sábado, 23 de mayo de 2015

DÉBORA POL [16.091]


DÉBORA POL

Débora Pol nació en Madrid un 11 de septiembre de 1985.

Desde muy joven le ha interesado el arte y la cultura, estudiando la carrera de interpretación, participando en diversos cortos y proyectos teatrales y escribiendo guiones para cortometrajes y libretos para obras de teatro.

Además de actriz y dramaturga es amante de la poesía.
Participando con sus versos en diferentes tertulias como las de Café Gijón y las del Café de Oriente.
En homenajes a grandes poetas de la generación del 27 y del 98, como: Alberti, Machado, o García Lorca.
En programas de radio como: Poetas en el aire (Radio Vallekas), Olvida tu equipaje (Radio Utopía) o todo está en los libros (Radio Juventud de Conil).
Y colaborando en revistas culturales como: ''Revista poética Azahar'' o ''Mirlo''
o en diversas antologías como: 
Poemas al director '' o ''Poetas andaluces de ahora''

Además de ser autora de los Poemarios: ''Cristales rotos''  y  ''Luna de Sangre''.


ECOS DE MUERTE

Ecos de negra muerte,
retumban por las avenidas.
Gritos de metralla
por las calles escondidas,
y una luna llena
que se refleja en las pupilas vacías.
Ríos de roja sangre se desbordan
rompiendo, los cristales de la angustia.
en donde se ahogan,
los muertos tristes, de la memoria.

Manadas de tanques negros
Braman con furia desmedida.
Rompiendo con sus pezuñas de acero,
la tierra, en donde se pudren las melancolías.

Las calaveras de los niños tienen,
un agujero en la frente
por donde florecen las azucenas.
y en el interior de sus cuencas vacías,
hicieron, su nido de eterna luz.
Las últimas estrellas.

La luna se apagó de golpe.
cuando el destino con sus manos de hierro
le arranco la luz
para dársela de beber a los muertos.

De las entrañas de la tierra,
salieron un millar de bocas sin dientes
que arrancaron la cara de los lobos de metal.
que formaban manadas,
para desollar sin piedad a corderitos inocentes.

Hoy.
la muerte chilla
reventando los oídos de la angustia.

Hoy.
la muerte rasgo su garganta,
para dejar escapar,
a la paloma que rompió con su pico
las calles desnudas.

Sobre el cadáver de una vaca,
se posaron miles de moscas.
y hay un centenar de terneras escuálidas,
rompiendo el aire con sus colas.

Y en las entrañas de las bombas,
hicieron su nido los gusanos naranjas de las ascuas
que mordisquearon,
el núcleo duro de las lagrimas.

El silencio, perfora las sienes de los muertos.
que duermen, colgados de las fachadas.
con sus extremidades extendidas
y su vientre abierto en canal.
de donde fluye un torrente de sangre fresca
con la que calma su sed;
Los buitres moribundos de la guerra.

Y entre los horizontes quemados por la metralla.
en medio de paraje, desdibujado por la ceniza;
retumba el eco cortante de la ultima voz
Perdida entre los escombros del olvido.
La voz de un esqueleto,
que grita con la boca abierta por el tiempo.
tu nombre a las farolas encendidas:

¡Muerte!.

Quiso el último sol que quedaba,
tragarse a si mismo.
y escupir su propio corazón rojo
sobre las calles vacías.



EL NIÑO DE LA MANDRÁGORA

Sobre mi mano.
el cadáver de la mandrágora.
caballitos de mar,
beben de sus pupilas moradas.
Una estrella fugaz grita
cortando el alba.
por sus heridas abiertas,
manadas de nubes rojas se desangran.

En medio de la luna. una pupila blanca.
Y en lo alto de la torre,
el espíritu de un monje ciego.
toca las campanas.

Sobre mis manos abiertas,
duerme. acurrucada la mandrágora.
Niño muerto. con unos latidos muy pequeñitos
que suenan, a rumor azul de agua.

Y en sus ojitos apagados,
los rebaños de caballitos de mar
Beben agua de sus pupilas moradas

Descansa niño,
Descansa. reposando sobre la tierra
tu cuerpecito de niebla blanca.
Que ya te hago yo. para que duermas feliz
una cuna con flores y con hierba



LA MELODÍA DEL SILENCIO

El silencio.
El silencio.
Tan solo el silencio.
Desde mi ventana escucho,
el cantar del silencio.
que con su voz de niebla afilada
corta la piel del sueño.

El silencio.
El silencio.
Tan solo el silencio.

El piano que toca el pianista muerto,
tiene melodía de silencio.
Una gota de rocío,
cuelga de la pestaña verde de una rosa,
por la cual,
un coro de hadas guarda silencio,

El silencio.
El silencio.
Tan solo el silencio.

Un murmullo de espuma que susurra,
sobre el río muerto.

Un grito que atraviesa con su voz,
las paredes blancas del tiempo.

¡El silencio!.

Pájaro de plumas invisibles,
que vuela cruzando el cielo.

El silencio.
El silencio.
Tan solo el silencio.

Un manto de estrellas,
sobre el bosque negro.
Pájaros de ceniza,
que se posan sobre un árbol muerto.

¡El silencio!.

En mi cama de mar...
Solo el silencio.

De mi sueño de muerte viva.
vino a despertarme a lomos de la luna llena.....

¡El silencio!



Canción del triste sueño

En mi pecho tierra seca.
La agonía de un último beso
llamó a mi puerta.
Y miles de arañas entraron en mi boca
e hicieron nido en ella.

Caballitos de un mar muerto
nadaban en el interior,
de un océano de ojos negros.
Y en la orilla seca de un recuerdo,
hay abandonado...
el esqueleto de un momento.

El frágil espejo de la vida
se rompió en miles de pedazos.
Y al querer reconstruirlo,
me corté los sueños.
Y con la sangre transparente
de las moribundas fantasías que agonizan,
se regó mi suelo.




Poema del amor incierto:

Como un ciervo dando cornadas
dentro de mi pecho.
Así de fuerte late mi corazón,
cada vez que tú me miras
con esos ojos que parecen ocultar
una tela de araña dentro de ellos.
Con la que sin darme cuenta me atrapaste,
llevándome a tu vera.
Cuando yo era, una mariposa herida
y tendida en medio del páramo del amor incierto.




SOMBRA DE MI SOMBRA

Sombra de mi sombra soy.
por que la noche, así lo quiso.
Sombra de mi sombra soy.
Porque, no puedo estar contigo.
Sombra, de mi propia sombra,
pequeña muerte;
acurrucada junto a mis latidos.
En esta noche sin luna.




El poema sangra por las heridas de sus versos

El poema sangra
por las heridas de sus versos.
Y el poeta
moja su pluma en esa sangre,
para escribir
una declaración de amor a la vida.
En un corazón abierto.

Bajo los escombros del olvido:
Manos y pies brotando
como tallos del interior del suelo.
Corazones atravesados en la garganta.
Mil labios entreabiertos mostrando bajo sus encías,
mil dentaduras de barro.

Bocas llenas de tierra gritando
el nombre propio de la muerte.
Que viene golpeando las paredes del silencio
con un martillo de piedra.
Rompiendo con cada golpe
los muros donde se oculta la angustia y su sombra.
Entre mil escombros,
y mil pulmones boca abajo.


Bajo el suelo,
torsos de niños abrazados a sus peluches
intentan contemplar, la aurora que se escapa.
Mientras madres sin piernas,
se arrastran por un montículo de costillares de perros.
Para dar con sus pechos cercenados
de mamar a sus hijos,
que lloran con lágrimas de gravilla y niebla.
Entre las ruinas de una infancia,
que se desmorona con el aire
como un castillo de naipes empujado con el dedo.

En un páramo de pieles extendidas.
Hay un rebaño de bueyes mecánicos
bebiendo piedras y sangre de garzas muertas.
En medio de un oasis de ojos abiertos.
Mirando mientras beben,
como cuelgan hilos de sangre de las cornisas
como macabras enredaderas,
que dan flores que son pequeñas calaveras.
Y frutos en forma de lágrimas secas.

Nadie pareció ver nada
en medio de tanto caos de cuerpo roto.
pasaron su mano los 4 jinetes,
a lo largo de una hilera de ojos donde
las lágrimas cortan como puñales de estrella
la piel de Buda extendida sobre la tierra.

¡Pero yo lo vi!.vi como la muerte
se alejaba dejando tras de sí,
su huella sobre una ciudad;
que esconde bajo sus ruinas
millones de manos con sus dedos extendidos
intentando tocar el cielo.

¡Yo lo vi!.Pero hubiera preferido,
que mis ojos fueran dos mares de piedra
para no verlo.





Flores de sangre

Me sacaré todas la venas de mis brazos.
que ya se quedaron secas.
Para hacerme con todas un ramo.
Cuyas flores de sangre
crezcan dentro de tu pecho abierto.
Donde irán a jugar
un corro de niños muertos.
Niños que tienen una golondrina entre los dientes,
y la luna entre las manos




Pájaro rojo de libertad

Tengo un pájaro
que se muere entre mis manos.
Libertad era su nombre,
y rojo era su canto.

Y cantaba alto, muy alto.
Teniendo en su garganta,
El llanto lejano de los exiliados.
El grito forzoso de los silenciados.
Y el eco de los fusilados.


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