miércoles, 17 de octubre de 2012

JOSÉ LUIS CAMPAL (8073)





José Luis Campal (Oviedo, 1965) es licenciado en Literatura Española, miembro correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos y pertenece a la Sociedad de Literatura Española del Siglo XIX. Ha comisariado exposiciones bibliográficas dedicadas a Ramón de Campoamor (2001), Marta Portal (2001), Alejandro Casona (2003) y El Quijote y Asturias (2005). Ha publicado ensayos en revistas especializadas internacionales y realizado investigaciones sobre escritores del XIX y XX (Palacio Valdés, Cela, Blasco Ibáñez, M. Pilares, J. León Delestal, Vital Aza, Clarín, Pérez de Ayala, M. Aub, Salvador Rueda). Ha publicado libros (La sidra en la poesía [2012]) y numerosas plaquettes en castellano, bable y portugués: A tientas (1983), Catálogo de infiernos (1991), Ángulos (1996), Les güelgues (2007), A paixão (2008), Algunos microrrelatos (2010), etc. Tiene inédito el libro Aurora de fulgor y trabaja actualmente en Corazóndemivida (Poemas del tiempo sufriente).




(Poemas pertenecientes a Aurora de fulgor, inédito)
Para Auro, atalaya y horizonte

II

Sorteando valles y montañas
brincan las manos buscándose.
Las protegen los colores de este otoño
que se renueva cada mañana.



V

El tren que me lleva a tu boca
atraviesa túneles de azúcar
y apeaderos de sonrosados mofletes.
Mi corazón corretea por el pasillo
dibujando en cada ventanilla
los sueños adolescentes
que nos abrasan en su delicia
al regresar intactos
del reino sin rutina ni horarios.



VIII

Recostada en tus pensamientos,
exhalas una magia insuperable
y viajo en tus ojos
al paraíso que revive en cada abrazo
el secreto de la felicidad.



IX

En el salvapantallas de mi alma
el virus de tu amor
se ha apoderado de todos mis píxeles.
Jamás estuvo mi disco duro tan sano.



XXII

Cuando tus manos
se separan de las mías,
el cataclismo de nuestros corazones
agrieta el universo
y huyen los colores de las palabras.



XXXI

Pacientemente, vamos aprendiéndonos
sobre el alfabeto que, sediento,
emerge de las manos aparejadas
escalándonos a cada hallazgo.
Nunca se acabará el día
en la comisura del deseo
mientras las bocas sólo se rindan
a los azules dardos de la emoción
que reordena el cielo en un parpadeo.



XXXIII

Cuando la luz nos congrega
a la ceremonia de la vida,
aún arden en los rescoldos de la noche
los secretos vencidos por el clamor,
las hambres que no se apaciguarán
en tanto sea tu voz buzón de mis murmullos.



XXXIX

Nos puede, y dejamos que se imponga,
una torrentera de abrazos
surfeando los apetitos inabarcables
del presente que no cesa.
Cuando las bocas galopan infatigables
esas playas de oro
que nos acarician bajo las estrellas,
nos deleitamos en los pliegues de la memoria
hecha certeza y consumación.



XL

De nuestros cuerpos vaciándose
recordamos cada mañana
los ardientes cánticos
que fulgían en las miradas
como hierba recién cortada,
embriagando las confidencias,
envolviéndonos en locos deseos
más parecidos que nada
a la vida por la que suspiramos
en los años de extravío.





XLVI

Me deslizo por la noche al trote,
ansioso por abrazarte. Nada me detiene
porque en volandas me llevan acordes
que jamás antes se timbraron para mí.





XCIII

De tus labios
brotan lianas
dulcísimas.
Voy a envolverme
en ellas
para ser tú
a todas las horas
del día y de la noche,
para crecer juntos
bajo las voces de tus ramas.








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