Ruperto Salcedo Urquieta
Ruperto Salcedo Urquieta (CHILE). Poeta. Autor de “Poemas de piedra” (1960), “Una visita a los mercados” (1961), “Desde mi mundo” (1962), “Las imágenes del hombre” (1964).
Fuente: “Ruperto Salcedo Urquieta”. Por Carlos Dolores Pincheira (Nido de Cuervos, N°2, abril-mayo 2000).
IMAGEN
Habrá siempre
algo mio en ti
porque tú eres lo que yo necesito
Eres tibia y ovalada
como un corredor
de mi casa de infancia
Simple y dulce
eres íntima
como mi más mínima palabra.
Una visita a los mercados
Autor: Ruperto Salcedo Urquieta
1961
CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1962-04-07. AUTOR: ANÓNIMO
Sospechamos que a Ruperto Salcedo Urquieta, como a muchos otros poetas jóvenes, le resulta perjudicial el panegírico que le adjudican en la presentación del libro (1)(1) “Una visita a los mercados”, poemas, por Ruperto Salcedo Urquieta, Bello Impresores, Santiago 1961..
Yo diría, irreverentemente, que es un poeta mediocre, disperso de imágenes y de contenido.
Tiene, sí, algunos versos bien logrados:
“Y pasó el invierno
con su tropel de gritos y rescoldos”.
(“Introducción a la fruta”, pág.11).
Aunque de pronto la preocupación central de su temática no pasa más allá de la simple descripción:
“Naranja, oro redondo,
durazno, vestido de pieles”, etc.
(pág. 13).
A ratos se “encoge” en sus posibilidades expresivas:
“la madre planta que me parió”
(pág. 13, mismo poema).
El Canto Segundo, que parece ser la base del libro, es una suete de cuento relato en verso; y no podríamos decir que se trata de un verso esmerado (pág. 14).
“En Viento”, pág. 23, es un buen poema, con un ritmo que, en general, se mantiene fresco y grácil. Y más adelante vuelve a tropezar con su empeño, incorporando algunas reminiscencias perudianas:
“Yo estoy solo
ella estaba, ya no está conmigo”
(“Un recuerdo”, pág. 41)
Y, en “Palabras de amor”, pág. 43, se advierte la presencia inicial de Paul Valery:
“Ven, toma mis manos
y conversemos un rato
lenta y dulcemente sobre tantas cosas”.
Diríase que tiene una inspiración tambaleante, porque así comienza, por ejemplo, su poema “Inspiración” (!):
“Ámame
que yo te amo,
quiéreme mientras puedas,
goza que yo gozo”, etc.
En algunos casos tiene una expresión de [...], que se realiza bien cuando le da intención filosófica:
“Los quizás de los sueños
no hacen hombres.
Solo la muerte de la vida
los puede acumular
en un solo pensamiento”.
Pero a veces y en un mismo poema rompe esta expresión de hondura, con versos de chocante simpleza, intrascendentes:
“Los hombres se están conociendo
y cada día se conocerán más”.
(“Realización”, pág. 53).
Sin embargo, también muestra hallazgos gratos en este esquema simple de su expresión:
“Yo me voy a morir
en una tarde como un volantín”.
(“Muerte de un niño”, pág. 79).
Al final del libro, el poeta ya avanza con verdadera zozobra en la búsqueda de imágenes. En el poema “Post-Guerra”, por ejemplo, dice:
“El naranjo viejo del patio de la casa”.
Y cuando uno espera la continuación de un hermoso verso, agrega simplemente:
“ya no da naranjas”.
Por último, si de creación poética se trata, hay que estar con el autor cuando se pregunta:
“tiemblo y me pregunto con temor
¿Será verdad? ¿Será verdad
que soy el Rey de la Creación?”
(“Yo soy el Hombre”, pág. 71).
En resumen, visitar un mercado con fines poéticos es un problema mucho más complicado de lo que piensa don Ruperto Salcedo Urquieta.
Telémaco
CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 1962-02-04. AUTOR: CARLOS OSSA COO
Es este el segundo libro de Ruperto Salcedo, poeta joven que trabaja una temática ostensiblemente “personalista”, generalmente de tono menor y que consagra sus versos o la exaltación de seres o circunstancias que le son privativas.
En su anterior volumen –“Poemas de piedra”- Salcedo enfrentaba (o soslayaba) una perspectiva más amplia y definida de su visión receptiva; parecía estar más en el mundo. Aquí se entrega a una suerte de disolución de su yo expresivo. Toda la trascendencia poética está referida a una búsqueda (sin llegar a una totalización) casi anímica de los elementos que pueden (o deben) constituir un medio expresivo. Así dice, por ejemplo:
“Ven, toma mis manos
y conversemos un rato
lenta y dulcemente sobre tantas cosas”.
Sin embargo, esto no implica una generalización de su poemario. Es notorio, no obstante, que Salcedo no siempre entrega imágenes felices. Hay visibles hiatos, repeticiones y prosaísmo no deliberado.
Desde mi mundo
Autor: Ruperto Salcedo Urquieta
1962
CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1963-03-09. AUTOR: EDMUNDO CONCHA
He aquí, otra vez, la pugna entre el hombre y el medio. Y, sin ella, ¿sería posible el perfeccionamiento de uno y de otro? ¿O incluso de la vida misma? Pero esa pregunta conlleva una conclusión filosófica que no satisface a los poetas, seres desazonados y raros por excelencia.
Los poetas, si no fuera por el abismo que los separa del prójimo, no podrían ser creadores de belleza. Ellos, sin embargo, insisten en protestar contra ese abismo, que en sí es inexcusable materia prima para su delicada industria. Mas, como se trata de reclamos inocentes –sin inocencia no hay poesía- lo mejor, sobre este inofensivo despropósito, es no hacer cuestión.
Ruperto Salcedo Urquieta, a juzgar por este libro, siente con gran relieve la antinomia entre su espíritu y el del prójimo. Y ese es el punto de partida de su poesía, una poesía cerrada, de vuelos circulares sobre los mismos temas personales. He aquí un hombre que tuvo ilusiones y que, al no concretarlas en la forma prevista, siente una soterrada tristeza. Se ve que, a fuerza de esperar en vano, ya tiene vencidos los resortes de la esperanza. El poeta, desde su deshabitada soledad, reclama:
“Me ocurre
que no me ocurre nada
y estoy desprovisto de deseos
¿Será porque no tengo alma?
Creer en las cosas, es tenerlas.
Yo no creo
no tengo nada”.
Debe de ser difícil diseñar así los objetivos poéticos, con tan absoluta ausencia de lirismo.
Por otra parte, hay que reconocer que tan rico y sensible es el espíritu humano que, como se ve, para experimentar un drama ni siquiera necesita que le sobrevengan catástrofes. Basta que no le acontezca nada. Ya lo sabíamos por un clarividente pensador griego: “El hombre es el único ser vivo capaz de torturarse por satisfacer necesidades que no siente”.
El mundo amurallado de Ruperto Salcedo Urquieta no tiene mayores arranques, no dispone de caminos que lleguen muy lejos, y acaso por eso mismo a veces resulta profundo. Sus alusiones solo tocan a los seres familiares, los de diaria convivencia. Todo un mundo doméstico que, en subsidio a su divorcio con el más allá, con el universo frontero a su morada, lo deslumbra y lo hace ver en la esposa una “niña de aroma” y en el hijo un “coro del sol”.
De los 32 poemas que componen este libro –para nuestro gusto- el menos desarticulado subjetivamente, es decir, el mejor construido, es el titulado “Los rincones escondidos”, que dice así:
“¿Por qué sucede
que hay cristales que se rompen
sin ocasionar ruidos
y dejan huellas en las manos
y en los ojos?
¿Por qué un silencio
a veces
nos habla por mudos rencores
o lejanas campanas
nos vuelven a la vida
distantes sensaciones?
Hay veces que nada ocurre,
y sin embargo,
el mundo entero de otras vidas
se nos precipita tan adentro
que llenos de nosotros mismos
solo oímos voces.
Y apenas los labios
como por costumbre
hacen señales
como pañuelos
para no olvidarnos
que estamos juntos”.
He aquí, a la vista, una demostración de sensibilidad honda y fina. Sobre un tema nada espectacular, íntimo, privado, casi secreto, sabe él descubrir matices representativos de la experiencia humana de puertas adentro.
La poesía de Ruperto Salcedo Urquieta –poesía existencialista, más próxima a la existencia que a la esencia- no camina a gran distancia de la prosa. Su verso es directo, funcional, sencillo, sin alambicadas metáforas. Y su efecto, a lo largo del libro, es disparejo, con pendulares oscilaciones entre las vulgaridades y las sorpresas.
CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1963-03-30. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
“Me ocurre
que no me ocurre nada
y estoy desprovisto de deseos.
Será porque no tengo alma?
Creer en las cosas es tenerlas.
Yo no creo
no tengo nada”.
Así, con esta mezcla de anonadamiento y escepticismo inicia Ruperto Salcedo Urquieta sus poemas “Desde mi mundo” (Bello Impresores, Stgo, 1962).
Poco más adelante el propio poeta se encarga de desmentirnos esta primera imagen de la nada y la soledad.
“Esta tarde
he mirado a mi mujer
que era niña de aroma
y ahora va a ser
Madre
-paloma sentada-.
Nunca la luz
fue más blanca
que a sus pies
como un gato se enrolla”.
Balbuciente, indeciso, pero sensible, Ruperto Salcedo va dándonos muestras de su mundo interior con un lenguaje sencillo y cotidiano. Es posible que le oigamos elevar, en el futuro, una voz más firme, más resuelta.
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