martes, 30 de junio de 2015

ITZIK MANGUER [16.411]


ITZIK MANGUER 

30 May 1901, Czernowitz, en Ucrania – 21 February 1969, Gedera, Israel.
Nacido en 1901 en Chernovitz, su padre era sastre y sustentaba el hogar con grandes dificultades. Sus abuelos fueron un colchonero y un carrero y él mismo trabajo como ayudante de sastre. Su trayectoria en la poesía ídish tiene un profundo calor popular y se nutre en los folklores judío y eslavo. Su obra, que incluye poemas y baladas, fue
escribiéndose a lo largo de una vida vagabunda, cuyo último puerto fuera Tel Aviv, ciudad Israelí a la que arribó, en medio de homenajes oficiales, en 1967 y donde falleció dos años mas tarde.




Años enteros rodé

Años enteros rodé por tierras extrañas,
ahora voy a rodar por mi propia tierra.
Un solo par de zapatos, una sola camisa,
en la mano el cayado, ¿puedo andar ya sin él acaso?

No voy a besar tu polvo como aquel gran poeta
aunque también mi corazón rebase de canto y llanto.
¿Qué significa besar tu polvo? Yo soy tu polvo
y quién, por favor, se besa a si mismo.

Voy a quedarme absorto ante el azul del Kineret
cubierto con mi ropaje miserable:
un príncipe perdido que encontró su azul
habiendo sido el azul su sueño de siempre.

No voy a besar tu azul; sólo permanecer callado,
sencillamente, como plegaria.
¿Qué significa besar tu azul? Yo soy tu azul
y quien, por favor, se besa a sí mismo.

Voy a detenerme, ensimismado, ante tu enorme desierto
y sentir los pasos de viejas generaciones de camellos
que hamacan sobre sus jorobas por la arena

sabiduría, mercancía y el viejo canto errante
que tiembla sobre las arenas ardientes como brasas,
muere, recuerda, y no quiere sucumbir.

No voy a besar tu arena; no y mil veces no.
¿Qué significa besar tu arena? yo soy tu arena
y quien, por favor, se besa a si mismo. 




Su excelencia, mi padre

Te veo ante mí, el vaso de vino en la mano.
contándome tu vida en maravillosos versos;
te lamentas de la temprana muerte de mi madre,
mientras la tarde, tras la ventana, contiene el aliento.

Un fulgor sagrado envuelve tu cabeza;
si lo vieras lo tomarías seguramente a broma,
como a mí, a mis libros y a todos mis sueños
y lo mandarías al fin a todos los demonios.

¡Si excelencia, bondadoso, viejo maestro sastre!
A todos los espíritus conjuro aquí, entre extraños,
para que protejan tus pasos cansados…

Y pese a ser un tipo, de aquellos pobres tipos
que me profetizabas en tu jerga germana,
te lleva consigo hacia tiempos futuros, este, mi canto.




Amor

Esbeltos ciervos recorren los montes nevados
y sus cuernos de plata enganchan la luna,
pero la luna vierte bondad sobre ellos.

Mi madre los cuida; los sigue paso a paso,
y para que no los olfateen los lobos del bosque
apaga en la nieve sus rastros.

Mi madre murió hace ya muchos años
pero, con brazos abiertos al viento,
sigue andando su amor por el espacio.

Acuna la inquietud de los senderos;
quieta el mal de ojo a las pequeñas liebres
y llama hijo al mínimo gusano.

Su amor ni en la tumba le da descanso.

He aquí que abre su libro de oraciones ante las estrellad
y reza, reza, para que Dios la oiga.

En mi sueño refulge su llanto. 




Balada del judío
que se elevó del gris al azul

La mañana gris, descalza en el patio,
golpea la ventana mas humilde.

Despierta el pobre judío
y viste sus ropas grises.

Toma el cayado gris en su mano
se pone el atado al hombro,

y se hecha a andar con un paso lento
junto con el gris sendero.

Anda y anda y el gris se torna
espeso y pesado como plomo;

se entristece el gris judío
y una lágrima brilla en sus ojos;

una gran lagrima que rueda en silencio
hasta caer sobre su barba gris.

La barba gris del judío se ilumina
con un pequeño resplandor plateado.

Pero, ¿Qué dura el resplandor de una lagrima?
un instante, dos, y ya no está.

Se detiene el judío ante un árbol gris
y dice en voz alta una plegaria:

—¡Dios mío! Borra el gris
de todos mis caminos,

y que mi errancia por el mundo
sea al menos luminosa.

Terminada la oración se aligera su corazón
y la plegaria aletea ante él,

una mariposa azul, un puntito azul
en el paisaje gris sobre gris.

Sigue andando el pobre judío
y entre los caminos divisa 

una posada gris en cuyo umbral
hay una mujer rubia vestida de azul.

Se agrandan, sedientos, los ojos del judío
y se beben el azul.

Dice la mujer: —Dios sea contigo, judío;
debe de haberte cansado el camino.

Descansa un poco entre nosotros;
tenemos suficiente pan y vino.

Con mano cansada abre la puerta el judío
y ve una casa encalada de azul.

En un rincón esta sentado el posadero
con el benjamín sobre las rodillas,

Y le cuenta de un reino azul
rodeado por un río azul.

Escucha con atención el judío
y agobiado de azul, queda dormido.

Teje su sueño un camino y es azul;
el cayado es azul, el morral es azul,

y es azul el pájaro que pasa volando
y son azules el río, el bosque y el campo.

Se asombran el posadero y su mujer
viendo como brota del judío el azul,

repleta el cuarto y rebasa
hasta inundar de azul toda la casa.

¿Oyes? ¿Quién llora?
El gris sendero llora afuera como un niño:

—¿Por qué me dejo el judío afuera, solo
abandonado a merced del viento?

—Levántate –despierta el posadero al judío—,
afuera te espera el camino.

Sonríe el judío en sueños:
esta a las puertas del reino azul. 

He aquí que abre las puertas, y en el valle
ve las tres primeras ciudades azules.

Se asombran el posadero y su mujer
viendo como brota del judío el azul,

repleta el cuarto, rebasa,
hasta inundar de azul toda la casa.

Y el azul se vuelve susurro, rumor y vuelo;
murmullo, balbuceo y canto de otros mundos;

se vuelve hoja, rama, tronco y árbol;
nube, bosque y sueño en el sueño.

Y el azul se vuelve río y mar y ola,
signo misterioso y rima santa;

se hace paso, zapateo, baile y alegría;
eternidad y regocijo en el regocijo;

se vuelve relámpago y rayo y luz y brillo;
se vuelven sustancia y sombra y rostro.

Y se asombra el posadero y su mujer
viendo como brota del judío el azul,

repleta el cuarto, rebasa
hasta inundar de azul toda la casa.

Y…




Como un asesino

Como un asesino que acecha, puñal en mano,
a su victima a altas horas de la noche,
así acecho tus pasos, dios mío.
Mira, tu piedad nunca me ha sonreído todavía
a mí, al nieto de iscariote.

Estoy dispuesto a pagar con la mía
la sangre de tus profetas que arde sobre mis manos,
pese a que florece la primavera
y el pastor fascina con el plata de su flauta
y pese a que nadie me exige explicaciones. 

¡Verte una vez siquiera! Comprobar siquiera una vez
que existes realmente,
que de verdad coronas al justo con tu luz
y que el cielo es verdaderamente azul,
y esconderé avergonzado el rostro.

T arrojaré las treinta monedas de plata
al viento y volveré descalzo a ti
y llorare delante de ti como un niño
que carga sobre si la pesada corona del pecado.

Como un asesino que acecha, puñal en mano,
a su victima a altas horas de la noche,
así acecho tus pasos, dios mío.
Mira, tu piedad nunca me ha sonreído todavía
a mí, al nieto de Iscariote.



Antología de la poesía
ídish del siglo XX
Selección y versión de
ELIAHU TOKER 

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