YULIANA MARCILLO
Yuliana Marcillo Miraba (Chone, Ecuador 1987). Poeta, narradora y periodista. Co-editora del diario manabita La Marea. Poemas suyos se han publicado en diarios, revistas y antologías impresas y digitales. Ex integrante del Taller literario Soledumbre de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, dirigido por el poeta Pedro Gil. Ha participado en algunos encuentros de poesía joven dentro de Ecuador. Coautura del libro Soledumbre (Mar Abierto, 2009). Autora del libro No debería haber mujeres buenas (Mar Abierto, 2011).
YO
Yo,
Tú alcantarilla favorita,
Amante perfecta para cerdos de trinchera.
Cola de pájaro, residuo de niño que se quedó dentro
Despojo que vive en humedad recia
La segunda, la tercera, la cuarta,
La flor que parece muerta,
Yo te pido que me dividas, que te dividas, que nos dividas.
La que te besa es un trapo tendido
Soledad que se convierte en cama
Si aparece la gente muere la gracia
Todo se jode y me convierto en masa
Preguntas y preguntas
Y me voy quedando sin respuestas
Como los domingos que nacen sin horas,
Cabellos que piden disculpas y luego se ahorcan.
Ya no escucho la noche,
Voy inventando, luciendo mentiras baratas
Te olvidas del mundo que en mi vientre sembraste
Ven, apoya la boca y espera que amanezca.
Yo,
Sucia, despeinada, llena palabras
Me dices estás bella.
¿Bella?
Pero si estoy hecha de soledad y tierra, te digo.
Y en el pelo llevo lágrimas que simulan ser liendres.
Insistes en comprar mantequilla y queso para la cena.
El amor carece de elegancias,
es el gato que pasea por mis calles.
DISIMULO
Disimulo que no tengo manchas
Que la leche está muy cara y por eso tomo agua
Le saco hasta la última palabra a mi libro mudo
Disimulo sonrisas que llevo abajo.
Letras sobrias que se encuentran encerradas,
Díganle que llevo la sangre sucia.
Que aún recuerdo cuando me besaba en la frente, en la gloria.
Sus dedos llegaban a lo oscuro y luego me decía, calma.
Cama es lo que sobra
Por eso mejor me trago las ganas.
Me mudo al siguiente año, quiero morir después y no ahora
Que soy amiga de los pescadores del parque cuando hay veda.
Camino a paso rápido.
Gasto minutos del día, ignoro la noche.
Me visto de negro y me voy de entierro.
El mar, las gaviotas nos miran y se excitan.
¡Qué le calmen el llanto que desayunó en dos años!
Yo la distraigo con cualquier chupete de feria.
Vemos juntas el amanecer y procuro que no queden señas,
En casa mi madre espera.
No me des flores, dame un revólver.
Quiero acabar la disfrazada Navidad.
Todo verde, todo rojo, la dicha de un día es un tiempo falso.
Y si me río sola, me amarran los brazos,
Diabla porque visto música negra, cuerdas sin reglas.
No soy lo que los loros desean,
Yo soy el barco y de tripulantes no quiero a cualquiera.
DÉJENME SER LA BALA
Mi vientre que no besas reclama en las difuntas noches.
Voy contra lo patético
Porque no tengo tiempo para consentir amores engreídos
Porque besos con lujuria encadenan la casa
Esconden el agua y envuelven la soledad en sonrisas frescas.
Si esta es una guerra, déjenme ser la bala.
¿Dónde se marca la diferencia si todos tenemos hambre?
Buscamos la presa más gorda, a la misma hora después de clases,
Ellos en la cama, nosotros encima de libros.
Tú le estás dando por la vagina y yo me estoy dando por los ojos.
Porque no duermo ¡maldita sea!
Privo la rutina con tal de escaparme.
Y es que ahí, en medio de tantas letras, me encuentro conmigo misma.
Demonia que chupa el agua bendita de una Pilsener
Que mastica a la agonía cual chicle viejo.
La vida se convierte en una masa,
Se aferra a un zapato viejo y se va secando hasta quedarse en nada.
¿Se da cuenta señor?, no se trata de una estrategia, para eso está el Gobierno.
Lo que salta de mi ventana es el insomnio,
Las consecuentes imágenes del Kamasutra que pasan por la tele,
A las diez y cuarenta y cinco, hora en que los niños sueñan con piernas,
Hora en que yo me cuestiono: la sombra o el credo.
Libertad o sangre, me dices.
Poesía o muerte te digo yo.
Que sea la muerte entonces, deja que ella venga despacito.
Se disfrace de Dios y nos embriague de placer.
Deja que termine en mi ombligo y limpie los canales que vomitan pescados.
Y desde allá arriba gritaré que te odio y dañaré mi himen a puñetazos.
Porque nadie merece manjar sin antes probar el infierno.
Porque no es cuestión de meter y sacar, si de todas formas me dejas jodida.
“Lo real es un espanto, lo imaginario también”,
Pedro Gil
Desde mi baño veo hombrecitos rojos,
bajan de la ventana y se esconden en las cortinas
Miro aprieto lloro grito
Nadie me escucha
Al lado mi vecino un viejo con parkison mueve las ollas
La casa llora, se exprimen las tablas
es de madrugada, no hay nadie en la cocina
Es parte del silencio, me digo
Es la noche que está inquieta
El sonido del silencio es ensordecedor,
a veces simplemente estalla en nuestros oídos
Yo desde mi baño asesino cucarachas
Sueño en grande, algún día desde mi espalda saldrán alas
algún día seré la princesa, reina de la calle, poeta del desastre.
Cuando lloro lo hago como mi perro
Hablo de ese quejido doloroso sin voz
Anoche me di cuenta, lo de perra lo llevo en el pecho
Lloro como mi perro y alguien soba mi cabeza
Tengo una espina en la garganta que corta palabras
Sin lentes la noche es más noche,
confundo ángeles con moscas, arañas con pájaros
Mis ojos inservibles quitándome la vida,
quitándome el rojo, volviéndolo todo gris, volviéndolo todo heridas.
Duermo con la felicidad y me da la espalda
Es difícil consentirla consentirme
callar lo que no se dice silbar desde la ventana
Veo cuadros negros y cabellos rubios por todo el cuarto
Sudo y elijo caminar de puntillas
Pienso en el rey de la soga y en el teatro que se me viene
¡Bingo! Estoy enferma.
Sí, para los que no lo sabían, la poeta de sana no tiene nada
Me lo digo, me lo repito, ja, ja, estoy lista para el banquete
tranquila Yulita, que la literatura no perdona,
tranquila que allá no hay finales felices ni copas rotas,
allá sólo están los gallos que cantan cuando anochece
y vasos que se arrastran de noche mientras otros duermen.
Publicado por Yuliana Marcillo en 6:59 2 comentarios:
Enviar por correo electrónico
Escribe un blog
Compartir con Twitter
Compartir con Facebook
Compartir en Pinterest
Seis horas de diferencia
Y entonces abro las ventanitas para ver si hay alguien afuera
me encuentro con una mujer minúscula y mugrienta.
Ella lleva el pelo una estopa, la cara aplastada y granos en todas partes
me mira desde su tejado y me enseña la hora:
once y cuarenta y cinco,
allá ya está amaneciendo y acá todavía los gatos vuelan.
Mi cabeza le pertenece a esta ventana, mi cuerpo a la casa.
Adentro el aparato eléctrico desgasta miradas,
mientras tanto veo elefantes en los cordeles, danzando y
danzando para mí,
de noche las luces nunca mueren, pienso,
pienso y sonrío porque el elefante carece de equilibrio.
Seis horas condicionan a la mujercita,
seis horas envueltas en mi boca a punto de estallar.
En el callejón de la vecina la espera su perra,
las tetas rozan el piso mientras saluda a su dueña.
Está llena de malos olores y heridas en el cuerpo.
No camina, se arrastra, se arrastra y huele el trasero de su dueña
“Princesa” se llama la perra.
Las veo marcharse y de nuevo la hora:
once y cuarenta y cinco en este país de muñecas de trapo.
Pausa: debo tildar unas cuantas palabras, luego regreso.
Debo además sacudirme los animales que por mi pantalón suben,
debo fijar la mirada en el punto blanco del cuadro,
ese punto que se supone soy yo.
Abajo sólo hay vacío y caras largas como escopetas,
con esta historia te saldría un gran poema, me dicen
me dicen también que los críticos me auguran un buen futuro,
la mujer de en frente dice que no con el dedo,
menea su dedo negro y luego hurga debajo de su vestido.
Ríe y danza entre los ladrillos porque sabe que allá es de día,
porque sabe que seis horas más tarde no habrá poeta ni futuro.
Una sonrisa muerta es todo lo que queda
cuando las piernas se cansan y la enfermedad apremia,
desde adentro escucho a alguien que pide que cierre la ventana,
volteo y la mujer está ahí: besando a mi hombre, consumiendo mis
horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario