domingo, 6 de julio de 2014

EUTIQUIO LEAL [12.180]


Eutiquio Leal

Eutiquio Leal (Chaparral, COLOMBIA  12 de diciembre de 1928 - Bogotá, 13 de mayo de 1997), en realidad se llamaba Jorge Hernández Barrios, fue un escritor colombiano, fundador de los primeros talleres de literatura en Colombia. Fue profesor de la Universidad Santiago de Cali, Universidad Pedagógica Nacional, Universidad libre y en la Universidad Autónoma. En 1996 le fue concedido el doctorado Honoris Causa en la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla.

Críticos literarios como Isaías Peña Gutiérrez y Carlos Orlando Pardo consideran a Leal como uno de los primeros en renovar la literatura colombiana, de manera especial en cuanto a procedimientos, técnicas, lenguaje, voces y modos narrativos. El mismo Pardo publicó en 1988 el libro 

Bibliografía del autor

Novelas

Después de la Noche (1964), galardonada con el primer premio literario de la extensión cultural de Bolívar.
El oído en la tierra (1979)
La Hora del Alcatraz (1989)
El tercer tiempo (Inédita)
Guerrilla 15 (Inédita)

Poesía

Mitín de Alborada (1950)
Ronda de Hadas (1978)
Trinos para sembrar (1988)
Música de sinfines (1988)
Trinitarias (1996)

Cuentos

Agua de Fuego (1963)
Cambio de Luna (1969)
Bomba de Tiempo (1974), laureado en el IV festival de arte de Cali.

Ensayos

Talleres de literatura. Educación formal y no formal: teoría y metodología (1987)





HORIZONTE

Deshollejando al viento, la dicha, la manzana...
de esta abierta calleja lunática de ahora
se nos ha escapado alguien?

Todo lo que tiene aura, color, canciones, osamenta...
Por ejemplo la luz, el agapanto,
los ojos de la noche, voladores audaces,
la caracola atlada de ilusiones geológicas,
el verbo solferinamente erguido
en jugos cálidos o polen de peñasco y golondrina.

¿Quién habita hoy en estos corredores
del pecho o las estrellas, del calor insurgente,
en nuestras horas lilas empozadas al fondo
de los días traspuestos
o poemas tomados de cofrecillo ajeno?

¿Todo el vacío, toda la negrura,
solo el trueno interior que nos devora
sin ningún cese al fuego, ya sin canto posible?
¿Solo el yelo y ya sola la roseta
de dinamita extraña a alquilada, imprevista,
solo el desplome anónimo de la espiga en la frente?

Atrevida allá al frente
una ventana en alto, su soñador abierto a la mañana,
las barandas del Cosmos, el vórtice del tiempo...
este anhelo amatorio que somos a porfía
con el ritmo vidente, raizal, constitutivo
que aguja desde adentro de la tierra
revivida o tremenda, solidaria o utópica...

V, 1988



ESCULTOR EMIRO GARZON CORREA, haciendo el modelado en arcilla para el fundido posterior en bronce, busto que está en el INSTITUTO EUTIQUIO LEAL de Chaparral Tolima, y la fotografía del modelado, fué publicada en la parte posterior del libro MUSICA DE SINFINES.


La arcilla no es arcilla como ha sido.
Por tu poder es pulpa de este Cosmos
polvo de las Galaxias, materia filantrópica.

En las creadoras manos de tus manos
se hace floresta, vive, se agiganta y grita
para volverse humanamente gesto,
alegría volcánica,
constelación del hombre haciendo al mundo.

El silex toma forma y sal y esencia
igual que el mármol, liberados
a través de tus dedos inventores y fértiles
como fusiles nuevos edificando al hombre
de la tierra, coronando de nardos y gaviotas
toda desolación, todo martirio, todo pueblo
sublevado en azadas y ocarinas.

No dejes, oh maestro prometéico,
de acariciar el humus con la luz de tus yemas
de mil ojos fantásticos.
Tu arcilla ya es bronce férvido del futuro.


Bogotá, 19, VII, 1988










Preludio *

El escritor Eutiquio Leal es más conocido como novelista, cuentista, conferenciante y ensayista, que como poeta. Sinembargo él confiesa que ha escrito poemas desde su adolescencia, cuando le hacía versos a sus compañeritas de estudio... "Lo cual me daba muy buenos resultados", según nos dice en medio de una socarrona carcajada.

Afirma complacido: "Siempre he sentido la necesidad urgente de escribir poesía como una gimnasia mental, emocional y lingüística. A mí me dan mucha lidia las palabras. Mi lucha sin cuartel, a vida o muerte con el lenguaje es el más constante tormento de mi trabajo como escritor. Pero es un tormento placentero, delicioso, desfrustrante. Resulta que escribir un cuento o una novela viene a ser también un acto poético, aunque de otro nivel, a otras honduras. La poeticidad es una de las características de la esencia del arte en general y de la literatura en particular. Los alemanes tienen razón cuando denominan POETA a todo creador, ya sea un músico, un pintor o un dramaturgo, pues lo que producen la imaginación y la fantasía de un creador es, nada menos e igualmente, una obra poética en el más profundo sentido del término. Mi combate diario y nocturno con el lenguaje, con cada expresión, con cada palabra cuando escribo poemas me sirve muchísimo para mi trabajo como narrador, pues la gran síntesis, la profundidad, la significación y la polisemia que debo lograr en los poemas es, para mí, el mejor ejercicio estético en cuanto a la labor de escribir un cuento o una novela. Si alcanzo el mismo efecto poético en mi prosa, ello quiere decir que he conseguido labrar una buena prosa, una buena narración. Por eso nunca dejo de estar escribiendo poesía, eso sí, sin ánimo de publicarla: sólo con el propósito de mejorar mi obra literaria narrativa, en prosa". Son afirmaciones que ha venido haciéndonos Eutiquio Leal, con un poder de convicción que nos incita a aceptar sus planteamientos sin vacilación.
Como se verá, la poesía de Eutiquio es "labrada" como él mismo lo dice. Rigurosamente trabajada, fuertemente maciza, hondamente significativa. Por tanto ella exige de sus lectores un esfuerzo mental y sensorial, una labor de decodificación, de interpretación, un serio trabajo de búsqueda y hallazgo de los sentidos internos, de la significación recóndita y de la simbología que cada uno de sus poemas establece, propone y universaliza. Si es claro que su poesía apela mucho a la razón, al sentido semántico y mental, también es evidente que convoca y estimula grandemente a los sentimientos, a la sensibilidad humana y estética de sus lectores. Lo cierto es que esta poesía exige un lector activo y sensible.
Para Eutiquio Leal el acto poético empieza con una manera y un enfoque estético de la vida, de la cotidianidad. "Si un ser humano mira el mundo y se emociona, si contempla los objetos, los fenómenos y las actuaciones, si se detiene en todo y se asombra, si vibra estéticamente y si todo lo percibe a través de sus sentimientos, de su sensibilidad, pues entonces ahí hay un poeta. Ahí tenemos un poeta, aunque no escriba versos. Y si los escribe, si puede expresarse y expresarlo todo con un lenguaje articulado, así sea oralmente, pues ese es un poeta cabal. Es que la poesía está en todas partes y solamente hace falta el ser humano suprasensible que logre convertirla en leguaje: pictórico, melódico, plástico, sonoro, escrito, etc.".
Y continúa: "Cuando un ser humano es capaz de ver y sentir el mundo de una manera diferente al común, ahí está el poeta, aunque no lo diga ni lo escriba. Después de miles de siglos, el hombre llegó a cantar y contar oralmente su visión poética de la vida. Y mucho después pudo cantarla y contarla por medio de la escritura, que es lo que estamos haciendo ahora", concluye Eutiquio Leal jubilosamente.
Preguntamos a Eutiquio Leal, para él qué es escribir, y contesta:
"Escribir es entregar los horizontes y las batallas, los lilas y los rojos seguros en las manos de la amante y del viento, por que los dos con­fundidos en un sólo Arco-Iris de felicidad custodien al mundo y lo defiendan de la negrura impenitente que lo asedia.
"Es liberar las mariposas y los vilanos para que luchen en el espacio cósmico como mensajeros de las voces del viento, solidario e inconte­nible, del hombre.
"Es rescatar las caracolas y las siemprevivas de modo que continúen siendo ellas mismas en el devenir de las noches subversivas que generan todas las alboradas de la tierra.
"Es apropiarse de las tempestades y los relámpagos siderales y humanos, en gracia a la alegría de las horas, los senderos ocultos y los siglos de las estrellas vivientes.
"Es inscribir la otra cara del orbe, de los objetos, las personas, los sentimientos, las pasiones, la belleza universal, la poesía del Cosmos, y re­velarla hasta en las piedras.
"Es desfrustrarse y desfrustrar a quienes (por ventura o por desgracia) se ven impelidos a descifrar lo que plasmamos en la sombra, en solitud, en el abandono creador, martirizante.
"Es realizar a los demás o realizarse uno mismo lográndolo en todo, del todo, por todo y ante todo aunque no fuese más que en la imaginación.
"Es sublevar las desoladas sensaciones que habitan o cohabitan en lo más recóndito de los hipocampos y las golondrinas trabajadores.
"Es soltar al espacio desvalido los unicornios que sabemos infinitos, adorados, por siempre compañeros.
"Escribir es hacer la revolución con las palabras, en las palabras, contra las palabras, y así proyectarse transformando a los hablantes y a todo lo que avivan las palabras, logrémoslo o no."
Veamos alguna muestra de la poesía de Eutiquio, cuyos poemas son más conocidos en el exterior que en su propio país o entre sus colegas y amigos.
* Este texto fue publicado por el periódico "ALO COLOMBIA" en su edición de Marzo 1988, firmado La Redación, con las iniciales J. M. D.
(Música de Sinfines, Página 11)





Unidad

Harina
rosa
almendra
sinsabores.

Piedra
cardo
puntilla
como flores.

Manantial
almohada
por dolores.

Caracol
espina
todo amores.

IX, 1986

(Página 19)





Sísifo

La calle
que va con uno
después
se regresa
sola.
Ella sola
es el destino
con su camino
de aurora.
Y uno sigue
subiendo bola
vida abajo,
pero ahora
ardiendo
y atlado
de caracola.

Uno
que es un trino
hijo del viento
tremola
vida arriba
también
con su herida
sola.

XII, 1984

Para OTTO RICARDO

(Página 21)





Nocturnanza

A lo alto
escalando la mole de tan único cerro tutelar,
un reguero de luces caprichosas.
Fúnebre mar en vela
de luceros felices parpadeando
por sobre la sabana del frío entre la niebla.

A lo bajo
la geografía exacta en filas se organiza.
Se cruzan las hileras de riguroso ejército
de paz, en reconcilio con la vida,
como parada de honorables fastos
y en vilo filigranas acuciosas despiertas.

Titilares alternos de corriente.
Hoy nos devuelven juntos sus amarillos pétalos
de astro visionario
en metales y tonos de diamante encendido
por millares de crímenes y sueños.

A la sangre
de todos nuestros viejos limones interiores
anda un montón sinuoso de horizontes y júbilos.

A lo hondo
dormirse es revivir en la memoria cegatona
toda la luz umbría
que nos ha deslumhrado de simiente lunar.

V. 1988

(Página 23)





Definición

No es el rayo telúrico
ni la explosión
oceánica, ya hincados
en el fondo.

No es, al grito del pájaro
en su copa,
el disparo lunar
y que os penetra
-por detrás o a la sombra-
hasta el centro recóndito.

No es la lluvia hacia lo alto
rociando vieja sal
a nueva herida.

Más, más hondo y efímero:
es el canto.
¿O el manto?

VIII, 1987

(Página 25)






Lógica

Para que entiendan
el silencio
tendrían que subir hasta sentarse
en esta banca húmeda
de aguas terapéuticas,
deberían respirar ahora rojo
que la dicha transcurre,
que la desdicha es ciega,
sembrar la lluvia toda de amapolas
y amalgamarlas;
luego, en el fondo del barro
saber que existió
apenas,
que existimos a gritos
y a trompicones por mejor leoninos.

II, 1988

(Página 27)




Destino

No alcanza a iluminar aquella estrella
los secretos impulsos,
las llanuras del día
ni todas las durezas de la noche.

Nunca florece la oscuridad: se pudre
en el estero de los tiempos,
o fecunda y asoma al infinito
o cambia de odio
bajo el sepulcro Infiel de la memoria.

Sólo un rayo lunar y alegremente
acaso pueda azulecer ahora
unas pavesas lilas
o algunos horizontes cantarinos
antes de otro alborearse
intransferible.

VIII, 1987

(Página 29)





Vuelo

Cuando se dobla el mundo
ajeno
y se apagan las luces
interiores,
ya nada queda afuera
sino lazos dormidos
o la sombra
feroz
de las vocales.

Seguramente al fondo
el propio globo gire
maltrecho o bien mimado
tremolante por dentro
en llamas ya vidriosas
como pétalos,
y sigan
llamarando
unas mismas palabras
que no se niegan
nunca
ni se callan.

X, 1987

(Página 31)




Labor

Digamos anudarse dulcemente al espejo
de lucero furtivo
que separa a este cielo de esa tierra.

Soñar las lejanías del deshielo
aunque cerca de todos los trayectos duraznos
y las encarnaciones fabularias
en que se muere a diario para nacer perenne.

Irrumpir al augurio
conjugando la luz llena del aire
donde se vive el lance sin sentido,
no la amenaza de perder juego o paloma
combinatoria, sino airosa y tenaz floristería.

Amasar como semen los vocablos
al rescatar futuros
en la escritura de los tiempos signo:
el patrimonio verde de la sola presencia
empeñada en el limo del recuerdo:
oleaje embravecido de rojos en sazón.

Digamos confundidos en planetas senderos
a la propia procura
y del sitial conquistado por golpes de victoria.

Consumarse en la esencia del otro que es el mismo
por su venganza triste:
jardines piedras, arsenal de auras lilas
y una, al fin, orbital perduración
en el vidrio azogado de todos los sinzontes.

VIII, 1986

(Página 33)




Oquedad

No asentarse primero
en ningún lino,
ni siquiera en el ala muy coqueta
de la rosa,
que era la fosa de antes.

No sentirse seguro
en una hoguera ni en un trono
que no hayan sido la palabra siempre
de los meandros estelares
en el pecho tatuado.

Sólo hay el tránsito infinito
donde existir en pleno
con todos vuestros versos y huracanes.

VIII, 1987

(Página 37)




Derrotero

El río mal dormido que se fuga
de entre su fría roca
por el poro sutil de las aristas
lleva carnosos roquedales suyos,
despeinados.

Todo un rumor licuado como música
punzando tercamente ahora mismo
con nostalgia ritual
de anteriores entrañas ya perdidas.

Afluente de canciones siderales
y de espejos sedientos
directamente en vocación oceánica;
nota triunfal, guerrero retumbando
un no sé quéde
alondra o de lucero.

Solitario licúa su destino
en saboreo de yerbas migratorias:
proyectará sus ínclitos retratos
multiformes
de tronantes cristales
a las claras alturas de su lecho
sobre arena profunda consentida.

Por sus venas ligeras
va palpitando siempre bajo el treno
de nueva risa errante
con su piel en frescuras irisadas,
fiel a la vida misma y sus furores.

VII, 1987

(Página 39)



Diapasón

Teñidos de ocarina andamos topos
padeciendo miradas todo fruto,
ritmando nuestra vida con esferas
en las ceñudas calles
de la ciudad careta a medios días.

La dicha cincelada a agujetones
dentro del hueco abierto
reverbera de ausencias inconclusas
y reiterados amorines secos.

De ocarina insurgente
como de desengaños mal habidos,
sobre el rayo seguro
que nos lleva a la altura sensitiva
va nuestra propia gracia de alas
a mil arpegios recios
liberándose en cánticas y abrojos.

III, 1988

(Página 43)



Confesión

En este deshojar
ya margaritas, ya torrentes nuevos
o lunas en su mengua...
tras este consumir entre suspiros
los horarios
y la galaxia allá remotamente...
hemos venido yendo
para tornarnos de ilusión polvo sensible,
fríamente más férvidos
y de manzana menos rombos sabios.

Ya no sabemos casi la azucena
de la luz cantarina,
ni el mimo revoltoso de los vientos,
ni los impulsos mágicos
e intrínsecos
del dolor confortante...
y ya la hiel de los desvelos
es una incierta gran desconocida
que no encuentra su albergue
en tanta nube
carbonera, misteriosa y apetente.

Peregrinos en trocha promisoria
¿ahora entendemos más
y conocemos menos la congoja?

Siquiera si supiéramos profanos
una brizna de rojo
el cómo se incinera el otro cielo!

II, 1988

(Página 45)





Pronóstico

¿Es una frágil
ala de adormidera huída,
o un pasajero
pétalo despierto de inicial mariposa?

Cierta brillante estrella
lucía antes la plata
de soslayo,
y ahora pela el cobre en cielo ajeno.

¿Es fortaleza
de íntegro nevado incandescente,
o alto deshielo miope
que perdura más allá del espacio?

Esta dorada joya expide visos
asaz envejecidos prontamente
y algunos de ellos
ya no son amarillos en el tiempo.

La espuma con la arena tornadiza
son su signo o manzana
de luna sibilina en vuelo esquivo.

X, 1987

(Página 49)





12:00 P. M.

Se le ha escapado un sol de trigo
pleno de cascabeles
con todos sus silencios, sus umbrías.

No registra su tacto la luna jornalera
de cristal diferido
por las callejas del sudoso viento
a musicalizar la hora premiada
con su infiel abrazo, fuego y mudo.

Va floreciendo la grisura plácida
en muy adentro extraño
desde afuera del grito,
para nunca, hasta siempre, como entonces.

Qué chata la penumbra venidera
vislumbrando en secreto
una esquina sinuosa sin aguardes.

Algo menos carbunclo consentido
y menos aguijones solitarios:
un ojo de luciérnaga encendida a lejura,
acaso alguna estrella
desvelada
en su posible amanecer turpiales
cabal de visionarias amatistas.

III, 1988

(Página 51)




Ciclote

Es tiempo de jugárselas al tiempo
que la rosa padece
en su menguante
y el clavel alborota en la estación
de su odio acremente agradecido.

Si sangra la centella amanecida
sus luces pordioseras
en el viento
y el jolgorio del humus reverbera seguro...
hay tiempo de mirarse
para siempre preciso girasol
en las noches crecidas a frugal plenilunio
o a caricias errantes
de lisonjero maremoto y fiel regreso.

Todo llega en el rayo ahora lunático
del exultante pecho,
mas viene en la tersura de los lazos
rendidos concertantes
un algo de derrota entre sus júbilos
y el total de victorias en la fiera esperanza
de unos soles pompones,
libérrimos, eternos, parricidas.

IV, 1988

(Página 53)




Rumoranza

Seguimos siendo un eco en vía de exilio
acompañado
de otro faro encendido allá en el aire
sin gestuales ni esferas agoreras,
o soledad sonora
al medio de planetas tornanuevos
que nos orquestan y acompañan grises.

Todo inmerso
e iniciado por verticales sendas
de erióforos y orientes bulliciosos
o ventanas futuras:
es la catleya niña en que a veces esplenden
y a su final congregan
las pesadillas o las oblaciones
musicadas al fondo
de una raíz preciosa como verbal galaxia.

Este eco asordinado es una bomba
de reloj que se juega
su destino en recelo y a marcapaso rojo
para elevar sus ásperas angustias
desde el humus callado
hasta el fiel luminar de los volcanes.

Nacido de una roca deshojada en silencio
fuese el treno que ronda
amenazado, y canciona y justifica
esa entraña distante con su letra en penumbra.

Contra el viento iracundo compañero
será entonces
íntegra voz que sueña y que sigue luchando.

X, 1987

(Página 55)





Horizonte

Deshollejando al viento, la dicha, la manzana...
de esta abierta calleja lunática de ahora
se nos ha escapado alguien?

Todo lo que tiene aura, color, canciones, osamenta...
Por ejemplo la luz, el agapanto,
los ojos de la noche, voladores audaces,
la caracola atlada de ilusiones geológicas,
el verbo solferinamente erguido
en jugos cálidos o polen de peñasco y golondrina.

¿Quién habita hoy en estos corredores
del pecho o las estrellas, del calor insurgente,
en nuestras horas lilas empozadas al fondo
de los días traspuestos
o poemas tomados de cofrecillo ajeno?

¿Todo el vacío, toda la negrura,
solo el trueno interior que nos devora
sin ningún cese al fuego, ya sin canto posible?
¿Solo el yelo y ya sola la roseta
de dinamita extraña o alquilada, imprevista,
solo el desplome anónimo de la espiga en la frente?

Atrevida allá al frente
una ventana en alto, su soñador abierto a la mañana,
las barandas del Cosmos, el vórtice del tiempo...
este anhelo amatorio que somos a porfía
con el ritmo vidente, raizal, constitutivo
que aguija desde adentro de la tierra
revivida o tremenda, solidaria o utópica...

V, 1988

(Página 59)




Moiranza

La oscura pasajera que desgaja
las hojas de la oliva
con sus ojos sin ojos,
su sino árido,
pesadilla en la ruta de las horas...
apocalíptica matrera
de toda esta memoria de los sueños
que anda jugando trampas
tras vuestros propios pasos en rescoldo.

Ahora se aproxima
la imprevista extranjera
con su codicia ignota
hasta la exhausta de aquí adentro:
su forma de sardónica sonrisa
perforando esta sangre
solar,
como espada lunática arremete.

¿Ya vendrá por la trova
compañera
tan temprana en mi cálido costado,
a despojarla de su pompa hendida?

VIII, 1987
l
(Página 63)




Perspectiva

De su verde siniestro revestida
anda la sombra anónima
farisaicamente acribillando
banderas
y florestas y esmeraldas.

Regida desde el trono palaciego
marcha a cegato golpe militar
hacia los cementerios
de la historia.

Tarántula iracunda sin oriente
por entre socabones
enlutados
va intentando el retrecho de la aurora
en libertad y en trance
para otro siempre de seguir amando.

De paso en su locura precipicio
está pudriendo todo,
acribillando los luceros signos
de la feroz contienda.

La oscura muerte ahora
ha de morir también en el combate
de donde brotará la nueva sangre
entera, proclamada.

X,1987

(Página 65)




Exorcismo

La horqueta del final ahora flirtea
inclemente y versátil
con el próximo ocaso del viento circulante
dentro del cáliz siempre, y amistado,
que a gotas anochece
bajo el más misterioso y helado ministerio.

Obstinada en la ronda sospechosa
guiña sus ojos ciegos
haciéndole coquitos con malicia embozada
a nuestra lira combatiente y astro
de adentro de la sangre resistida.

Te conjuramos, enemiga invicta,
a que desaparezcas en el Cosmos!

Descorcha tus oídos vieja puntual y aleve
porque, escúchanos:
no asedies ya ni nunca los trovadores pétalos
de nuestra amada hortensia!
Si vuelves, cuando vengas a vigiarla
nos talará la tierra! Y a todos por igual.

IV, 1988

(Página 67)




Revelación

Si programas la muerte:
a veces y hasta cuándo pimpinela
tu misma vida relojera en punto
enreda sus palomas minerales
y sus fuegos
o desorienta, brújula perdida en el pecho,
sus propios aeronáuticos
capullos.

Calcular tiene un tornasol diverso:
ni el rocío en la noche,
los pétalos del canto funerario,
la sonrisa frutalia,
los rubios pasos aleteantes
del destino,
la itineraria borla de los vientos
ni el sabor siemprevivas
afloran saciedades infalibles.

Jamás han sido estas cegueras computables:
no las digitalices:
ningún albur amanecido en la horca
ni la trepidación de los despidos
están marcando siempre
la hora exacta.

La fosa y el vergel danzan su ritmo cierto
de ventana o relámpago,
y sólo ellos lo saben.

VII, 1986

(Página 69)




Alarma

Casi un ingrimo espacio
sin soles y sin versos, sin la llama
de una piel o un aliento cristalino
que traiga algunas batallantes horas
con sus íntimos sones
a inundarnos.

No hay un sitio poblado
de la angustia o el transcurrir glorioso
ni un cocuyo en los días
que susurre aquí estoy, siéntate cerca,
toma mi mano, anímate
y hagámonos.

Riela la luz amiga o compañera
junto a la voz tortuosa
de antes, de galaxias y de siempre.

Aquí triscamos solamente solos
en la gran compañía
del recuerdo feraz, raizal memoria
clavada sobre el filo asaz fermento,
y una consolación de amaneceres
tornasoles acaso.

II, 1988

(Página 73)





Revelación

Si programas la muerte:
a veces y hasta cuándo pimpinela
tu misma vida relojera en punto
enreda sus palomas minerales
y sus fuegos
o desorienta, brújula perdida en el pecho,
sus propios aeronáuticos
capullos.

Calcular tiene un tornasol diverso:
ni el rocío en la noche,
los pétalos del canto funerario,
la sonrisa frutalia,
los rubios pasos aleteantes
del destino,
la itineraria borla de los vientos
ni el sabor siemprevivas
afloran saciedades infalibles.

Jamás han sido estas cegueras computables:
no las digitalices:
ningún albur amanecido en la horca
ni la trepidación de los despidos
están marcando siempre
la hora exacta.

La fosa y el vergel danzan su ritmo cierto
de ventana o relámpago,
y sólo ellos lo saben.

VII, 1986

(página 69)





Alarma

Casi un ingrimo espacio
sin soles y sin versos, sin la llama
de una piel o un aliento cristalino
que traiga algunas batallantes horas
con sus íntimos sones
a inundarnos.

No hay un sitio poblado
de la angustia o el transcurrir glorioso
ni un cocuyo en los días
que susurre aquí estoy, siéntate cerca,
toma mi mano, anímate,
y hagámonos.

Riela la luz amiga o compañera
junto a la voz tortuosa
de antes, de galaxias y de siempre.

Aquí triscamos solamente solos
en la gran compañía
del recuerdo feraz, raizal memoria
clavada sobre el filo asaz fermento,
y una consolación de amaneceres
tornasoles acaso.

II, 1988

(Página 73)




Siemprevivas

No moriremos en esta cisterna
donde afondaron todos tos desechos,
anémona cetrinamente pálida
hecha de una llanura con galopes selváticos.

Somos, es cierto, escoria, orín, retales...
Pero henos también que somos polvo cósmico,
pan redivivo, abrazo con estrellas,
aliento vitalicio, tremolar de hipocampo...

Se pudrirán el oro y sus vocales,
mas nunca olvidaremos la sonrisa del viento
ni el tibio despertar de nuestras sábanas.

Hay la luz. Hay el fuego. Y hay el canto.

V, 1988

(Página 75)





¿Envidia?

El tiempo hoy ha increpado!
¿Le cocina los sesos
llama que no ha encendido
y su canto anhelante?

Cien férvidas hazañas,
siembra de gestas vivas,
exploración de soles,
almacigo de sueños,
muchos nardos alzados...
Ojalá fuesen suyos!

Todo un haber en ascuas,
inasible a sus vuelos
como la luz y el aire
de aquella otra corona
nevada que ha perdido.

¿Acaso sus camelias
logrará ensimismar?

¿Y cuando el tiempo llegue
a su reclamo justo,
qué voz o qué silencio merecer?

XII. 1987

(Página 77)




Náutica

¿Estamos solos en la noche abierta
sin las velas henchidas
para el éxodo,
con caracolas y milanos locos
abrazados al mástil del recuerdo
y hundidos en el Cosmos hasta el alba?

Sólo las siemprevivas
compañeras de rocas y arenales
acuden en el tiempo del naufragio.

IX, 1987

(Página 79)





Disonancia

Aquella viola
azul enclave
de alhelí
en el costado
del querer,
rumbó sus notas
por la careta
del cojín y del metal...

Echó a mudez
su misma clave
de sol.

Luego, trinaba
sin partitura
ni diapasón
en compañía
de su propia
sol-edad.

III, 1988








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