José Adán Castelar
Nació en La Ceiba, HONDURAS (1941).
Premio Nacional de Literatura "Ramón Rosa" (2003). José Adán Castelar (Honduras, 1941), es un poeta casi desconocido en España. Colaborador habitual de prensa en su país, en el que reside, perteneció en su día a "La Voz Convocada", un grupo poético de la ciudad de La Ceiba. A pesar de no ser ya lo que se ha dado en llamar un "joven poeta", tan sólo ha publicado, hasta hoy, cuatro libros: Entretanto (1979), Sin olvidar la humillación (1987), la antología Tiempo ganado al mundo (1989) y el que ahora comentamos, que fue premio "Juan Ramón Molina", de la Dirección General de Cultura de Honduras, en 1988, a pesar de haber sido compuesto hacia 1966.
Lo que no quiere decir que lo escrito sea sólo lo editado. Deudor de César Vallejo y, en cierta lejana medida, del modernismo hispanoamericano, Castelar descubre en este poemario, con fuerza y con sensibilidad, un paisaje hondureño que, a veces, ha de ser descrito de manera prosaica, sin admitir sones musicales que podrían desvirtuarlo: "Ciudad volcada sobre el mar, a lo largo de la costa habitada / entre la oscilante constelación (donde se bañan ahora / cuerpos y besos) y la noche de lunas / fluctuantes".
Nacido en un lugar llamado Coyoles Central el 9 de abril de 1941. A los seis meses llegó a La Ceiba. De joven leyó a los clásicos frances, ingleses y a los griegos, desde luego que en idioma español. Sus lecturas fueron desordenadas, pero de ahi saco su inspiracion. Llegó a las letras porque necesitaba tener una identidad. Para Castelar, la poesía, además de ser un acto de magia, es una salvación, una salvación del cuerpo y del espíritu. Ama la música y desea que su poema sea musical, que tenga música.
Ha practicado mucho el periodismo cultural, pero por falta de espacio donde publicar estos artículos pequeños, unos más grandes, están por ahí inéditos. En su época éran poetas políticos, su grupo –Generación del 70– han buscado la trascendencia, escribían poesía epigramática, pero también poesía reflexiva, poesía de amor. Eso ha hecho su poesía más interesante.
Perteneció en su día a "La Voz Convocada", un grupo poético de la ciudad de La Ceiba. Es Premio Nacional de Literatura (1988) y autor de los libros "Entretanto" (1979), "Sin olvidar la humillación" (1987), "Poema estacional" (1989), "Tiempo ganado al mundo" (1989), "También el mar" (1991), "Rutina (1992)", "Rincón de espejos" (1994), "Laodamia" (1999), "Venus en el campo" (2001), "Cauces y la última estación" (2006) y "Nombrar" (inédito), entre otros libros de poesía y cuentos. En la actualidad se encuentra retirado de los escenarios poéticos.
Del libro “Rutina” (1992)
Don Santos
No le estoy pidiendo
Sino dándole la mano
Me dice don Santos
El viejo cronista de la aldea
Lo se
Le contesto
Por eso le doy la mia
Nada mas que eso
Amigo
Bebio su guaro
Como un amedicina y se alejo tropezando
A cada rato con las piedras y la luna
De la calle
Al salir del cine
En el bulevar
15 de septiembre de La Ceiba encontré
En lo oscurito de la acera
En el único
Hoyito de sombra hurtado
A la luz de la calle
A dos enamorados
No le tenían miedo a los ojos curiosos
Que nacen de pronto
Ni al repudio imperante
Ni al seguro peligro de la policía
El frio nocturno y el fuego del amor
Ondeaban el cuerpo de ella
El navegaba
Tranquilo
Lejos del mundo
Yo bajé de la acera
Molesto pero comprensivo
Mirando de reojo el animado bulto amoroso
Y de pronto
Como si te mirara
Pensé en vos
Cariño
Nunca
Bajo estrellas once PM
Ojos humanos vieron
A un transeúnte mas de prisa.
Loquito sentado sobre un incendio
Sentado sobre las piedras
Del mediodía
Bajo el sol
Que quema como un insulto
El pasa el santo dia
¿Quién le hara creer
Que es una locura hacer eso?
Ni Dios
Ni las almorranas le darán la razón.
Yojoa
Hermoso es el lago en la mañana
Visto desde la velocidad de un bus interurbano
Sobre todo ahora que el sol lo toca con manos de niño y vuelan
Sobre un sueño verdaderamente azul
Palomas blancas
Quisisera quedarme en esta orilla tranquila
Debajo de esos arboles de cabellos desordenados
Pero mi amor me espera en otro lugar
No menos bello que este
En su gran corazón
Cerca del mar.
Del libro “Rincon de espejo” (1994)
(el cual dedica a su madre, a sus hermanas, Ana y Tita)
Señores diputados:
La Inmunidad es delito
Señores, la inmunidad
Es un delito feudal;
Suprimirla: acto legal;
Para todos igualdad,
De lo contrario, es maldad
Como figura jurídica.
Politicos de alma impirica
O complices del festin,
Maten esa ley impúdica,
Al deshonor pongan fin.
Tocar el tigre
Vamos a ver quien empieza
(con mas que justa razón)
A reducir la cabeza
Del gugante cabezon.
Hijo será –no hombretón-
De esta patria tan herida..
Quien reduzca la partida
Y el tamaño del gigante,
Sera su nombre diamante:
Morazan de nuestra vida.
Siempre he sido
Siempre he sido algo prudente,
Nocturnal, harto miedoso,
Comilon, nunca goloso,
Hombre herido entre la gente.
Con mis dos dedos de frente
Y camisa de once varas
Habito mis luces rara:
La tierra, la mar, el viento.
Soy yo siempre, un “un dos caras”…
Jodido, pero contento…
Terror al monstruo Sida
Tiemblen, amigos, el Sida
Aparece por doquier…
Ya es de la muerte la vida
En hombre como en mujer,
Temamos hay que temer
A tan vasta destrucción.
Morir, en otra ocacion
No cuando el monstruo decida:
Que sea nuestra la partida:
Por fin tengamos razón.
El procurador
Que procura este señor,
¿Qué todo le salga mal?
Calla ante el traspasador,
Y luego lo acusa mal…
Será esto justo, legal:
Cuando juez, tanto callaba
Que al parecer nunca hablaba.
Lo echaron, ahora condena
A los corruptos, ¡que pena
Que no antes, cuando callaba!
Noticia de Divorcio
Como amante era perfecta aquella mujer,
Como esposa no valia un comino.
Era como las dos personalidades de una alcohólica:
La primera me amaba y me esperaba,
La segunda gritaba yo soy hombre.
Pacto
Ella sabe que yo no he nacido para eternizar su corazón,
Que no he nacido para hacerla feliz ni dos días siquiera.
Por eso ella me acepta en un minuto
Como si fuera a perderme en otro.
Pero asi hemos vivido juntos muchos años:
Ella sus sueños rotos
Y yo una despedida que jamas pronuncio.
Por paz y ternura
He llegado al terreno de la honestidad. Quiero quedarme allí
Con mi palabra y mis actor.
Estoy arrepentido de ti, yo megalómano: en mi vaso
De paz te abogo, en tu cadáver de errores personales
La sencillez levante su bandera.
Nacimiento segundo, verdadero, tu nuevo ser canta y espera
En lo fresco de un alba popular.
Ternura, recíbeme en tu fuerza necesaria.
Realidad nuestra, en mi libertad eres tan clara.
Alegría, te ofrezco mi amistad hasta la muerte.
Dignidad, se tu mi Dios.
Del libro “Causes y la ultima estación” (2006)
Al final
Nada quedara de mi. Disolución
Sin gloria
Ni rencor,antiguo barro
Hecho ceniza en la hondonada.
Si al menos
Quedara un resto
De este amor,
De este amor. ¡una brizna
De vida entre el fuego
Y el mar!
Manos
Tus manos:
Vida feliz,
Sol que anda,
Campo dentro de la casa,
Penelope tejiendo
Tres panes,
Cuatro elementos.
Tus manos:
Cinco albas,
Cinco crepúsculos.
Propercio
Su fuego nunca conoció
Otras manos distintas
A las tuyas, otros ojos
Que no fueran los de tu mirada,
Otro pecho donde repartirse
En fragmentos dorados.
Fue escalvo de un solo amor,
Triste polvo.
Convalecencia
Entre la calle
Y los bastones
Vivo,
Espero.
Pero son mis días
Una ventana del mar
Entre abedules.
Palpar
Muy poco queda
De mi:
Talves un sueño,
Dos o tres
Palabras y estas ganas
De vivir
Que me matan.
La entrevista.........
Por Fausto Leonardo Henriquez
FL: ¿En qué año y dónde nació usted?
JAC: Yo nací, por casualidad, en un lugar llamado Coyoles Central. Digo por casualidad porque en aquellos tiempos, cuando una mujer iba a parir en la Standard Fruit Company, proporcionaban un vehículo que llamaban motocarro. Este motocarro hacía un recorrido en el campo donde estaba la embarazada hasta el hospital de La Ceiba. Eso ocurrió con mi madre. Pero yo estaba muy urgido y reventé la fuente de mamá cuando pasaba por Coyoles Central en el motocarro. Nací en la orilla de la línea, en una choza. Me atendió una partera que todavía la busco –seguramente debe estar muerta– para darle las gracias, porque por ella estoy aquí en este mundo. Nací en un lugar que poco a poco he ido amando, incluso le he escrito unos seis poemas. Nací el 9 de abril de 1941. A los seis meses llegué a La Ceiba. Esa es la confusión que tienen amigos y vecinos de La Ceiba, pero no, soy un campeño de Coyoles Central.
FL: ¿Cómo llegó usted a las letras?
JAC: Mi apego a las letras nació, no sé si decir por vocación natural o por iniciativa propia o por un problema congénito, creo que por las tres cosas. Pero más porque necesitaba tener una identidad. Desde pequeño me gustó leer y escribir. Leí el cuento de Peter Pan, el cual nunca moría, siempre renacía.
FL: ¿Qué autores leyó usted de joven?
JAC: Siempre he sido un campeón como lector, leía todos los clásicos españoles, que por cierto la embajada en aquellos tiempos, quizá por problemas económicos, proporcionaba todos los libros que salían en las editoriales de aquella época. Yo los leía gracias a la directora de la biblioteca Juan Ramón Molina, Angelita –una señora que recuerdo con gran cariño–, me prestaba cada libro por una semana. Leía a los clásicos frances, ingleses y a los griegos, desde luego que en idioma español. Mis lecturas fueron desordenadas, pero muy queridas. Leí mucho, por lo menos aprendí para qué y por qué escribir.
FL: ¿Qué obras tiene usted publicadas?
JAC: Hasta ahora tengo publicados diez libros y mantengo inéditos nueve. Mis diez publicaciones son casi todas de poesía, sólo uno, que es un relato, , un cuento de nueve páginas que se llama: “La noche en que le cortaron las alas a Supermán”. Este año seguramente publique un libro de cuentos cortos, titulado “Actos de amor y otros actos”. Son unos cuarenta y cinco o cincuenta cuentos cortos. Todos son una parodia, como diría Borges, para quien la literatura es una parodia. Unos están inspirados en la mitología griega, otros en la realidad nacional y otros especialmente tocan aspectos de la guerrilla. Todos mis cuentos se caracterizan por ser pequeños y por tener un final con el verso número catorce de un soneto. He querido publicar toda mi obra, pero como se sabe, la economía mueve al mundo, y a mí no me mueve la economía. Yo entiendo el cuento como un soneto, no con catorce versos, que tenga las tres categorías que tiene el cuento y con un final sorpresa. Para mí el maestro del cuento es el dramaturgo y novelista, ruso, Chejov, quien escribió cuantos sobre cualquier tema. El cuento corto no admite un error.
FL: ¿Con cual obra publicada cree usted que alcanzó su madurez como poeta?
JAC: Mi mejor obra es la que mantengo inédita, porque hasta ahora he aprendido a escribir, he aprendido un poco a escribir, a usar un poquito, que no poco, la estratagema de la palabra. He descubierto que la palabra está más viva que yo y que debo respetarla, tanto que sin ella no existo, ella es que la que me da la vida. Antes pensaba que la poesía era mirarla llegar y platicar con ella. Pero no, la poesía, además de ser un acto de magia, es una salvación, una salvación del cuerpo y del espíritu. Yo hago lo que el mestro Eugenio Montale, espero que la poesía me edifique. Por eso es que ahora mi obra no es tan apurada. Utilizo más tiempo para elaborarla. Yo amo la poesía espontánea, la que nace de pronto, la que prácticamente está ahí y surte en un momento de locura o cordura. Después me quedo preguntando cómo es posible que me salió esto tan rápido después de querer escribir un poema y no me sale nada. Ese misterio es lo que todavía me preocupa y estoy aprendiendo a descubrirlo, tal vez en cien años consiga saber cómo se escribe poesía. Con mi libro “Poema Estacional” creo que alcancé lo que yo buscaba. Es un libro plástico, el lirismo es natural, se caracteriza por la musicalidad del verso y una cierta ternura que necesitaba expresar ahí. Hoy en mí no compite lo externo, sino lo interno entre mi poesía de ayer y mi poesía de ahora. Sin embargo, tengo un libro inédito que creo que es lo mejor que he escrito hasta ahora, se titula “Nombrar”. Nombrar a las cosas en su significado natural, inspirada en los grandes maestros griegos, los italianos, sobre todo Montale. Tengo otros libros. Uno de ellos se titula “Poemas viajeros”.
FL: Profundice un poco más acerca de su visión de la poesía.
JAC: Después de golpearme la cabeza con la palabra, decrubrí que esta maldita palabra, está ahí, pero no sale, no la encuentro, no encaja. Yo amo la música y deseo que mi poema sea musical, que tenga música. Por eso se me hace difícil encontrar la palabra precisa. A veces choco con las palabras que busco y me derriban, por eso hago unos borrones espantosos en el papel. He llegado a esa conclusión a base de estudio, de fracasos y siguiendo esas prácticas diarias, que es necesaria, para poder dominar un poquito este arte tan díficil y asesino –digo asesino con mucho amor– como es la poesía.
FL: Tengo entendido que usted ha practicado el periodismo cultural. Cuéntenos algo sobre su experiencia.
JAC: Sí, he practicado mucho el periodismo cultural, pero por falta de espacio donde publicar estos artículos pequeños, unos más grandes, están por ahí inéditos. He mandado muchos a los periódicos, pero reproducen uno o dos al año y luego se pierden. Tengo como para publicar un libro, que podría ser un libro de crónicas. He escrito mucho en periódicos locales, semanarios de La Ceiba. He ejercido el periodismo local en miniatura en una sección llamada “Sin importancia alguna”. Tengo por ahí un montón de apuntes, sobre todo con los amigos que han muerto dentro del país como fuera de él.
FL: Usted hizo mención a sus amigos pintores, ¿cuáles admira usted en el ámbito nacional?
JAC: Admiro a Pablo Zelaya Sierra. Siempre que voy al Museo de la República voy a ver su cuadro “Las Monjas”. Es un cuadro excepcional y es digno de cualquier gran pintor mundial, aun de Velázquez. Hay otros pintores muertos: Aguilar, Rodezno, Aníbal Cruz, que tienen su obra, pero no tienen una obra que me deslumbre como “Las Monjas”. Hay otros pintores actuales, vivos, que admiro: Padilla Yestas, Virgilio Guardiola, Tróchez, Juan Cony, Mario Mejía. Me preocupa escribir sobre ellos porque sólo tengo anécdotas muy desgraciadas, muy humanistas y a la vez muy tristes. Por ejemplo, Aníbal Cruz una vez me dijo: “Te invito a almorzar. Yo voy a cocinar, déjenme, no me molesten. Había otros amigos invitados sentados en la sala tomándose una cervecita, otros tomaban ron. Pasó el tiempo, una, dos horas y el almuerzo no aparecía. Entonces dijimos: vamos a buscar a este indio que nos invitó a comer, a almorzar y se ha perdido. Cuando llegamos al patio de la casa vimos que le estaba echando maíz a unas palomas de castilla, de esas gorditas. Le hablamos y él dijo: “cállense, que estoy esperando que las palomas se acerquen para matarlas, no ven esta es la comida nuestra”. Tengo numerosas anécdotas, todas ellas enmarcadas entre el dios Baco, el dios dinero y las dificultades de los artistas que sobreviven en un país como este. Estoy preparando otro libro titulado “Mis amigos los pintores”. Yo pensé que mis amigos pintores eran unos cinco, pero cuando me doy cuenta van como por setenta.
FL: Háblenos de sus amistades con escritores hondureños, de sus preferencias.
JAC: Bueno, yo soy de los pocos, –yo me vanaglorio– de ser amigo de todos los escritores de este país. Todos son mis amigos. No hay diferencias, nunca he tenido ninguna rencilla personal con ellos. A todos los respeto y ellos me respetan. Me respetan y eso ya es bastante. Y eso es lo que pido. Los leo, los comento; dentro y fuera del país yo hablo de los escritores. Yo, incluso, presenté una ponencia en Colombia, sobre las generaciones literarias en este país. Hablo de algunos de los más jóvenes, del 96, como José Antonio Funes, el más joven de aquella época –ahí termina la generación, ya no abarqué la generación última de los poetas jóvenes tanto de San Pedro Sula como de Tegucigalpa–. Tengo ese trabajo donde espepecifico la vida y la obra de ellos. Por otra parte, la Generación del 50 trajo el rigor de la profesión, a la poesía hondureña. Cada poeta aporta algo, eso es lo que yo más admiro. Yo no juzgo al poeta por su vastedad de obra, por sus libros. Yo lo juzgo a veces por un verso. Un buen verso que esté bien escrito para mí ya eso es admirable. Yo admiro a los escritores. Si escriben un buen libro, ya es un milagro; si escriben un buen poema, otro milagro; si escriben un buen verso, también es un milagro. Por eso los admiro y aprecio. Por ese poema y ese verso, les agradezco y les animo a que escriban.
FL: Sé que usted tiene afición a la música. A qué clase de música es usted aficionado.
JAC: Yo soy un tenor frustrado. Desde niño quise ser un tenor. Luché desde los doce años para que alguien me ayudara a conocer la música y me ensañara a cantar. En aquella época yo admiraba a un tenor ceibeño Alberto Figuls, era un tenor de familia de origen catalán. Creo que vive aún en los Estados Unidos. Su hija es una contralto de muy buena categoría. Yo busqué a alguien, pero nadie me enseñó, nadie sabía música. Cuando me cambió la voz, de adolescente, imitaba con facilidad a Alfredo Craus, Mario el Mónaco, y otros tenores de la época que yo imitaba de alguna forma. Me gustan mucho las óperas de Richard Wagner, Rigolletto de Verdi. Los aclamaba, amaba la ópera y la sigo amando. La música que más me gusta es la música clásica. Me gusta lo mejor de lo clásico, como en la poesía, que me gusta lo mejor de cada poeta. Me gusta Mozart, es mi preferido, por su riqueza melódica. Luego Beethoven por su gravedad, fuerza y profundidad. De la sinfonía número 9 de Beethoven prefiero el tercer movimiento. Es increíble ese movimiento. Me gustan Chaikowski, Bach y todos los grandes compositores. Pero también amo la música popular, amo la música tradicional nuestra. Admiro las canciones compuestas por Belisario Romero, Anderson. Carla Lara, que es de una voz muy melodiosa, canta una canción de Anderson de corte internacional muy bella. En general admiro toda la música, pero especial la clásica. La sinfonía es como un gran libro, sin embargo, la hermana gemela de la poesía, para mí, no es la música, sino la pintura.
FL: Me gustaría que dé usted su parecer sobre la actualidad literaria hondureña.
JAC: Ese es un gran punto. Me ha sorprendido. Partiendo de mi época debo decir que éramos pocos; éramos poquitos y andábamos dispersos y divididos por los sentimientos políticos. Eran épocas de divisiones políticas en la que se pensaba que eres o no eres revolucionario, en la que si no arriesgas la vida no tienes obra, si no eres de izquierda no tienes obra. Había que demostrarlo con poesía y con hechos; había que unir la palabra al hecho real. Los poetas de ahora, en cambio, no han tenido ese problema. Ahora el problema con los poetas es con la forma y con la definición espiritual. La tendencia no es espiritual, hay más libertad del poeta para tener su propio yo. Antes se tenía un yo colectivo, ahora se tiene un yo individual. Esa es la gran diferencia. Sin embargo, yo los admiro a todos. Yo los he leído y todos aportan algo. Voy a hablar de los jóvenes de Tegucigalpa. Estos jóvenes los admiro mucho, primero, porque son solidarios. Tienen algo que no teníamos nosotros, que estábamos dispersos. En La Ceiba teníamos un grupo, “La Voz Convocada”, que si éramos muy solidarios y amigos, pero no era frecuente. Esta generación nueva sí. Incluso tienen sus propios estatutos, están bien constituidos, pueden viajar al exterior, consiguen ayudas, tienen sus propias orientaciones, su propia editorial y funcionan a la perfección con sus costumbres económicas del márquetin. De los de San Pedro Sula he leído el libro que usted me dio, (Muéstra Poética) del cual me encantaron muchos versos. Sólo que la poesía moderna exige de la complejidad del lector. Si uno se despoja de prejuicios encuentra obras de arte completas. Hay que desprenderse de aquello de yo “yo no lo conozco”. Hay que leer, no para juzgar, si no para sopesarlo. Leer al autor, no por lo que es, sino por lo que llegue a ser. Autores que publican malos poemas, malos libros, vemos que con el tiempo publican una buena obra. Por eso debemos darle tiempo al tiempo y no apresurarnos a matar a una persona que acaba de salir. Es un delito. Yo entiendo a los poetas jóvenes y los leo. Mi actitud es de comprensión y tolerancia, porque no me siento maestro, sino uno más. Odio que me digan poeta, porque para mí poeta es Rubén Dario, Neruda, Eugenio Montale.
FL: Finalmente, cuál es su visión de futuro de la joven literatura hondureña.
JAC: Yo la miro de un modo muy optimista. Desde luego, no todo da esperanzas de mayores logros. He visto en muchos poetas el márquetin y, al hablar con ellos, se ve el poco estudio. Adquirir una cultura literaria es cuestión de disciplina y de estudio continuo. Hay que leer todos los días. En todas las épocas ha habido poetas de gran calidad y narradores de gran calidad porque atrás hay maestros que siempre te guían, por emplo, Roberto Castillo, Marco Carías, entre otros. Narradores más jóvenes como Roberto Quesada, han confesado que han aprendido de estos autores que les han precedido. Lo mismo ocurre con los poetas, los poetas jóvenes que, aunque no busquen la influencia de los poetas nuestros, por lo menos asumen el rigor que se propusieron nuestros poetas y la disciplina que han tenido para desarrollar su obra. Del libro “Muestra Poética” de Los Novísimos, yo leí poemas de poetas que tienen una gran imaginación, donde se ve que buscan una poesía de pensamiento, una poesía reflexiva. Claro, todo depende del talento natural de cada uno, de la disciplina para tener obras. Las cuestión se ha disparado en varias vertientes. Por ejemplo, en mi época éramos poetas políticos, pero ahora no. Mi grupo –Generación del 70– hemos buscado la trascendencia, escribíamos poesía epigramática, pero también poesía reflexiva, poesía de amor. Eso ha hecho nuestra poesía más interesante. La gran poesía hondureña siempbre ha estado ahí, sólo hay que buscarla. No hay que buscarla en un libro total, ni en el pasado, el presente o el futuro.
Publicado por Fausto Leonardo Henríquez
Extraido de http://litart.mforos.com/1194902/7040789-jose-adan-castelar/
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