lunes, 1 de junio de 2015

HÉCTOR TORRES [16.158]



Héctor TORRES

Poeta Chileno en Montreal, Québec, Canada. Miembro y coordinador del «Proyecto Cultural SUR-Montréal».

Sus textos han sido publicados en la antología poética “Voces del Sur”, en las revistas “Póster” de la Universidad de Fredericton (Canada), “Marinero del alba”, “Revista Sur”, “Revista Helios” de Montréal en español y en francés, “Ater Vox” de Ottawa y su ultima participación por la ciudad de Montréal, “Montréal vu par ses poètes”, una antología multicultural y en diferentes idiomas.

Igualmente, ha participado en diversos periódicos: “El Popular”, “El Chasqui latino”, en la radio Radio-Montréal, en Vancouver, TV Latina de Montréal. Ha realizado lecturas en Sherbrooke, Ottawa y Montréal, Vancouver, Santiago de Chile y Temuco.


«CANTO DE OTOÑO» de Héctor Torres, 2006 – 114 paginas
Ediciones: SUReditores - Montréal, Québec, Canada.




Canto de otoño
Prologo: El vigor de la palabra

Canto de otoño es un libro lleno de energía vital, que se alza como un faro de luz y de contacto humano dentro de la noche de dolor y de disolución. Su autor, Héctor Torres, es un escritor que ha creado poesía y cuentos toda su vida, pero que se ha expresado directamente en forma de poemas recitados, leídos en la radio, publicados en diarios y revistas, mandados por la Red y colgados en pósteres en exposiciones. Canto de otoño es su primer libro publicado, un poemario que sus amigos y su público esperan desde hace mucho tiempo.

La poesía de Héctor Torres forma una parte íntegra de su vida, en la que las palabras resuenan dentro de la lucha y la celebración cotidianas. Su camino ha pasado por la juventud en el campo chileno, el activismo sindical en Santiago, el exilio en Argentina y Canada, el trabajo en la construcción en la ciudad de Québec y Montréal, y una labor infatigable al servicio de las artes y la cultura dentro del Proyecto Cultural Sur en Canada. Durante toda esa trayectoria la poesía lo ha acompañado como compañera fiel, hasta que finalmente decide que el momento ha llegado para crear un libro –el primero de varios manuscritos que ya esperan su turno- .

Los poemas de Canto de otoño son un grito de alegría profunda y de afirmación existencial que irrumpe en el mundo. Encarnan una fuerza embebida de amor, naturaleza, esperanza y calor que se irradia en un torbellino pulido de palabras y que hace pensar en el dinamismo poético de Walt Whitman, Pablo de Rokha e Irving Layton. Aunque la luz predomina, también se la ve en una lucha perpetua contrae la muerte, la mezquindad humana y la represión política, una en que las fuerzas del bien saldrán victoriosas al final.
Asociados a esta danza cósmica son el erotismo, la fertilidad, los hijos, la música y la libertad. A menudo la voz del sujeto en los poemas, que se expresa en primera persona, canta el puro placer sensual de vivir, lo que se convierte en una declaración de confianza universal, como en la última estrofa de «Golpe bajo la psiquis»:


¡Ya paso!, estoy de vuelta, mis labios están de fiesta
el cielo me regala una danza de estrellas
aromados sueños me trae el amanecer
gracias esperanza por tus labios frutales
apretando los míos en un beso de miel

el lenguaje es emotivo, lírico, rico en metáforas originales y efectos sónicos como la aliteración, la asonancia y la rima interna – técnicas poéticas que se incorporan tan intrínsecamente al texto que realzan la naturalidad de los versos, como si el poemario fuera un dialogo entre amigos-. A veces la poesía ella misma se funde con lo físico, para que la amonte “Me ofrece en llamaradas/el alfabeto de su cuerpo” (“Tarde de junio”). De esa manera, el sensual, “encendiendo luces pequeñas/en los parajes de la piel” (“Madres vertiente de vida”).

La esperanza que impregna estos versos es una fe en la capacidad del universo de recuperarse y renovarse, más allá de la existencia individual. Hay imágenes de exuberancia vegetal y animal, de luciérnagas, mariposas y aves que fertilizan y desaparecen, una miríada que incita el sujeto a exclamar que “en tu flor abierta quiero germinar” (“Hazme libre”). Pero también es el poemario un verdadero Canto de otoño, frente al frió del exilio boreal y al paso de los anos, un canto con su propia belleza en la que “la bermeja cabellera de los bosques/Ardía como hoguera en llamaradas” (“Canto de otoño”). Como el ave fénix del poema “Emergencia”, el narrador alza su vuelo hacia un cielo nuevo, reinventándose a sí mismo mientras sobrevuela su vida y observa el recorrido del tiempo. El futuro que le espera a el y al mundo es uno en que la justicia y la igualdad se realizaran y en que, como afirma la voz del poema “Con los ojos ausentes”, “Voy abriendo el ramaje de los días/en los pezones del alba”.
Hugo Hazelton,
Montréal, noviembre del 2006



De la infancia al otoño

Desde la tempestuosa orilla de mi infancia,
fluye un rió caudaloso hasta el centro del otoño,
del brote ascienden hojas relucientes que me excitan,
verdes paisajes mecidos por el viento,
lluvias de hojas mustias en los ojos de la tarde
estremecen amaneceres, vueltos y cantares.

Entre los trigales se mecía el pan del invierno.
Mi viaje por la infancia me recuerda todavía
un olor a hierba fresca y ansiedad de frutales,
tu vestido blanco con estrellas azules
marcando el alegre compás de tus caderas
y la codiciada fruta subiendo hasta tu pecho.

Con manos nerviosas acortamos la distancia
y con la boca llena saboreamos la miel del universo.
Nunca él viento derramo sobre nosotros
más tesoros y fragancia a nuestras almas,
nunca la libertad fue más ancha y más pura,
nunca antes nos marco el recuerdo a fuego eterno.

Vino pronto el bullicio y dolor de las ciudades,
el batallar desconcertado de mi ser provinciano,
el sueno hondo de cambiar el fin del universo,
el anhelo de repartir los frutos del sol y el fuego
y la brújula que señalaba el grito de la dicha.

Cayó la voz del canto y la guitarra a la hoguera.
No fui llanto ni agonía, la sonrisa fue mi luz,
la lejanía me esperaba, era buena, ajena y poco amable,
se enredaba su verbo en mi tímida lengua del sur.
Hoy en medio del otoño mis brazos esperan primaveras
donde caben todos los míos. Camaradas y amigos.

En mi corazón el otoño es intenso, pletórico de ríos,
árboles apacibles de sublimes cantos que desbordan
esperanza plena de arroyo en medio de mi pecho.
Me duele mi Chile de marca extranjera y canto ajeno.
No juego todavía al olvido, quiero eternizar un nacimiento,
quiero un mundo anfitrión para la infancia que espera.

Me quedo sostenido en el ancho sol de un pentagrama
que me arrulla de cantos salvajes, dulces trinos
y un sabor a miel de tersos besos, que me embriagan
como invasión de vinos y ardores en los labios y la lengua.

Como un ritual de sismos que deleitan mi conciencia
en el sueno eterno de soliloquios de infancias que fulguran.




¡No te absolveré!

Loo tus aguas vestidas de luz.
Maldigo tus sombras triturando alientos.
¡Maldito reptil de vientre plateado!
Pérfido espejo escanciando vidas,
tragando raíces al anochecer.

¡Devuélveme a mi padre! Lanchero
en su balsa de sueños despejando nubes,
libera en alegrías, las penas de mi madre.
¡Oh Bío-Bío! ¡No tienen perdón tus ironías!
¡No te absolveré inocente monstruo!

¡Devuélveme a mi padre!
¡Con sus ojos puros tallados en piedra!
Libera su corazón de cuarzo
Latiendo en el lecho del crepúsculo,
Su cabellera de juncos reptando en el aire.

Dame su sueno dormido
en el tranquilo vuelo de las garzas,
ahórrale su última tormenta,
remando en las riberas del alma,
que su conciencia va ardiendo en las alas del canto.

Alza su biografía de rotas campanadas
llamando en lo alto de la torre,
esculpe su nombre de metal
n sereno mástil de esperanzas.

Levántate José Miguel,
escapa del fondo de la escarcha,
emerge transparente del recodo de la fuente,
trepa como el aire la claridad el día.

Desciende hasta mi alma a llorar en mi llanto,
sube hasta mi voz a derramar poesía,
duerme tu silencio oteando el tiempo,
cabalga en mi alegría tu merecido descanso.




Así nació el poeta

Navegante de prolongados silencios,
bajo tu andar moran soledades,
lejanas simientes hicieron su surco
en las huellas que persiguen tu rostro.

Una campana infinita te revive
en un sordo oleaje de distancia,
en cada amanecer vencido de recuerdos,
donde el vino derrite su dolor.

Un lagar de otoños, un archivo de olvidos
te recuerda abandonadas caricias,
un hijo, un sueno rescatado de la muerte,
como un sol que nace y muere cada tarde.

Tal vez ya no sea necesario viajar a las estrellas,
quizá sea más urgente un viaje al corazón,
pero me falta tu sonrisa, tus manos y tu pelo,
para completar este poema lejano y ausente.

Pertenezco a la especie más nostálgica,
mi cuerpo es un cometa que viaja por tu sangre,
un latido de martillos construyendo esperanzas,
dibujando tu boca para vivir en tus labios.

Así nació el poeta, sin nombre, sin destino,
vino ciego y solitario, buscando tu presencia,
a inventar el mas primaveral de los reinos,
para vivir contigo esta húmeda locura.




¡Alerta humanidad!

La indiferencia de las maquinas me asusta,
huyo del lamento que arremete mis oídos,
me asilo entre las bestias al fondo de mi especie,
me visto de árbol o de viento ocultando mi piel,
me distancio de las calles y fríos escenarios,
acida saliva en mi boca, sangre en las pantallas.

Ingreso a la raíz de la selva, reino de las fieras,
busco una razón para entender mi lengua
infectada de agónicos mensajes,
cascada de muerte vomita el monstruo de metal.

La piel del océano obscurece de letales llagas,
la marea sangra y gime en olas de peces muertos,
viola el falo de la insensatez el útero de la tierra,
tiembla en sus entrañas el engendro ciego,
¡alerta humanidad puede haber un parto de sombras!




Ansiedad de herirte con mi sed

Qué importa como te llames diosa o mujer,
si vives distante o mueres amando,
si la clave del tiempo nos resume
a dos llaves de una sola cerradura.

Solo se que un día al abrir mis ojos
te descubro y pierdo los sentidos,
ansiedad de tenerte y ser tu misma
en un yo que se escapa y me ahoga,
quemante angustia de herirte con mi sed.

Domesticada ya la fiera del instinto
y hartados de manjares, bebimos la calma,
que jubilosa, resplandece al universo.

Liquida sensación de marejada
refrescando el oleaje de la piel,
efímero ángel de excitada memoria
ahorcando olvidos en la soga del recuerdo.

Una tarde te va dejando sola.
en el continuo huir de la mañanas
se apaga tu sonrisa de primavera,
al fondo infinito de tus ojos mansos.

Tus manos temblorosas amagan un adiós
y yo esculpo en mi recuerdo la simetría de tu ser,
moldeo entre mis manos tu silueta menuda
y mi corazón decrece en la agonía de un recuerdo.




Cincuenta rosas rojas

Extraviadas alas de paloma
surcaron los espejos del alba,
fuego cruzado entre miradas,
en mis ojos se detuvo tu esplendor
bajo los parpados de un sueno.

¡Hoy quiero repetirte en mil abrazos
Y brindar contigo medio siglo!
amanecer empapado de recuerdos,
entre sabanas de azules océanos
imaginando el oleaje de tu pelo.

Suponer que descubro tu norte geográfico
en la cautiva ensenada de tus ojos,
que asalto tu boca sobre el arco
y me hiero con la flecha de tus besos.

Tu fugaz reflejo de vertiente me estremece,
incursiono la primavera en la metáfora
y vació todos mis vuelos en tus miradas,
internando a fondo un destino de otoño.

Tu vida bordada de jardines
es ola que sostiene mi pulso,
vaporoso caudal de simiente,
perfumando de nidos y nostalgias.

Invierto lejanías en temblor de labios,
brote de tiempo palpitando recuerdos,
frondosa sabia que despierta.
¡Vino nuevo que bebo en tus labios!
Con memoria no herida de olvidos.

Hoy entrego a tu boca mi aliento,
deposito en tus manos obreras,
la indómita irreverencia de mi sangre,
cincuenta rosas rojas de pétalos alegres
y un trueno escarlata de copihues,
horizontes chispeando en tu frente.

Bebamos esta copa de calida luz,
afilemos la espada de la risa,
rompamos los muros de sombras,
que adormecen la alquimia de la piel,
oxidando la dulzura de tu voz,
empañando los cristales de la imagen.




Claro capitán

En nuestros ojos de memoria adolescente
aún parpadeaba la infancia como un juego
y tu ¡eras ya camarada!

Tradujeron las aves y el viento cristalino
junto a la fragancia del polen,
tu imagen de amor y humanidad,
tu voz estallando en la bandera verde
como un rió que despierta la conciencia.

Llegaste a nuestras vidas como un desayuno,
entraste por la languidez de las miradas,
con dolor te invitamos a no olvidarnos
y te quedaste para siempre a latir nuestros pechos
como un suculento almuerzo al alcance de todos.

Como un coro de niños gritábamos
Allende, Allende, Allende no se vende.

Con hambre y con calor sonábamos
ese futuro que tu voz nos regalaba.
Un entusiasmo brioso sacudía nuestras mentes
definiendo la imprecisa idea del porvenir.
vimos florecer lirios en tus manos,
en tus ojos un desfile de robustas razones
y en tu palabra firme, pétalos de cobre.
Hondo lugar para la primavera humana,
un piar de polluelos entre las paginas del libro,
tropel de corceles transportando madrugadas.

OH, Claro capitán, te hirieron de sombras,
mas no te mataron de silencio ni olvido,
el áureo acero de tu voz es tempestad de rayos,
lluvia que humedece tu ejemplar semilla.
Inútil fue te muerte, volverás cargado de cosechas.
Volverán las golondrinas en verano de siglos,
tu palabra perdurara como el metal abriendo surcos
en el umbral de un futuro sin nombre todavía
y en la frente de los nonos se detiene un beso de futuro.

Compañero Allende, tu árbol crece y brota
en la universal primavera de la sangre
tus mañanas van entrando a la escena del amanecer.
Aún mi corazón alberga un recuerdo de niño
gritando Allende, Allende, Allende no se vende.




El amor es más que la suma de dos cuerpos

El amor es todo y mucho mas
que la suma de dos cuerpos
en las entrañas del alma.
Es un eso de fuego
que va ardiendo en los labios,
un rayo escarlata
viajando en la sangre,
ave que en llamas
nos rosa la piel,
como pulso de fiebre,
que agita en el ser.

Es la furia del fuego
anidando en el ramaje,
cuando transita en la sangre
el jubilo ciego.

De día y de noche,
estornuda y bosteza,
lucha y se aleja,
en los rayos del sol.

Como quien empieza
se tropieza y cae,
comienza de nuevo
sin mirar atrás,
sale y se esconde
se escapa y se va.

Luego regresa
para volver a entrar,
en tu dulce cuerpo,
en tus ojos de miel,
melodía y encanto
de todo tu ser.

No importa si sufre,
si llora en el gozo
o se abren heridas,
si fallece y muere
entrando y saliendo,

Sublime embeleso,
hoguera que enciende
un gran canto de amor.



El frío

El frío nunca comulgó conmigo.
Por las noches helaba mis sueños,
Al llegar el día escarchaba mis pies.
Por las tardes me enfriaba el alma
y la lluvia me arrugaba la piel.

El alba vestida de blanco,
luciendo su traje bautismal,
espantaba el sueño de las aves,
y las bestias dejaban el corral.

Abril empañaba los cielos,
mayo monarca de luto
o jefe patriarcal,
vestido con goteras de invierno,
o neblina matinal.

Un terremoto en el alma,
una herida en el cuerpo,
un susto en el corazón.
Lo cierto es que nunca
había visto a mi madre,
con las rodillas en tierra,
pidiéndole a dios perdón.

Junio es un perro rabioso,
desde el principio al final,
predecesor orgulloso de julio,
su hermano mayor, guardián, vigía
y soldado, de este invierno maricón.

Ese nunca calmaba sus furias
con temporales de lluvias,
remolinos endiablados
y esas ganas de escarchar.

Creo que me odio desde niño,
me azotaba con furias su viento,
me mordía los pies y mi andar
con esos colmillos de hielo
y agudos dientes de ratón.

Tras sus cristales vibraba mi alma
y el viento estremecía mi fe,
me agrietaba las rodillas,
hería con furias mis huesos,
y mis dientes no dejaban de temblar.

Me perseguía hasta octubre
con un mordisco en la nariz, mis canillas heladas,
violeta el tinte de la piel,
un tormento de agujas
en la planta de los pies.

La tierra andaba en amores
con calor en sus entrañas.
En sus genitales surcos
pedían a gritos la germinación,
ofreciendo sus labios
a los rayos del sol.

Encanto de frutales y perfumes,
alegría de vuelos y trinos,
fascinación de sueños,
embrujo de arrullos,
es lo que llevo en mi alma
verde primavera de amor.




Así se eternizaron los Amantes

Como dos niños jugaban a imaginar
Imaginaban el amanecer
El nuevo día, la nueva luz
El alba del tiempo.
Pero no el alba de todos los días, que caía sobre el rocío.

Imaginaban el alba de sus sueños, un alba con el alma al Rosado
Al rojo, al celeste y al azul, al blanco puro de la inocencia ancestral
Estaban bajo el influjo de un cielo sin nubes, frente a la inmensidad
Con un horizonte diáfano sin arrugas, sin cansancio.

Todo el mundo emergía en el espejo limpio de sus ojos inocentes
Afloraban mañanas con susurros de ríos,
La brisa peinaba sus cabellos, el suave fluir del viento,
Armonizaba el aletear de la hoja de la arboleda
Dulces melodías de flautas y violines cruzaban las paredes del silencio.

Cambiaban su soledad por horas plenas de dicha,
Olvidando quienes eran en el cielo se extendían arcos multicolores,
Mientras sus manos gemelas se trasmitían una sensación de dulzura infinita, reverdecían las praderas, los valles.
De la profundidad de la floresta, se elevaba el dulce canto de las aves
Todo era mágico, estaban hipnotizados por las horas más intensas del instante.

Nada parecería perturbar o cambiar el curso de aquel idilio
De aquella embriaguez inacabable,
De aquella gloria tan mansa tan de ellos todo era así, tan así,
Tan inmensa, tan eterna que no recordaban el pasado
Estaban dulcemente estacionados encantados en la gloria total del reposo,
Encantados del estar y ser una sola identidad en la magia del amor total.

Nadie los quiso distraer, y más tarde nadie los pudo despertar
Y hoy están allí abrazados como una estatua eterna, latiendo a un solo corazón
Respirando a dos pulmones, todo el flujo sanguíneo inflamándoles su sed
La sed de amarse hasta el fin de los tiempos, allí se quedaron los amantes
Para siempre cautivos, presos en el más hondo de los recuerdos, en la sed
De amarse por la eternidad.


Por las calles de Santiago

Cuando camino sin rumbo por las polvorientas calles de Pudahuel
Veo asomar los ojos de este Chile después de los hocker hanter
Todo es presuroso, muerden los apuros, las tarjetas de créditos
Las jornadas interminables; distantes de los hijos y el hogar
Los cogoteos a la orden del día, el engaño diestro y perverso
El cuento del tío, las elegantes promotoras, o los fantasmas
Cada uno viaja en su cápsula personal, o su vehículo a crédito

Este mundo que palpita tan cerca del dolor, que aprieta el pecho
Seca la garganta, y enfría el corazón, es el Chile que nos queda
Con los ojos clavados en la tele, ensayando una suerte mejor
Allí lo arreglan todo, se venden por un salario, cumplen con devoción
Sonríen como Camiruaga, el Quique, Bustamante o la Raquel.
Son muy finos, delicados, y muy artistas en la deformación
Vocabulario modulado, nunca imparciales, siempre leales al patrón.

Si alguien toca a una puerta, o interrogado en la calle, se oirá,
Un sonoro, -no estoy ni Ahí-,... o un compuesto compadre estoy contigo.
Depende del negocio o la imperdible ocasión, de este momento sin igual
Su norma es nunca sentirse implicado en fuertes compromisos,
Mañana, si te e visto no me acuerdo, es mejor hacerse el huevon,
Es indiferente si pertenece a Chile primero, la U.D.I.... O renovación
Siempre ensayando otro discurso que lo haga diputado o senador

Si pregunto por la poesía me preguntaran... ¿para que sirve eso...?
¿Si se compra, si se revende? en los mercados o en los portales de navidad.
M... ¡Para qué cantarle a la vida! Si esta, enferma, si padece de sordera atroz
.
Hay niños que se divierten en los grifos o chapotean en el barro
Otros cantan en los micros, cuentan una historia triste de mama
Y lloran un refrán, señor... no me la tomo, no me la fumo, es para mamá
Así se venden cuentos, poemas y cantos, solo por un día de pan
Un par de monedas, desacelera el hambre y descomprimen un poco el corazón.

Tampoco faltan los poetas entre la gente que pulula en la gran ciudad
A veces vienen de Batuco, Carague, del sur, del norte, o del centro
Hablan en Mapu dungun, en rima o en la dura jerga de la construcción
Estos seres extraños, que buscan con una vela la toqueteada razón
Que sueñan con amores etéreos o carnales más allá de la tradición
Viven en un mundo distante, en el universo de todos, con todo el corazón.


Oda al Vino (canto uno)

Vino, te conocí una tarde de sol, de primavera larga y florida
Me invitaste a jugar, por los corredores del tiempo relativo
Yo era muy niño, no supe entender tu lenguaje de sumo
Me diste tu mano, me dijiste ¡bebe conmigo si eres hombre!
Y yo tonto y débil te creí, te entregue mis bridas y caí de rodillas
Eras liquido, eras rojo, eras fuerte, dulce harinoso y macizo.

Creo que muy travieso o malilla, me pusiste a prueba,
La memoria olvido las palabras, enredo mi verbo joven,
El camino enredo mis pies y el equilibrio perdió su horizonte
En los reveces, eras inviernos grises, verano maduro cima tropical
Eras verde primavera y otoño de nostalgias y pasión
Como un Llanto ebrio de ternura a la entrada del sol.

Eras muchas cosas que me duelen como el llanto
El olvido por vergüenza. Me punzaban las sienes y el alma
Me dolía la carga de arrepentimiento, me pesaban mis culpas
Luego lo olvide todo. Cuando nos volvimos a encontrar
Ya había pasado mucho tiempo, tú parecías otro distinto

Volví a confiar en ti, creo que seguías siendo aromático
Y consanguíneamente tinto, alterabas mi percepción
Pero me fui acostumbrando a caminar contigo y tus efectos
De a poco me hablaste de amor, de canto, luz y poesía
Me encariñé, me acostumbre contigo, algunas veces peleamos
Otros fuimos muy amigos, tengo muchas deudas contigo
Y tu otras muchas y otras tantas conmigo bribón, ¡ríete no mas....!

Recuerdo que aun no era primavera y gritábamos locos de verano
A muchas voces desafiábamos la razón y la suma de tu verdad
Te vi. chispeante en una copa, te guste en mis labios y ganaste mi razón
No pude evitarlo, me invadiste la sangre y la luz. Lloré contigo.
Herido en mi infancia, mareado adolescente y turbado adulto mayor.

Temblé de vértigos echando el corazón y repitiendo, nunca mas......
Mis piernas hechas lana, frágiles tallos, o formas de algodón
Ahora ya, me sacuden vientos de otoño con música y vendimias
Camino más lento, pienso más reposado pero más certero.
Disfruto aun tu compañía, me tiembla el paladar pero casi me resisto
Freno mi entusiasmo y paladeo tu sabor profundo, a tierra y a miel.

Hay un concierto de violines en mi alma y llueven ágatas y esmeraldas
Son cascadas de dulces simetrías que armonizan mis dulzores
Hoy me enredo en los recuerdos, estoy borracho de imágenes en vuelos
Son tus efectos benditos, malitos y benéficos, presentes en mi espejo
Siento tantas cosas, no se medir lo que dice mi boca, ni lo que ven mis ojos
No se lo que mi voz quiere gritar, a los vientos de la errante soledad

Hoy no quiero sacar cuentas, solo se que los dos lloramos sin saber
Echamos el mundo en carcajadas...... y nos sembramos en el viento
Por todas las interrogantes que florecen, el confín del universo.


Oda al Vino (canto dos)

Me reprocharon tu compañía, te defendí con el alma
Me dijeron dime con quien andas y te diré como caes
Recuerdo una noche, en una isla del sur, estuvimos contigo
Era verano y quisimos demostrarte que ya éramos grandes
Nos hiciste reír mientras danzábamos bajo las estrellas
Visiones en la copa de los árboles nativos, vigías del sol

Aquella noche identificamos la cruz del sur, las tres marías
Parecíamos hormigas de infinitas toneladas en el fondo del sol
Cantamos, reímos y lloramos, juntos al susurro del viento
El vecino murmullo de los ríos y el fluir del silencio
Recordamos la más tierna infancia, el llamado del instinto
La libido en acción nos hacia presumir de conquistadores.

Fue una noche larga y pesad umbrosa, estábamos maltratados
Mal heridos, atacados por el desaliento, la soledad y la sed
Nos moríamos de vértigos y un temblor en el estomago
Habían pasado tantas cosas no recordábamos nada
Análisis, resumen y conclusión, resultado neto -no recordábamos nada-

Otras tantas que ya había olvidado... la piel de mi cara despellejada
Heridas palpitantes, mis ojos cerrados, mis pómulos morados y azules
Corriendo, huyendo de un enjambre de puños, amenazante jauría.
Estuviste conmigo en la conquista, empujándome, pidiendo rienda,
Apostando a mis virtudes, loando mis dotes de un partido imperdible

Tú, estuviste conmigo en la insolencia, apostando a ganador,
En la mesa servida, en la cama tendida, en la promesa infinita
En el placer elevado y el pulso del dolor, aullando en mis oídos
Unas tantas nos pusimos de acuerdo y los dos apostamos a mí
Ya no cupo dudas a los demás que había un neto ganador.
Y así nos enredamos en los pies, en los caminos, en la mentira.
Juramos haber contado, las estrellas, las piedras de las islas
Inventariamos el agua de los ríos, de los océanos y los peces
Fuimos leales, nunca dejamos de creer en nosotros, éramos socios
Salíamos juntos, no se porqué conmigo te portaste correcto
Aprendiste a respetarme, a ser alegre, pero ordenado y compuesto.











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