Lena Retamoso Urbano
Nacida en Lima, Perú en 1978.
Magíster en Literatura Hispanoamericana por el City College de Nueva York.
Bachiller en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Lena Retamoso Urbano nació no del legendario encuentro de un hombre con una mujer sino de la colisión cósmica acaecida en sus entrañas el día en que sus manos se abalanzaron sobre las indómitas alas de un altazor alucinado.
En sus lapsos de ocio, gusta de transitar senderos escarpadamente líricos, libar desmesuradas brisas musicales, sorber horizontes plásticos y fílmicos, y contemplar estatuas que reviven, en su mármol e inercia, caricias, ansias, gestos, fiebres, deseos, espasmos, contorsiones, y metamorfosis milenarias.
Desde el 2004, siguiendo los pasos de un azar que intuía, en su momento, sabio, reside en la ciudad de Nueva York y reparte sus horas y sus días entre sus clases doctorales y la enseñanza del español.
Sus amigos suelen decir que es más de “interiores”, ya que se sosiega fácilmente, y hasta esboza una sonrisa sentida, en la compañía de cualquier cuerpo artístico que expela belleza y produzca estremecimiento.
Por allí, ha oído que la llaman “poeta”, término que la halaga, aunque encuentra más sensato el que la vean como una amante asolada por ausencias, desencuentros, equívocos, insomnios y recuerdos famélicos.
bajo el agua
nada
solo mi cuerpo
en unos segundos
flotando
con la luz del sol
ciñendo
mi sustancia roída y descompuesta
bajo el agua
la música albergada
en mis oídos
drenando
cardúmenes óseos de peces lejanamente vivaces
bajo el agua
la noche
entrando limpia
por cada uno de mis poros
y yo,
navegando,
hacia el fondo de los fondos
fosilizado,
temblando
como una estrella siniestra
Poema escrito escuchando “Don’t explain” de Lennie Tristano.
Angustia,
serena y desdichada,
con los ojos abiertos bajo el agua
y el cuerpo de espalda al sol,
así avanzas
inconfundible
hacia una luz nacida
del fondo más oscuro de la noche
con las manos atadas a libros mohosos
a recuerdos aún por hacerse
a besos anclados en un buque sin tiempo
así hundes la melena para siempre
y el mar se calla tu ausencia
llevándose a sí mismo
corrientes inquietas
atrevidas espumas
Angustia,
el mar y su tórrida memoria
hoy, frente a mí,
repiten incansables
la imagen última
de tu ya
milenaria
partida
pienso en tu sexo (tomado del priver verso de Trilce XIII)
pienso en tu sexo
y como una canción fraguada
en el golpe mutuo de los vientres
mi lengua emite una palabra
demasiado estruendosa para el silencio
demasiado queda para el grito
pienso en tu sexo
pienso en tu sexo
y mis labios
son orillas húmedas
con sed de tu largo y ardoroso navío
pienso en tu sexo
y mi cara es una caverna
donde solo cabe tu voz
incrustada en la mía
pienso en tu sexo
y mis manos son vulvas ansiosas
alrededor de su fulgurante materia
pienso en tu sexo
y mis ojos son óleos
donde el fragor de tu pene
se despeña
pienso en tu sexo
y su olor a pasto húmedo
sellado por una jauría de pétalos
pienso en tu sexo
y sus aguas inconducentes
su disfraz de invisible gusano
pienso en tu sexo
y la almohada
las sábanas
la cama
cuidadosamente
tienden sobre mi cuerpo angustiado
el velo de la noche
y su inseparable amante
el sueño
23 de octubre de 2008.
alguien se va y otro alguien no puede detenerlo
alguien insulta y otro alguien se defiende
alguien guarda silencio y otro alguien espera rabiosamente su turno para hablar
alguien se para y otro se ancla aún más en su silla
alguien sangra por dentro y otro deambula auscultándose los labios partidos
y yo
no hago más que mirar
mientras mi cuerpo
imperturbable
se congela
lentamente
bajo
la nieve
desfalleciendo
Brooklyn, 27 de enero de 2011
Poema que nació en mi modesta oficina en City College
hoy me acurrucaría bajo una amplia tarantela de ávidos gusanos
les dejaría zanjar mis poros y agujerear mis órganos intactos
hoy a un cuarto para las cinco de la tarde comprendería
el áspero perfume de la rosa hundida en mi garganta
la falsa suavidad de sus pétalos simétricos
el veneno espeso de su polen
al levantar la mirada, observaría
el hipnótico ser y seguir siendo de los pájaros en círculos y en vuelos
y me sentiría tan pequeño, tan ridículo
que estar de pie me haría desfallecer
hoy el sol quedó atrapado entre su ardor y la majestuosa noción de sí mismo
me lo dice el amarillo pálido de su lento adiós
secuestrando en su famélica luz
las alturas y los grises de imponentes rascacielos
cruza una voz
desnuda de labios y de cuerpo
un hombre yace a orillas del mar
minuciosamente
unas gaviotas observan sus despojos
y en cada voraz picotazo
van dando fin
al menudo y mortal escenario de los sueños
Hoja inmóvil
Hoja inmóvil
Finges,
Jamás les darás a mis palabras
El rostro exacto de su agonía.
Tu blancura es ciega y movediza
La noche encoge sus piernas
Mientras el atardecer
Se desprende
De mis mejillas
Como baba misteriosa
Los oídos de Eco
Lamiendo el pulso de mis ojos
Hoja inmóvil
Finges,
Eres tú quien empuña
El sueño afable contra mis dedos
Eres tú quien me ama
Cosiendo el dolor que aún me falta
El vuelo interrumpido
En la herida oculta de una paloma
Hoja inmóvil
Ósea textura
Apenas yo
Grillo
Infame
En la noche oscura de tu boca
a la sombra del goce
el que se masturba solo piensa en calmar un deseo físico que ronda como una sed en una boca sin límites
mientras el acto “ominoso” se lleva a cabo, uno cierra los ojos y siente que los músculos convergen en un centro imposible de ser palpado
en la garganta
una ronda de crines y pasos
las manos
oscuros peces muertos
el olor dulce
y silencioso de una ho
ja sobre un lecho negro
(descanso)
un cigarrillo inhala tibiamente el residuo de un aroma forjado a solas
Líneas
Líneas
Recojo líneas
En tus manos líneas
En tu espalda líneas
En tu cara más líneas
En tus ojos
Una oscuridad hecha de líneas
En tu cuerpo
Fuego de líneas
Transparencia de líneas
Tu figura huele a línea a punto de abandonar esta hoja
En tu cintura una quietud de líneas
Tu gesto, conmoción de líneas
Tu adiós
Basquiat, Pollock y yo
ebria,
Frente a tu ataúd
Desenterrando
Enmarañada en más y más líneas
Tu intacta e insoluble permanencia
Algunos acercamientos a Blanco es el sueño de la noche
Blanco es el sueño de la noche entrelaza tres imágenes que definen el libro:
La imagen del blanco
La imagen del sueño y
La imagen de la noche
Tres imágenes que comparten la idea de lo abierto, un espacio privilegiado abierto a todas las posibilidades, a lo desconocido y a la vez a la posibilidad/necesidad/imperativo de crear, inventar, interpretar, libre de trabas, del control, de la razón, de los límites de la realidad circundante. El blanco, el sueño y la noche son los lugares donde nos quitamos las máscaras y el ropaje con los que nos enfrentamos con las instituciones sociales, para andar de día por la sociedad con sus normas, sus reglas y sus artificios; es en el blanco, en el sueño y en la noche donde quizás, nos descubrimos y nos creamos, donde nos alejamos de la sociedad, del grupo, para regresar al yo solitario que nos define, al Narciso, al espejo. Como dice el epígrafe que Retamoso toma de Lorca: “Cuánto daría porque lo que tengo que no es mío muriera y dejara vivir a mi espíritu que soy yo” cuyo significado la poeta recalca gráficamente haciendo que las letras vayan subiendo desde el pie de la página hacia arriba para morir en la cúspide, en el afuera, y bajar al pie de la página en el rincón y vivir en el yo íntimo.
El libro está dividido en seis secciones: Blanco, Sueño, Locura, Anomalía, Noche, y Blanco. Cada una es una imagen que nos descentra, que nos lleva a los márgenes, a la frontera entre la realidad diaria y el mundo intimo, personal, donde “el horizonte se abandona en sus contornos”, donde se plasma la creación. Y el libro comienza y termina con “Blanco,” en un círculo espiral en que el orden del título del primer “Blanco” se dispersa en las letras giratorias, los “signos en rotación” del “Blanco” de la última sección. El blanco de antes y después de la vida, del “agua de origen y cenizas” (“Walking Around”) para usar el verso de Neruda.
La triple imagen del blanco, del sueño y de la noche ofrece la invitación a crear, a crearse, y a la vez impone la necesidad de dar forma a lo informe, de anidarse en la materia, en la palabra y en el cuerpo del amante. Como dice la poeta en el poema “Si pudiera encontrarte”: “Si mi lenguaje se impregnara en los objetos y al irme velaran por mí las metáforas” (21)
Y de nuevo en el poema “Puertas”, ambos títulos, notamos, imágenes de la búsqueda, del deseo del encuentro con la materia:
las palabras solo saben estar solas
y nosotros,
adentro
Esta tentativa de materializar, de verbalizar, el encuentro creativo supone el riesgo del solipsismo, del abrazo de “Narciso envuelto en Eco/ Eco consumiéndose en Narciso” resultando en una “historia de las piedras”, (20) en una “muralla silente” (21), en vez de la vitalidad comunicativa de la creación. Esta triple imagen del blanco, el sueño y la noche que significa la liberación, encierra a la vez, entonces, el temor y el peligro: “la angustia de ser feliz” (21), una de las muchas imágenes antitéticas, oximorónicas, que recorren el libro: “los besos son sepulcros alegres” (17); “Me dices que no vendrás / pero has venido” (27).
La noche ruge, la luna es un colmillo de luz prodigiosa, Narciso grita al verse en el espejo; y la hablante pide al silencio que “cauterice mi pena con el ardor de tus innumerables esquirlas” (71).
Esta tentativa de darle forma, de materializar y encarnar el blanco sueño de la noche, es el leitmotiv del tomo expresado en esta imagen de “una luz / perdida/ entre la noche/ y mi mano” (19), esta mano que agarra la luz escribiendo las palabras que la contienen: “una luz en la punta de la boca” (19) que espera que encuentre las palabras que le den sustancia.: “Hice del amor un sonido” (20)
Esta materialización de lo informe se da en dos ámbitos, que resultan ser los dos temas inseparablemente entrelazados que unen los poemas del libro: el amor y la expresión, la poesía: el sueño se hace concreto en la interacción de las palabras del texto en el lienzo de la página y a la vez en el abrazo de los cuerpos de los amantes:
Fíjense en cómo la poeta entreteje el amor y el lenguaje para expresarlo:
sultán
desde esta ventana
con las manos en el pozo del llanto
y los pies entumecidos en la morada de tus últimas
huellas
he de permanecer
hasta que en los bordes de mi lengua infértil vea surgir tu marea
tu saliva de barca
la bruma que corre inadvertida en la osamenta de los lápices
la tinta
esparciéndose
en la palabra (41)
Y otra vez:
he necesitado ceñir la luz
azorar el silencio
para llevar a Ia boca un gesto que dispare
la quietud con que tus ojos me devastan (73)
Retamoso logra plasmar la imagen liberadora del blanco sueño de la noche a través de la supresión casi completa de la puntuación (no hay mayúsculas ni puntos, apenas hay comas, pero sí algunos signos de interrogación). Ensaya el minimalismo pizarnikiano donde las palabras apenas cubren la página en blanco y utiliza como recurso ordenador y expresivo la disposición de las letras, las palabras y los versos en la página jugando con la tipografía al estilo de la poesía concreta y de los caligramas de Apollinaire. La disposición de las letras de la página inicial de la última sección “Blanco” giran alrededor envolviendo al lector en el torbellino del espacio igual que el viento del primer poema de esta sección que mete al lector en una divagación giratoria visual . En el poema “Si pudiera encontrarte” comunica la búsqueda juntando todos los versos corridos en una especie de párrafo que visualmente parece prosa donde los versos como tales desaparecen en “el follaje” gráfico para luego, separado y apartado por el espacio blanco de la página, poner el verso clave “devuélveme el lecho de tu apariencia” (21)
La poeta consigue expresar y concretizar lo inefable no sólo a través de las palabras mismas sino a través de varios recursos muy efectivos.
La relación amado-amada se refleja en el ritmo bimembre creado por la alternancia entre versos escritos en letras itálicas y versos de letra normal como en el poema “Una luz” (19) o en la alternancia estructural utilizada en “Me dices que no vendrás”, donde los versos “me dices” alternan con el verso “nada más importa, ” entablando una conversación entre las estrofas que termina con los dos amantes cara a cara: “Me dices, te digo” (28). En “Incrustación de la piedra de la locura” [notemos el juego de palabras invirtiendo el título de El Bosco y de Alejandra Pizarnik y sustituyendo su contrario “incrustación” por “extracción”: Retamoso se enfrenta con el espacio liberador de la locura]: en este poema dramatiza un diálogo entre Tritón que hace las preguntas y el navegante que las contesta. En “Nocturno en London” las estrofas impares son preguntas, todas las cuales comienzan con “¿es cierto que…” y refiriéndose a London y las estrofas pares que son declarativas, enunciativas, hablan de Nueva York, captando así no sólo la separación geográfica y experiencial de los amantes sino también logrando que las estrofas mismas entablan una conversación, ya sea unilateral “sin respuesta”, como dicen las últimas palabras del poema. El uso del apóstrofe en varios poemas dirige la voz directamente al amado dramatizando el encuentro. Y los juegos de palabras enriquecen el significado, juegos auditivos como: expía y espía (38), “casar” y “cazar” (29) y el juego conceptual a través de retruécanos que invierten la relación entre sujeto y objeto: “con tu boca en mis ojos/con mi boca en tus ojos; con tu boca en mi boca/ con mi boca en tu boca,” etc. (38) “me dices que no puedo verme / pero me has visto” (27) enfrentando los amantes con el “me dices, te digo” (28).
Capta la experiencia erótica a través de un sinnúmero de imágenes: imágenes sensuales: “blanca la noche en que recuerdo / tus manos venir como sedas vertiginosas” (17); “con el mismo vahído que lleva al cisne a desposar violentamente las aguas” (19); “con tu boca en mi boca el último aliento de los dioses / con mi boca en tu boca breve fiesta de cardumen” (38); imágenes sinestésicas “el deseo lame el rescoldo / de una petrificación imposible” (39) “dulce estremecimiento de hielo” (74), onomatopéyicas “el vuelo raudo de ávidas abejas” (27); “álgido alcanfor de carrozas” (39) [Tánatos y Eros unidos].
Y capta el final de la relación amorosa en que sólo queda la forma hueca sin el sueño, sin el espíritu:
y mi mano
es un capullo
amordazado
por la ranura de aire
en que dejaste
respirando
aún
tus palabras (46)
tu cuerpo se deshizo entre mis manos
y me dejó el crujido
de hojas secas (47)
La poeta encadena estas imágenes a veces complejas a través de una sintaxis directa, y un lenguaje sencillo que facilitan la lectura. Los versos libres fluyen rítmicamente por repeticiones anafóricas:
blanca la piel que descubre al horizonte abandonarse en sus contornos
blanco el grito de Narciso frente al espejo
blanco el día en que tu cuerpo
hace de mis espinas un racimo de flores…
Estas enumeraciones paralelas y rítmicas golpean el oído una detrás de otra creando una tensión creciente solo aliviada con los últimos versos:
como tobogán de luz por el cual desciende tu aliento
como silencio que taconea sobre el vientre expuesto de mis labios
como violín que extiende la alegría tranquila de una guitarra
[hasta convertirla en espasmo
como mano que acaricia vertiendo escarpadas colinas hechas de
[pestaña
como voz de Oriente amordazada a inesperados pasos
como flor que muere en el húmedo huerto de tu montuosa
[cabellera
como prado suspendido entre mareas cristalizadas
así, yo cierro los ojos
y tu beso es pasto
donde el viento no corre
ni el frío se congela (36)
Este es un poemario donde las palabras expresan y comunican simultáneamente por su sonido, por sus reminiscencias intertextuales, por su ritmo y su presencia pictórica, cumpliendo el dictum bretoniano en que las palabras hacen el amor.
Blanco es el sueño de la noche es un libro muy logrado de una joven poeta que ha demostrado su sensibilidad poética enfrentándose con el reto de captar lo inefable con ese instrumento tan deleznable que es el lenguaje y ha conseguido que las palabras estallen con todo su esplendor mágico.
Marlene Gottlieb, Ph.D.
Chair, Modern Foreign Languages
Manhattan College
A una Muchacha a la ventana
de Salvador Dalí.
nada sucede
ventanas
nada sucede
y yo sigo frente al mar
nada sucede
el aire
su viaje
su retorno
nada sucede
y yo sigo
aunque no descubra mis ojos
aunque el amor no nazca del mar
A “Dama Recóndita” de J. Sologuren
Esperábamos un solo labio. Un labio que pudiéramos asir como una palabra interminable. Un labio que solo exista para recordar que somos invisibles, que nada es sino aquel abismo de dos manos que se encuentran y se buscan sin embargo.
Naciste del olvido. Yo no te conocía, pero el color de las hojas, el ruido del agua, el silencio de las piedras. Yo no existía, pero caminamos juntos el comienzo del tiempo, de la luna y del espacio. Yo no era más que una lágrima vestida de palabras inservibles; sin embargo tu voz, tu voz ausente más viva que mi cuerpo.
A César Moro
Qué ajena la lluvia que cae sin tu nombre
tu nombre despacio de mar en la cintura.
-alguien había colgado tu voz en mis ojos-
ya ni mis pasos me devolvieron tu arena
ni armar pudo tu sonrisa el mismo recuerdo
sólo sabíamos amarnos en los pájaros
entre las piedras ocultos en los hombros
como dos bocas atándose sus sueños
Qué temblor tu sombra con el alba de pie en mi garganta
A la Filmoteca
L’oiseau et la pierre
Olvidaste la lluvia rozándome tus labios
como luna abierta como grillo desalmado
con mi recuerdo de pie cayendo en tu mejilla
bajo el oscuro tibio de mar que se quejaba
-Él era un hombre sentado en un verso-
sus labios en las hojas, árbol con puntas de miedo
untándote la noche
abriéndote su seno
lágrima de luz
entre palmas invierno
-Ella y sus rodillas de tímida butaca-
sobre césped de nubes acostando tu voz
ella caminante de ausencias en los dedos
resbaladiza cintura que sólo el sueño muerde
El mismo deseo abrimos tantas veces
la misma piel
el mismo aire
este silencio
Te has quebrado
fija
como el sueño
en las manos.
Y las manos
no son.
Solo el árbol
lleno
en nuestras bocas
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