lunes, 29 de junio de 2015

LEIZER AICHENRAND [16.397]


LEIZER AICHENRAND

Nacido en 1912 en Demblin, Polonia. Durante la segunda guerra mundial participó como voluntario integrado al ejército francés. Luego de numerosos viajes por diversos países, incluida la Argentina, se radicó en Zurich, suiza, donde falleció en 1985.



Y estás tan sola

En tu llano oscuro
naufraga siempre el resplandor azul del firmamento.

De tu sonrisa blanca
fluyen los silenciosos sueños todos del universo.

En el fuego de tus ojos
dan los ángeles con la oculta senda hacia el eterno.

Pero estás tan sola
como el grito desnudo de un ave en el desierto.

Aguardo tu alma
con el ardiente vino de un corazón maltrecho.

Grabe tu nombre
sobre las alas del día, como un ruego

Por noches y por nubes,
como el cielo a la luna, te lleva mi nostalgia en silencio.

Incluso cuando muera, las estrellas
habrán de indicarme el camino que me lleve a tu encuentro.

Pero desde tras tus ojos
brotan todos los océanos.

Y estás tan sola
como el grito desnudo de un ave en el desierto.





Tristeza del hombre

Cuando dices Dios
¿quieres decir las sombra blanca
de la soledad del hombre
o el ardiente tigre
por los bosques de la noche?

Dios te habla
en sueños
por medio de la tristeza de las águilas
y cuando dices Dios
te lleva consigo
a sus lejanías selladas.




Atardecer de un poeta

En la soledad
de su marcha
se apaga toda voz

Se encamina hacia aquel lugar
en el que cada nombre
se torna
reflejo del viento

Atraviesa ríos de ocaso
donde ciervos del atardecer
beben
hasta llenarse de muerte;

va,
y una plegaria
cae sobre sus labios;
una plegaria
no pronunciada aun por nadie.




Sobre un monte desnudo

Sobre un monte desnudo
entierras al sol;
de noche
de entre tus sueños, un pecador,
echa afuera
una luna ahogada.

Tras oscuras ventanas
aun vive el silencio
de tu crepuscular plegaria;
pero tú, en sueños, asfixias
un ángel negro
o andas sin rumbo
entre serpientes humeantes
y hojas que caen;
en nuestro sueño
anidó el otoño
sus amarillas arañas.




Él dice

Las llagas
que los picotazos de fuego
de la ira humana
abren en el día
jamás han de cerrarse.

Nadie oyó nunca todavía
lo que dice el humo
de cuerpos carbonizados;

ni siquiera
ha escuchado nadie todavía
el ultimo grito del padre
que se levanta
por la avenida de la locura.

¿Acaso tú lo escuchas?




Los chicos juegan en la nieve

Los chicos juegan
en la nieve
con sus propios ojos;

de noche
un cielo frío
los envuelve.

En el nido de su sueño
dan con congeladas
golondrinas muertas.




Lagrimas tardías

Los lobos del callar
despiertan
al lado de tu viejo corazón.

Su hambre ha de devorar
tus palabras
de inmediato.

El tejedor de soles
desapareció
de tu mirada.

Los últimos pájaros,
cansados,
vienen a azulear
sobre tus dedos
cuando cierras los ojos—sombra.

En sueños
pone la noche
rosas marchitas
entre tus cabellos grises.

Y ruiseñores
se llevan
de tus pupilas
melodías dolientes
de lágrimas tardías.




La balada de Humahuaca

A

¡Vosotras,
antiquísimas montañas ocres,
petrificadas!
En azules mañanas
atraviesa vuestras cúspides desnudas
un sol sangriento.

El oscuro grito de un pájaro
sobresalta las arcillosas chozas amarillas
del valle;
la pesada, profunda quietud estival
alienta
en el ocre silencio.


B

Humahuaca es antiquísima.
Un millar de ardientes vientos
grabaron a fuego
sendas secretas
en el arcilloso rostro reseco
de Humahuaca;
de sus pupilas
creo Dios la noche.

De sus dedos, en sueños,
brotan cactus salvajes;
la sed de la tierra arcillosa
le seco el cerebro.
Por un trozo de pan negro
esta dispuesta a morir dos veces.

Con los blancos huesos de un asno
alguno levanto una lapida
a la montaña petrificada;
un vaho de muerte
se tiende cada noche
sobre el corazón angustiado de Humahuaca.

Con el ocre silencio estival
se trenza Humahuaca una cuerda,
pero severos ángeles impiden
que se ahorque.
¿Quién reclama misericordia
para Humahuaca?

El sol, al atardecer,
recoge en su ocaso
sus lágrimas;
las sombras
de la petrificada montaña,
como perlas negras,
huyen del olor
de su cuerpo transpirado;
Humahuaca quiere morir.

Tilcara, 1954




EL RESPLANDOR
DE LA PALABRA JUDÍA
Antología de la poesía
ídish del siglo XX
Selección y versión de
ELIAHU TOKER











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