domingo, 31 de agosto de 2014

JOSEPH DONAHUE [13.110]


Joseph Donahue 

Nació en Texas, EE.UU., en 1954 y creció en Lowell, Massachusetts. Obtuvo un Doctorado en Literatura en Columbia University. Ha publicado varios volúmenes de su poesía, entre los cuales podemos mencionar, Incidental Eclipse (2003), World Well Broken (1995), Monitions of the Approach (1991) y Before creation (1989). Los poetas que más lo han influenciado han sido John Ashbery y James Schuyler. Actualmente es nuestro vecino en Durham y dicta clases en el programa de Inglés de Duke University.

Joseph es un tipo simpatiquísimo y, también, una figura muy activa en la escena de la poesía local. Es uno de los principales impulsores del Duke \ UNC Chapel Hill Working Group in Contemporary Poetry, una especie de peña literaria conformada por escritores que viven en la zona del Triángulo (buena parte de ellos estudian o trabajan en las universidades que dan nombre al grupo). Sin estas personas Durham no sería lo que ha sido para nosotros. Sin los diversos ciclos de lecturas de poesía que algunos de los integrantes del grupo se han tomado la molestia de organizar, sin el taller de escritura creativa dirigido por David Need y el taller de lectura de poesía que Joseph oficia en su casa, Durham, una ciudad pequeña, sería, sin duda, un paisaje estéril. El año pasado incluso organizamos en conjunto una conferencia sobre poesía y logramos traer poetas y académicos de distintos estados para ampliar nuestro circuito de intercambio.

A Joseph le gusta la música punk, el bourbon, la comida hindú y proponer traducciones bastante libres y, de paso, divertidas de los comentarios que escribimos en español en nuestras páginas del Facebook. Es, además, el más apasionado lector de José Antonio Ramos Sucre en los Estados Unidos. Los poemas que siguen los hemos tomado de su libro Terra Lucida (2009). 


[Eternal Typewriter
Poesía en traducción. Taller. Dayana Fraile, autora del libro de cuentos Granizo (2011) galardonado y editado por la I Bienal de Literatura Julián Padrón, y Guillermo Parra, poeta y traductor, traducen en conjunto poetas angloparlantes de vanguardia.]






El satélite
recorre un planeta muerto:

un río devolviéndose,
un puerto inundando un campo

en donde los árboles parecen
estar en llamas,

un Edén en angustia,
(aunque las imágenes a veces mienten.)

Chamuscadas colinas.
Barrancos color carbón.

El crepúsculo devora el mediodía.
El pronombre celestial ha muerto.

Los verbos son pedacitos brillantes
en la oscuridad eufónica,

en suntuosas sombras, en un seco
arroyo de fluidos rostros,

tembloroso, dormido,
& y algunos días despierto,

en el barrer de las cenizas
de las embaldosadas grutas de las tumbas.

Resulta que, espejos describen
órbitas dispersos,

ahora, imágenes de pájaros alzándose
desde los árboles en un mar

convirtiéndose en montañosos
y brillantes pastos

en donde tu gemela
ofrece nieve a sus labios

en un mundo a punto de ser.
Lo que quiere decir: tu cadáver

permanece inquieto, soñando
en el templo municipal

duplicándose como una morgue,
eufórico, como estas

hojas: chamuscadas
en el borde

verdes
en la espina…







En la turbulencia de lo que
no estaría dormido, la frase

descendió, estableciéndose en el interior de lo
que estaría dormido, tan inquieto

junto a la corriente de imágenes,
ansiando sueños, mirando las colinas

flotando en el río gris-verde,
hasta que la frase cae sobre la noche

como una vertiginosa dispersión de energía
por los cuadrantes oscuros de

la mente de lo que estaría dormido.
En esa soledad, en esa oscuridad,

la frase casi alcanza los labios de él,
casi se encuentra a sí misma pronunciada

ahí en la cama destrozada.
Pero la iluminación deseada

para esta noche no era palabras
o en las palabras, sino en el sentido

y alcanzarlo toma un rato,
que dado el mundo que fue

o el mundo dentro del cual hasta entonces
se había encontrado a sí mismo,

la frase que descendió fue
requerida por la verdad para residir en el acallamiento,

para padecer el silencio pre-articulado,
para traer, en alguna hora,

rápidamente aproximándose, quizás a la mano,
un maravilloso resplandor, si sólo para los

más exhaustos de los cuerpos
en sus casi-oraculares sacudidas…





Cuando más
comprendemos, más

incrédulos nos volvemos,
como si escucháramos, esa primera vez,

un destello de gemelos
dentro del útero…




Un cielo para la óptica, uno
para el misticismo, & a lo largo del vestíbulo,

esperando, en el escenario, un cuarteto de cuerdas.
Un halcón hace temblar los árboles mientras el sol cae

sobre estas casas, sobre estas colinas
en donde, ya que esto es California,

un padre le dice a su hijo: existen
dos clases de infinitos,

esos que pueden ser contados,
& aquellos que no. Y más tarde,

a la hora de dormir, la madre agregará
que existen esos cruzados

por almas una vez que han bebido
de blancas copas de magnolia

floreciendo sobre una terraza iluminada, en
un bosque, en donde invitados festivos brindan

por el abracadabra del cero,
como, en un árbol de ramas bajas en donde

el sendero se encuentra con la corriente,
los fantasmas de dos muchachas esperan en

la sombra por un transeúnte, más puro
que tú, a quien rebanarle

el corazón, & leer en su rojo
los caprichos de las estrellas.

Estoy mareada, pero no quiero
dormir, una muchacha le dice a la otra.

 No quiero que nuestra maravillosa
muerte sea sólo un sueño.





A SERVANT OF GOD WITHOUT A HEAD V 

Back then, the dying lay 
hypnotized. We let each see 
his desire. (Dialysis took all day.) 
One might love making birdcages: 
Step into your shop. Another, 
crave heaven: climb this street -- 
See the far off glowing wall. 
We’re out of your wine, 
the waiter concedes, words 
cut up in clatter, face starred 
in disco light from the dance floor. 
But we have another, a lot like it, 
from a vineyard called Clouds At Night. 
There will be a gap in the black 
when you die. Luckily, you are 
board certified for instrument flight, 
or the joy of seeing miles in darkness, 
cities and farmhouses scattered along rivers 
would be a fireball as the plane races 
into a mountain, upside down. 
So, Days of Awe dwindle away. 
A moon, unseen for 47 years, 
announces “hawg killin’ weather.” 
Leaves turn the color of bourbon 
and hogs tremble deep in their guts. 
What dark force has deleted 
the Email refuting all this? What 
devious legion from your past drags 
out the nickname you hoped would be 
forgotten, O "Pythagoras Reborn?" 
(On the news, Guliani lets slip -- 
The Surrealists are back from the dead. 
They have consented to reside here, 
in New York City, under cover, 
for the foreseeable future. 
Reporters stir, astonished, 
shouting out names. Breton? 
Artaud? Desnos? Eluard? Dumal? 
Perhaps the long lost Pierre Unik? 
Marcel Noll, not seen since 
the Spanish Civil War? 
The mayor lifts his hand: 
If you knew who and where 
they were, he cautions, it could 
compromise their dreaming.) 
Or here, in the swamp of 
Neveranger Isle, where our souls 
turn the deepening blue of patients 
in an imperiled ward. And I lie down 
where your lovely scent falls 
like rose petals from a cloud, 
and the pain under the bandage 
on my side flares. Elsewhere 
in this video game called 
Acts of the Apostles, 
an elixir wagon speeds 
into the next county, just 
ahead of the sheriff, and the voice 
of W. C. Fields rises in the last 
flickering of the day's flame 
over a forest of thirsty snakes, 
at the hour the grandson of 
Herod kills the brother of Christ, 
hour I open the home testing kit, 
piss like there’s life inside m . . . 
We are trading our hopes 
away like derivatives based on 
cloud flow over the Valley of the Kings, 
where a circus tumbler turned adventurer 
finds, now, the tomb of whoever 
I once was: 1) Osiris, 2) Eros, 
3) Christ, 4) Marcus Antonius, 
or 5) whoever’s viscera now 
win rebirth as bait in that final 
pit bull match behind the military 
school, where leaves are turning 
the color of a lemon cake made 
for a birthday, if this were Honolulu, 
and the night sky were a blindfold, 
black, as the thicket from which 
Abraham pulled the lamb, black 
as the bodice of a pop diva. 





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