viernes, 22 de agosto de 2014

ABEL RUBÉN ROMERO [12.992]


Abel Rubén Romero Morales 

Nació en Tecámac, estado de México, en 1984. Estudió la licenciatura en Derecho y Letras Hispánicas; actualmente cursa la Especialización en Literatura Mexicana del Siglo XX. Es colaborador de la revista literaria Los Bastardos de la Uva y de las editoriales Start Pro y Tierra Húmeda.




Carne es la palabra


I

Ira de polvo
brisa abrasada
pies gotarena
oceánica paz

Tiempo maníaco
Sitio en coma

I N A S I B L E S O P L O D E L E N G A Ñ O

Y e n e s a i n m e n s i t u d

pierdo

me

y

hallo
bebo

me

y
vivo




II

Toda es carne, amor,
carne hasta en el hueso,
carne en la memoria,
carne en el pescuezo;
carne fibrilenta,
carne ensimismada,
carne en la cabeza,
carne es la palabra.




III

sol de níveo espejo
colibrí sonrosado
espesa bosquedumbre
marco de peces
beso de viento
tus OjOs tus OjOs



IV

El hombre no es poeta si no se yerba
si no se roca
si no se pino
si no se lluvia
El poeta no es hombre si no se estiércol
si no se fango
si no se bestia
si no se humo

*De Luminiesencias, Tierra Húmeda, 2014





Mi carnal, mano

Para Rogelio Dueñas. Que la noche nos levante donde caiga.


Ya ves que entretiene la noche,
el filo azucarado del destierro neuronal
padecido en todo hoyo.
En toda lengua sostenemos la penumbra
y la alzamos como lepra resplandeciente,
como alma que galopa como faro,
que avanza a media luz como a luz plena.
Nos desgajamos versando en los puteros
los muchos tumultos de las vías etéreas
(motivo de la noche en nuestras bocas).
La transitada luna nos abriga en su oquedad,
en sus cavidades trasnochadas,
en su lengua picuda y creciente,
en su panza preñada de todos los cantos,
de todos los versos de un pasado remoto
que apenas nos alumbra y ya nos pertenece.
Pero, ¿a dónde iremos?, si felparon los caminos,
se extraviaron las bocas
y ya no hay sino putas cariñosas
y amores homicidas.
¿A dónde iremos?
si este mundo no soporta más palabras,
si al hombre nuevo se le seca la cabeza
y anda cuesta abajo raspando el pavimento.
¿A dónde irán nuestros tropiezos?,
si ya murió nuestra tonada
—desde hace siglos que hizo siglos.
¿A dónde, nuestro empeño fingidor de realidades,
realizador de ficciones? ¿A dónde irá?
Y nomás nos queda la balada corrupta de las horas tempraneras,
los mugidos ponzoñosos que lanzamos, como dientes de león,
contra  muros a cantos hace mil años muertos.
Hombre nuevo te sabes y te apuñalas con las letras,
y de tu sangre hedionda alcanzas la pipa y la navaja
y me hiero y fumo por el pecho
y hago aureolas de humo rojo.
Ya estamos muertos, mi carnal, mano, fallecimos antes de nacer.







Para un soneto Novo me contrata

Para un soneto Novo me contrata,
Violante nunca impuso tal aprieto,
y aunque no esté de moda, acepto el reto,
si es cosa de contar con mano y pata.

Pero, ¿cómo lograrlo?, si me mata
decir mis frustraciones no en cuarteto,
si yo leí no más que aquel folleto
que chanchan los del metro en la barata.

Es lo malo de hacer, cual quinceañera,
mi diario sin mesura ni decoro,
con versos que parió la cabecera.

Mas, ¿cuál es el problema?, si hallo el oro
de una beca estatal, ¡gran lisonjera!,
escupiré sonetos como loro.





Paseo

Todas las romas llevan al camino
a sondar la piedra y rasgarse las ropas,
a envolverse con lluvia y transeúntes,
a mirar las ratas mirar las ratas,
a inundarse de noche entre callejas oscuras.

Todo lleva a saber
las verdades de faldas, bragas y uñas,
a las mentiras de quienes pretenden las verdades,
a las abuelas y sus mitos fantásticamente ciertos;
a mirarlo todo mientras se pasa:
de la andadera a la andadera,
del pañal al pañal,
de la casa a la calle,
a la calle que es casa,
a la casa que es calle.

Ir y sólo ir es el destino,
arribar a las veredas,
a los caminos montañosos
de pieles verde y ocre,
a las manos erosionadas de las carreteras
donde nos paseamos
como moscas sobre brazos negros,
como hormigas cargando una hoja
para llevarla a nuestra casa
que es el camino siguiente.

Pero una vez allá,
en el fin de los caminos,
donde por única vez cede el paso
y nuestras plantas lejos de estar gastadas
han brotado girasoles,
y nuestras piernas han crecido
como un árbol mil años transeúnte;
cuando nuestros ojos
han tornado en cosmos
albergantes de ninguna realidad
y de todas las ficciones;
en el punto álgido
donde se arrodillará el cuerpo
antes que el ímpetu,
en el instante donde asoma
la huesuda sus aires de logro,
seguiremos siendo carne y fuego
incansablemente en marcha,
entrampando el milagro
de volver a comenzar.






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