jueves, 3 de julio de 2014

RUBÉN CAMPOS ARAGÓN [12.149]


RUBÉN CAMPOS ARAGÓN 

(Linares, CHILE  1930 – Santiago, 1999)
Poeta de la tierra. Muestra en toda su obra gran amor a Linares , territorio de mimbres y gredas cantarinas. 
Nace en 1930. cursa Pedagogía en Castellano en la Universidad de Chile hasta tercer año y Teatro hasta cuarto año, en la Universidad católica de Santiago. 
Desempeña labores administrativas – es jefe de personal- en Phillips Chilena. Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile y de la Asociación chilena de Escritores. 
Ha obtenido premios, distinciones, entre otros, Premio Gabriela Mistral, en 1967 por La señal de la tierra, Premio Pedro de Oña , ese mismo año con Memorias de picaflores. Su poema Oración rojo azul blanco, ganó el premio Sesquicentenario de la Bandera Nacional, en 1967. 
La Municipalidad de Linares lo declaró Hijo Ilustre en 1967 y en 1971obtuvo la medalla de oro Julio Moreno Toledano (Federación de Rodeo Chileno). 
Su poesía, humana y cordial, se nutre en las raíces mismas del pueblo. Por eso su lenguaje es sencillo y digno. Popular, pero no simplista, por el contrario, altamente poético. De sus versos se desprende un hálito optimista, de quien vive en plenitud. Poesía con olor a campo y trigo maduro. 
Las pequeñas cosas de la vida embrujan al poeta, que logra transmutarlas eficazmente en materia lírica. 
Alguien lo ha llamado certeramente “El huaso mayor de nuestra poesía” , porque el poeta enaltece con su canto la faena campesina. 
En una entrevista expresó con claridad su pensamiento: “Escribo para que el pueblo encuentre en mi poesía la guitarra que no le ha sido concedida. Es poesía directa, sin complicaciones. Es un aporte y un trabajo que dejaré de lado el penúltimo día de mi vida”. 

OBRAS: 

Poemas a cuatro voces 
(en colaboración con Samuel Maldonado, Alberto Reyes, y Manuel F. Mesa seco), Linares 1956. 
El corazón de linares, Linares, 1957. 
Al sur del otoño, Santiago, 1961. 
Pájaros de greda, Santiago, 1963. 
Linares a puro mimbre, santiago, 1964. 
Otra vez greda, Santiago, 1964. 
Bajo el sol de cada día, Santiago, 1965. 
El huaso mayor, Santiago, 1966. 
La señal de la tierra, Santiago, 1968. 
Firme de estribos, Santiago, 1969. 
Poeta en su tierra, Santiago 1970. 
Afluentes de regreso, Santiago, 1974. 
A campo abierto (antología personal), santiago, 1996. 
La catedral de Linares, Santiago, 1998. 



Al sur del otoño
Autor: Rubén Campos Aragón
1962

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1962-05-05. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
Rubén Campos Aragón, “30 años, casado. Recitador de radio, boite y teatro. Actor”, publica –al parecer a máquina y roneo- sus poemas “Al sur del otoño”, con buena portada y viñetas de Alberto Moreira y Pedro Olmos. Son 10 poemas que celebran los dones de la memoria y el poder de la nostalgia, bajo la advocación de Pablo Neruda, citado no sin causa en el epígrafe. La influencia del vate de Isla Negra es indudable:



“Eres el árbol de la ausencia
en tu alrededor de aire
determino pájaros dorados
cuando de ti escribo”.



Pero Rubén Campos tiene fuerza suficiente para escapar a la tutela magistral. Lo salvan, entre otras virtudes, su capacidad imaginativa y un plástico sentido de la ironía:



“La soledad tiene algo amargo:
vocación de silla abandonada,
sábado perfectamente inútil”.



Este modesto y levísimo libro (exactamente siete páginas de texto) contiene una real semilla poética.


Pájaros de greda
Autor: Rubén Campos Aragón
Santiago de Chile: Fantasía, 1963

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1963-08-03. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
Rubén Campos hace honor a su apellido. Es un hombre de tierra adentro, que canta con libertad de pájaro las glorias campesinas: gredas, trigales, álamos, esteros, huasos, escuelitas rurales. Hasta su imagen de Chile tiene un aire rural. La corriente metáfora que nos dice que nuestro país –en el mapa- tiene forma de espada, Rubén Campos Aragón la transforma en imagen bucólica:



“...había una vez
una patria larga y pura,
un álamo horizontal y dulce
o un verano llamado Chile”.



Su poesía es de una admirable sencillez. Está hecha de palabras claras y de imágenes luminosas, en las que no faltan ni ingenio ni fantasía. Nos recuerda, por momentos, a otro gran poeta agreste: Óscar Castro. Como él, Rubén Campos no cae en localismos, ni en falsa chilenidad al darnos su visión de la tierra. Veámosle en esta evocación de la “Escuela de campo”:



“En invierno
no hay lección ni ronda.
El corazón del invierno
canta en los vacíos bancos,
la lluvia
apaga las abejas de la escuela.

Todo entra a tristeza,
la gastada cal, las vigas,
el pizarrón y su cuadrada ausencia,
todo se suma
al viejo olor del trigo.

Pero
no hay noche sin día
y al fin llega setiembre,
comienza a suceder la primavera,
la letra,
el número,
la ronda.

Y la escuela
desde su adobe solitario
sube hasta bandera”.



¿Poeta menor? ¡Sí, pero poeta!



CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 1963-09-29. AUTOR: LUIS ALBERTO MANSILLA
De Rubén Campos Aragón no tenemos otra referencia que la de su activa participación en una organización de escritores y algunos poemas sueltos aparecidos en algunas publicaciones o recitados en veladas literarias por el propio autor. Este libro de modesta apariencia revela sin embargo que es un poeta hecho y derecho. No está sujeto a ninguna de las grandes influencias que confunden más de la cuenta la voz de algunos poetas jóvenes y bien dotados. No trae mensajes herméticos sino una simplicidad cotidiana de árboles, campo, viento y amor. En estos temas afirma el paso desde el comienzo, su pequeño libro es una fiesta –muy reveladora- de verdadera poesía:



“Había una vez
una patria larga y pura
un álamo horizontal y dulce
o un verano llamado Chile.
Como el aroma de los melones
allí se instaló la greda,
el cuero,
el trigo,
los telares
y las manos ásperas
y tibias".



Los “Pájaros de Greda” de Campos Aragón vuelan sin pesadez, con desenvoltura, en algunas estrofas la armonía se interrumpe y avanzan algunas desafinaciones, pero el poeta toma bien la batuta y logra llevar a feliz término su concierto.

Nos habla de una mañana de 1940, de “evidente primavera”, de un cuarto de aperos, de una escuela de campo, de Linares, de un huaso pobre, del puelche:



“El puelche
baja paralelo al río.
Parece un huaso
en caballo
de urgente lucero.
La pena del huaso
-espuela
colgada en la viga-
la pena está en el puelche”.



Poetas y libros como el de Campos Aragón hacen falta en nuestro país. Siempre está bien una ráfaga de aire en los subterráneos.



Bajo el sol de cada día
Autor: Rubén Campos Aragón
1965


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1965-10-23. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
Rubén Campos Aragón, que es poeta y que se esmera en editar de manera original (su libro anterior no medía cuatro centímetros de altura), publica “Bajo el sol de cada día” en manuscrito, con dibujos de Alberto Moreira. No es fácil leerlo, aunque tiene buena letra. Eso mismo contribuye a la sorpresa de encontrar, en un recodo de las complicadas páginas, la luz poética;



“Un sábado de vino
dejó viuda la caja de herramientas.
Su corazón de bosque
entró al crepúsculo
como una estrella…”

(Final de un Carpintero)





La señal de la tierra
Autor: Rubén Campos Aragón
Santiago de Chile: Arancibia Hnos., 1968

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1968-10-06. AUTOR: AGUSTÍN BILLA GARRIDO
De otra índole, muy dispar, es el libro de Rubén Campos Aragón, quien ya nos diera anteriormente unas cuantas obras llenas de esa ternura bucólica sentida solamente por quienes conocen y aman los campos de Chile, su flora, su fauna, los hábitos de su gente, sus fiestas y sus pesares, “Al sur del otoño”, “Pájaros de greda”, “Linares a puro mimbre”, “Otra vez greda”, “Bajo el sol de cada día” y “En huaso mayor”, nacieron con idéntico tema y semejante tonalidad, como si toda la obra poética de Campos Aragón fuese una “Suite” o, tal vez mejor, una “Sinfonía”.

Personalmente siento especial agrado por esta continuidad en la línea temática y solamente formulo votos porque no se deje atraer por el llamado engañoso del atildamiento formal. Campos Aragón maneja muy bien su lenguaje coloquial, sencillo, casi directo, en donde la imagen se prende  funde a la realidad; por ello creo innecesaria la adopción de esos modos utilizados por algunos poetas en los cuales la retórica sustituye a la acción, al paisaje, a la vibración emotiva.

Tampoco necesita Campos Aragón inventar vocablos adverbiales sin gracia como ese “flormente” incrustado en una estrofa muy grata y simple cuya armonía destruye:



“Las hojas de la lluvia,
el huaso del puelche y sus arados,
la dignidad y la desdicha,
la paz simple del agua,
todo se consuma y consolida
haciendo lo flormente posible
para encender el ramo de Chile”.



Precisamente porque Campos Aragón ha evidenciado siempre su alta calidad poética resulta lamentable ver como a veces, pocas por suerte, se deja llevar por el afán de imitar a quienes nada le pueden dar para mejorarlo. En cambio, cuando él canta con su voz auténtica, dice, por ejemplo, en “Arbolario”:



“Antes de la gloria y la desdicha,
la patria dulce era arboleda,
multitud de ramas, pájaros y lluvia
como
si el sueño se hubiera puesto en pie
para aceptar la amenaza azul del aire.
Árboles, solamente árboles
entre la pregunta del cielo,
y los vados de la noche”.



En general, siempre Campos Aragón da en la nota justa cuando se entrega libremente a contar sin atenerse a modas exóticas con supresión de conjunciones y artículos. Y su metáfora es siempre ligera, liviana y fresca. Así, por ejemplo, dice en “Trilla a yeguas”:



“Andando sobre meses
y
lágrimas,
el huaso llega a febrero:
la tierra
devuelve los días amargos
en un total de trigo.
La espiga
recién levantada del sueño
sacude su poncho de pajas:

las herramientas
explican las buenas razones
del trigo:

trillar a yeguas
es echarle el lazo a una estrella
para dar la vuelta al año:

trilla a yeguas
significa vino, fuego, guitarra,
año bueno y buen sueño”.











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