae eternamente
en el mar del olvido. Es lo inevitable:
la última vez que verás la luna sin saberlo.
Y ciertamente no es nada de todo esto.
Es sólo el poema que pasó en su sueño
y en vano luchará por recordar después
después incluso de haberlo llevado a este escrito.
La dedicatoria de este poema está hecha a Jorge Luis Borges, quien, por otra parte, influye de una forma notable en la evolución poética de Pavlópulos10. En el v. 11 «La última vez que verás la luna sin saberlo», procede de otro de J.L. Borges en su poema La cifra, incluido en la colección poética del autor del mismo título, que dice: «Hay que mirarla bien. Puede ser última». Yoryis Pavlópulos manejó para este poema de Borges la edición bilingüe que hizo en griego Leonidas Jristakis. En los vv. 6-7 «Es el lodoso rostro de Ártemis / y el Alfeo...», se alude al mito de la persecución de Ártemis por el dios fluvial Alfeo, hijo de Tetis. Alfeo se enamoró de Ártemis y la persiguió a través de Grecia, pero ella llegó a Letrinos, en la Élide, donde, sospechando la maquinación de Alfeo, untó su rostro y el de todas sus ninfas con barro blanco, de modo que Alfeo, cuando se presentó, no pudo distinguir a Ártemis de sus acompañantes y se vio obligado a marcharse sin conseguir su intento.
De su colección poética Treinta y Tres Haiku nos limitaremos a señalar los siguientes poemas:
5
A las tres de la noche
el camarero nos retiró
los dos vasos.
8
Tres amigos se jugaban
a los dados su beso
y otro se lo llevó.
17
Oía remos
sin ver barca alguna
entre la bruma.
28
Se ríe el lobo.
Algo le susurró
al oído el cordero.
31
Un ojo tuyo
al poema; y el otro
para juzgarte.
Su última colección poética, titulada Un poco de arena15 (Ligos Ammos), ha sido publicada en 1997 y contiene 26 poemas, de los cuales 10 ya habían sido dados a conocer en diversas publicaciones anteriores. De esta colección poética veamos el poema que da título a la colección y que dice así:
Recuerdo que cogiste un poco de arena
la retuviste en tu mano
y luego la dejaste
caer despacio
en la palma de mi mano
En el siglo venidero por tanto
quedará un poco de arena
con nuestra huella
y el viento cuando sople
como aquella tarde de Octubre
la arrastrará aquí y allá
continuamente la arrastrará.
De este libro se puede destacar además otro poema que el poeta compuso en su visita a Tenerife con motivo de un curso organizado por la Universidad de La Laguna en mayo de 1995. Se trata del poema siguiente dedicado al Teide:
PARA LA QUE NO VINO A LAS ISLAS
DE LOS BIENAVENTURADOS
DE LOS BIENAVENTURADOS
Dónde subo y qué busco
sobre esta extraordinaria montaña.
Por mucho que mantenga mi alma limpia
nunca alcanzaré la inmaculada cima
allí donde se mezclan el fuego y la nieve.
Abajo el mar con sus flores
la tierra con sus frutos y pájaros
y arriba el río del cielo lleno de peces
ya han desaparecido.
Llueve siempre ceniza y nada puedo ver ya.
Todo mi saber es inútil.
Lo único que me ha quedado
es mi amor por Ti.
Y Tú no estás aquí para coger mi mano.
Por último, por lo que se refiere al presente trabajo, conviene indicar que la traducción de los poemas completos seleccionados de las colecciones poéticas El Sótano, El Saco, Treinta y Tres Haiku y Un poco de arena, es la primera que se hace de ellos al español. En la selección se incluyen poemas que presentan un indudable interés, pero que, en algunos casos, no son los más conocidos de Pavlópulos, con el fin de ofrecer una idea lo más amplia posible sobre el tono y el ritmo de su obra.
Yoryis Pavlópulos, un poeta griego de la primera generación de postguerra
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