Adriana Ierodiakonou
(Nació en 1952, Nicosia, Chipre)
Es licenciada de la Universidad de Oxford con un título en la bioquímica. Ha trabajado (en Atenas) como corresponsal extranjero por los Financial Times y la BBC. También pasó dos años en Berkeley, California, colaborando con los editores Dino Siotis y Nanos Valaoritis en unas revistas literárias. El tema y el humor de su poesía están influidos por los sucesos de 1974: el golpe de estado chipriota y la invasión turca de Chipre.
Adriana Ierodiakonou attended the British school in her native Cyprus, and later graduated from Oxford University in England with a degree in biochemistry. In Athens she worked for both The Financial Times and the BBC as a foreign correspondent. She also spent two years in Berkeley, California, collaborating with editors Dino Siotis and Nanos Valaoritis on the journals The Coffee House, To Vapori, and Rejection. The Greek-backed coup d’état and the Turkish military invasion of Cyprus in 1974 cast a shadow across much of Ierodiakonou’s opus; the consequences of those events often set both the mood and the theme in her poetry.
Una naranja
Un viejo hombre dice:
¿Quién puede comprender mi anhelo
– mi anhelo por una naranja?
Dormí, me desperté
con toda la abundancia de Dios
– ¡pero oh, que yo agarre una naranja!
Una naranja, de mi jardín,
ésa endulzaría la sangre
durante esos tiempos tan amargos.
Un viejo dice:
¿Quién tiene la comprensión de mi anhelo?
Han tirado abajo mis casas.
¿Quién sabe de mi anhelo?
Mataron a mis niños
– ¡ay, que yo tuviera una naranja!
Una naranja de mi jardín…
¿y quién la traerá?
Veo unas otras naranjas y no las toco.
Un viejo dice:
Han florecido los naranjos;
mi anhelo florece de nuevo, con ellos.
Campo de batalla
Qué raro es
– como todo en esta isla
se mete – o está situado –
al revés o retraído.
En reversa, seguimos al oueste el camino
mientras nuestro corazón se apega al rumbo
precisamente paralelo en ese otro camino que estaba perdido
a causa de ser una media milla al derecho de nuestros ojos.
.
Los naranjos también sobreviven al revés,
a la inversa teniendo sed de los naranjos de la Vida.
Y en el lado opuesto el suelo y el aire
están llenos de pudrición seca.
¡Que estuviéremos allí – y ellos, nunca!
¡Que estén perseguidos los perseguidores!
¡Y que se situaren nuestras huidas en el justo centro del espejo!
Si tomamos la isla entera
pues darla vuelta, como una camisa;
si abrimos nuestras puertas en la noche.
El viaje
Hemos estado caminando hace muchos años
pero aún no hemos encontrado al mar.
Del dolor hemos hecho un despertar del deseo, un camino,
aunque seguimos caminando sobre una llanura de suelo blanco.
Vuelan inmediatamente las golondrinas hacia días verdes, sin hesitación.
Nosotros hemos estado caminando hace muchos años
y el mar nos ha olvidado
y se ha vuelto una palabra.
El bosque de los desaparecidos
Acabado de plantarlo
pues empezaste a platicarnos de tu otra vida,
en la voz del puro árbol
– sacado de puntos de referencia –
de cachos de suelo secretamente fabricando
la quintaesencia de oxígeno.
De cosas sin encanto y invisibles existes,
pero sin poder percebir los altos días festivos.
Has señalado Tiempo por una medida secundaria que las guardas no ven
(– quien, de todas formas, te vigilan como un hombre, no árbol.)
Nos estamos doblados por el suelo,
sobre esta ladera yerma donde el sol raspa piedras de la tierra escasa
– y vivimos dentro de ti:
lo que falta aquí está conocido por nosotros.
¿Qué queremos de it? ¿Cuál es posible querer?
Solo una más hoja – una rama –
nada: un suspiro callado de memoria.
El canje
A veces el viento lleva una sola palabra.
Otras veces, una oración entera.
Rara vez, llega un hombre completo
– flor extraña…no hay tal “árbol” en nuestro jardín.
Una noche vino la ciudad – bastante fácilmente –
con sus Marías, sus calles con bordillos, sus héroes lindos;
sus errores y sus habitantes-sonámbulos.
Pues se entendió que – mayo por mayo –
nuestras vidas han sido reemplazadas por
el sueño vacío de una decididamente otra historia.
Versiones en español – de las traducciones ingleses del griego original: Alexander Best
An Orange
An old man says:
who knows my longing,
my longing for an orange?
I slept, I awoke
with all God’s plenty.
O, that I had an orange!
An orange from my garden
would sweeten my blood
in such bitter times.
An old man says:
who knows my longing?
They have torn down my houses.
Who knows my longing?
They killed my children.
O, that I had an orange!
An orange from my garden
– who shall bring it?
I see other oranges and do not touch them.
An old man says:
the orange trees have flowered
– my longing flowers again with them.
Field of Battle
Strange
how everything stands the wrong way ’round on this island.
Wrong way ’round the road we take to the west
while our heart follows a course precisely parallel
on the other road that was lost
because a half mile to the right of our eyes.
Wrong way ’round the orange trees
thirsting inversely to the orange trees of life,
the earth and the air
full of dry rots on the opposite side.
That we might be there and they never!
That the pursuers might be pursued and our flights
at the just centre of the mirror!
If we take the whole island
and turn it inside out like a shirt.
If at night we open our doors.
Journey
We have been walking for years
but we still haven’t found the sea.
We have made of pain an awakening
of desire, a road,
but we keep on walking
across a plain of white earth.
Swallows fly to green days
directly, without hesitation.
We have been walking for years
and the sea has forgotten us
and become a word.
Forest of the Missing
No sooner planted
than you began, with the tree’s plain voice,
to speak to us of your other life.
Removed from any landmark, any piece of earth
secretly fabricating oxygen’s quintessence.
From stuffs unlovely and invisible you exist
unable
to discern high holy days.
You’ve marked time by a secondary measure
the guards do not see – who, anyway,
keep their watch on you as man, not tree.
Bent low
upon this barren hillside where the sun
scrapes stones from meager dirt
we live in you:
what’s missing is known to us here.
What do we want of you? What can we?
Just one more leaf – one branch –
nothing: a mute sigh of memory.
The Exchange
Sometimes the wind brings
just one word.
Sometimes a sentence entire.
Rarely
a whole man arrives – strange flower:
no such tree in our garden.
One night quite easily
the city came,
with its Marias, its curbstone streets,
its sweet heroes, its mistakes,
and its sleepwalker inhabitants –
then it was realized that,
May for May,
our lives had been exchanged with
the empty dream of quite another history.
All translations from the Greek originals: the poet (Adriana Ierodiakonou)
.
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