Gerardo Ferreira
1981, Montevideo (Uruguay). Poeta, investigador y periodista cultural. Se ha desempeñado como colaborador en el diario la diaria y en revistas culturales como El Boulevard, Lento y Periódico de Poesía. Ha publicado Imagina el desierto (Chile, Simbiosis, 2009) y La sensación es un lugar (Montevideo, Irrupciones, 2013). A fines de 2014, en coautoría con Andrés González, publicó Horacio Quiroga: contexto de un crítico cinematográfico. Diálogos con Caras y Caretas y Fray Mocho (1918-1931), como parte de la colección “Cuadernos de Literatura” de la Biblioteca Nacional de Uruguay. Entre sus publicaciones colectivas se destacan los textos aparecidos en Río Grande Rewiew (University of Texas); Urgente: poesía emergente (CCE, Uruguay) y en la Revista Inéditos (Fundación Mario Benedetti). En 2013/14 obtuvo una de las becas Eduardo Víctor Haedo correspondientes al Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística (FEFCA) que otorga el MEC, para realizar en Chile su proyecto personal: “Seminario intensivo: Poesía chilena de la segunda mitad del siglo veinte. Tejidos al borde y sellos de Alianza”, bajo la tutoría del poeta Guido Arroyo.
I
Soy nuevo.
Una cáscara ida, una piel que muda entre los siglos
como algo tibio que emerge de la nada
como la tibia nada que abunda en el silencio de un llanto
nacer es también un acantilado
no me abotono el primero de la camisa
no me guardo en un cajón como algo que no usaré en invierno
no soy un llaverito
un arbusto que ha crecido débil en las afueras de Pekín
soy la onomatopeya del trueno
o me asemejo
el recuerdo fuerte que se oyó en algún momento
o ni siquiera eso
el sonido que hace el recuerdo al gatear bajo la mesa
el espesor de sus finas piernas.
(de Imagina el desierto, 2009)
II
Estar despiertos a esta hora es poco importante
a esta hora algunos escriben y otros leen
nadie mueve un músculo a esta hora
nadie es testigo de nada
los espejos se congelan
las imágenes son jóvenes de nuevo
a esta hora todos son lo que desearon
doctores, pasajeros de tranvía, albañiles, argonautas
todos son lo que son
duran lo que tienen que durar
no hay secretos a esta hora
no hay soberbios monumentos
a esta hora predomina la cresta de cualquier animal
a esta hora predomina la cresta de cualquier animal que no [sea un gallo
a esta hora predomina la cresta de los humanos
rojas, amplias, disimuladas por el pelo
todo tipo de crestas para ostentar en días festivos
tan larga es la vida y tan poco duramos.
(de Imagina el desierto, 2009)
Merodeos
Volver a empezar, recomenzar algo. Verse otra vez como una hoja en la intemperie, y decime, te gustó la película. Estuvo buena. Reencontrarse con esa parte olvidada, dar con la parte nueva y llevarla a una confitería, a un salón. Bailar o no. Movéte despacio así te sigo.
Pasear de nuevo por la rambla, encontrar una cadenita tirada entre las baldosas viejas. Ver mucha arena, ver muchas bolsas enganchadas a contrapelo en los arbustos. Todo de nuevo, solo que ahora no es la misma rambla, ni la misma cadenita, ni las bolsas sucias lo que me importa, sino vos. Bueno, muchas gracias, vení por este lado que no hay charcos.
(de La sensación es un lugar, 2013)
Eso que es tan obvio
Tenía que ponerme aquel pantalón, aquel buzo peludo y azul, y lo hice. Tenía que pronunciar esas palabras y no otras, en fila, incluso los errores y sobresaltos de la voz cuando planea decir algo eficaz. La noche es el respaldo acolchonado de una silla, pensé, mientras iba a encontrarte. Ahora que lo escribo es claro, aparecen detalles, el cuidado que pusiste en colocar cada ondulín sobre tu pelo, la manera en que yo acomodaba el cuerpo, manos en los bolsillos y torso derecho.
Caminamos por la calle como dos extraños, pero sabiéndonos, el chiste fácil en la punta de los labios, el mutuo reconocimiento de virtudes que no habíamos encontrado en otros. Caras extrañas, ajenas de tan familiares. Caminamos y tropecé. Te reíste. Nos pechaba la gente y parecía abstraerse el mundo. Se iluminaron las baldosas al pisarlas como un teclado, como una versión apócrifa del Billie Jean de Jackson.
Caminamos hacia un sitio al que no correspondía. Tenía que preguntarte algunas cosas. Cosas que había planeado decir para mantener lejos la conversación de aquello otro tan obvio entre nos. Pero me olvidé de la mitad. Las preguntas se fueron contestando solas, o al menos tuvieron un espacio en blanco para ser ocupado con símbolos y asociaciones, que nada tienen que ver con esas imágenes pero que sirven para responder. Porque buscamos una respuesta, y no se puede caminar mucho más de una cuadra sin saber a dónde se va y con quién.
Fuimos a comer luego del espectáculo, y dijiste que la lógica era cosa de la que no era momento para conversar, y no hablamos de la lógica, hablamos de qué podíamos comer mientras hablábamos. Y comimos, y hablamos, pero olvidando que nos habíamos encontrado para eso.
(de La sensación es un lugar, 2013)
la luz / la sombra
la palabra luz sobre la sombra
ejerce cierta educación
y la sombra austera rebelde
la distraída anárquica sombra resistente
esquiva, rencorosa, fútil
amiga del olvido del ayer y del silencio
no hace los deberes
no escribe nunca a los pies de ninguna palabra con penumbra
es decir la tarde o la luna
la sombra queda en pose cuando no hay objeto
sigue especulando cabizbaja en su forma
pluma cayendo de sí, perezosa, fofa inerte
pupila boba la sombra
repasa libros en la oscuridad
libros que discuten alfabetos que jamás entenderá sin la luz
(de la tarde o de la luna)
la sombra refunfuña, se suena los mocos
se clava en un bolsillo de pantalón ajeno
y como una moneda enojada piensa
no todo lo que brilla es luz.
(de Tiempo amarillo, inédito)
Cesura
la muerte es el eco que te nombra
aunque no hayas gritado
el espacio restante
entre pulmón y esófago la muerte.
El tiempo es la muerte diagramada en manecillas
lluvia:
la presencia unísona del silencio
su posible figura.
No tiene plan la muerte
la muerte no tiene plan
es la llaga
que en receso disimula su ardor
-no hay muerte más corpórea que el silencio-
la presencia unísona
el espacio restante.
La muerte somos todos, no tiene plan
o es la llaga diagramada en manecillas
entre pulmón y esófago los ecos
del tiempo
-no hay silencio más corpóreo que la muerte-
La correcta hondura
Muchas sogas atan a un hombre
y nadie lo libra de ese pleito,
muchos hombres son su propia soga
ofrecen pies y manos a la suerte
porfían abrazos estos hombres
cuestionan la trenza
y es el nudo al fin de cuentas quien elige ser el molde
la correcta hondura de sus cuellos magros
hay sogas sin cabos sueltos, sogas buenas
(estas sogas van felices a sujetar las cosas:
mantienen erguidos los adornos
amarran los navíos a la costa, son buenas sogas)
hay sogas que obedecen preceptos
sogas que danzan beatas
solo responden a un ritmo, dúctiles, domesticadas
atan a un hombre y lo crían para sí, lo acuñan
lo mandan a la calle a pedir limosna
a ganarse el día de cada pan.
solo el alma sabe
subir la escalera
como yendo a ningún sitio
amortiguado en el cemento que levita
debajo de ti y de mí
subirla, como si fuese un deseo
mirar atrás y ver
las manos suaves del pasado,
mirar atrás como solo el alma sabe
como si de ello dependiese vivir
lograr cosas, prometer felicidad y debatirse
entre escalones de sueños
entre cajones de piedra
pararme descalzo en su blanco centro
respirar y seguir
caminando en la ceniza oscura
como si fuese montaña
como si yendo a ese grave sitio me purificase
cansado de la luz que rebota en el corazón de un prisma:
amar y dejarse
como si vagase el tiempo
encima de cada peldaño
como si de ello dependiese esta enfermedad de plantas:
llenarse los pies con el suelo
y contra la muerte subir
siempre subir.
Constelación
¿de dónde ese salto oscuro que negaba,
blanco y dormido,
el lomo del sentido?
Roberto Appratto
va el animal
sabe que todo acaba
el pasto el agua
las ganas de aparearse con todas y cada una
de las estaciones
alejándose del resto en una loma se detiene
como en un aparte
habla con la noche
busca su idéntico constelado allá
en donde hay parpadeos
el animal y la noche van
la noche y la figura del animal que se proyecta en el cielo
dibujo, anatomía, posibilidad de cuerpo:
punta de estrella en donde comienza una cabeza
el Antares de su eternidad
luego torso y luego el sexo
en brillante cinturón pélvico,
piernas guerreras de Aldebarán en posición de calma
sandalias verdes como un pastizal
la noche el animal y la figura de un hombre que se proyecta en el cielo
el hombre el animal y la noche van
acá
trilogía sin relieves, trilogía sin un juego de contrarios
el hombre el animal y la noche
acá
el hombre el animal y la noche
allá.
Espacios
Las cosas nos rodean
a tal punto que parecen invadirnos: una mesa el suelo un poema
son cosas tangibles, cosas con raíz de aire
(o espacios que uno tendría para esparcirse en verano)
las cosas procuran estar en el momento justo
son el objeto hecho palabra,
y cada cosa rejuvenece al ser nombrada:
el suelo una mesa
tienen diez años menos cada vez
en la mente un poema, único espejo
y allí el deseo de la cosa se posterga
casi para siempre,
y se vuelve a perder espacio
y uno ríe al tener que compartirlo con las cosas: círculo de sangre
cuánto demora una montaña en nacer
cuánto un río una ensenada
son cosas tangibles, cosas que se gestan en el centro del mundo
y de repente uno las ve, rebosantes, sacrosantas, pero
quién inventó a la montaña
quién es la montaña.
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