Daisaku Ikeda
Daisaku Ikeda (池田大作 いけだ だいさく, Ikeda Daisaku, n. Tokio, 2 de enero de 1928) uno de los fundadores del partido político humanista japonés Nuevo Kōmeitō, filósofo budista, escritor y poeta. Como presidente del movimiento budista Sōka Gakkai Internacional (SGI), se ha dedicado a diversas actividades por la paz y el fortalecimiento de las personas, y ha fundado instituciones culturales, educativas y de investigación sobre la paz en todo el mundo.
Daisaku Ikeda nació en Tokio, el 2 de enero de 1928; fue el quinto hijo de una familia de productores de algas marinas. Creció en una época en que el régimen militarista del Japón estaba conduciendo a la nación inexorablemente hacia la guerra. En 1937, año en que las fuertes hostilidades entre el Japón y la China culminaron en la conflagración entre ambos países, el hermano mayor de Ikeda fue enviado al frente de batalla, y luego, al tiempo, otro tanto sucedió con tres hermanos más. Su hermano Kiichi pereció en la guerra, pero la manera en que había expresado su disgusto ante el trato que los militares japoneses le daban al pueblo chino se grabó de manera indeleble en el corazón de Ikeda. Cuando Ikeda era un joven adolescente en la década de 1940, el Japón entró en la Segunda Guerra Mundial. Su hogar fue destruido dos veces por ataques aéreos, y él sufrió personalmente la devastación de los bombardeos que arrasaron la ciudad de Tokio, el 9 y el 10 de marzo de 1945, en los que perecieron cien mil habitantes. En el caos del Japón de posguerra, Ikeda conoció a Josei Toda (1900-1958), líder de la organización budista Soka Gakkai, quien se había opuesto a las políticas del gobierno durante la época de la guerra y había sufrido persecuciones y dos años de prisión como resultado. Josei Toda estaba dedicado a reconstruir la Soka Gakkai, organización que él había fundado junto con el educador Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944) en 1930, y que había resultado casi destruida por el gobierno militarista durante la contienda. Josei Toda estaba convencido de que la filosofía del budismo de Nichiren, que se centraba en el potencial de cada ser humano, habría de ser la clave para alcanzar una transformación social dentro del Japón. Ikeda ingresó en la Soka Gakkai en 1947. Se consagró por completo a apoyar a Josei Toda y a su visión, y completó su propia educación bajo la tutela de aquel, quien se convirtió en su mentor en la vida. Ikeda asistió a Toda cuando las empresas de este colapsaron durante la guerra y más tarde desempeñó un papel crucial en el monumental proceso de incrementar el número de miembros de la Soka Gakkai de solo tres mil familias en 1951, a setecientas cincuenta mil en 1957.
Presidente de la Soka Gakkai.
En mayo de 1960, dos años después de la muerte de Toda, Ikeda, de treinta y dos años, lo sucedió en el cargo de presidente de la Soka Gakkai. Una de las primeras iniciativas que tomó desde su nueva posición fue viajar a ultramar para brindar aliento a los miembros de la Soka Gakkai que vivían en el extranjero. En los Estados Unidos y en otros diversos países que visitó durante los años siguientes, Ikeda estableció una estructura organizativa que alentó y facilitó una interacción más frecuente entre los miembros. En los primeros años de su presidencia, concretó viajes a América del Norte y del Sur; a Europa, Asia, Oriente Medio y Oceanía, y en cada lugar estableció los cimientos de una organización global que hoy cuenta con miembros en ciento noventa y dos países y territorios.Fue también durante sus viajes al extranjero cuando comenzó a proyectar la fundación de una serie de instituciones destinadas a la investigación académica, el intercambio cultural y el estudio de la paz. Estas incluyen el Instituto de Filosofía Oriental (1962), la Asociación de Conciertos Min-On (1963), el Museo de Bellas Artes Fuji de Tokio (1983), el Centro Ikeda para la Paz, el Saber y el Diálogo (anteriormente, Instituto Bostoniano de Investigación para el Siglo XXI, 1993) y el Instituto Toda de Investigación sobre la Paz Global (1996). Tanto Josei Toda como el mentor de este, Tsunesaburo Makiguchi, fueron educadores que se dedicaron a implementar la pedagogía de este último sobre la creación de valor; y una de las iniciativas que tomó Ikeda fue establecer un sistema de instituciones educativas que plasmaran los ideales de sus predecesores. La fundación de las Escuelas Soka de Segunda Enseñanza Básica y Superior, en Tokio en 1968, fue seguida por el establecimiento de la Universidad Soka, en 1971, y de la Universidad Soka de los Estados Unidos, en 2001. La creación de esos centros de aprendizaje, que están abiertas a todos y no ofrecen educación religiosa, fue el primer gran paso dentro de una labor incesante destinada a desarrollar un sistema de educación humanística, que Ikeda ha descrito como la tarea culminante de su vida.En 1955, Ikeda comenzó a escribir su novela en forma de serie, titulada La revolución humana, en la que se detallan las luchas de su mentor, Josei Toda, para reconstruir la Soka Gakkai, una vez liberado de la prisión, a fines de la Segunda Guerra Mundial. La obra se inicia con una condena concisa y feroz a la guerra y al militarismo, y presenta un contexto claro de los objetivos del movimiento: “La guerra es atroz e inhumana. Nada es más cruel, nada es más trágico”.El 8 de septiembre de 1968, durante un discurso pronunciado ante unos veinte mil miembros de la División de Estudiantes de la Soka Gakkai, Ikeda hizo un llamado a la normalización de las relaciones diplomáticas sino-japonesas y delineó los pasos hacia la concreción de ese objetivo. Por ese entonces, la China era aún considerada una nación enemiga por mucha gente en Japón y se encontraba aislada dentro de la comunidad internacional. La propuesta de Ikeda recibió duras críticas, pero asimismo, atrajo la atención de quienes, tanto en la China como en el Japón, estaban interesados en restaurar las relaciones entre ambos países, como el primer ministro chino Chou Enlai.Encuentro con el primer ministro chino Chou Enlai (China, diciembre de 1974)Ikeda comenzó sus diálogos con figuras de la política, durante la década de 1970. Fue aquella una época de profunda tensión entre las superpotencias, lo que mantuvo a toda la humanidad en vilo, bajo la amenaza de un exterminio nuclear. Durante 1974 y 1975, Ikeda visitó la China, la Unión Soviética y los Estados Unidos, ocasiones en que se reunió con Chou Enlai; el primer ministro soviético Aleksey Kosygin, y el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, respectivamente, en un esfuerzo por superar el punto muerto en que se hallaban las relaciones y por abrir un canal de comunicación para prevenir el estallido de una guerra. Una de las características distintivas de la filosofía de paz de Ikeda es su compromiso con el diálogo. Él se ha reunido y ha intercambiado puntos de vista con representantes de las esferas culturales, políticas, educativas y artísticas de todo el mundo. Muchos de sus encuentros han sido publicados como diálogos en colaboración, en que ambos interlocutores buscan un terreno en común sobre diversos temas: historia, economía, paz, astronomía y medicina, por mencionar solo algunos. Entre las personas con quienes Ikeda ha publicado esos diálogos se encuentran el historiador británico Arnold Toynbee; el ex presidente soviético, Mijail Gorbachov; el teólogo Harvey J. Cox; la futuróloga Hazel Henderson; el activista brasileño de los derechos humanos Austregésilo de Athayde; el literato chino Jin Yong y el líder musulmán indonesio Abdurrahman Wahid. Las actividades de Ikeda durante la década de 1970 son la prueba de que su visión sobre el papel que juega el budismo de Nichiren dentro de la sociedad –la importancia que esa filosofía otorga a la felicidad de las personas— no se limita a un estrecho sentido de religiosidad. Para Ikeda, el budismo de Nichiren es la base filosófica de un compromiso activo con los desafíos globales del mundo de hoy.
Presidente de la Soka Gakkai Internacional.
El 26 de enero de 1975, los representantes de la Soka Gakkai de cincuenta y un países y territorios se reunieron en la isla de Guam, donde se estableció la Soka Gakkai Internacional (SGI), con Ikeda como presidente fundador. Guam, escenario de uno de los combates más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial, fue elegida simbólicamente como el sitio de esa reunión, que iniciaría un nuevo movimiento por la paz. Desde entonces, la SGI ha desplegado una amplia red global, con organizaciones de la SGI que han adquirido su personería jurídica en noventa países y territorios. Además de enseñar la práctica y la filosofía del budismo de Nichiren, las organizaciones locales de la SGI promueven las causas de la paz, la cultura y la educación en sus respectivas sociedades; y, a escala global, la organización ha desarrollado exhibiciones públicas internacionales sobre temas como la creación de una cultura de paz, la abolición nuclear, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Alentando a un miembro joven (Tokio, julio de 2006)En 1983, Ikeda comenzó a escribir propuestas de paz, que ha seguido publicando anualmente en el aniversario de la fundación de la SGI, el 26 de enero. Dichas propuestas ofrecen una perspectiva sobre diversas cuestiones de importancia primordial para la humanidad, y sugieren soluciones y respuestas sobre la base de la filosofía budista. Entre los asuntos prioritarios que se abordan en ellas, se cuentan iniciativas para fortalecer las Naciones Unidas y para incentivar la participación de la sociedad civil, que Ikeda considera esencial para el establecimiento de un mundo en paz. Las propuestas ilustran a menudo la importancia crucial del diálogo, como medio para superar el estancamiento de graves cuestiones globales.Además de su propia experiencia en épocas de guerra, el punto de partida de las actividades de Ikeda en bien de la paz fue la declaración por la abolición de las armas nucleares realizada por Josei Toda en 1957, un año antes de su muerte. Toda denunció que dichas armas eran la encarnación del mal absoluto y enfatizó que su empleo debía ser condenado, no desde el punto de vista de la ideología, la nacionalidad o la identidad étnica, sino desde la dimensión universal de la humanidad y del derecho inalienable a la vida de todas las personas. Ikeda se ha dedicado sin descanso a propagar ese mensaje alrededor del globo, despertando la conciencia pública y construyendo un movimiento popular dedicado a la abolición de esas armas absolutamente inhumanas. Conferencia en la Universidad de Harvard,Estados Unidos (septiembre de 1993)En 1974, Ikeda aceptó una invitación para dictar una conferencia en la Universidad de California, Los Ángeles. Al año siguiente, dio una conferencia en la Universidad Estatal de Moscú, titulada “Una nueva ruta hacia el intercambio cultural entre Oriente y Occidente”. En la misma ocasión, aceptó un doctorado honorario conferido por esa casa de estudios superiores. Tales hechos señalaron el comienzo de un reconocimiento internacional cada vez mayor por las contribuciones de Ikeda a los intercambios culturales y a la promoción de la educación y de la paz. Durante las décadas de 1980 y de 1990, Ikeda fue invitado brindar conferencias en unas treinta universidades de Asia, América y Europa. Sus disertaciones sobre temas como la educación, el intercambio cultural y la paz están sustentadas en la perspectiva budista y toman siempre en consideración el particular contexto cultural, intelectual e histórico del país en que se llevan a cabo. Hasta la fecha, Ikeda ha sido distinguido con unos trescientos doctorados y profesorados honorarios, otorgados por instituciones de todo el orbe. Sus escritos sobre la paz se emplean regularmente en carreras de nivel universitario, en países tan diversos como la Argentina y los Estados Unidos. Más de veinte institutos de investigación académica se dedican al estudio de su filosofía.El principio fundamental del pensamiento de Ikeda es la dignidad suprema de la vida, un valor que él considera la clave para una paz perdurable y para la felicidad del género humano. En su visión, la paz global reside esencialmente en la transformación consciente que cada individuo emprende en lo profundo de su vida y no depende solamente de las reformas sociales o estructurales. Si bien ese puede parecer un largo camino que recorrer, él tiene la convicción de que tal es el único modo de construir una cultura de paz imperecedera.Esa idea se expresa de manera más sucinta en un pasaje de su obra más conocida, La revolución humana, que relata de manera novelizada la historia y los ideales de la Soka Gakkai: “Una gran revolución en el interior de un solo individuo puede contribuir a lograr un cambio en el destino de una nación, y más aun, un cambio en el destino de toda la humanidad”.
Sean triunfadores de una noble vida
[IKEDA, Daisaku: Seikyo Shimbun, Tokio, 15 de enero de 2008. Publicado bajo el seudónimo literario de Shin’ichi Yamamoto.)]
A mis jóvenes amigos
Mi gran esperanza
es que ustedes,
jóvenes amigos,
vivan con noble compromiso
y actitud alborozada,
con satisfacción plena y total,
hasta su último día
de vida en la tierra.
La vida avanza en ciclo eterno.
La vida es indestructible.
Por eso, el Daishonin ha dicho:
“Lo importante es el corazón”. (1)
Los que viven su existencia
sinceramente entregados
a cumplir su misión
son recompensados
con un espléndido palacio interior
de felicidad.
¡No sean derrotados!
¡Triunfen con resolución!
Esta es su hora
de ponerse en pie
como adultos
plenos de confianza,
esta es su hora de ser,
en esta existencia,
victoriosos triunfadores de la vida.
Lo que construye la nueva época
es la pasión y la fuerza de los jóvenes.
Alejandro Magno
tenía veinte años
cuando fue coronado
Rey de Macedonia.
Ardiente de anhelos,
emprendió la epopeya de unir
Oriente y Occidente,
y dar a la civilización humana
nuevos horizontes.
Yo, a los veinte años,
tuve la fortuna de escuchar
al maestro Josei Toda
disertar sobre el Sutra del loto,
y en este poema
di voz a mis sentimientos:
El presidente Toda
será el mentor de la humanidad.
. . . . . . . . . . . . . . . .
Tiene la gran convicción de avanzar,
seguro de impartir
felicidad suprema a los semejantes.
Posee una sublime pasión por la justicia
capaz de imponerse en cualquier circunstancia.
. . . . . . . . . . . . . . . .
El mundo es impuro y confuso.
¿Quién podrá purificar
al hombre y a la sociedad?
La Soka Gakkai posee una misión
grande y profunda.
Todo quedará definido
por el avance de la Soka Gakkai.
. . . . . . . . . . . . . . . .
Jóvenes,
avancemos
llevando en el alma
una gran filosofía.
Yo, a mis veinte años,
conozco el camino para crear
una juventud
de gloria suprema. (2)
Sesenta años han pasado desde entonces.
Esta monumental travesía
de paz, cultura y educación
ha crecido hasta ser, hoy,
una alianza humanística
que une a los pueblos del mundo
en ciento noventa territorios y países.
¡Ahora y en este preciso instante,
en virtud de un místico y maravilloso lazo,
han surgido ustedes, mis jóvenes amigos,
briosos y pujantes,
irrumpiendo en la tierra de su misión!
El 15 de enero se celebra la creación
de la División de Estudiantes Secundarios,
cuyos miembros hoy son nuestros sucesores.
Para festejar ese día,
estos jóvenes de brillo y de talento
me han obsequiado una antología,
El sol de la sabiduría,
donde ellos mismos compilaron y editaron
citas que les brindaron
una honda inspiración.
Profundamente agradecido,
por sus sinceros esfuerzos,
quisiera mencionar
algunas de estas máximas
en mis versos.
Ante todo,
un pasaje de ¡Corre, Melos!,
la novela de Osamu Dazai:
“La confianza entre amigos
es el tesoro más grande de la vida”. (3)
¡Y cuán cierto es!
Yo también he hecho
genuinas amistades en todo el orbe,
y digo que las grandes personas
jamás traicionan a sus amigos.
Yo espero que ustedes,
mis camaradas,
sigan orgullosamente
el camino que Melos nos mostró.
Leo en otra cita:
“La opinión pública
es la fuerza más poderosa del mundo”. (4)
Lo dice Hall Caine
en La ciudad eterna.
Siento que la misión
de los jóvenes
y su responsabilidad
es crear una opinión pública
ecuánime y cabal.
Y encuentro también
palabras de un astro del fútbol,
mi amigo Roberto Baggio:
“La victoria sólo puede lograrse
superando la adversidad.
Ninguna victoria se ha conquistado
sin una cuota de aflicción”. (5)
¡Eso es!
El budismo enseña que el sufrimiento
es el trampolín que nos empuja
hacia la iluminación.
El padecimiento nos permite
expandir inmensamente
nuestro estado vital;
por eso las grandes luchas
conducen a grandes éxitos y honor.
Durante la persecución de Atsuhara,
el joven Nanjo Tokimitsu
luchó con el alma bravía de un león
tal como el Daishonin le enseñó.
Cuando libró esa histórica contienda,
tenía apenas veinte años.
El Daishonin le escribió a Tokimitsu
en una carta:
“Sea como fuere,
conságrese al Sutra del loto
y tenga fe en sus enseñanzas.
Pero, además de creer en él,
debe alentar a los demás a que también lo hagan,
para poder salvar a aquellos
que han sido sus padres
en todas sus existencias pasadas”. (6)
“Mi deseo es que todos mis discípulos
puedan hacer un gran juramento”,
escribió en otra carta. (7)
Allí mismo, agregó:
“Ya que en ambos casos moriremos igual,
uno debería estar dispuesto
a ofrecer la vida al Sutra del loto.
Piense en esto como la ofrenda
de una gota de rocío
que se reintegra al océano,
o de una partícula de polvo
que retorna a la tierra”. (8)
Josei Toda, mi maestro,
consideraba que la máxima dicha
y el honor supremo de su vida
era haber luchado
junto a Makiguchi, su mentor,
desde los veinte años,
cuando comenzó a apoyarlo y
a prestarle servicio,
aun compartiendo el presidio
en defensa de un mismo ideal.
Yo también apoyé y serví a mi maestro,
el presidente Toda,
en total unión e inseparabilidad.
Makiguchi, nuestro primer presidente,
llevaba veintinueve años a Toda,
su discípulo.
El maestro Toda, a su vez,
era veintiocho años mayor que yo.
Cincuenta y siete años, entonces,
es la diferencia de edad que hay
entre el primer presidente y el tercero.
Me parece interesante notar que
la tercera generación,
contando a partir de mi vida,
son nada menos que ustedes,
mis camaradas de la División Juvenil.
En honor a ustedes,
jóvenes adultos,
este año hemos plantado
un castaño de la India
en Inglaterra,
en el hermoso centro cultural de Taplow Court.
Hoy es un frágil retoño,
pero con el tiempo
será un robusto ejemplar,
de casi veinticinco metros de altura.
En Europa, los castaños de la India
adornan las calles de muchas metrópolis:
se los ve en París,
engalanando los bulevares
con sus bellas flores rojas y blancas.
Hans Christian Andersen,
el entrañable autor de cuentos infantiles,
escribió un relato aleccionador
sobre un castaño que comenzaba a crecer.
“No busquen la gloria efímera”,
decía su moraleja.
¡Al amor del sol
y fortalecidos por ocasionales huracanes,
crezcan altos y fuertes,
como el imponente castaño!
Se dice que este árbol simboliza
el talento y la genialidad.
Pero el genio es sinónimo
de ardua tenacidad.
¡Amigos míos!
¡Triunfen mediante su propio esfuerzo!
¡Venzan a fuerza de perseverar!
Y, al final,
yérganse imponentes,
como un árbol en plena majestad.
El activista coreano An Chang-ho
nos legó estas palabras de aliento:
“Sean dedicados
en todo lo que hagan:
en lo grande y en lo pequeño”. (9)
A los veinte años,
Marie Curie vivía en forma independiente,
costeándose gastos y estudios
con el sudor de su trabajo.
En el rigor de tales circunstancias,
escribió:
“Hubo días tremendos;
lo único que morigera los recuerdos
es saber que todo lo afronté
y lo resolví con honestidad,
y con la frente bien alta”. (10)
Sin ceder al desaliento
de las dificultades
y pese a su juventud,
puso alma y vida en el objetivo
de desarrollarse.
Su autodisciplina y su labor perseverante
construyeron las bases
que le permitieron cumplir
la más noble misión
como mujer,
como ser humano
y como pilar de la ciencia.
En 1822,
también a los veinte,
Víctor Hugo publicó
su primera antología poética.
“El pensamiento,
más que un derecho
—declaró Hugo—,
es el espíritu esencial del ser humano.
Quien obstruye el pensamiento
atenta contra el hombre”. (11)
Ustedes,
que en su juventud
estudian y practican
la filosofía más excelsa de la humanidad,
son los jóvenes más sobresalientes,
los campeones juveniles de la tierra.
Es tal como escribe el Daishonin:
“Si la Ley que uno adopta es suprema,
la persona que cree en ella
también debe descollar sobre todos los demás”. (12)
Aristóteles,
el magno filósofo de la antigua Grecia,
advirtió que el poder
no debía otorgarse a los necios. (13)
Por eso,
los jóvenes esclarecidos
deben esgrimir la palabra con valor
e impugnar a los soberbios.
El norteamericano Walt Whitman,
el poeta del pueblo,
indicó al Presidente
que debía quitarse el sombrero
reverenciando a la gente,
y no esperar su reverencia. (14)
Mis amigos,
sean aliados del pueblo
y amigos de la gente sencilla…
¡Campeones de la humanidad!
¡Vivan toda su existencia
con espíritu enérgico y brillante!
Señaló Goethe, el coloso de las letras:
“El alma del hombre
es como el agua transparente:
de los cielos desciende,
a los cielos retorna,
y sobre la tierra
se vuelve a derramar,
en ciclo interminable”. (15)
¡Amigos!
¡Amigos valientes!
¡Por amargos y desagradables
que sean sus problemas,
jamás se dejen vencer!
Las personas realmente felices
conocen el camino de sabiduría
que lleva a la victoria.
Aun en las épocas más duras,
ellas avanzan con bravura y corazón exultante
por la senda escogida,
sin dejarse desanimar.
¡Amigos míos!
¡Atrévanse al camino
más borrascoso y traicionero!
Remonten cada escollo
y conviértanlo
en una florida senda de felicidad.
Serenamente escriban
su propia historia
de orgullosas hazañas y de logros.
¡Mis jóvenes amigos!
¡No se dejen derrotar!
¡No sucumban jamás!
Alcen la cabeza
y arremetan,
como auténticos campeones.
¡Hasta triunfar!
¡Hasta lograr todas sus metas!
Con una sonrisa
y el corazón triunfal,
alcen la vista al cielo inmenso.
Allí,
sonrientes y velando por ustedes,
encontrarán el rostro de su padre,
el rostro de su madre,
el rostro de su mentor
y el de sus amistades.
¡Amigos míos!
¡Jamás se desvíen por
las sendas siniestras de la infelicidad!
Sus ojos relumbran…
Ustedes tienen la sabiduría
de distinguir el bien del mal,
y las falacias de las verdades.
Hay convicción
en sus creencias.
Sus vidas asentadas en el bien y en la verdad,
garantías de victoria,
brillan con eterno resplandor,
iluminadas por las funciones universales
que velan por ustedes
de cumbre a cumbre,
de mar a mar,
desde el firmamento
hasta el universo ilimitado.
¡Ahora,
mis jóvenes amigos,
avancen!
¡No se demoren!
Rebosantes de confianza,
desplieguen su mejor actuación
en pos de la victoria.
¡Noble es la juventud…!
¡Preciada es la vida…!
¡Amigos míos,
triunfen sin excepción!
¡Sean jubilosos vencedores,
en todas las circunstancias!
(1) The Writings of Nichiren Daishonin (WND), Tokio, Soka Gakkai, 1999, vol. 1, pág. 1000.
(2) IKEDA, Daisaku y otros: The Wisdom of the Lotus Sutra: A Discussion (Conversaciones sobre la sabiduría del Sutra del loto), Santa Monica, World Tribune Press, 2003, vol. 6, págs. 266-267.
(3) DAZAI, Osamu: Run, Melos! and Other Stories (¡Corre, Melos! y otros relatos), Tokio, Kodansha International, 1988, pág. 127.
(4) CAINE, Hall: The Eternal City (La ciudad eterna), Nueva York, D. Apleton and Company, 1901, pág. 532.
(5) BAGGIO, Roberto: Roberuto Bajjio Jiden (Roberto Baggio en sus propias palabras), Tokio, Ushio Shuppansha, 2002, pág. 10.
(6) WND, vol. 1, págs. 964-965.
(7) Ib., pág. 1003.
(8) Ib.
(9) Traducción indirecta del coreano.
(10) CURIE, Eve: Madame Curie, Nueva York, Da Capo Press, 2001, pág. 79
(11) HUGO, Víctor: “Pendant l’exil: 1852-1870 (Durante el exilio: 1852–1870)”, Actes et Paroles (Actos y palabras), París, Albin Michel, 1938, vol. 2, pág. 171.
(12) WND, vol. 1, pág. 61.
(13) Sekai Jinsei-ron Zenshu (Perspectivas del mundo sobre la vida), Tokio, Chikuma Shobo, 1963, vol. 1, pág. 293.
(14) WHITMAN, Walt: Complete Poetry and Collected Prose (Poesía completa y prosa compilada), Nueva York, The Library of America, 1982, pág. 6.
(15) GOETHE, Johann Wolfgang von: “Song of the Spirits over the Waters (Cantar de los espíritus sobre las aguas)”, Selected Poems (Poemas selectos), Princeton, Editorial de la Universidad de Princeton, 1983, vol. 1, pág. 71.
Para honrar a la madre
[IKEDA, Daisaku: Soka Fujin Shimbun, Tokio, febrero 1995. El poema fue escrito el 2 de enero de 1995.]
¡Madre!
Sublime, noble, indomable...
Aunque eres suave,
¡nadie hay tan fuerte!
Aunque sonríes,
aunque cautivas con tu gracia,
también sabes intimidar.
Quizá te muestres simple
como los niños,
pero eres, en verdad,
una perspicaz alumna de la vida,
una “doctora en Asuntos Cotidianos”.
¡Qué oscuro sería el mundo, sin ti!
¡Qué tibio, en las cuatro estaciones,
lo es, contigo!
Haces que sople la brisa más fragante,
haces que florezca el más armonioso jardín.
Tu corazón es el de un bodhisattva,
tu alma, la de un buda.
Y en tu forma de guiar, de conducir,
lo que despliegas es arte y maestría.
Podrás sufrir, estar triste o deleitarte:
de todas formas siempre sabes
cómo crear un mundo
seguro y digno de disfrutar.
Eres un médico brillante
cuando hay que curar las heridas del alma.
Y tu corazón,
tan hondo como el océano...
Y tus ojos, siempre abiertos,
que buscan y buscan la verdad...
Y tu mirada, familiar y cálida...
Día tras día,
en la cresta del alba,
al nadir de la noche,
tus palabras sin palabras nos dicen:
“No he de abandonarlos; no, todavía...”.
Ese alma prodigiosa
que arde, empurpurada,
como el Sol...
¡cúanto nos nutre con su luz espléndida...!
¡Esa lumbre, transida de amor,
que nos toca y nos inunda,
ahuyentando la sombra y la tiniebla!
No hay día que no marques el rumbo,
que no guíes al pueblo
hacia las nobles alturas de la paz.
Sabes crear lazos de alegría
con todos los que encuentras:
la tuya es la lucha más compasiva
por los derechos del hombre,
por la paz, por el avance sin pausa
--paso tras paso--
hacia un mundo mejor.
¿Quién podría igualarte
o dejarte atrás?
Ningún político, por cierto,
ningún famoso,
ninguno encumbrado en el poder.
Es tal tu grandeza,
que has acopiado un cofre ilimitado
de recuerdos
de valor y de profundidad sin par.
¿Qué pueden importarte a ti las riquezas?
En cambio, allí está tu sonrisa,
serena, imperturbable...
Entre risas,
alabas tus propios y sencillos manjares,
“¡mejores de los del mejor restaurante!”.
Festejas tu casa pequeña y atestada,
“¡más práctica y mucho más fácil de limpiar!”.
Te elevas por sobre toda la malicia;
nunca puede alcanzarte la crítica mendaz.
Eres la protagonista de la realidad:
¿hay alguna celebridad que te iguale en sabiduría?
En el escenario más grandioso,
en las más sublimes alturas,
tú danzas junto a los budas
de las tres existencias,
mientras te envuelve el aplauso
estruendoso de las deidades budistas.
¡He aquí verdadera popularidad!
Sin dar crédito a calumnias
ni a críticas infundadas,
sabes muy bien quién es hipócrita,
quien vive consumido por los celos,
quien se entrega a la mentira.
No se me ocurre que haya un fiscal
que se atreva a ser el rival
de tan recta perspicacia...
Nunca te rindes bajo el yugo de la autoridad,
jamás cedes ante la mendacidad maligna;
eres madre,
¡madre de la verdad y de la justicia!
Para ti, mi gratitud.
Para ti, mi más profunda reverencia.
Viajero
[IKEDA, Daisaku: La revolución humana, vol. 1, Buenos Aires, Emecé Editores, 1989, pág. 178.]
Viajero,
¿de dónde vienes?
¿Y a dónde vas?
La luna se ha escondido,
y el sol todavía no ha salido.
En la oscuridad que precede al amanecer
avanzo
en busca de luz.
Para dispersar las oscuras nubes de mi mente,
para buscar un gran árbol que la tormenta no derribó,
surjo de la tierra.
¡Que flamee, intrépido, el estandarte de los jóvenes!
[IKEDA, Daisaku: Seikyo Shimun, Tokio, 10 de junio de 1998.]
Dedicado a nuestros sucesores, los amados miembros de la División de Jóvenes, tesoros de la SGI.
¡Que soplen, furiosos, los vientos!
¡Que crezcan, bravías, las olas!
Yo soy la juventud,
la insignia escarlata que flamea en la tormenta:
nada me intimida,
nada me doblega.
El preciso lugar donde me erijo
es el punto inicial de todas mis campañas;
el instante actual, el hoy,
es el llamado perpetuo de los nuevos desafíos.
Cuando pienso en el futuro,
siento arder flamígero en mis venas
un torrente de valor y de fuerza ilimitada.
¡Vendavales y olas!
Soy joven y audaz;
con bravura lucharé
y opondré temible resistencia
a sus embates inclementes.
Tú, amigo, ve por mar,
que yo marcharé por tierra.
Intrépido me he de erguir
ante la contienda de mi vida;
zarparé rumbo al norte que he escogido
como objetivo de mi existencia
con inquebrantable decisión
para emprender, sin dudar, la misión más loable.
Soy el joven que se lanza a la tormenta
sobre las alas gloriosas de la libertad.
Con ellas, llego más alto
que los veteranos líderes de las naciones.
Con ellas, miro lo esencial
con más sagacidad que los políticos astutos.
Tan rotunda es la preeminencia de los jóvenes,
que nada la puede desintegrar,
pues abrazamos la estrella de un destino eterno,
decidida la vida a brillar.
Así es nuestra juventud,
amplia en su despliegue sobre la escena del mundo.
¿No es la juventud, entonces,
el tesoro de la humanidad?
¿No son los jóvenes, acaso,
de la paz la verde pradera?
Cuando nos unimos tras una misma meta,
resuena un trueno ensordecedor
que condena los abusos del poder arrogante.
Su porte gallardo,
sus ojos brillantes
rebosan de vida,
de energía inextinguible,
con la cual, sin límite,
avanzan los jóvenes.
Y cada una de sus manifestaciones
exhibe los nobles rasgos de la esperanza.
La juventud así no arredra
ante los obstáculos ni el dolor,
ni arredra ante la pena;
por el contrario,
unos a otros los jóvenes se alientan;
vuelcan cada palmo de sus fuerzas
para erigir, en su propia existencia,
un Arco del Triunfo colosal.
Allí flamea, intrépida,
la insignia escarlata de la victoria más brillante.
¡Sin falta avanzaré!
¡Esta es la prueba que dejaré,
en esta existencia,
de una juventud insuperable!
"¿Cuál es el propósito de cada cosa?"
He aquí mi constante pregunta
que, en busca de respuestas,
se traduce en lucha interminable.
Cuando en la noche brame la tempestad furibunda,
cuando azoten las olas, con saña sin cuartel,
yo sabré sólo avanzar,
resuelto e indomable.
Mis ojos no buscarán más que al primer sol,
ése que majestuoso, sobre el cielo del Levante,
nunca deja de ascender.
¡Jóvenes, entrañables amigos!
¡Con sagaz discernimiento,
agucen la mirada, hablen con valor,
marchen siempre sin dudar!
Recuerden que, allende el horizonte,
vendrán seguidores por miles,
buscando la luz intemporal del Sol.
¡Ah, jóvenes amigos,
prepárense para montar
sus raudos corceles blancos!
Marchen,
a la vanguardia del pueblo,
consagrados a la misión
que el Buda nos propuso concretar.
¡Es hora de salir al galope,
puro avance, pura valentía!
Surquen montañas y valles,
crucen millas y leguas con alegría,
sin que nada sea obstáculo.
En alas de la dicha exultante,
marchen junto a sus pares en la fe,
por la vasta extensión del mundo.
¡Atraviesen la lóbrega penumbra!
Pues cada gota preciada de sudor
y cada palmo de su esfuerzo
los llevarán al escenario de oro de la época nueva
con la que todos venimos soñando.
¡Bien alta la cabeza, jóvenes!
¡Bien erguido el porte, mis amigos!
En cada contienda, elijan la línea del frente,
y que su presencia se dé a conocer.
Nada ni nadie es contrincante
capaz de vencer a la juventud.
¿De qué se trata la victoria, en suma?
De no rendirse nunca,
de no darse por vencido jamás.
Los jóvenes no conocen el desaliento.
Pues al que nunca baja los brazos,
ni sumido en la peor adversidad,
le espera un escenario restallante.
¡Obsérvenme!
Cuando despierte,
cuando despliegue mi verdadero potencial,
nacerá por fin el tiempo nuevo,
y asomarán los rayos de una gran revolución.
Soy la mirada que refleja el porvenir,
soy el relámpago de la elocuencia inspirada
que desbroza la mentira de la verdad.
Soy la filosa espada de la justicia
que cercena y corta el mal,
que eternamente lucha
para que la sociedad despierte.
Así es la juventud.
¡Qué se encienda la luz en los ojos de los jóvenes!
¡Qué se adueñe la fortaleza de los jóvenes corazones!
Se cierra el telón sobre ti,
siglo sangriento de muerte y de horror.
¡Qué heridas dolorosas has dejado!
¡Qué amargo legado de pena y de terror!
Has hecho temblar a la humanidad
bajo la sombra de las armas más perversas;
la has dejado, estremecida y trémula,
bajo las nubes más negras
que han poblado el horizonte.
¡Qué lúgubre y opresivo se ha vuelto
este clima finisecular!
Los acordes de la destrucción
se apoderan de la sinfonía del siglo viejo:
ay, el son ominoso de los bombardeos,
ay, el ruido nefasto de las metrallas,
y los gritos de los niños,
y los gritos de las madres,
lamento malhadado de los que buscan refugio
y no lo hallan...
"Ay, amigos,
¡no más estos sonidos!",
imploraba Beethoven.
El canto imponente de la juventud
revitalizará la historia
y cerrará la ominosa memoria
de tanto sufrimiento humano.
Cuando arribe, por fin, la nueva época,
serán ustedes, los jóvenes,
quienes dirigirán la sinfonía colosal
que habrá de resonar por el vasto universo.
¡Mis amigos:
a cantar, a danzar, a regocijarnos juntos!
Se eleva el telón:
¡que comience la obertura más digna y grandiosa!
Es que ya se escuchan los acordes
de una portentosa orquesta sinfónica.
¿Quiénes son sus músicos? La heroica juventud.
Ha sonado la campana que anuncia la partida.
¡A levar las pesadas anclas!
¡A izar las velas!
Es hora de que zarpen los jóvenes
y emprendan su magna travesía incesante,
envueltos en la luz brillante
de una miríada de estrellas.
¡Camaradas de las tres existencias!
¿Están listos para la victoria?
No descuiden, jamás, ni el mínimo detalle.
Pero cuando hayan dejado el muelle atrás,
tampoco vuelvan hacia tierra la mirada.
¡Apróntense ya!
Encuentren la ruta certera sobre las aguas,
como orcas majestuosas;
piensen en las gigantescas olas que suben y bajan
como la caricia mansa de una mecedora;
recuerden que la osadía y el valor
son, para la victoria, las claves esenciales.
¡Les hablo a cada uno de ustedes!
Obren para conseguir que todos,
amigos y contrincantes,
lleguen hasta la orilla
de la dicha y de la paz,
todos, sin excepción,
todos, sin falta.
Sean, a veces, la proa del navío,
primera siempre en campear vientos y olas.
Sean, a veces, el motor rugiente
o sus turbinas propulsoras.
Y sean, también, los que trabajan día y noche
en la sala de máquinas,
cubiertos de grasa y de tizne.
¡Les hablo a cada uno de ustedes!
Surquen los mares tempestuosos
con energía y pasión,
y concreten el periplo del perfeccionamiento humano;
láncense a explorar una ruta sin mapas,
enmarañada por la espesura virgen,
y busquen con arrojo las costas lejanas.
La vida es una lucha.
La vida es una contienda que dura hasta el final.
Nadie puede escabullirse,
nadie la puede evitar.
Yo soy un guerrero valeroso;
así esté solo,
invariablemente me he de levantar.
Mi corazón nunca se aleja del campo de batalla;
de ese campo donde el descanso no existe.
Estoy de pie en el escenario
de la contienda más encarnizada,
que pone frente a frente fuerzas opuestas:
la esperanza y la desesperación,
el valor y la cobardía,
la inacción y el desafío.
Aunque la tierra sea mi único alimento,
aunque las uñas sean lo único que me sostenga
del peor precipicio,
yo seguiré avanzando,
de a pulgadas, de a centímetros,
decidido a quebrar la adversidad.
¡Amigos, luchen ustedes también,
con postura de noble heroísmo!
Recuerden las palabras del Daishonin:
"¡Los discípulos de Nichiren nada lograrán
si se rinden a la cobardía!".
Recuerden lo que dijo Nikko, su sucesor:
"Hasta que logremos el kosen-rufu,
propaguemos la Ley con toda nuestra capacidad,
empeñando en ello el alma y la vida".
¡Ustedes, jóvenes amigos,
conocen una filosofía de suprema profundidad!
¡No se dejen engañar por la hipocresía,
no muerdan el tentador anzuelo de la ilusión!
¡Desenvainen la espada espiritual de la justicia
y luchen, hasta que ya no quede en pie
ni un solo asomo de tiranía!
¡Que resoplen los vientos del coraje,
que tañan cada día,
bien sonoras las campanas del avance!
¡Y que ensordezca el rugido formidable
de los camaradas, pletóricos de fuerza,
invencibles en la unión!
¡No teman al aullido de los lobos!
¡Háganles oír el rugido del león!
En el mundo en que vivimos
prevalecen las cinco impurezas.
Sólo hay lugar para el avance, entonces,
hasta abrir las compuertas del dique
que contiene nuestra indignación
frente a aquellos que destruyen la justicia.
Que sepan, de una vez por todas,
cuán eterno y cuán amargo
habrá de ser su remordimiento.
¡Triunfemos!
¡Hasta derramar, juntos,
lágrimas de júbilo y de alegría!
¡Jamás nos rindamos
ante la impostura y la opresión!
¡Y les digo, jóvenes,
en el transcurso de nuestra lucha,
infaliblemente
derribemos a cada enemigo del Buda!
¡Seamos el sol cuya lumbre magnífica
libere a los pueblos de todo temor!
En La ciudad eterna,
la célebre novela de Hall Caine,
dos jóvenes camaradas llamados Rossi y Bruno,
unidos por su mutua confianza,
luchan hasta los límites de su ser,
firmes y sin que el miedo los detenga en su causa.
Ni la amenaza de la muerte les podrá impedir
que construyan una "ciudad eterna" del corazón.
Mis jóvenes amigos,
construyan ustedes también
su propia ciudad eterna,
unidos en pos de un objetivo
y haciendo gala de una consagración
tan bellamente unida e inseparable,
que supere, incluso, a la de aquellos héroes.
Que la ciudad eterna construida por ustedes
perdure a través del pasado, el futuro y el presente.
Esta tarea es su misión:
su nombre es kosen-rufu.
Hasta que ese objetivo se concrete,
únanse con solidez
y no cesen de avanzar.
Hay incontables jóvenes,
innumerables compañeros
que comparten esta filosofía de paz,
no sólo en el Japón,
sino en América del Norte,
en América del Sur y Central,
en Europa y Africa,
en toda Asia y Oceanía,
y en cada rincón del orbe.
Tomados de las manos
con los jóvenes del mundo entero,
extendamos una red sin límites ni trabas;
trabajemos en concierto
y construyamos, por fin, una ciudad eterna,
un reino de brillo indestructible,
que resplandezca en el siglo XXI.
3 de julio
En conmemoración del día en que mi maestro recuperó la libertad,
y de la fecha en que yo mismo fui encarcelado.
Oda a la paz, cimiento de la felicidad perdurable
[IKEDA, Daisaku: Seikyo Shimbun, Tokio, 30 de abril de 2007. Publicado bajo el seudónimo literario de Shin’ichi Yamamoto.)]
Para vivir con esperanza,
necesitamos tener paz.
Para tener vidas dichosas,
debemos impedir la guerra,
a toda costa.
El propósito de la existencia
es ser feliz.
El propósito de la existencia
es combatir y vencer
la negrura del sufrimiento.
Los que infligen
sufrimiento y dolor a los demás
son infelices por dentro.
Mas los que triunfan
sobre sí mismos
conquistan la felicidad.
Yo también
soy de los que avanzan
al ritmo de la esperanza:
¡avanzo
con deleite y vigor!
¡No seré vencido!
¡No me rendiré!
Hay algo
más vasto aún
que el extenso firmamento:
¡mi vida!
Hay algo
más profundo
que el océano insondable:
¡tu vida!
Hay algo
más preciado
que la opulenta riqueza
del orbe infinito:
¡nuestra vida!
Por eso,
no permitamos
los actos aberrantes
que la vida lesionan:
luchemos con bravura
contra las fuerzas tenebrosas
que buscan destruirla.
Nada es tan brutal
como la guerra.
Nada es tan cruel…
¿Cuántas lágrimas
han derramado las madres?
¿Cuántas juventudes
han sido tronchadas?
¿Cuántos niños
vieron enmudecer
su risa cristalina?
¡Cambiemos la historia!
¡Transformemos la época!
¡Acerquemos a los pueblos!
Si llega el invierno,
¿podrá faltar mucho
para que llegue el calor vernal?
Es hora de entonar
a viva voz
un himno a la primavera de la paz.
Cuanto más negra es la oscuridad,
más se aproxima el día…
Es hora de tañer,
con todas nuestras fuerzas,
las campanas que anuncian
la aurora de la paz.
En el cielo hay caminos,
caminos de aves,
por donde ellas echan a volar.
En el mar hay senderos,
senderos de peces,
por donde se lanzan a nadar.
En el cielo hay rutas,
órbitas celestes,
por donde transitan los astros.
Y también hay una vía,
la de los principios humanos,
que los hombres debemos respetar.
Esa vía no es más
que el recto camino de la paz.
Comencemos
por aquello que podamos hacer.
Avancemos,
aunque sólo sea un palmo.
¡Escalemos esa montaña,
crucemos este río!
¡Lancémonos a campo traviesa
y remontemos las sierras!
¡Corramos a ese pueblo
y dialoguemos con los amigos!
¡Nunca nos ha de faltar
la luminosa confianza
de que, algún día,
magníficos amigos de pensamiento afín
seguirán las sendas
que hoy abrimos!
¡Si no tienen esperanzas,
háganlas surgir!
Si el mundo que los rodea
es siniestro,
¡sean ustedes el Sol
que lo ilumine!
La felicidad
no es algo que debamos perseguir.
Es ella la que nos alcanza
cuando vivimos
con valentía y tenacidad.
De la misma manera,
la paz llega a los seres humanos
cuando vivimos basados
en sabiduría y en firmes principios.
La paz
no es algo lejano.
Paz es cuidar y valorar
a cada persona.
Es brindar alegría
a nuestra madre,
y no hacerla sufrir nunca.
Es salir al encuentro
de los que son distintos.
Es tener la sabiduría
de buscar el acercamiento
después de una disputa.
Y es proteger
nuestro hermoso ambiente natural.
Es fomentar
una cultura exuberante.
Es negarnos a construir nuestra dicha
sobre la desventura de los semejantes.
Es compartir con los demás
sus pesares y sus dichas.
Los que pueden
hacer felices a sus amigos
son expertos en el
arte de la felicidad.
Los que pueden
expandir la paz en sus comunidades
son embajadores de la paz.
Parte de la lucha por la paz
es negarse a tolerar
la prepotencia.
Parte de la lucha por la paz
es negarse a aceptar
la discriminación.
Parte de la lucha por la paz
es no condonar
las calumnias y mentiras.
Parte de la lucha por la paz
es poner límite
a la arrogancia del poderoso.
La esencia de la contienda
por la paz
es repudiar absolutamente,
rotundamente,
la violencia
en cualquiera de sus formas.
No permanezcan en silencio.
Hablen con valor.
La paz se propaga
allí donde resuenan
las voces en el canto.
La paz se ahonda
mediante el diálogo de amistad.
La paz perdura
cuando queremos aprender
el uno del otro.
La lid entre la felicidad
y la desdicha
es la historia misma
de la existencia humana.
La lucha entre la guerra y la paz
es la historia misma
de la humanidad.
Y el poder de la verdad y la justicia
para lograr la eterna victoria
yace en cada uno de nosotros.
Alguien sabio dijo, una vez:
“¡Cuando no sepas qué rumbo escoger,
elige el del mayor desafío!”.
Las dificultades
cultivan nuestra templanza.
Los problemas nos motivan
a ser más sabios.
El dolor nos vuelve
compasivos con los demás.
Y así, los que más han sufrido
pueden llegar a ser los más felices.
Las flores sonríen.
La brisa murmura dulcemente,
y la Luna vela por nuestro bien…
La vibrante energía
de un espíritu fuerte y auténtico
conquista la amistad del universo
y convierte a cualquiera en aliado.
¡Niños del mundo!
El planeta es uno solo.
Somos todos hermanos
de una misma familia global:
¡vivamos juntos, entonces,
en paz y en armonía!
¡Vamos,
avancemos hacia el mañana…!
Estrechemos la mano de la persona
que tenemos a nuestro lado.
Mirémosla a los ojos
y emprendamos juntos un diálogo franco.
Cantemos al unísono
un himno alborozado…
Ese es el primer gran paso
hacia la paz.
Construyamos una tierra de paz.
Conectémonos con otros
que también la ansían y la aman.
La paz es la luz brillante
que busca la humanidad.
La paz es el camino seguro
hacia una vida
de dignidad
y de humanismo genuino.
¡Paz!
¡Paz!
¡Aquí yace el cimiento
de una dicha humana perdurable
y el gozo de la auténtica
victoria humana!
hermosos poemas!! gracias!!
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